(26 de
noviembre de 1935)
El “Frente Popular” es una coalición del
proletariado con la burguesía imperialista, representada por el Partido Radical
y de otras podredumbres de la misma especie y menor envergadura. La coalición
se extiende al terreno parlamentario. En ambos terrenos, el Partido Radical,
que conserva toda su libertad de acción, limita brutalmente la libertad de
acción del proletariado.
El
propio Partido Radical se encuentra en un proceso de descomposición: cada nueva
elección muestra que los electores lo abandonan por la derecha y por la
izquierda. Por el contrario, los partidos Socialista y Comunista —en ausencia
de un partido verdaderamente revolucionario— se hacen más fuertes. La tendencia
general de las masas trabajadoras, incluidas las masas pequeño-burguesas, es
por completo evidente: hacia la
izquierda. La orientación de los jefes de los partidos obreros no es menos
evidente: hacia la derecha.
Mientras
que las masas, por su voto y por su lucha, quieren derribar a! Partido Radical,
los jefes del frente (único, por el contrario, aspiran a salvarlo. Después de
haber ganado la confianza de las masas obreras sobre la base de un programa
“socialista”, los dirigentes de los partidos obreros ceden voluntariamente la
parte del león de esta confianza a los radicales, en quienes las masas no
tienen ninguna.
El
“Frente Popular”, en su forma actual, pisotea no solo la democracia proletaria,
sino también la democracia formal, es decir burguesa. La mayoría de los
electores radicales no toman parte en la lucha de los trabajadores, y en
consecuencia, en el “Frente Popular”. Sin embargo, el Partido Radical ocupa en
este “Frente” una posición no solamente igual sino privilegiada; los partidos
Obreros son obligados a limitar su actividad según el programa del Partido
Radical. Esta ‘idea es puesta en práctica despreocupadamente por los cínicos de
L ‘Humanité. Las últimas elecciones
de senadores manifiestan con enorme claridad la situación privilegiada de los radicales en el Frente Popular. Los jefes del
Partido Comunista se jactan abiertamente de haber renunciado a algunos puestos
que pertenecían de pleno derecho a los obreros, en favor de los partidos no
proletarios. Esto significa simplemente, que el Frente Único ha restablecido
parcialmente el censo electoral sobre la base de favorecer a la burguesía.
El
“Frente” es, por definición, la organización directa e indirecta de la lucha.
Donde se trata de lucha, cada obrero vale por una decena de burgueses, aunque
sean adherentes al “Frente Popular”. Desde el punto de vista de la combatividad
revolucionaria del “Frente”, los privilegios electorales deberían ser otorgados
no a los burgueses radicales sino a los obreros. Pero, en el fondo, los
privilegios no son necesarios. ¿E1 “Frente Popular” defiende la democracia?
Entonces, que comience por aplicarla en sus propias filas. Esto significa: la dirección del “Frente Popular” debe
reflejar directa e inmediatamente la voluntad de las masas en lucha.
¿Cómo?
Muy simplemente: por medio de elecciones. El proletariado no prohibe a nadie
que luche junto a él contra el fascismo, el gobierno bonapartista de Laval, el
complot militar de los imperialistas y todas las otras formas de opresión y de
ignominia. Lo único que exigen los obreros conscientes a sus aliados verdaderos
o posibles, es que luchen efectivamente. Cada
grupo de población que participe realmente en la lucha en una determinada
etapa, y que esté dispuesto a someterse a la disciplina común debe influenciar
con igual derecho, en la dirección del “Frente Popular”.
Cada
grupo de doscientos, quinientos o mil ciudadanos que se adhieren al “Frente
Popular” en la ciudad, el barrio, la fábrica, el cuartel o el campo, junto a
las acciones de combate, debe elegir su representante en los comités de acción locales. Todos los
participantes de la lucha se comprometen a reconocer su disciplina.
El
último congreso de la Internacional Comunista, en su resolución sobre el
informe de Dimitrov, se ha pronunciado por la creación de comités de acción
elegidos como apoyo de masas del “Frente Popular”. Esta es, por cierto, la
única idea progresiva de toda la resolución. Pero es precisamente por eso que
los estalinistas no hacen nada por su realización. No pueden decidirse a
hacerlo sin romper la colaboración de clases con la burguesía.
Es
verdad que pueden participar en las elecciones de los comités de acción, no
solamente los obreros, sino también los empleados, los funcionarios, los
veteranos, los artesanos, los pequeños comerciantes y los pequeños campesinos.
