Indíce


F. ENGELS

CONTRIBUCION AL PROBLEMA DE LA VIVIENDA

 

TERCERA PARTE

SUPLEMENTO SOBRE PROUDHON Y EL PROBLEMA DE LA VIVIENDA



I

En el núm. 86 del "Volksstaat", A. Mülberger se declara autor de los artículos que he criticado en los núms. 51 y siguientes de este periódico[*]. En su contestación [32] me abruma con tal serie de reproches y confunde hasta tal extremo los problemas de que se trata, que me veo en la necesidad de contestarle. Intentaré dar a mi réplica —la cual, a pesar mío, habrá de tomar el tono de polémica personal, que, en gran parte, me es impuesto por el propio Mülberger— un interés general, desarrollando otra vez, y a ser posible más claramente todavía, los puntos principales, aún so pena de oír decir a Mülberger que todo eso «no contiene nada esencialmente nuevo para él ni tampoco para los demás lectores del "Volksstaat"».

Mülberger se queja de la forma y del contenido de mi crítica. En lo que se refiere a la forma, me bastará contestar que en aquel momento ignoraba completamente de quién procedían los artículos en cuestión. No podía tratarse, pues, de una «prevención» personal contra su autor; pero sí estaba «prevenido» contra la solución del problema de la vivienda desarrollada en estos artículos, por cuanto la conocía desde hace mucho tiempo por Proudhon, y mi opinión, en este aspecto, estaba firmemente establecida.

En cuanto al «tono» de mi crítica, no lo quiero discutir con el amigo Mülberger. Cuando se está en el movimiento desde hace tanto tiempo como lo estoy yo, se le acaba por endurecer a uno la epidermis contra los ataques, y se supone fácilmente que lo mismo les ocurre a los demás. Pero esta vez, para indemnizar a Mülberger, intentaré poner mi «tono» en armonía con la sensibilidad de su epidermis.

Mülberger se queja sobre todo amargamente porque le he llamado proudhoniano, y protesta que no lo es. Naturalmente, he de creerle, pero aduciré pruebas que demuestran que los artículos en cuestión —y solamente a ellos me he referido— no contienen más que puro proudhonismo.

Pero, según Mülberger, también critico a Proudhon «a la ligera» y cometo con él una injusticia:

«La teoría sobre el carácter pequeñoburgués de Proudhon se ha convertido en Alemania en un dogma corriente, que muchos profesan sin haber leído una sola línea suya».

Y cuando lamento que los obreros de los países latinos no tengan otro alimento intelectual, desde hace veinte años, que las obras de Proudhon, Mülberger me contesta que entre estos obreros «los principios, tales como los ha formulado Proudhon, constituyen en casi todas partes el alma viva del movimiento». Esto tengo que refutarlo. En primer lugar, el «alma viva» del movimiento obrero, en ningún sitio reside en los «principios», sino, en todas partes, en el desarrollo de la gran industria y en sus efectos: en la acumulación y concentración del capital por un lado, y del proletariado por otro. En segundo lugar, no es cierto que los pretendidos «principios» de Proudhon desempeñen entre los obreros de los países latinos el papel decisivo que les atribuye Mülberger, ni que «los principios de la anarquía, de la Organisation des forces économiques [**] y de la Liquidation sociale [***], etc., se hayan convertido entre ellos... en los verdaderos portadores del movimiento revolucionario». Sin hablar de España ni de Italia, donde la panacea universal de Proudhon ha ganado alguna influencia tan sólo en la forma todavía más desfigurada por Bakunin, es un hecho notorio, para quien conoce el movimiento obrero internacional, que en Francia los proudhonianos no forman más que una secta poco numerosa, mientras que las masas de los obreros no quieren saber nada del plan de reforma social proyectado por Proudhon con el título de Liquidation sociale y de Organisation des forces économiques. Se ha visto, entre otras circunstancias, durante la Comuna. Aunque los proudhonianos estaban poderosamente representados en ella, no se hizo ni el menor intento de liquidar a la vieja sociedad o de organizar las fuerzas económicas según los proyectos de Proudhon. Muy al contrario, es el mayor honor para la Comuna, que el «alma viva» de todas sus medidas económicas no hayan sido algunos principios cualesquiera, sino... la simple necesidad práctica. Y ésta fue la razón de que dichas medidas —supresión del trabajo nocturno de los panaderos, prohibición de las multas en las fábricas, confiscación de las fábricas y talleres cerrados y su entrega a las asociaciones obreras— no tuviesen nada que ver con el espíritu proudhoniano, sino con el del socialismo científico alemán. La única medida social que los proudhonianos hicieron aceptar fue la de no confiscar el Banco de Francia, y ésta fue, en parte, la razón por la cual cayó la Comuna. Del mismo modo, los llamados blanquistas, en cuanto intentaron transformarse de simples revolucionarios políticos en una fracción obrera socialista con un programa determinado —como ocurrió con los blanquistas emigrados en Londres en su manifiesto "Internationale et Révolution"— no proclamaron los «principios» del plan proudhoniano para la salvación de la sociedad, sino —casi palabra por palabra— las concepciones del socialismo científico alemán sobre la necesidad de la acción política del proletariado y de su dictadura, como paso hacia la supresión de las clases y, con ellas, del Estado, tal como aparece indicado ya en el "Manifiesto Comunista" [****] y como, desde entonces, ha sido repetido un número infinito de veces. Y si Mülberger deduce del desdén manifestado por los alemanes hacia Proudhon, que aquéllos no comprenden bien el movimiento de los países latinos «incluyendo la Comuna de París» que nos cite, pues, para comprobar esta incomprensión, un texto en alguna lengua, neolatina, que haya demostrado, siquiera sea aproximadamente, una comprensión tan acertada de la Comuna y la haya expuesto de una manera tan justa, como en el "Manifiesto del Consejo General de la Internacional sobre la guerra civil en Francia", escrito por el alemán Marx [*****].

