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ontra todos nuestros pronósticos, después de la Rusa no se ha producido ninguna revolución de octubre, triunfante ni derrotada. Esta postguerra, pese a ser la etapa más revolucionaria de la historia, sólo ha originado revoluciones de febrero. Algunas triunfantes, otras derrotadas y otras congeladas, pero solamente revoluciones de febrero.
Antes de profundizar la anterior afirmación, debemos distinguir entre la revolución de octubre y la expropiación de la burguesía, puesto que, antes de la guerra, la única revolución que llegó a expropiar a la burguesía fue la de octubre de 1917 y ello nos condujo a una falso analogía y a la afirmación de que ambos términos son sinónimos. La experiencia de esta postguerra demuestra que no es así.
Como toda revolución, la de octubre es un proceso esencialmente políticosocial con consecuencias económicas. Tiene dos características que la diferencian tajantemente de todas las demás revoluciones. La primera es el surgimiento de organizaciones revolucionarias de poder obrero y de masas, como los soviets. La segunda está íntimamente ligada a la anterior y es la determinante: la existencia de un partido marxista revolucionario que dirija la insurrección y la lucha armada y tome el poder sólo como un medio para desarrollar la movilización de las masas y la revolución socialista internacional. Faltando estas dos condiciones, no hay revolución de octubre.
La revolución de febrero es distinta a la de octubre, pero está íntimamente ligada a ella; debe ser el prólogo obligado a la de octubre para que la revolución siga avanzando.
Febrero es una revolución obrera y popular que enfrenta a los explotadores imperialistas, burgueses y terratenientes ligados a la burguesía y destruye al aparato estatal burgués o provoca su crisis. Por su dinámica de clase y por el enemigo que enfrentan, ambas son revoluciones socialistas. La diferencia entre ambas radica en el distinto nivel de conciencia del movimiento de masas y, principalmente, en la relación del partido marxista revolucionario con el movimiento de masas y el proceso revolucionario en curso. Dicho sucintamente, la revolución de febrero es inconscientemente socialista, mientras que la de octubre lo es en forma consciente. Podríamos decir coqueteando con Hegel y Marx que la primera es una revolución socialista en sí , mientras que la segunda lo es para sí .
Las revoluciones de febrero tienen una lógica que refleja la situación del movimiento obrero y de masas en esta etapa de ascenso revolucionario. Casi todas las revoluciones surgen cuando sus profundas necesidades objetivas se tornan para el movimiento de masas en una situación intolerable. Pero en relación a esta situación objetiva que lleva a la revolución, su nivel de conciencia y el de sus direcciones sigue siendo atrasado. A pesar de este atraso, las revoluciones se producen. Esto tiene que ver con que el proletariado a diferencia de la burguesía bajo el feudalismo no puede madurar su conciencia en las condiciones del capitalismo; éste no es un proceso evolutivo sino revolucionario. Lo adquiere como clase dominada mientras lucha contra otra clase por el poder.
Esta combinación bajo nivel de conciencia con movilización revolucionaria de una envergadura tal que logra efectuar una revolución origina la revolución de febrero. El bajo nivel de conciencia que tiene este movimiento obrero aun durante la revolución, permite a los aparatos contrarrevolucionarios y a las corrientes pequeñoburguesas (reformistas por su programa y concepción) empalmar con él y dirigirlo durante una etapa.
La revolución de febrero es completamente diferente a la de octubre en cuanto a nivel de conciencia y dirección se refiere. La de octubre se caracteriza por tener a su frente a una dirección marxista revolucionaria; la de febrero es dirigida por los aparatos burocráticos y pequeñoburgueses del movimiento de masas. Este sector conscientemente contrarrevolucionario comprende el significado de la revolución de febrero e interviene en ella justamente para mantenerla en ese bajo nivel de conciencia y en el estadio democráticoburgués limitado al marco nacional, impidiendo que se transforme en socialista. Es decir, interviene para frenar a su enemigo mortal, la movilización permanente de las masas.
Esto es posible porque, generalmente, las tareas que enfrenta la revolución de febrero son democráticas. Como consecuencia del atraso del movimiento de masas y de la situación objetiva de la lucha de clases, estas revoluciones se han hecho siempre contra dictaduras despóticas, contra el totalitarismo y el bonapartismo característico del capitalismo en su etapa de agonía. Debido a ello, el oportunismo dirigente, para frenar la movilización, puede plantear que hay que detener la revolución en el logro de esos objetivos democráticos o nacionalistas.
Trotsky hizo un brillante análisis de la revolución de febrero y su relación con la de octubre. Señaló su carácter de revolución socialista que entrega el poder a la burguesía nacional a través de las direcciones oportunistas. Tanto sus estudios, como los escritos de Lenin de 1917, señalan cómo toda revolución de febrero podía como variante altamente improbable obligar a los partidos oportunistas, presionados por el movimiento de masas pero justamente para controlarlo, a trascender sus programas e intenciones, llegando incluso a romper con la burguesía como un paso hacia la expropiación del capitalismo y la estructuración de un estado obrero. Pero esta perspectiva política y teórica era, repetimos, altamente improbable. El análisis clásico de Trotsky y de nuestra Internacional ha sido que la revolución de febrero es la antesala de la revolución de octubre, y sin esta última no puede haber ruptura con la burguesía ni expropiación de la misma, y ni siquiera cumplimiento de las tareas democráticoburguesas que subsisten.
