NUESTRA POLÍTICA EN LO RELACIONADO
CON LA CREACIÓN DEL EJÉRCITO

Tesis adoptadas por el VIII Congreso del Partido Comunista
Ruso, marzo de 1919 [1]

A) Posiciones generales

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El antiguo programa de la socialdemocracia reclamaba la creación de una milicia popular sobre la base de una instrucción militar impartida en todo lo posible fuera de los muros del cuartel a todos los ciudadanos capaces de llevar armas. Esta exigencia programática, que durante la época de la II Internacional se oponía al ejército de oficio, imperialista, con instrucción en los cuarteles, servicio militar de larga duración y cuerpo de oficiales de casta, tenía el mismo alcance histórico que las otras reivindicaciones de la democracia: sufragio universal, sistema unicameral, etc. En las condiciones del desarrollo capitalista "pacífico" y de un proletariado obligado hasta cierto punto a adaptar la lucha de clases a los cuadros de la legalidad burguesa, la tarea natural de la socialdemocracia era la de exigir formas mucho más democráticas en la organización del estado y del ejército capitalista. Sobre esta base la lucha tenía sin duda un sentido educativo; pero, como lo ha demostrado la gran experiencia de la última guerra, la lucha por la democratización del militarismo burgués ha dado todavía menos resultado que la lucha por la democratización del parlamentarismo burgués, pues en el terreno del militarismo la burguesía sólo puede tolerar sin desmentirse aquel "democratismo" que no ataque a su dominio de clase; dicho de otro modo, un democratismo ilusorio, ficticio. Cuando se ha tratado de tocar los intereses vitales de la burguesía en el terreno internacional, como en las relaciones internas, el militarismo burgués en Alemania, Francia, Suiza, Inglaterra, Estados Unidos, a pesar de todas las diferencias en la forma de los estados y la estructura de los ejércitos en los diferentes países, ha revelado los mismos rasgos de implacable crueldad.

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Cuando la lucha de clases se trasforma en una guerra civil abierta y rompe la envoltura del derecho burgués y de las instituciones burguesas-democráticas, la consigna "milicia popular", lo mismo que las consignas sobre parlamentarismo democrático, carece totalmente de sentido; por eso se convierte en un arma de la reacción. Así como la consigna de "Asamblea Constituyente" ha llegado a ser la cobertura de un trabajo tendiente a restablecer el poder de los terratenientes y capitalistas, así también la consigna de "ejército popular" se ha convertido en un instrumento para la creación del ejército de Krasnov y Kolchak.
Después de la experiencia de la revolución rusa, hace falta en realidad la ceguera despreciable y pequeñoburguesa de Kautsky para predicar la democracia formal en la organización del poder del estado y del ejército, en momentos en que la Asamblea Constituyente alemana, huyendo de Berlín, se oculta en Weimar para colocarse bajo la protección de los regimientos de los guardias blancos; en momentos en que el general Hoffmann recluta sus batallones de hierro entre lo s hijos de los junkers, de los burgueses y los kulaks, y los espartaquistas[2] arman a los obreros revolucionarios. La época de la revolución proletaria que se inicia es una época de declarada guerra civil del proletariado contra todo estado burgués y todo ejército burgués, se disimule o no bajo las formas de la democracia. La victoria del proletariado en esta guerra conducirá inevitablemente a un estado proletario y a un ejército de clase.

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Al remitir a un período histórico muy próximo el carácter popular de la milicia, tal como figuraba en nuestro antiguo programa, de ningún modo rompemos con el programa de la milicia como tal. Nosotros establecemos la democracia política sobre bases de clase y la trasformamos en democracia soviética. Trasferimos la milicia sobre tales bases de clase y la trasformamos en milicia soviética. En consecuencia, el programa de trabajo inmediato consiste en crear un ejército de obreros y campesinos pobres mediante la instrucción militar obligatoria fuera de los cuarteles en la medida de lo posible, es decir, en condiciones cercanas al medio de trabajo de la clase obrera.

