(5 de
junio de 1936)
El
ritmo de los acontecimientos en Francia se ha acelerado bruscamente. Antes,
había que apreciar el carácter prerrevolucionario
de la situación sobre la base del análisis teórico y de diversos síntomas
políticos. Ahora, los hechos hablan por si mismos. Puede decirse sin
exageración que, en toda Francia, no hay sino dos partidos cuyos jefes no ven,
no comprenden o no quieren ver toda la profundidad de la crisis revolucionaria:
los partidos "socialista” y “comunista”. Seguramente, se les pueden
agregar los jefes sindicales “independientes”. Las masas obreras crean ahora
una situación revolucionaria con ayuda de la acción directa. La burguesía teme
mortalmente el desarrollo de los acontecimientos y toma entre bambalinas, sobre
la nariz del nuevo gobierno, todas las medidas necesarias de resistencia, de
salvación, de engaño, de aplastamiento y de revancha sangrienta. Solos, los
jefes “socialistas” y “comunistas” continúan charlando sobre el Frente Popular,
como si la lucha de clases no hubiera derribado ya su despreciable castillo de
naipes.
Blum declara “El país ha dado un mandato al Frente
Popular, y no podemos salir de los marcos de ese mandato”. Blum engaña a su
partido e intenta engañar al proletariado. Los estalinistas (ellos siempre se
denominan “comunistas”) le ayudan a hacerlo. En los hechos, socialistas y
comunistas utilizan los trucos, ardides y nudos corredizos de la mecánica
electoral. para forzar a las masas trabajadoras en interés de la alianza con
el radicalismo burgués. La esencia política de la crisis se expresa en el hecho
de que el pueblo siente repugnancia de
los radicales y su III República. Esto es lo que tratan de utilizar los
fascistas. ¿Qué han hecho, pues, socialistas y comunistas?
Se han hecho garantes de los radicales ante el
pueblo, han presentado a los radicales como injustamente calumniados, han hecho
creer a los obreros y a los campesinos que toda su salvación estaba en el
ministerio Daladier. Es sobre este diapasón que fue orquestada toda la campaña
electoral. ¿Cómo han respondido las masas? Han dado un enorme aumento de votos
y de puestos a los comunistas, como extrema izquierda. Los virajes y los
zigzags de los mercenarios de la política soviética no son comprendidos por las
masas, pues no son verificados por su propia experiencia. Las masas no aprenden mas que en la acción. No tienen tiempo de
construir conocimientos teóricos. Cuando un millón y medio de electores dan
su voto a los comunistas, la mayoría de ellos les está diciendo: “Queremos que
hagan en Francia lo que los bolcheviques rusos han hecho en su país en octubre
de 1917”. Tal es la voluntad real de la parte mas activa de la población, de la
que es capaz de luchar y de asegurar el porvenir de Francia. Tal es la primera
lección de las elecciones.
Los
socialistas han mantenido aproximadamente su antiguo número de votos, a pesar
de la escisión del importante grupo neosocialista. También en esta cuestión,
las masas han dado una gran lección a sus “jefes”. Los neosocialistas querían
el cartel a cualquier precio, es decir la colaboración con la burguesía
republicana en nombre de la salvación y la expansión de la “República”. Es
precisamente sobre esta línea que se han separado de los socialistas y se han
presentado como competidores en las elecciones. Los electores se han alejado de
ellos. Los neosocialistas se han derrumbado. Hace dos años, hablamos predicho
que el desarrollo político futuro eliminaría en primer lugar a los grupos que
giraban alrededor de los radicales. Así, en el conflicto entre socialistas y
neosocialistas, las masas han juzgado y rechazaron al grupo que proponía más
sistemáticamente, más resueltamente, más ruidosamente y más abiertamente, la
alianza con la burguesía. Tal es la segunda lección de las elecciones.