En cuanto a las tareas, no hemos tenido razón, ya que la tercera parte de la humanidad exceptuando a la URSS ha llegado a expropiar a la burguesía y cumplido importantes tareas democráticas (derrotar dictadores, expropiar terratenientes, repartir la tierra a los campesinos, etcétera) sin revoluciones de octubre. Pero desde el punto de vista histórico y el desarrollo de la revolución socialista, Trotsky tenía razón: si después de la revolución de febrero no sobreviene la de octubre es decir, la conquista del poder por el partido marxista revolucionario apoyado en la organización revolucionaria del movimiento de masas no hay posibilidad de que la revolución se acelere y adquiera un carácter permanente.
El hecho de que hayamos confundido las revoluciones de febrero con las democráticoburguesas nos ha llevado a restarles importancia. En realidad, febrero tiene una importancia fundamental y decisivo, tanta como la que tuvo la conquista de los grandes sindicatos en la época reformista. Este siglo ha demostrado que son categorías distintas, aunque se combinaron en la Revolución Rusa. Febrero es una revolución socialista, categóricamente socialista, que destruye el aparato estatal capitalista mediante una lucha armada revolucionaria de los trabajadores. El hecho de que el eje esencial del programa de la revolución sean o no las tareas democráticas es un problema que entra dentro del Programa de Transición . El proceso transicional que lleva a la revolución de febrero le da enorme peso a las tareas democráticas. Pero esto no significa que sea una revolución democráticoburguesa. En este siglo salvo excepciones como la Revolución Rusa no hay más revoluciones democráticoburguesas; sólo hay revoluciones socialistas, aunque con o sin maduración del factor subjetivo.
En Rusia sí se dio una combinación de revolución socialista con democráticoburguesa en la de febrero. Pero esto se debió a la existencia del zarismo y de los terratenientes que lo sostenían. A pesar de ello, lo democráticoburgués es decir, la lucha contra los restos feudales no fue lo determinante, ya que el propio zarismo era parte del régimen imperialista mundial y estaba íntimamente ligado al capitalismo ruso.
Salvo algunas excepciones, esta situación ya no existe en el mundo. Ya no hay zares ni terratenientes feudales dominantes; en todas partes domino el imperialismo, el capitalismo, los terratenientes capitalistas o la burocracia. Todas las revoluciones actuales son socialistas por el enemigo que enfrentan la burguesía y su aparato estatal, y por el carácter de clase de quienes las hacen, los trabajadores. El proletariado debido, por un lado, a la agonía del capitalismo, su putrefacción, el retroceso general que le provoca a la humanidad y por el otro a sus prejuicios, bajo nivel político y la existencia de direcciones burocráticas y pequeñoburguesas que refuerzan dichos prejuicios y concepciones se vio obligado a llevar a cabo una revolución de febrero como prólogo a la necesaria revolución de octubre. Es decir, paga con un doble sacrificio y esfuerzo histórico este atraso de su nivel de conciencia y esta decadencia del capitalismo.
Debemos enriquecer el análisis de la Revolución Rusa dándole enorme importancia a la revolución de 1905 y a la de febrero de 1917. Debemos estudiar su relación con octubre. Porque contra todo lo que creíamos, se han producido revoluciones de 1905 y de febrero, no revoluciones de octubre. Todas las perspectivas e hipótesis que abrió la revolución de febrero, que quedaron en el camino por el triunfo de octubre, se han dada en esta posguerra. Podemos decir que esta postguerra es la etapa de la revolución socialista inconsciente o de febrero generalizada a nivel de todo el planeta. Visto con amplitud histórica, teórica, febrero posee una profunda lógica e importancia. Si aceptáramos que sólo habrá revolución cuando el proletariado industrial dirigido por su partido marxista la haga, el proceso revolucionario del movimiento de masas quedaría paralizado, no podría hacer ninguna revolución hasta tanto hubieran madurado su conciencia y la de su partido, se detendría la lucha de clases y los trabajadores no podrían avanzar en el logro de conquista alguna. No es así: las luchas revolucionarias de las masas siguen alcanzando grandes conquistas históricas, haciendo revoluciones triunfantes a pesar de su inmadurez.
Esto nos lleva al problema de qué posibilidades existen de que se produzcan nuevas revoluciones de octubre. En última instancia, todo el ataque del revisionismo con la utilización de expresiones tomadas de la sociología burguesa va contra lo que ellos llaman el modelo de la revolución de octubre. Al igual que Pablo, señalan que en esta postguerra el modelo no se ha vuelto a repetir, y extraen de allí la conclusión revisionista de que este tipo de revolución es cosa del pasado y no se repetirá. Según ellos surge una nueva teoría revolucionaria. Pero, como toda corriente revisionista, califica de nuevas a teorías viejos, de la época premarxista, cuando estaban planteadas las revoluciones democráticas populares contra el absolutismo. Llaman modelo nuevo a uno muy viejo: el de todas las revoluciones democráticas anteriores a Octubre.
Nosotros creemos exactamente lo contrario: no hay ninguna razón para que no se produzcan nuevas revoluciones de octubre; los febreros madurarán en la conciencia del proletariado y, a su vez, esa maduración contribuirá al fortalecimiento de nuestros partidos. Y estos dos procesos llevarán inevitablemente a la revolución de octubre, así como la de 1905 y la de febrero de 1917 llevaron al Octubre bolchevique. Es una secuencia inevitable del ascenso revolucionario. Lo que sí debemos reconocer es que el triunfo de octubre es mucho más difícil que el de febrero; y también que las revoluciones de febrero se producen y avanzan más de lo que nosotros creíamos, debido a circunstancias objetivas. Pero de allí no podemos hacer retroceder el pensamiento marxista para teorizar que las revoluciones de febrero son las únicas que se pueden dar en esta etapa revolucionaria mientras que la de octubre fue una excepción irrepetible.