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En rigor, el proceso de desarrollo de nuestro Ejército Rojo se halla en contradicción con las exigencias señaladas. En primer lugar, hemos creado un ejército sobre la base del voluntariado. Al mismo tiempo, y dejando para más adelante la instrucción militar obligatoria de obreros y campesinos que no explotan trabajo ajeno, hemos procedido al reclutamiento forzado de muchas clases de trabajadores. Estas contradicciones no han sido errores accidentales; derivaban de las circunstancias y representaban formas transitorias completamente inevitables en la creación de un ejército bajo las condiciones concretas que nos habían legado la guerra imperialista y la revolución burguesa (la de febrero).
En las condiciones de desorganización catastrófica del antiguo ejército y de todos los organismos que lo constituían y dirigían, el voluntariado aparecía como el único medio posible de crear unidades, por poco combativas que fuesen. La mejor prueba de ello es que en la Alemania actual los generales contrarrevolucionarios, al igual que los espartaquistas, se ven obligados a recurrir a batallones de voluntarios. El paso del voluntariado al servicio obligatorio ha sido posible a medida que masas importantes del antiguo ejército se dispersaban por localidades y campos, y cuando se llegó a crear organismos locales de administración militar: censo, formación y suministro (comisariatos de cantón, distrito, provincia y región).

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La oposición ideológica de los destacamentos de guerrilleros a un ejército metódicamente organizado y centralizado (prédica de los socialrevolucionarios de izquierda y de sus semejantes) representa un producto caricaturesco del pensamiento político o de la falta de reflexión de la intelligentsia pequeñoburguesa. Los métodos de combate guerrilleristas se imponían durante el primer período al proletariado en razón de la situación de éste de explotado dentro del estado, como también se le imponían el empleo de imprentas clandestinas primitivas y la práctica de reuniones secretas. La conquista del poder político ha dado al proletariado la posibilidad de utilizar el aparato del estado para construir metódicamente un ejército centralizado, en el que la unidad de organización y la unidad de dirección constituyen lo único que puede garantizar los mejores resultados con el mínimo de víctimas. Propugnar el espíritu de guerrilla como programa militar es como recomendar el retorno de la industria pesada al taller artesanal. Semejante prédica corresponde por completo a la naturaleza de los grupos de la intelligentsia, que son incapaces de valerse del poder del estado e incapaces hasta de plantearse seriamente el problema del dominio de ese poder, pero que se ingenian en hacer incursiones guerrilleristas (polémicas o teóricas) contra el gobierno obrero.

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Se puede tener por teóricamente, irrefutable que obtendríamos el mejor ejército si lo creáramos sobre la base de la instrucción obligatoria de los obreros y campesinos en condiciones cercanas a su trabajo diario. El saneamiento general de la industria, la colectivización y el aumento en la productividad del trabajo agrícola crearían la base más sana para el ejército; las compañías, batallones, regimientos, brigadas y divisiones coincidirían con los talleres, fábricas, localidades, cantones, distritos, provincias, etc. Un ejército así, cuya formación seguiría paso a paso el desarrollo económico del país y la formación paralela de un personal de mando se convertiría en el ejército más invencible del mundo. Precisa mente hacia semejante ejército nos encaminamos, y tarde o temprano lo lograremos[3].

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La necesidad de responder de modo inmediato a la resistencia de los enemigos de clase interiores y exteriores no nos ha permitido, sin embargo, seguir esa vía "orgánica" hacia la creación de una milicia obrera y campesina, para lo cual habríamos necesitado muchos años o, al menos, largos meses. Así como al día siguiente de la revolución de octubre estuvimos obligados a recurrir a formaciones de voluntarios, así también en la etapa siguiente, cuando el cerco imperialista se cerró alrededor de la Rusia Soviética, hemos estado obligados a forzar nuestro trabajo militar, y sin esperar las formaciones de milicianos de tipo territorial, es decir, alejados de los cuarteles, hemos debido recurrir a una movilización general de ciertas clases, a su formación acelerada y a su acuartelamiento. En esas condiciones, todos los esfuerzos del Departamento de Guerra tendieron a acercar el cuartel a la escuela militar, para hacer de ella un centro no sólo de formación militar, sino también de formación general y de educación política.