El
Partido Socialista no es un partido obrero, ni por su política, ni por su
composición social. Es el partido de Las nuevas capas medias (funcionarios,
empleados, etc.), parcialmente de la pequeña burguesía y de la aristocracia
obrera. Un análisis serio de la estadística electoral demostrarla
indudablemente que los socialistas han cedido a los comunistas una importante
fracción de obreros y de campesinos pobres, y en cambio, han recibido de los
radicales importantes grupos de las clases medias. Esto significa que el
movimiento de la pequeña burguesía va desde los radicales hacia la izquierda
—hacia los socialistas y comunistas— en tanto que los grupos de la mediana y
gran burguesía se separan de los radicales hacia La derecha. El reagrupamiento
se opera según los ejes de las ciases, y no siguiendo la línea artificial del
“Frente Popular”. La polarización rápida de las relaciones politices subraya el
carácter revolucionario de la crisis. Tal es la tercera lección, la lección
fundamental.
En
consecuencia, el elector ha manifestado su voluntad —tanto como ha tenido la
posibilidad de manifestarla dentro de la camisa de fuerza del parlamentarismo—
no en favor de la política del Frente Popular, sino contra ella. Por cierto,
socialistas y comunistas, al retirar en la segunda vuelta sus candidatos en
favor de los burgueses radicales, han violentado aún más la voluntad política
de los trabajadores de Francia. A pesar de esto, los radicales han salido dé la
prueba con los flancos destrozados, perdiendo una buena tercera parte de sus
cargos. Le Temps dice: “Es porque han
entrado en un bloque con los revolucionarios”. Daladier replica: “Sin el Frente
Popular, hubiéramos perdido más”. Indiscutiblemente, Daladier tiene razón. Si
socialistas y comunistas hubieran llevado adelante una política de clase, es
decir, hubieran luchado por la alianza de los obreros y de los elementos
semiproletarios de la ciudad y del campo contra toda la burguesía, incluida
también su podrida ala radical, hubieran tenido muchos más votos, y los
radicales se hubieran visto reducidos a un grupo insignificante, en la Cámara.
Todos
los hechos políticos atestiguan que, ni en las relaciones sociales de Francia,
ni en el estado de ánimo político de las masas, hay apoyo para el Frente
Popular. Esta política es impuesta desde arriba: por la burguesía radical, por
los negociantes y arribistas socialistas, por los diplomáticos soviéticos y sus
lacayos “comunistas”. Con sus fuerzas unidas hacen todo lo que pueden hacer,
con la ayuda del más deshonesto de los sistemas electorales, para trampear y
engañar a las masas populares y violentar su voluntad política real. Sin
embargo, las masas han sabido, incluso en esas condiciones, mostrar que ellas
quieren no una coalición con los radicales, sino la unidad de los trabajadores
contra toda la burguesía.
Si en todas las circunscripciones electorales en
las que socialistas y comunistas se han retirado en favor de los radicales, se
hubieran planteado en la segunda vuelta candidaturas obreras revolucionarias,
éstas hubieran obtenido un número muy importante de votos. Por desgracia, no se
ha encontrado una organización capaz de una iniciativa semejante Esto demuestra
que los grupos revolucionarios, centrales y locales, permanecen fuera de la
dinámica de los acontecimientos y prefieren abstenerse y esquivarse, allí donde
hace falta actuar Pero, pese a todo, la
orientación general de las masas esta absolutamente clara
Socialistas y comunistas habían preparado con
todas sus fuerzas un ministerio Herriot; en rigor, un ministerio Daladier. ¿Qué
han hecho las masas? Han impuesto a los
socialistas y comunistas Un ministerio Blum, ¿Es que esto no es un voto directo
contra la política del Frente Popular?
¿O quizás hacen falta nuevas pruebas? La
manifestación en memoria de los
Comuneros, a! parecer, ha superado este año todas las manifestaciones populares
que había visto París. Sin embargo, los radicales no tenían ni podían tener
ninguna relación con esta manifestación. Las masas trabajadoras de París, con
un inigualable instinto político, han demostrado que están listas a duplicar su
número allí donde no son obligadas a soportar la repugnante fraternización de
sus jefes con los explotadores burgueses. El poderío de la manifestación del 24
de mayo es la más convincente y la más infalible desaprobación del París obrero
a la política del Frente Popular.
Pero sin el Frente Popular, el Parlamento (donde,
a pesar de todo, socialistas y comunistas no tienen mayoría) no serla viable, y
los radicales -¡oh, desgracia!- se verían arrojados “a los brazos de la reacción”.