Por otra parte, toda revolución de febrero que no se transforme en revolución de octubre degenera inevitablemente. No hay revolución de febrero que pueda tener ritmo permanente porque el papel de las direcciones pequeñoburguesas y burocráticas que están al frente es siempre el mismo: congelar el proceso de revolución permanente; frenar, enchalecar, derrotar al movimiento de masas. Por eso toda revolución de febrero haya o no expropiado a la burguesía origina revoluciones de febrero recurrentes. Esto significa que la revolución de febrero no constituye una solución de fondo del proceso revolucionario. Siempre obliga a hacer nuevos febreros o grandes movilizaciones de masas para frenar el retroceso inevitable provocado por las direcciones traidoras. Un magnífico ejemplo de este fenómeno es el hecho de que la traición de los mencheviques y socialrevolucionarios obligó a las masas a llevar a cabo la gran movilización contra Kornilov. Veamos otro ejemplo: la revolución portuguesa de 1974 fue una gran revolución de febrero que no se transformó en octubre y terminó llevando al gobierno derechista de Eanes al poder.
La revolución de febrero, al no solucionar nada aún cuando obtenga grandes triunfos origina febreros recurrentes. La revolución de febrero no sólo se da en muchos países en esta etapa revolucionaria sino que se repite varias veces en un mismo país, en tanto no avance hasta octubre. Por eso debemos precisar más la caracterización de esta época como revolucionaria: es la etapa de las revoluciones objetivas, esté presente o no el factor subjetivo. El ascenso revolucionario es tan grande que las revoluciones se producen aun con factores subjetivos inmaduros.
Pero las revoluciones de febrero que caracterizan a esta etapa y posiblemente seguirán caracterizándola durante mucho tiempo, mientras maduran las condiciones para las revoluciones de octubre son el prólogo de octubre, aunque el proceso se prolongue y muchas veces se frustre como ha sucedido en todos los casos de esta postguerra sin llegar a éste.
También ha originado un nuevo método para hacer la revolución que nosotros no habíamos contemplado, o por lo menos no lo habíamos captado en toda su magnitud: la guerra de guerrillas.
as revoluciones más dinámicas, importantes y ricas de esta postguerra, como la china, vietnamita, cubana, se han desarrollado a través de la guerra de guerrillas. Todo el proceso de guerra de guerrillas en el mundo colonial y semicolonial, cuando no llevó a la expropiación de la burguesía, al menos logró la independencia nacional de muchas colonias (Argelia, Angola, Mozambique, etcétera). Nuestras perspectivas no contemplaban a la guerra de guerrillas de la inmediata postguerra en la magnitud e importancia que ésta adquirió.
Esta es una consecuencia más de nuestra falso analogía con la postguerra anterior. Dado que en la Revolución Rusa la guerra civil fue posterior a Octubre y que, tanto en 1905 como en febrero y octubre de 1917, la lucha armada sólo tomó la forma de insurrección urbana; dada que en ninguna otra revolución (Alemania, España, etcétera) hubo guerra de guerrillas, llegamos a la falso conclusión de que la historia se repetiría en la segunda postguerra: no habría guerrillas sino sólo insurrecciones urbanas tipo febrero y octubre.
Como decíamos, la guerra civil rusa fue posterior a Octubre. La presencia dirigente del Partido Bolchevique le dio carácter de guerra civil socialista consciente, prolongación de la Revolución de Octubre. En cambio, en esta posguerra la guerra civil ha sido anterior a la revolución de febrero, y la lucha armada ha posibilitado el triunfo de estas revoluciones. Esto se debe a que han cambiado los métodos generales de lucha con que los explotadores enfrentan al movimiento de masas en esta etapa de crisis sin salida del imperialismo.
Toda vez que les es posible, el imperialismo y sus agentes atacan al movimiento de masas con métodos de la más despiadada guerra civil, empleando para ello no sólo sus fuerzas armadas oficiales sino también a las bandas parapoliciales y fascistas. Frente a los métodos empleados por la contrarrevolución y ante los triunfos que ésta ha logrado surge la guerra de guerrillas como expresión de la necesidad del movimiento de masas de defenderse empleando los mismos métodos violentos.
Al enfrentar siempre a gobiernos proimperialistas y ferozmente dictatoriales, al ser parte del movimiento de masas revolucionario y adquirir un carácter multitudinario, obrero y popular, la guerrilla asume características socialistas. Enfrenta al aparato estatal burgués con la movilización revolucionaria armada de los obreros y el pueblo. Esto es fruto de su dinámica de clase ya que, por sus objetivos y programa, las direcciones guerrilleras fueron siempre frentepopulistas; al igual que las direcciones burocráticas pequeñoburguesas, ninguna dirección guerrillera se ha planteado conscientemente hacer la revolución socialista. Pero cuando el movimiento de masas toma el método de movilización guerrillera, ésta se transforma en guerra civil socialista, obrera y popular, que destruye a las bases de sustentación del aparato estatal burgués, las fuerzas armadas.
Este tipo de guerra civil se ha producido cuando el movimiento de masas ha sufrido graves derrotas, posee un bajo nivel de conciencia y, al mismo tiempo, se ve obligado a responder a los ataques brutales de la contrarrevolución. Por eso las direcciones oportunistas pequeñoburguesas podían y lograban constreñirlas dentro de programas populares, democráticos, nacionalistas, no socialistas ni de desarrollo de la revolución permanente. Ni las direcciones oportunistas ni el movimiento de masas eran conscientes de que estaban originando una revolución de febrero mucho más profunda que la rusa por el hecho de que, al realizarse con métodos de guerra civil, conducía directamente a la destrucción de las fuerzas armadas del estado burgués. Así como la de febrero fue una revolución socialista inconsciente, la de guerrillas es una guerra civil socialista inconsciente debido al bajo nivel de conciencia de las masas y a la política oportunista de su dirección.