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Nuestro actual ejército activo, es decir, que actúa o que se prepara para la acción inmediata, representa precisamente el tipo transitorio en cuestión: siendo un ejército de clase por su composición social, no es sin embargo una "milicia", sino un ejército "permanente", "regular" por sus métodos de formación y de instrucción. Si esta última circunstancia es el origen de muchas dificultades internas, especialmente en las condiciones de extraordinario agotamiento del país, al mismo tiempo podemos decir con satisfacción que este ejército de tipo transitorio, creado en las condiciones más desfavorables, ha demostrado que es capaz de derrotar a sus enemigos.

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Simultáneamente con la formación en los cuarteles, o propia mente activa, es decir, formación en las condiciones de combate, se cumple un profundo trabajo de instrucción general de obreros y trabajadores campesinos en sus mismos lugares. Con relación a nuestra formación regular, el trabajo de instrucción general es considerado en su primer nivel, como una preparación elemental, una inoculación al combatiente, individual de algunos hábitos, a fin de acelerar su posterior aprendizaje en la unidad de combate a la que será incorporado. No cabe duda de que, también desde ese punto de, vista limitado, la instrucción general contribuye considerablemente desde ahora a la creación del ejército.

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Pero la tarea de instrucción general en asuntos militares no puede en ningún caso limitarse, a un papel de servicio auxiliar. Por medio de una serie de etapas coordinadas con el trabajo más urgente y crítico relativo a la formación de unidades regulares, la instrucción general nos conducirá a crear un verdadero ejército de milicia.

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Para esto era indispensable que la instrucción general no se limitara a las tareas de la instrucción militar individual, sino que condujese a formar, ante todo, aunque más no fuese que unidades armadas muy pequeñas, sin alejar, en lo posible, a los elementos que las componen, es decir, los obreros y los campesinos, del medio normal de trabajo. La instrucción general debe llevar a la formación de secciones aisladas, de compañías, luego de batallones y de regimientos, con la perspectiva más lejana de constituir divisiones enteras de obreros y de campesinos locales, con un personal de mando local, recursos locales para el armamento y, en general, para todo el abastecimiento.

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En la hipótesis de una lucha incesante y prolongada con las tropas imperialistas, el tránsito gradual a un ejército de milicianos sólo es posible por medio de una organización que compense la disminución de las tropas en campaña. Actualmente, los remplazos se efectúan por el mismo tipo que las unidades de base, mediante lo que se llama batallones de reserva. Más adelante,, en un futuro próximo, deben hacerse de acuerdo con los procedimientos y sobre la base de la instrucción general, y orientarse hacia los regimientos activos del mismo origen territorial, a fin de que en el momento de la desmovilización los elementos componentes del régimen no se dispersen a través del país, sino que conserven lazos locales en el territorio donde trabajan. La elaboración de medidas destinadas a hacer pasar gradualmente nuestro ejército actual de tipo transitorio a un ejército de milicia territorial incumbe a los correspondientes organismos del departamento de Guerra, que, ya han dado los primeros pasos decisivos en esa dirección.

13

Un ejército de clase -una milicia-, hacia el que vamos, no significa, como se desprende con claridad de todo lo anterior, un ejército improvisado, es decir, creado a la ligera, instruido de manera sumaria, con un conjunto abigarrado de armas y un personal de mando preparado a medias. Al contrario, su preparación se debe organizar de modo que junto con las maniobras, los ejercicios de tiro y las paradas militares dé como resultado un tipo más calificado que el de ahora de combatiente individual y de unidad constituida. Un ejército de milicianos debe ser un ejército formado, equipado y organizado según la última palabra de la ciencia militar.

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En el ejército los comisarios no son tan sólo los representantes directos e inmediatos del poder soviético, sino antes que nada los portadores del espíritu de nuestro partido, de su disciplina, de su firmeza y su coraje en la lucha por alcanzar el objetivo fijado. El partido puede mirar con total satisfacción el trabajo heroico de sus comisarios, que mano a mano con los mejores elementos del personal de mando han creado un ejército apto para el combate. Sin embargo, es indispensable que en el futuro las secciones políticas del ejercito, bajo la dirección inmediata del Comité Central, elijan a los comisarios dejando a un lado a todos los elementos inestables y arrivistas, por poco que lo sean.
El trabajo de, los comisarios solo puede dar plenos resultados si se apoya directamente en las células de soldados-comunistas. El rápido crecimiento del número de células comunistas parece ser la mejor garantía de un ejército cada vez más impregnado de las ideas y la disciplina del comunismo. Pero precisamente en razón del papel inmenso de las células comunistas los comisarios y en general los militantes más maduros deben evitar que en las células del ejército entren elementos inestables, en busca de derechos y privilegios imaginarios. El respeto hacia las células comunistas será tanto más grande, e inquebrantable cuanto más claramente comprenda cada soldado y se convenza de ello por experiencia que pertenecer a una célula no da ningún derecho especial, sino que impone, la obligación de ser el combatiente más abnegado y valeroso.
Al aprobar en general el reglamento elaborado por el Comité Central relativo a los derechos y deberes de las células comunistas, de los comisarios y de las secciones políticas, el congreso exige de todos los camaradas que trabajan en el ejército que se acomoden estrictamente a dicho reglamento.

