NUESTRAS TAREAS

Entrevista concedida el 29 de marzo de 1919 al corresponsal de Rosta (Agencia Telegráfica Rusa)

En el frente del este me he convencido de algo de lo que en rigor ya estaba seguro antes de mi viaje: nuestros fracasos allí no tienen nada de terrible, mucho menos de catastrófico.
Desde luego, la pérdida de Ufa es un serio fracaso. El repliegue de nuestras unidades no ha sido detenido en todas partes; si lo ha sido, la estabilidad indispensable está lejos de ser en todas partes sólida. Sin embargo, y teniendo en cuenta las condiciones de nuestra guerra, más bien habría que asombrarse de que no hayamos sufrido grandes reveses con mayor frecuencia.
Nos batimos en más de 8.000 verstas. Nuestro ejército ha alcanzado una fuerza numérica notable, pero si se toma en consideración el largo increíble del frente resulta evidente que estamos obligados a someter a una altísima tensión la fuerza viva del ejército. Los refuerzos que enviamos suelen ser -discúlpeseme la expresión- refuerzos semifabricados que aún necesitan tratamiento: antes de integrarse por completo a las unidades pueden durante algún tiempo debilitarlas.
El problema de los refuerzos es actualmente el centro principal de la actividad de las autoridades militares. En los frentes los ejércitos han quedado definidos y estabilizados; los cuadros se han forjado y templado en el curso de los combates. Habría, pues, que poder mantener el efectivo numérico de los ejércitos activos en su nivel indispensable (las pérdidas en muertos y heridos son bastante elevadas, sobre todo por causa de enfermedad). Al mismo tiempo los refuerzos deben ser de una calidad correspondiente, tanto desde el punto de vista militar como desde el político. Las tropas complementarias provienen de las unidades de reserva de la retaguardia. En ellas están representadas las muestras humanas más dispares. Es indispensable, por lo tanto, llevar las unidades de reserva a la altura requerida, así en el campo militar como en el político.
Hay que confesar con franqueza que entre nosotros el aspecto político deja muchísimo que desear. Sabemos por qué. Todos los militantes políticos están recargados de los más diversos trabajos en los Soviets, y por consiguiente la propaganda sufre de una manera notable; tanto en las aldeas y el ejército como en los medios obreros mismos, las secciones de educación y propaganda no dan fin a sus tareas, y no pueden terminarlas porque carecen de las fuerzas necesarias. Los mejores propagandistas ocupan puestos de responsabilidad. Pero aún queda una solución: valerse de la organización del partido en su condición de tal, es decir, obligar a cada responsable político, independientemente del puesto que ocupa, a llevar a cabo, en general, un trabajo de propaganda y educación, de manera particular en el ejército.
Algunas personas abominablemente irreflexivas, incapaces de silenciar la mínima cosa y faltas de deseo de aprender nada, continúan pretendiendo que las tropas complementarias son políticamente malas porque su formación está íntegramente en manos, de los especialistas militares. Puras fruslerías. A la cabeza de las secciones militares locales de retaguardia -comisariatos, distritos, provincias y regiones- hemos ubicado, justamente, militantes medianamente responsables. Con arreglo a las nuevas instrucciones, los especialistas militares se han trasformado en simples adjuntos técnicos[1]. Por consiguiente, todas las autoridades se encuentran en manos del militante político-comisario. Echar sobre la espalda de los especialistas militares todos los defectos de la actividad política es simplemente perder el tiempo en estériles habladurías.
Por el momento, nuestro objetivo es crear en cada batallón de reserva un sólido núcleo de trabajadores conscientes de su responsabilidad. Es, por así decir, un fermento que debe ser mantenido y que no se lo debe dispersar sino en la medida de su natural crecimiento. Elementos menos conscientes cristalizarán en torno de ese núcleo. Toda nuestra experiencia prueba qué importante es no dejar entrar en el ejército elementos de otra clase social; en la práctica, los kulaks. Ahí se plantea el difícil problema de la evaluación de la frontera entre el campesino medio y el kulak. Esta cuestión no se resolverá del mismo modo en todas las provincias pues hay que tener en cuenta las condiciones económicas y sociales locales. Cada comisariato militar tomado aparte no se halla en situación de resolver el problema. En rigor llegamos, así al problema fundamental de toda nuestra política para con el campesino medio. Actualmente este problema está considerado como el más importante; se plantea tanto en la vida práctica como en las decisiones de las instancias dirigentes. Sin duda alguna, métodos prácticos para distinguir políticamente al campesino medio del kulak se establecerán con toda la precisión requerida a fin de permitirles a las autoridades locales orientarse. Ello nos permitirá prohibir el acceso de los kulaks al Ejército Rojo y, con ello, cerrarles el paso de la formación militar.
Entre las causas que se hallan en el origen del debilitamiento de la estabilidad en ciertas regiones del frente, no puedo callar el demonio de la critica que parece vivir en gran número de nuestros camaradas. En modo alguno quiero señalar con eso que la crítica de la política militar es inadmisible o indeseable. Está permitida y se la desea, aunque, hasta ahora nunca las críticas hayan dicho nada que sea valedero. Sencillamente están atrasadas varios meses respecto del departamento militar; siempre impulsadas por su demonio, buscan la tontería. Lo intolerable es, no obstante, que militantes que no están de acuerdo con nuestro sistema militar, o que dan sencillamente prueba a su respecto de una animosidad indefinida, hayan sido enviados al frente a trabajar. El ejército, sobre todo un ejército que está peleando, no es un club de discusiones. Necesitamos militantes que tengan fe en su trabajo y que sean capaces de sacar adelante su tarea sin mirar atrás ni al costado, porque entonces resulta fácil "tomárselas" con el mejor ejército.
Si se tiene en consideración, repito, lo extenso de nuestro frente y el espacio que el Ejército Rojo ha recorrido combatiendo durante el invierno; si se tiene en cuenta la prolongada preparación de nuestros adversarios con miras a una ofensiva común en la primavera, así como la interdependencia de esa ofensiva y las revueltas minuciosamente preparadas (revueltas en las que los socialistas revolucionarios de izquierda han colaborado al poner a disposición de ellas su experiencia clandestina y su aparato ilegal), puede afirmarse con toda confianza que el ejército ha contenido de una manera admirable el impulso común del enemigo.
Espero y creo que el próximo período será testigo de nuestros éxitos.



[1] En tiempos del Consejo Superior de Guerra y durante el primer período posterior a la organización de los comisariatos militares, éstos eran ocupados por especialistas militares; cada uno de ellos tenía adjuntos dos comisarios. A partir del segundo semestre de 1919 se aplicaron nuevas disposiciones, según las cuales la responsabilidad la actividad militar incumbía en las regiones, los distritos y las provincias a los comisarios militares; en calidad de ayudas técnicas se les había adjuntado jefes militares designados entre los especialistas.


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