Este razonamiento es completamente digno de los filisteos cobardes que se
encuentran a la cabeza de los partidos Socialista y Comunista. La no viabilidad del Parlamento es la
consecuencia inevitable del carácter revolucionario de la crisis. Con ayuda
de una serie de picardías políticas, se ha logrado mal que bien disfrazar esta
no viabilidad; pero, con todo. ella se revelará mañana. Para no empujar a los
radicales reaccionarios hasta la médula de los huesos “en brazos de la
reacción”, hay que unirse con los radicales para la defensa del capital. En
esto, y solo en esto, reside la misión del Frente Popular. Pero los obreros lo
impiden.
El Parlamento no es viable, porque la crisis
actual no ofrece ninguna salida por la vía parlamentaria. Y, de nuevo, las
masas trabajadoras francesas, con el seguro instinto revolucionarlo que las
distingue, han captado infaliblemente este rasgo importante de la situación, En
Toulon y en Brest, han lanzado las primeras señales de alarma. Las protestas de
los soldados contra el “rabiot” (prolongación del servicio militar)
significaban la forma de acción directa de las masas más peligrosa para el
orden burgués. Por último, en los días en que el congreso socialista aceptaba
por unanimidad (en común con el charlatán hueco Marceau Pivert) el mandato del
“Frente Popular”, y remitía este
mandato a León Blum; en los días en que Blum se miraba en el espejo, por todos
los costados, hacía gestos
pregubernamentales., lanzaba declaraciones pregubernamentales y las comentaba
en artículos periodísticos, en los días en que Se trataba siempre de Blum nunca
del proletariado; precisamente en esos días, una magnífica verdaderamente
primaveral, ola de huelgas rompió sobre Francia. No encontrando dirección y
marchando sin ella, los obreros han llevado a cabo con audacia y seguridad la
ocupación de las fábricas después de parar el trabajo.
El nuevo gendarme del capital, Salengro, incluso
antes de llegar al poder, ha declarado (absolutamente igual que lo hubieran hecho
Herriot, Laval, Tardieu o De La Rocque) que defendería “el orden contra la
anarquía”. Este individuo llama orden a la anarquía capitalista. Llama anarquía
a la lucha por el orden socialista. La ocupación de las fábricas por los
obreros, aunque aun pacífica, tiene una enorme importancia sintomática. Los
trabajadores dicen: “Queremos ser los amos en los establecimientos en los que
hasta ahora no hemos sido más que esclavos”.
Mortalmente espantado, León Blum, queriendo
asustar a los obreros, dice: “Yo no soy Kerensky; y en lugar de Kerensky en
Francia vendrá, no Lenin, sino cualquier otro”. Uno se puede imaginar que el
Kerensky ruso había comprendido la política de Lenin y previsto su llegada al
poder. En realidad, exactamente igual que Blum, Kerensky hacía creer a los
obreros que, en el caso de su caída, llegaría al poder no el bolchevismo, sino
“cualquier otro”. Precisamente allí donde Blum quiere distinguirse de Kerensky,
lo imita servilmente. Es imposible, sin embargo, no reconocer que, en la medida
en que la cosa depende de Blum, él abre en realidad el camino al fascismo y no
al proletariado.
Más criminal y más infame que todo lo demás, en
esta situación, es la conducta de los
comunistas: han prometido apoyar a fondo a! gobierno Blum, sin entrar en él.
“Somos revolucionarios demasiado terribles —dicen Cachin y Thorez— nuestros
colegas radicales pueden morir de terror, será mejor que nos quedemos al
margen”. El ministerialismo entre bambalinas es diez veces peor que el
ministerialismo abierto y declarado. En realidad, los comunistas quieren
conservar su independencia exterior, para mejor sujetar a las masas obreras al
Frente Popular, es decir, a la disciplina del capital. Pero allí también
aparece un obstáculo con la lucha de clases. La simple y honesta huelga de
masas destruye implacablemente la mística y la mistificación del Frente
Popular. Esta ya ha recibido un golpe mortal, y de ahora en adelante no le
queda más que morir.