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La exigencia de la elección del personal de mando, que cuando se trata de un ejército burgués, en el que se lo elige y forma como aparato de clase destinado a someter a los soldados y por medio de éstos a las clases trabajadoras, tiene una enorme importancia de principio, deja de tenerla para el Ejército Rojo de obreros y campesinos, que es un ejército de clase. Consideraciones prácticas que dependen del nivel de formación alcanzado, el grado de cohesión de las unidades que componen el ejército y la existencia de cuadros de mando son las que dictan exclusivamente al ejército revolucionario y de clase la posible combinación de elección y nombramiento. En general se puede comprobar que cuanto menos maduras son las unidades que componen el ejército y cuanto más accidentales y transitorios sus efectivos y menos probado su joven personal de mando, tanto menos se puede aplicar racionalmente el principio de elección de los comandantes. Y por el contrario, cuando aumenta la cohesión interna de las unidades, cuando los soldados tienen una actitud crítica hacia ellos mismos y hacia sus jefes, cuando los jefes que han dado prueba de sus cualidades en las condiciones de la nueva guerra se convierten, en número apreciable, en cuadros subalternos o superiores, se crean las condiciones favorables gracias a las cuales el principio de la elección de los jefes puede recibir una aplicación cada vez mayor.

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Sin dejar de presentar grandes dificultades prácticas, el problema del personal de mando no provoca en el fondo diferencias de principio.
Aunque nuestro ejército tuviese durante algunos años la posibilidad de formarse metódicamente y de preparar, al mismo tiempo, un nuevo personal de mando, no tendríamos ninguna razón principista para negarnos a enrolar a los elementos del antiguo cuerpo de oficiales que interiormente se han convertido al punto de vista del poder soviético, o que se ven obligados por las circunstancias a servirlo de buena fe. El carácter revolucionario del ejército se define ante todo por el carácter del régimen soviético que lo crea, que le da un objetivo y lo trasforma así en su instrumento. Por otra parte, la adhesión de ese instrumento al régimen soviético se logra por la constitución de clase de las grandes masas de soldados, por la organización de los comisarios y de las células comunistas y, por último, por la dirección general que el partido y los soviets dan a las actividades del ejército.
El trabajo de instrucción y de educación de un nuevo cuerpo de oficiales, surgido preferentemente de los obreros y campesinos de vanguardia, constituye uno de los problemas más importantes en la creación de un ejército. El constante aumento del número de cursos, así como el de alumnos, da testimonio de que el departamento de Guerra presta a esa tarea toda la atención que ella exige. Junto con la Academia Militar Superior (del Estado Mayor General) se organizan cinco escuelas de nivel medio, entre el curso de instrucción y la academia militar. Sin embargo, en las filas del actual Ejército Rojo sirven muchos comandantes del antiguo ejército, que cumplen con gran eficacia un trabajo responsable. La necesidad de control para separar a los traidores y provocadores es indudable, y por lo que atestigua la experiencia ha sido prácticamente resuelta por nuestra organización militar de manera más o menos feliz. Desde ese punto de vista, el partido no puede tener motivo alguno para revisar nuestra política militar.

17

Los reglamentos promulgados hasta ahora (reglamentos de servicio interior, de campaña, de guarnición), al proporcionar estabilidad y formalización a las relaciones internas del ejército y a los derechos y deberes de sus elementos constitutivos, representan un gran paso adelante. No por ello dejan de ser el reflejo del período de transición en la formación de nuestro ejército, y serán sometidos a modificaciones a medida que los antiguos rasgos "de cuartel" sean superados en la formación del ejército y éste se trasforme cada vez -más en un ejército de clase, en una milicia.