Las guerras de guerrillas con carácter de guerra civil son extraordinariamente progresivas y, dado el carácter de la época, habrá otras nuevas, porque son una expresión más del carácter convulsivo y revolucionario de la misma, de la putrefacción del régimen imperialista monopolista, de los métodos de guerra civil con que éste enfrenta a las masas, del bajo nivel de los trabajadores y de la fuerza de las direcciones pequeñoburguesas burocráticas.
El programa de la guerra de guerrillas siempre va dirigido contra la máxima expresión de la contrarrevolución: las dictaduras fascistas y semifascistas. De ahí el programa democrático nacionalista de estas revoluciones Pero esto no las convierte en democráticoburguesas ya que, por su dinámica, van contra la propiedad y el estado capitalista, no contra estados feudales.
a decadencia del imperialismo y los métodos de guerra civil que emplea para enfrentar a los trabajadores afectan al pueblo en su conjunto. Esta contrarrevolución burguesa imperialista provoca la rebeldía, no sólo del campesinado, el estudiantado y la clase obrera, sino también de sectores de la pequeña burguesía y, a veces, de sectores de la propia burguesía. Todos estos sectores se vieron obligados a adoptar el método de la guerra de guerrillas para defenderse de la contrarrevolución imperialista y capitalista que los afectaba. La propia burocracia de los partidos obreros, fundamentalmente stalinista, también se ve obligada a emplear este método en algunas circunstancias, ante el avance de la contrarrevolución que le plantea defenderse en forma armada o desaparecer. Todos estos sectores pequeñoburgueses, burocráticos y aun de la baja burguesía que se ven obligados contra su voluntad a luchar con este método, van a dar la base social y política de la dirección de esta guerra de guerrillas, vista la inexistencia de partidos marxistas revolucionarios de masas que la puedan dirigir. Es una expresión más de la crisis de dirección revolucionaria del proletariado mundial.
Pero estos sectores que se ven obligados, no sólo a intervenir en la guerra de guerrillas, sino vista el vacío de dirección a ponerse al frente de esta guerra de guerrillas, no abandonar, por eso sus concepciones contra la movilización permanente de las masas y contra su organización democrática revolucionaria. Por el contrario, intervienen por razones de autodefensa frente a la contrarrevolución, pero al mismo tiempo para frenar, canalizar y aplastar la movilización permanente revolucionaria del movimiento de masas, que es el máximo peligro potencial que ellos enfrentan como sectores privilegiados.
Estos sectores han comenzado a elaborar nuevas teorías y políticas revisionistas. Así ha surgido la teoría de la guerra popular prolongada maoísta o la del foco guerrillero guevarista. Ambas tienen un denominador común que es el de sobredimensionar, absolutizar la guerra de guerrillas, su aspecto técnico, militar y minimizar la influencia de la movilización permanente del movimiento de masas y de su organización democrática. Al mismo tiempo es por eso que estos sectores pequeñoburgueses y burocráticos que dirigen el movimiento guerrillero y la guerra civil, intentan, a través de la organización meramente militar, controlar férreamente el movimiento de masas, enchalecarlo en la camisa de fuerza de la discipline militar para impedirle toda iniciativa, todo proceso permanente revolucionario y toda democracia. Junto con el lo pretenden, a través de la organización militar, quitarle el carácter de clase, socialista que tiene la guerra civil, desarrollando la teoría de que es una guerra popular que origina un nuevo hombre, en donde se pierden las diferencias de clase, en donde se unen todas las clases. Se trata de transformar a todos en combatientes guerrilleros, eliminando el carácter de clase, socialista de la guerrilla. Toda la política de estas direcciones apunta a un control rígido, burocrático, militar, del movimiento de masas. Por otra parte, la jerarquización militar, indispensable para la lucha militar, se traslada al terreno político, imponiéndose una rígida estructura burocrática política sobre el movimiento de masas, que interviene en la guerra de guerrillas.
Por eso, las corrientes pequeñoburguesas aman la guerra de guerrillas como la conciben ellas, ya que les permite ejercer el más rígido de los controles del movimiento de masas revolucionario.
Se impide así que las masas eleven su nivel de conciencia y por ese media se logra mantenerlas dentro de la teoría de que se está hacienda una revolución limitada democráticoburguesa o nacional socialista, impidiendo que, una vez que derroten al gobierno dictatorial, las masas sigan avanzando. Por eso se reivindica la unidad con la burguesía, dividiendo a ésta en sectores progresivos y regresivos. Se intenta así transformar al frente guerrillero en lo contrario de lo que es; se lo. convierte en un frente que no lucha contra el punto nodal de la burguesía, su aparato estatal, sino contra algunos sectores burgueses unido a otros sectores burgueses. De esta forma, esta guerra civil socialista es orientada hacia un frentepopulismo de la peor especie combinado con la guerra de guerrillas.