No hay salida por la vía parlamentaria. Blum no
inventará la pólvora, pues teme a la pólvora. Las maquinaciones ulteriores del
Frente Popular no pueden más que prolongar la agonía del parlamentarismo y dar
a De La Rocque un plazo para prepararse para un nuevo golpe más serio, si... si los revolucionarios no le ganan de
mano.
Después del 6 de febrero de 1934, algunos
camaradas impacientes pensaban que el desenlace llegaría “mañana” y que, por
eso, era necesario hacer inmediatamente algún milagro. Una “política” semejante
no podía dar nada más que las aventuras y zigzags, que han trabado
extraordinariamente el desarrollo del partido revolucionario. No se puede
recuperar el tiempo perdido. Pero es necesario no perder más tiempo de ahora en
adelante, pues queda poco. aún hoy, no fijaremos un plazo. Pero después de la
gran ola de huelgas, los acontecimientos no pueden desarrollarse más que del
lado de la revolución o del lado del fascismo. La organización que no encuentre
apoyo en el movimiento huelguístico actual, que no sepa ligarse estrechamente a
los obreros en lucha, es indigna del nombre de organización revolucionaria.
¡Sus miembros harían mejor en buscarse lugar en los hospicios o en las logias
masónicas (con la protección de Marceau Pivert)!
En Francia hay demasiados señores de ambos sexos,
ex-comunistas, ex-socialistas, ex-sindicalistas, que viven en grupos y en
sectas, intercambiando entre cuatro paredes sus impresiones sobre los
acontecimientos y pensando que no ha llegado el momento de su esclarecida
participación. “aún es demasiado pronto”. Y, cuando llegue De La Rocque, dirán:
“Ahora, es demasiado tarde”. Los razonadores estériles de este tipo son
numerosos, especialmente entre el ala izquierda del sindicato de los docentes.
Sería el mayor de los crímenes perder, aunque más no sea un solo minuto en ese
público. ¡Que los muertos entierren a sus muertos!
La suerte de Francia no se decide ahora ni en el
Parlamento, ni en las salas de redacción de los diarios conciliadores,
reformistas y estalinistas, ni en los círculos de escépticos, quejosos y
charlatanes. la suerte de Francia se decide en las fábricas que han sabido, por
medio de la acción, mostrar el camino de salida desde la anarquía capitalista
hacia el orden socialista. ¡El lugar de los revolucionarios está en las
fábricas!
El último Congreso de la Internacional Comunista, en su cocina ecléctica, ha planteado, uno junto con lo otro, La coalición con los radicales y la creación de comités de acción de masas, es decir soviets embrionarios. Dimitrov, así como sus inspiradores, se imaginan que se puede combinar la colaboración de clases con la lucha de clases, el bloque con la burguesía y la lucha por el poder del proletariado, la amistad con Daladier y la edificación de los soviets. Los estalinistas franceses han dado a los comités de acción el nombre de comités de Frente Popular, imaginándose que así concilian la. lucha revolucionaria con la defensa de la democracia burguesa. Las huelgas actuales hacen pedazos radicalmente esta lastimosa ilusión. Los radicales temen a los comités. Los socialistas temen al temor de los radicales. Los comunistas temen al temor de unos y otros. La consigna de los comités no puede ser abordada más que por una organización verdaderamente revolucionaria, absolutamente consagrada a las masas, a su causa, a su lucha. Los obreros franceses han mostrado de nuevo que son dignos de su reputación histórica. Es necesario inspirarles confianza. Los soviets siempre han nacido de las huelgas. La huelga de masas es el elemento natural de la revolución proletaria. Los comités de acción no pueden actualmente ser otra cosa que comités de los huelguistas que ocupan las empresas. De taller en taller, de fábrica en fábrica, de barrio en barrio, de ciudad en ciudad, los comités de acción deben establecer una ligazón estrecha entre sí, reunirse en conferencias por ciudades, por ramas de producción, por distritos, para terminar en un congreso de todos los comités de acción de Francia. He aquí el que será el nuevo orden, que debe reemplazar a la anarquía actual.
ANTERIOR LA
REVOLUCIÓN FRANCESA HA COMENZADO