18

La agitación llevada a cabo por el campo de la democracia burguesa (socialrevolucionarios, mencheviques) contra el Ejército Rojo, contra la aparición del "militarismo" y el punto de partida de un futuro bonapartismo, no es más que la expresión de la ignorancia política y del charlatanismo, o de una mezcla de ambos. El bonapartismo no es el producto de una organización militar en su carácter de tal, sino el producto de determinadas relaciones sociales. El dominio político de la pequeña burguesía, colocada entre los elementos reaccionarios de la gran burguesía y las bajas capas sociales del proletariado revolucionario, incapaces todavía de representar un papel independiente, crea las condiciones necesarias para el nacimiento del bonapartismo, el que encontró en un hombre fuerte, en un hombre que se elevó por encima de las contradicciones de clase no resueltas en el programa revolucionario de la democracia pequeñoburguesa (jacobina). En la medida en que la base fundamental del bonapartismo es el campesino kulak, ya la constitución social misma de nuestro ejército, de la que el kulak ha sido excluido y expulsado, ofrece una garantía seria contra las tendencias bonapartistas. Las parodias rusas del bonapartismo, es decir, las bandas de Krasnov, las de Kolchak y otras, no han salido del Ejército Rojo, sino de la lucha directa y abierta contra él. Skoropadsky, el Bonaparte ucraniano, cuyos hilos manejaban los Hohenzollern, formó un ejército sobre la base del censo, directamente opuesto al censo del Ejército Rojo, enrolando en su ejército a poderosos kulaks. En tales condiciones, tan solo quienes ayer directa o indirectamente sostenían a los candidatos a Bonapartes de Ucrania, del Don, de Arcángel o de Siberia pueden ver en el ejército del proletariado y de los campesinos pobres el baluarte del bonapartismo.
Así, del mismo modo como el Ejército Rojo no es más que el Instrumento de un régimen determinado, así también es necesario buscar en el régimen mismo la garantía fundamental contra el bonapartismo y las demás caras de la contrarrevolución. La contrarrevolución no puede, en ningún sentido, nacer del régimen de la dictadura proletaria; solo puede instalarse en el poder como resultado de una sangrienta y directa victoria sobre ese régimen. El desarrollo y la consolidación del Ejército Rojo son indispensables precisamente para hacer imposible tal victoria. El sentido histórico del Ejército Rojo es el de ser instrumento de la autodefensa socialista del proletariado y del campesinado pobre, su defensor contra el peligro de un bonapartismo burgués y kulak sostenido por el imperialismo extranjero.

19

Una milicia de clase, no es la última palabra de la construcción socialista, puesto que ésta tiene por objetivo final la supresión de la lucha de clases por medio de la supresión de las clases mismas, por consecuencia del ejército de clase. A medida que la economía socialista se vaya organizando, el estado soviético de clase se irá disolviendo cada vez más en el aparato director de la producción y de la distribución, en los organismos culturales y administrativos. Después de ser liberado de su carácter de clase, el estado dejará de ser un estado y se convertirá en un órgano de autogestión económica y cultural. Al mismo tiempo el ejército perderá su carácter clasista. Se convertirá en un ejército nacional en el verdadero sentido de la palabra, porque en la comunidad socialista no quedarán elementos parásitos, explotadores, ni kulaks. La formación de ese ejército se apoyará directamente en los poderosos grupos de trabajadores de la república socialista; del mismo modo, su suministro lo alimentará directamente la producción socialista, cuya potencialidad irá en aumento. Semejante ejército, es decir, el pueblo organizado de manera socialista, bien instruído y bien armado, será el más poderoso que el mundo haya conocido. No solo será un instrumento de defensa de la colectividad socialista contra los posibles ataques por parte de los estados imperialistas, sino que además permitirá dar un apoyo decisivo al proletariado de esos estados en su lucha contra el imperialismo.