Esta concepción de la guerra de guerrillas para imponer gobiernos frentepopulistas, esta política oportunista y reaccionaria de disciplinar militar y políticamente al movimiento de masas, se vuelve mucho más peligrosa cuando es tomada y teorizada por grupos pequeñoburgueses, elitistas, sectores desclasados, estudiantiles o de vanguardia de los propios trabajadores que, al verse impotentes frente a la traición de las direcciones tradicionales del movimiento de masas, se lanzan desesperados a acciones por su cuenta y riesgo. El terrorismo urbano que se va desarrollando en Europa y en otras regiones del mundo entra dentro de estas corrientes vanguardistas guerrilleristas. Los teóricos y políticos del foco guerrillero rural pertenecen a los mismos sectores sociales y políticos que los del terrorismo urbano. Esta línea de guerrilla o terrorismo por pequeños grupos de vanguardia es funesta para el movimiento de masas y debe ser combatida como tal por nuestras secciones. Es tan funesta como la línea contrarrevolucionaria de las direcciones oportunistas de las guerrillas de masas. Estamos totalmente en contra de toda acción aventurera de grupos de valientes separados del movimiento de masas. La guerra de guerrillas que nosotros propugnamos, es la que tiene como apoyo al movimiento de masas. Es aquella que nosotros apoyamos aunque sus direcciones sean oportunistas, denunciando a esas direcciones por su papel contrarrevolucionario, por su política de frenar y disciplinar al movimiento de masas para impedir que continúe su movilización permanente. Estamos completamente en contra de iniciar guerras civiles de bolsillo, de pequeños grupos de la vanguardia totalmente separados del movimiento de masas. Esta actitud pequeñoburguesa, elitista, de las corrientes guerrilleras y terroristas, es la otra cara de las direcciones burocráticas y pequeñoburguesas de las verdaderas guerras de guerrillas de masas, socialistas y es tan funesta como ella, aunque estas corrientes guerrilleristas de vanguardia se planteen esta política como repudio a las direcciones oportunistas del movimiento de masas.
Tienen en común con las direcciones oportunistas contrarrevolucionarias de la guerra de guerrillas de masas el que ambas no confían en la movilización permanente del movimiento obrero, están en contra de ella. Ambas tienen una concepción paternalista del movimiento de masas; tratan de convencerlo de que es impotente con sus movilizaciones y su organización independiente, para que llegue a la conclusión de que la solución a todos sus problemas son las acciones totalmente separadas del movimiento de masas de un pequeño grupo de terroristas o las acciones totalmente controladas por el aparato militar en manos de la burocracia o de la pequeña burguesía, es decir de las direcciones oportunistas del movimiento de masas. En ese sentido, tanto las direcciones guerrilleras oportunistas como la vanguardia guerrillera que lucha contra ellas son contrarrevolucionarias, independientemente de las intenciones de la propia vanguardia.
l proceso que llevó a la formación de los estados obreros burocratizados en esta postguerra, se dio a través de una categoría que Trotsky había comenzado a analizar: los gobiernos obreros y campesinos. Tenemos que detenernos exhaustivamente en ella, tanto para defenderla como para ampliarla, dada la tremenda importancia que ha adquirido en los últimos años.
Detrás de esta fórmula, se esconden tres cuestiones diferentes: una formulación para popularizar las relaciones de clase en la dictadura del proletariado, una táctica política frente a los partidos reformistas para obligarlos a romper con la burguesía y desenmascararlos frente al movimiento de masas, y un problema teórico. Veamos en ese orden estas tres cuestiones.
la fórmula de gobierno obrero y campesino fue utilizada por los bolcheviques como popularización de la dictadura. Quería así subrayar que era un gobierno de las dos clases explotadas, unidas en el gobierno contra los explotadores. Ha sido útil en los países de mayoría campesina, para indicar también la alianza política en la dictadura entre el campesinado y el proletariado, bajo hegemonía de éste último. En los países de mayoría urbana que no son campesinos pero tienen una poderosa clase media, es necesario ampliar esta popularización y esta consigna, con la de Gobierno obrero y popular, que indica la alianza que permitirá al proletariado tomar el poder con el pueblo urbano y rural.
Dada la importancia que adquirieron las revoluciones de febrero, la consigna de gobierno obrero y campesino se vuelve fundamental. Como consigna y táctica, es un llamado a los partidos pequeñoburgueses con influencia de masas a que rompan con la burguesía y tomen el poder para aplicar un programa revolucionario contra ella. Se transforma en nuestra política de gobierno más importante dado el carácter que tiene la revolución que esos partidos dirigen (de febrero), y para combatir su política de colaboración de clases. Esta táctica tiene como objetivo preparar el terreno para lograr que las masas rompan con el partido oportunista y sigan al revolucionario como única forma de mantener su movilización permanente. El romper políticamente con la burguesía, e incluso el expropiarla, no cambia el carácter pequeñoburgués o burocrático del partido oportunista, y nuestra lucha se tiene que mantener implacablemente contra él, tal cual lo decían Lenin y Trotsky en 1917, cuando barajaron esta posibilidad.
Veamos ahora qué pasó con esta fórmula como categoría histórica. Durante la Revolución Rusa, después de Febrero, los bolcheviques insisten en exigir a los mencheviques y socialrevolucionarios que rompan con la burguesía y tomen el poder como etapa transicional hacia la dictadura del proletariado. Los llaman a constituir un gobierno obrero y campesino. Los dirigentes bolcheviques sólo se comprometían a defender ese gobierno de cualquier ataque de la burguesía. Al mismo tiempo, se negaban a darle el menor apoyo político, ya que pensaban seguir llevando una lucha implacable contra ellos para desplazarlos del poder y tomarlo ellos, como única garantía de desarrollo ininterrumpido del proceso revolucionario. Los oportunistas rusos se negaron a romper con la burguesía. Por eso esta posibilidad barajada por los bolcheviques no llegó a concretarse.
En el Programa de Transición , Trotsky retomó esta política bolchevique como variante altamente improbable: que en circunstancias objetivas muy apremiantes (guerra, derrota, quiebra financiera, ofensiva revolucionaria de las masas, etcétera) partidos pequeñoburgueses, incluidos los stalinistas, podían verse obligados a romper con la burguesía y tomar el poder, inaugurando un nuevo tipo de gobierno el cual, habiendo roto políticamente con la burguesía, todavía no la había expropiado: un corto interregno hacia la dictadura del proletariado.
