EL PARTIDO COMUNISTA Y EL EJERCITO ROJO

Los comisarios militares

Otoño de 1918

El puesto de comisario militar, especialmente el de comisario de regimiento, es uno de los más difíciles e importantes de la República Soviética. Hace falta mucho para que un camarada, aun políticamente formado, sea capaz de llenar las obligaciones de comisario militar. Para ese puesto es preciso ante todo un carácter firme, constante, alerta y un coraje sin impetuosidad. Un comisario que actúa de buenas a primeras, que se presenta en el regimiento resuelto a "apretar los tornillos", a mostrar el camino recto, a corregir, rehacer, sin saber todavía cómo, ni qué ni cuándo, un comisario así choca inevitablemente, con oposiciones, obstáculos y resistencias, y corre el riesgo de trasformarme en un comisario rezongón. Se trata de un tipo bastante frecuente, aunque por suerte no constituye más que una débil minoría entre nuestros comisarios.
El comisario rezongón, está siempre descontento de todo: de los antiguos comisarios, del personal de mando, del consejo militar revolucionario del ejército, de los reglamentos; en suma, de todos y de todo. En realidad, ese descontento gruñón tiene su raíz en el mismo comisario; simplemente no está hecho para llenar sus propias obligaciones y se convierte muy pronto en un ex comisario.
El centro de gravedad de la cuestión no está, absolutamente, allí donde los malos comisarios lo buscan. No se trata de atribuir al comisario derechos ilimitados, universales. El problema consiste, en verdad, en aprender mediante la experiencia a utilizar esos derechos sin usurpar el trabajo de otros, sino completándolo y orientándolo.
No han existido ni existen instrucciones al comisario que digan: "No tienes derecho a intervenir en órdenes, cualesquiera que sean, dadas por el personal de mando".
El terreno donde el comisario tiene "derechos" mínimos es el del comando operativo. Todo hombre de mente sana comprende que no puede haber al mismo tiempo dos comandantes, y menos cuando se trata de una situación de combate. Pero jamás nadie ha prohibido al comisario expresar su opinión a propósito de un problema operativo, dar consejos, controlar el cumplimiento de órdenes operativas, etc. Por el contrario, todo eso entra en las atribuciones del comisario; si éste se desenvuelve bien, entonces ejerce una influencia importante en el campo de mando.
En el terreno de la organización y la administración y en el de la economía, donde las cuestiones importantes no se resuelven en et momento del combate, sino durante el período preparatorio, y en la retaguardia, los comisarios y los comandantes deben trabajar de manera solidaria, y, hablando de un modo general, ambos gozan de idénticos derechos. Si en todo momento están en desacuerdo sobre problemas esenciales, entonces significa que probablemente uno de ellos no comprende las cuestiones fundamentales de la construcción militar. En un caso así, hay que relevar, sea al comandante, sea al comisario, según fuere el uno u el otro el que en el trabajo se apartare del camino correcto. Si el desacuerdo es a propósito de un problema práctico secundario, se lo debe solucionar por la vía jerárquica. Esa práctica está establecida en realidad, en nuestras unidades desde hace mucho tiempo y ha sido confirmada con órdenes y aclaraciones correspondientes.
En lo que se refiere al trabajo de educación Política, la batuta está en manos del comisario, así como en materia de mando operativo es el comandante quien dirige siempre. Esto no significa, naturalmente, que el comandante no tenga el derecho de "meterse" en el trabajo político si éste le interesa, y a un buen comandante no puede dejar de interesarle, pues el trabajo político tiene una influencia enorme sobre la combatividad de su unidad.
Mientras más se compenetre un comisario del trabajo operativo, y el comandante del político, más nos aproximaremos a esa dirección única, en la que un hombre puesto a la cabeza de una unidad reunirá en él las cualidades de comandante y de comisario, es decir, será a la vez jefe militar y educador político.


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