B) Medidas prácticas

A partir de esas posiciones fundamentales, el VIII Congreso del Partido Comunista ruso considera indispensable aplicar de manera inmediata las siguientes medidas prácticas:
1. Imponer firmemente el principio de la movilización de clase; movilizar solo a los elementos trabajadores, excluyendo cuidadosamente de los batallones obreros (compañías) a los kulaks y a los elementos parásitos. Actualmente este principio no se aplica, a pesar de las decisiones oficiales.
2. Mientras se continúa ubicando a los especialistas militares en funciones de mando y administración y seleccionando a los elementos seguros, establecer por encima de ellos un control político centralizado por el partido, control cuidadoso ejercido por los comisarios, y separar a los elementos política y técnicamente ineptos.
3. Organizar un sistema de comprobación del personal de mando y encargar a los comisarios de redactar periódicamente sus normas.
4. Acelerar la formación de un personal de mando de origen proletario y semiproletario, y mejorarlo desde el punto de vista militar y político. Crear para esto en la retaguardia y en el frente comisiones competentes de verificación en cuya composición predomine la representación del partido, a fin de dirigir sistemáticamente hacia las escuelas de oficiales a los soldados rojos más preparados por la práctica de combate, para trasformarlos en oficiales rojos.
Vigilar que los programas de los cursos estén de acuerdo con el espíritu del Ejército Rojo y las circunstancias particulares de la guerra civil.
Las organizaciones locales deben prestar una particular atención a la buena organización de la educación política en los cursos.
5. Las organizaciones locales tienen la obligación de realizar, de manera sistemática e intensiva, el trabajo de educación comunista de los soldados rojos de las unidades, en la retaguardia, designando a tales efectos a militantes especiales.
6. Se encarga al Comité Central del partido de organizar la distribución racional en las unidades de los comunistas del ejército y de la flota.
7. Trasladar el centro de gravedad del trabajo comunista en las secciones políticas de los frentes a las secciones políticas de los ejércitos y las divisiones, con el objeto de animar ese trabajo y aproximarlo a las unidades de acción en el frente. Promulgar un reglamento coordinado y preciso concerniente a los derechos y deberes de los comisarios políticos, de las secciones políticas y de las células comunistas.
8. Suprimir la Oficina General de Guerra. Crear una sección política del Consejo Militar Revolucionario de la República, trasladando a esta sección todas las funciones de la Oficina General de Guerra, después de haber puesto a su cabeza a un miembro del Comité Central del Partido Comunista ruso con los derechos de miembro del Consejo Militar Revolucionario de la República.
9. Reformar los reglamentos militares, abreviándolos en la medida de lo posible; suprimir todos los arcaísmos y las disposiciones que otorgan privilegios superfluos al personal de mando, y ubicar en el lugar conveniente en el orden de las tareas los problemas de educación política.
10. Reformar rápidamente el reglamento referente a los comisarios y los consejos militares revolucionarios en el sentido de deslindar con exactitud los derechos y los deberes de los comisarios y de los comandantes, dejando la solución de las cuestiones económico-administrativas al comandante al mismo tiempo que al comisario, y confiriendo al comisario el derecho de aplicar sanciones disciplinarias (incluso el derecho de arresto) y el de iniciar juicios.
11. Reconocer como necesario el sometimiento de las "secciones especiales" de los ejércitos y de los frentes a los comisarios de los ejércitos y de los frentes, y dejar la "sección especial" de la República las funciones de dirección general y de control de sus actividades.
12. Reconocer que cuando en el futuro se elaboren los estatutos de dirección general, los reglamentos e instrucciones deben ser sometidos, en la medida de lo posible, al juicio previo de los trabajadores políticos del ejército.



[1] Se dan en el primer tomo que abraza el año 1918, porque se presentan como la generalización de las experiencias del año 1918. Yo no hice ningún informe en el Congreso, pues me encontraba en el frente. L. T.
[2] Organización ilegal creada en Alemania al comienzo de la guerra mundial por Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo para luchar contra la burguesía y la socialdemocracia oficial. Después de la revolución de noviembre, la unión de los espartaquistas dejó de existir y se fusionó con el partido comunista alemán, recientemente formado.
[3] El tránsito parcial en el Ejército Rojo al modo de formación de las milicias es un considerable paso adelante en la creación de unidades militares en condiciones cercanas al trabajo diario del obrero y del campesino. En 1923 se hizo adoptar a muchas divisiones los principios de la milicia.


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