Esta variante, altamente improbable según Trotsky, es la única que se dio en estos últimos treinta y cinco años. Desde la postguerra todas las revoluciones obreras triunfantes se dieron a través de este tipo de gobiernos obreros y campesinos. Fueron los partidos pequeñoburgueses y burocráticos stalinistas como los de Mao, Tito, Enver Hoxha y Ho Chi Minh, o demócratas nacionalistas como el de Fidel Castro y el Che Guevara, los que rompieron políticamente con la burguesía y el imperialismo, tomaron el poder y llegaron hasta la expropiación de la burguesía, inaugurando una dictadura burocrática del proletariado.
Podemos hacer una generalización respecto de la posibilidad de existencia de una etapa transicional, que no representaría más que un corto episodio en el camino de la verdadera dictadura del proletariado (Trotsky, Programa de Transición ), de ruptura política con la burguesía, pero previa a la expropiación, tanto para el caso de que el partido dirigente que tome el poder sea reformista o revolucionario, trotskista.
En la Revolución de Octubre existió un primer período durante el cual había un gobierno que había roto políticamente con la burguesía (el de los bolcheviques en alianza con los socialistas revolucionarios de izquierda), pero que aún no la había expropiado. Trotsky señaló que hubo un gobierno obrero y campesino y que, sólo desde el otoño de 1918, a partir de la expropiación de los medios de producción, se puede hablar de una dictadura proletaria en Rusia.
A diferencia de la dictadura del proletariado (bajo la cual la burguesía ha sido expropiada) éste es el gobierno de esa breve etapa de la lucha de clases, un corto período altamente contradictorio que va desde la ruptura política con la burguesía hasta su expropiación o hasta retroceder a un gobierno burgués. Ese período se caracteriza por tener un gobierno anticapitalista obrero y campesino, sobre una base económica capitalista. Es exactamente lo opuesto del estado obrero degenerado, que tiene un aparato gubernamental parecido al de la burguesía, con una base económica obrera, transicional, asentada en la expropiación de la burguesía.
La capitulación del SU ante el GRN (Gobierno de Reconstrucción Nacional) de Nicaragua nos impone la necesidad de pensar cuidadosamente esta consigna de gobierno obrero y campesino y la política que debemos tener ante el mismo.
Un gobierno obrero y campesino puede estar dirigido por un partido oportunista o bien por un partido revolucionario trotskista, lo que dará lugar a gobiernos obreros y campesinos burocráticos o bien revolucionarios. Esta distinción tajante de los dos tipos de gobierno origina dos políticas diametralmente opuestas por parte del trotskismo. Si se trata de un gobierno obrero y campesino dirigido por un partido reformista que ha ido mucho más allá de su voluntad, viéndose obligado a romper con la burguesía por las circunstancias objetivas y no porque sea parte de su programa el trotskismo, pese a que estuvo llamándolo a hacer ese rompimiento y pese a estar firme en defenderlo de todo ataque de la burguesía, continuará criticando implacablemente al gobierno y al partido reformista que lo encabeza, evitando toda confusión, no aceptando ninguna responsabilidad política por él. Seguirá siendo enemigo mortal de ese partido y gobierno, independientemente de que actúe en frente único con él ante el ataque de un enemigo común.
e los nuevos fenómenos, el que debemos destacar porque significa el surgimiento de una nueva categoría teórica provocada por la realidad es el de los estados obreros burocratizados.
Así como la postguerra pasada originó un fenómeno no previsto por el marxismo, la degeneración del primer estado obrero, la URSS lo que obligó a Trotsky a formular una nueva categoría marxista, a descubrir sus características de estado obrero degenerado o burocratizado, en esta nueva postguerra tenemos que explicar y definir a los nuevos estados obreros burocratizados y al proceso que los originó.
La dificultad teórica radica en que estos nuevos estados surgen en la época de mayor ascenso revolucionario, en oposición al primero que es producto de los triunfos contrarrevolucionarios. Dos etapas distintas, una contrarrevolucionaria y otra revolucionaria, originan estados obreros idénticos, burocratizados.
Es necesario aclarar que las revoluciones de febrero que llegan a expropiar a la burguesía son una nueva categoría, como en su momento lo fue la de estado obrero degenerado. En su momento, la categoría de estado obrero degenerado nos sorprendió porque nosotros creíamos que el avance de la contrarrevolución en el mundo iba a llevar a la destrucción del estado obrero. Sin embargo, la combinación de la contrarrevolución con la existencia del estado obrero no llevó a su destrucción, sino a una combinación altamente contradictoria que unió el dominio contrarrevolucionario del aparato gubernamental con el mantenimiento del estado obrero, es decir una contrarrevolución que no llegó a ser social sino solamente política, que no llegó a la destrucción del estado obrero sino sólo hasta su degeneración. Fue una combinación altamente inestable de contrarrevolución y estado obrero. Esto fue una consecuencia de la fortaleza de este último.
Hoy día tenemos una combinación de ascenso revolucionario con los aparatos contrarrevolucionarios, que se han revelado mucho más fuertes de lo que sospechábamos. Nosotros creíamos que en su primera fase el ascenso revolucionario iba a hacer saltar por los aires a los aparatos contrarrevolucionarios y que no habría ninguna expropiación de la burguesía, ningún estado obrero, si no era por la vía de la superación de la crisis de dirección del proletariado. Es decir que el ascenso revolucionario destruiría a esos aparatos y llevaría al poder a partidos revolucionarios que expropiarían a la burguesía. Sin embargo no fue así. Así como en la postguerra pasada se dio un avance de la contrarrevolución sobre el estado obrero que pese a todo no pudo cambiar su carácter, hoy día se ha dada un avance de la revolución sobre los aparatos contrarrevolucionarios aunque no pudo hacerlos saltar. Dada su naturaleza extraña a la base obrera, tampoco el ascenso los puede cambiar.