Es de este modo que los comités de acción pueden ser el mejor instrumento para
las tareas de la lucha por conquistar la influencia sobre la pequeña burguesía.
Pero, por el contrario, hacen extremadamente difícil la colaboración de la
burocracia obrera con la de la burguesía. Sin embargo, el “Frente Popular”, en
su forma actual, no es otra cosa que la organización de la colaboración de
ciases entre los explotadores políticos del proletariado (reformistas y
estalinistas) y los explotadores de la pequeña burguesía (radicales).
Auténticas acciones de masas de los comités de acción deben automáticamente
expulsar a los negociantes burgueses (radicales) del “Frente Popular” y así
hacer saltar por el aire La política criminal, dictada por Moscú.
Sin
embargo, seria erróneo creer que basta con llamar a las masas para las
elecciones de los comités de acción, para un día y hora fijados y sobre la base
de estatutos determinados. Semejante manera de abordar la cuestión seria
puramente burocrática, y en consecuencia, estéril. Los obreros no pueden elegir
comités de acción más que en el caso en que participen ellos mismos en una
acción y comprueben La necesidad de una dirección revolucionaria.
No
se trata de una representación democrática
de todas y no importa cuáles masas, sino
de una representación revolucionaria de
las masas en lucha. El comité de
acción es el aparato de la lucha. Es inútil tratar de suponer de antemano qué capas
de trabajadores estarán ligadas a la creación de los comités de acción: las
fronteras de las masas que luchan se determinarán en la propia lucha.
El enorme peligro en Francia consiste en que la
energía revolucionaria de las masas, desgastada poco a poco en explosiones
aisladas, como en Toulon, en Brest, en Limoges, deje lugar a la apatía. Solo
traidores conscientes o cerebros desesperadamente obtusos pueden creer que, en
la situación actual, se puede mantener a las masas en La inmovilidad hasta que les
caigan regalos desde lo alto del gobierno del “Frente Popular”.
Las huelgas, las manifestaciones, las escaramuzas
callejeras, los alzamientos directos, son por completo inevitables en la
situación actual. La tarea del partido proletario consiste, no en frenar y
paralizar esos movimientos, sino en unificarlos y darles una fuerza mayor.
Los reformistas, y sobre todo los estalinistas,
temen asustar a los radicales. El aparato del “frente único” juega frente a los
movimientos espontáneos de las masas, el papel completamente consciente de
desorganizador. Y las izquierdas, del tipo de Marceau Pivert, no hacen sino
proteger a este aparato de la cólera de las masas. No se puede salvar la
situación más que si se ayuda a las masas en lucha, en el proceso de la propia
lucha, a crear un nuevo aparato que responda a las necesidades del momento. En
esto precisamente, reside la función de los comités de acción.
Durante la lucha en Toulon y en Brest, los obreros
hubieran creado sin vacilaciones una organización local de combate, si se los
hubiera llamado a hacerlo. Al día siguiente de la sangrienta represión de
Limoges, los obreros y una parte considerable de la pequeña burguesía hubieran
manifestado sin ninguna duda su disposición a crear comités elegidos para
investigar los acontecimientos sangrientos y evitarlos en el futuro. Durante el
movimiento en los cuarteles que tuvo lugar en este verano contra el “cabiot”
(prolongación del servicio militar), los soldados hubieran elegido sin vacilar
comités de acción de compañía, de regimiento y de guarnición si se les hubiera
indicado ese camino. A cada paso se presentan y se presentarán casos
semejantes. Con mayor frecuencia a escala local, con menor a escala nacional.
La tarea consiste en que no hay que dejar pasar una sola de esas ocasiones. La
primera condición para esto: comprender uno mismo claramente el significado de
los comités de acción, como el único
medio de quebrar la resistencia contrarrevolucionaria de los aparatos de los
partidos y sindicatos.
¿Significa esto que los comités de acción
reemplazan a las organizaciones de los partidos y sindicatos? Seria absurdo
plantear la cuestión de este modo. Las masas entran a la lucha con todas sus
ideas, agrupamientos, tradiciones y organizaciones. Los partidos continúan
viviendo y luchando. En las elecciones para los comités de acción, cada partido
tratará naturalmente, de hacer triunfar a sus partidarios. Los comités de
acción tomarán sus resoluciones por mayoría de votos con entera libertad de
agruparse para los partidos y fracciones. En relación con los partidos, los
comités de acción pueden ser llamados parlamentos
revolucionarios: los partidos no son excluidos, por el contrario, se los
supone necesarios; al mismo tiempo, son controlados en la acción y las masas
aprenden a liberarse de la influencia de los partidos putrefactos.