Esa combinación ha dada también origen a un fenómeno altamente inestable, por la combinación de dos polos claramente antagónicos pero unidos por una circunstancia excepcional, coyuntural, en un estado obrero burocratizado. Combinaciones distintas originaron fenómenos idénticos: estados obreros burocratizados. La URSS stalinista es producto último de la contrarrevolución; los estados obreros de postguerra, del ascenso revolucionario.
Esta es la génesis de todos los nuevos estados obreros burocratizados. Aunque se han dada tres procesos distintos en cuanto a la coyuntura y la dirección, todos son esencialmente iguales. Uno fue el de los países del este de Europa, salvo Yugoslavia. En ellos la dirección estuvo en manos de la burocracia del Kremlin que ocupó militarmente los países del este de Europa. El otro caso es el de Yugoslavia, China, Corea y Vietnam. La dirección fue stalinista nacional, íntimamente ligada al Kremlin, pero sin ocupación por el Ejército Rojo y sin dirección directa del Kremlin. Por último, en Cuba tuvimos una dirección pequeñoburguesa oportunista. Todas estas direcciones han sido pequeñoburguesas y sus diferencias han sido sólo específicas ya que todas han tenido la misma política de impedir una revolución de octubre y mantenerse en los marcos de una revolución democrática nacional, aunque se hayan vista obligados a expropiar a la burguesía.
Vista desde otro ángulo, la revolución de febrero es, históricamente el prólogo, la antesala de la revolución de octubre. Así lo hemos considerado nosotros siempre. Es por eso que en los análisis de Trotsky de la Revolución de Octubre, se toma a la revolución de 1905 y a la de Febrero como el prólogo de la de Octubre. Lo que define a la revolución de febrero es la revolución de octubre. Algo parecido a lo que planteaban los bolcheviques respecto a la URSS y a la contrarrevolución (o continúa el estado obrero revolucionario o triunfa la contrarrevolución burguesa) planteábamos nosotros con respecto a la revolución de febrero y al ascenso que originaba: si la revolución de febrero no se transforma en revolución de octubre es inevitable la contrarrevolución burguesa. Pero la complejidad del paso del capitalismo al socialismo ha producido híbridos que no son ni uno ni otro polo.
En la URSS no hubo contrarrevolución burguesa sino por ahora contrarrevolución burocrática.
lo mismo ha pasado respecto a las revoluciones de febrero: éstas no se transformaron en revoluciones de octubre en ningún país, pero en muchos de esos países tampoco triunfó la contrarrevolución burguesa, por el contrario, se llegó a expropiar a la burguesía. El resultado fue el mismo que en la URSS, un estado obrero burocratizado pero desde su origen. Los procesos, aunque el resultado sea el mismo, son distintos. En el caso de la URSS es un estado obrero revolucionario que es degenerado por la contrarrevolución. En el caso de los estados obreros burocratizados que han surgido en esta postguerra, el fenómeno es una revolución de febrero degenerada por las direcciones contrarrevolucionarias o una revolución de octubre abortada por las mismas. Igual que en todo aborto, el feto tiene algunas características del futuro ser nonato, en este caso de la Revolución de Octubre como la expropiación de la burguesía sin tener todos sus rasgos y sin haber nacido. Nada demuestra mejor la corrección de nuestra definición que el hecho de que mientras la gran fecha nacional de la URSS continúa siendo la de la Revolución de Octubre, todos los nuevos estados burocráticos reconocen como su fecha nacional la de su nacimiento, el día de su liberación, de su revolución de febrero. China festeja como día nacional el de la caída de Chiang Kaishek; Yugoslavia, el triunfo sobre el nazismo; todos los países del este de Europa, igual; lo mismo Vietnam, Corea e incluso Cuba. Nadie festeja como su día nacional el día de la expropiación de la burguesía.
No deben sorprendernos estos procesos distintos que dan origen a fenómenos iguales. Lo mismo nos ocurre en cualquier organización del movimiento obrero, por ejemplo la formación de un partido obrero de masas o de un sindicato. Estas organizaciones masivas siempre son productos directos o indirectos de una gran movilización del movimiento obrero, aunque hoy día todas, pero por procesos divergentes, sean burocráticas. Pueden haber llegado a serlo después de haber sido revolucionarias, como por ejemplo los partidos comunistas o la Tercera Internacional. O pueden haber sido burocráticas sin haber llegado a ser nunca revolucionarias, como producto de la combinación de un gran ascenso, de una gran lucha del movimiento obrero que logró grandes conquistas pero bajo una dirección burocrática. En este caso, a pesar de las grandes conquistas, a pesar de haber logrado una gran organización, a pesar de los grandes triunfos del movimiento de masas, nunca ese sindicato dejó de ser burocrático. Y esto es así porque el movimiento de masas logró esos triunfos dentro de la camisa de fuerza de los aparatos burocratizados, sin independizarse de ellos.
os estados obreros burocratizados que surgieron en los países periféricos a los grandes centros imperialistas han sido el resultado de una combinación nación al excepcional de cuatro fenómenos mundiales: la crisis aguda del imperialismo, un colosal ascenso revolucionario, el tremendo poderío de los aparatos burocráticos pequeñoburgueses y la debilidad de nuestra Internacional.
la guerra de guerrillas que llevaron adelante las direcciones pequeñoburguesas oportunistas originó el triunfo de la revolución de febrero; después, un gobierno obrero y campesino que llegó a expropiar a la burguesía y que transformó al país en estado obrero burocratizado. En el ejército guerrillero oportunista se dan todas las condiciones del futuro estado obrero burocratizado: el movimiento de masas es disciplinado militarmente por la burocracia. La expropiación de la burguesía transformará a ese movimiento burocrático en estado obrero, pero sin cambiar su carácter. Por el contrario, es el movimiento guerrillero burocrático el que tiñe con sus características a ese nuevo estado obrero. Por culpa de sus direcciones pequeñoburguesas, las revoluciones se dieron sin que las masas se dieran organismos democráticos revolucionarios que les permitieran seguir desarrollando su movilización.
Cuba no ha sido una excepción. Al igual que todos los nuevos estados obreros, ha sido producto de un ejército burocrático hasta los tuétanos, el Movimiento 26 de Julio. El hecho de que el partido de Fidel Castro no fuera stalinista no cambia su carácter de ejército que controlaba militar y políticamente al movimiento de masas, sin dejar el menor resquicio para que se organizara independientemente en forma democrática y para que tuviera iniciativas revolucionarias.
Este carácter ha hecho que Cuba desde sus inicios sea un estado obrero burocrático, al igual que los estados obreros controlados por los partidos stalinistas.
Esto no quiere decir que no haya diferencias coyunturales y específicas entre unos y otros. Las diferencias radican en que el movimiento castrista era pequeñoburgués, nacionalista, antiimperialista y democrático en sus inicios y, en ese sentido, tendía a apoyar al movimiento nacionalista y democrático latinoamericano aunque con métodos pequeñoburgueses, a través de la guerrilla foquista alejada del movimiento de masas. Desde su propio comienzo, Cuba fue un estado obrero dirigido por una corriente pequeñoburguesa que controlaba burocráticamente a los trabajadores a través de su ejercito.
El voluntarismo guevarista en relación con la economía cubana está emparentado con el voluntarismo maoísta y con el stalinista de los años del tercer periodo: era un típico voluntarismo pequeñoburgués. Su concepción del hombre nuevo era un típico planteo humanista pequeñoburgués que no creía en la clase obrera, sus luchas y sus iniciativas.
El hecho de haber dirigido una revolución obrera triunfante y de no ser stalinista no le cambia su carácter de clase pequeñoburgués al partido castrista. Es ese carácter de la dirección cubana lo que explica por qué pudo transformarse posteriormente, sin mayores sobresaltos y sin ningún salto cualitativo, en un partido stalinista: porque su carácter de clase la unía al stalinismo mundial.
Tanto los que sostienen que la dirección cubana es revolucionaria, como los que dicen hoy en día que es una dirección burocrática pero que en un momento fue revolucionaria y que hay que buscar el momento en que se transformó, atentan contra nuestro método y contra el análisis de la realidad. La dirección cubana permanentemente ha sido una dirección pequeñoburguesa, que se transformó de nacionalista revolucionaria a directamente burocrática, conservando siempre el mismo carácter pequeñoburgués y sin mayores sobresaltos, como ocurre con todas las corrientes pequeñoburguesas que dirigen al movimiento de masas.
El desarrollo económico orientado por la burocracia y aristocracia obreras hacia el desarrollo nacional lleva a una crisis crónica de la economía en los estados obreros deformados y los aproxima a la contrarrevolución burguesa. El desarrollo económico nacional no los independiza sino que, por el contrario, los liga cada vez más al imperialismo mundial. En otras palabras, mientras el imperialismo siga siendo dominante a escala de la economía mundial, los estados obreros nacionales estarán supeditados y serán parte, aunque contradictoria, de esta economía y de este mundo capitalista.
Hoy día vemos con toda claridad que la situación económica de los estados obreros deformados o burocratizados está íntimamente ligada al desarrollo de la economía capitalista mundial. Si observamos las distintas etapas de los estados obreros, veremos que la URSS se desarrolla en forma autárquica justamente cuando los distintos imperialismos entran en una etapa de autarquía. Posteriormente, cuando se produce la reconstrucción de la economía capitalista e imperialista mundial, paralelamente se produce la reconstrucción de la economía de los estados obreros. A medida que avanza el proceso de extraordinario desarrollo capitalista, de fantástica acumulación capitalista en los países más avanzados, comienzan a desarrollarse lazos cada vez más estrechos entre la economía de los estados obreros y la economía capitalista mundial. Y, a partir de 1974, cuando comienza una crisis creciente de los países capitalistas más avanzados, este fenómeno se refleja en la economía de los estados obreros que también entran en una crisis económica creciente, habiendo superado la etapa de la reconstrucción de la economía y de acompañamiento del extraordinario desarrollo del capitalismo mundial.
Respecto de los estados obreros, podemos señalar que tanto la política burocrática como la revolucionaria han originado y originan dos orientaciones económicas diametralmente opuestas. La de la burocracia es una economía de supeditación cada vez más grande al imperialismo. Cada etapa del desarrollo provoca crisis y contradicciones cada vez más agudas de sus economías, y las acerca a una situación de crisis crónica y de miseria agravada de los trabajadores. Esto plantea un dilema de hierro para que esa economía funcione: o se incorpora al mercado y a la producción capitalista mundial o se avanza a la revolución política para hacer que el movimiento obrero democráticamente acomode sus planes económicos al desarrollo de la revolución mundial.
La política de la burocracia de construir el socialismo en un solo país, lleva por consiguiente a una crisis crónica de la economía de los estados obreros, a agudas contradicciones y al planteo de la posibilidad de la contrarrevolución burguesa; en oposición a la política revolucionaria de Lenin y Trotsky de extender la revolución socialista mundial como única garantía de lograr una economía socialista en expansión. Sólo la política de desarrollar la revolución puede solucionar los problemas de las economías de los estados obreros, equilibrar su desarrollo, supeditándolo a los triunfos de la revolución socialista mundial.