¿Esto quiere decir que los comités de acción son soviets? En ciertas condiciones, los
comités de acción pueden convertirse en soviets. Sin embargo, seria erróneo
llamarlos con ese nombre. Hoy, en 1935, las
masas populares están acostumbradas a ligar el nombre de soviet con la idea del
poder ya conquistado. Pero el momento de esto todavía no está cercano en
Francia. En sus primeros pasos, los soviets en Rusia no eran en absoluto lo que
llegaron a ser después, e incluso llevaban con frecuencia en esa época el
modesto nombre de comités obreros o de comités de huelga.
Los comités de acción, en su estadio actual,
tienen por tarea la de unificar la lucha defensiva de las masas trabajadoras en
Francia y también dar a esas masas la conciencia de su propia fuerza para la
ofensiva futura. ¿La cosa terminará en verdaderos soviets? Eso depende de saber
si la situación critica actual en Francia se desarrollará o no hasta su
conclusión revolucionaria. Esto no depende solamente, por supuesto, de la
voluntad de la vanguardia revolucionaria, sino también de una serie de
condiciones objetivas. En cualquier caso, el movimiento de masas que
actualmente choca con la barrera del “Frente Popular” no avanzará sin los
comités de acción.
Tareas tales como la creación de la milicia obrera, el armamento de los obreros,
la preparación de la huelga general, quedarán
en el papel, Si la propia masa no se
empeña en la lucha, por medio de sus órganos responsables. Solo esos comités de
acción surgidos de la lucha pueden asegurar la verdadera milicia, contando no
ya con miles, sino con decenas de miles de combatientes. Nadie sino los comités
de acción, abarcando los centros principales del país, podrá elegir el momento
de pasar a métodos más decididos de lucha, cuya dirección les pertenecerá de
pleno derecho.
De
las consideraciones hechas más arriba se desprende una serie de conclusiones
para la actividad política de los revolucionarios proletarios en Francia. La
primera de estas conclusiones concierne a la autodenominada “izquierda
revolucionaria”. Este agrupamiento está caracterizado por una total
incomprensión de las leyes del movimiento de masas. Los centristas parlotean
hermosos discursos sobre las “masas”, pero se orientan siempre hacia el aparato
reformista. Repitiendo tal o cual consigna revolucionaria, Marceau Pivert las
subordina al principio abstracto de la “unidad orgánica”, que, en los hechos,
prueba ser la unidad con los patriotas contra los revolucionarios.
Mientras
que para las masas revolucionarias la cuestión de vida o muerte es quebrar la
resistencia de los aparatos social patriotas unidos, los centristas de
izquierda consideran la “unidad” de esos aparatos como un bien absoluto, por
encima de los intereses de la lucha revolucionaria. No puede construir los
comités de acción más que aquel que ha comprendido hasta el fin la necesidad de
liberar a las masas de la dirección
traidora de los social patriotas. Sin embargo, Pivert se engancha a
Zyromski, quien se engancha a Blum, quien junto con Thorez se engancha a
Herriot, que se engancha a Laval. Pivert, entre en el sistema del “Frente
Popular” (no es por nada que la Izquierda Revolucionaria ha votado en el último
Consejo Nacional por la vergonzosa resolución de Blum) y el “Frente Popular”,
entra como ala en el régimen bonapartista de Laval. El derrumbe del régimen
bonapartista es inevitable. Si la dirección del “Frente Popular”
(Herriot-Blum-Cachin-Thorez-Zyromski-Pivert) llega a mantenerse durante el
próximo periodo decisivo, entonces el régimen bonapartista, inevitablemente
cederá el lugar al fascismo.
La condición de la victoria del proletariado es La liquidación de la dirección actual. La consigna de “unidad” se convierte en estas condiciones, no ya en una estupidez, sino en un crimen. Ninguna unidad con los agentes del imperialismo francés y de la Sociedad de las Naciones. A su pérfida dirección, hay que oponer los comités de acción revolucionarios. No puede construirse esos comités más que desenmascarando implacablemente La política contrarrevolucionaria de la autodenominada “Izquierda Revolucionaria” con Marceau Pivert a la cabeza. Las ilusiones y dudas a este respecto no pueden tener, por supuesto, lugar en nuestras filas.
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