El único país donde el movimiento obrero está directamente bajo la influencia de los «principios» proudhonianos, es Bélgica. Y esto precisamente porque el movimiento belga va, como diría Hegel, «de la nada, a través de la nada a la nada» [33].

Cuando considero una desgracia el que durante veinte años los obreros de los países latinos no hayan tenido, directa o indirectamente, más alimento espiritual que las obras de Proudhon, no me refiero a la dominación verdaderamente mítica de las recetas reformadoras de Proudhon —lo que Mülberger llama los «principios»—, sino a que su crítica económica de la sociedad actual está contaminada por una fraseología proudhoniana completamente falsa, y su acción política, viciada por la influencia proudhoniana. Saber quiénes «están» (stehen) «más en la revolución», si los «obreros proudhonizados de los países latinos» o los obreros alemanes —los cuales, en todo caso comprenden infinitamente mejor el socialismo científico alemán que los latinos comprenden a su Proudhon— es cosa que no podremos contestar mientras no sepamos lo que quiere decir «estar en la revolución». Se ha oído hablar de gente que «está en el cristianismo, en la verdadera fe, en la gracia de Dios», etc. Pero, ¡«estar» en la revolución, en el movimiento más violento! ¿Es, acaso, la «revolución" una religión dogmática, en la cual sea preciso creer?

Mülberger me reprocha, además, el haber afirmado, contra los términos expresos de su trabajo, que él consideraba el problema de la vivienda como un problema exclusivamente obrero.

Esta vez Mülberger tiene verdaderamente razón. Se me había pasado el párrafo en cuestión. Y esto no tiene excusa, porque es de los más característicos de toda la tendencia del tema que trata. En efecto, Mülberger escribe lisa y llanamente:

«Como se nos ha hecho múltiples y repetidas veces la objeción risible de que hacemos una política de clase, de que aspiramos a una dominación de clase y otras cosas más del mismo tipo, afirmamos inmediata y expresamente que la cuestión de la vivienda no concierne en modo alguno al proletariado de manera exclusiva. Al contrario, interesa de una manera primordial al estamento medio propiamente dicho, a los artesanos, a la pequeña burguesía, a toda la burocracia... La cuestión de la vivienda es precisamente el punto de las reformas sociales más apropiado para descubrir la identidad intrínseca absoluta entre los intereses del proletariado, por una parte, y los de las verdaderas clases medias de la sociedad, por otra. Las clases medias sufren tanto, y quizá más todavía, que el proletariado, las cadenas pesadas de la vivienda de alquiler... Las verdaderas clases medias de la sociedad están colocadas hoy ante la cuestión de saber si... encontrarán la suficiente fuerza... en alianza con las fuerzas jóvenes y llenas de energía del partido obrero, para participar en el proceso de transformación de la sociedad, cuyos beneficios les corresponderán a ellas en primer lugar».

El amigo Mülberger deja sentado, pues, lo siguiente:

1) «Nosotros» no hacemos ninguna «política de clase» y no aspiramos a la «doininación de clase». Sin embargo, el Partido Obrero Socialdemócrata alemán, precisamente porque es un partido obrero, tiene por fuerza que hacer una «política de clase», la política de la clase obrera. Como todo partido político aspira a establecer su dominación dentro del Estado, el Partido Obrero Socialdemócrata Alemán aspira, pues, necesariamente, a su dominación, a la dominación de la clase obrera, es decir, a una  «dominación de clase». Por lo demás, cada partido proletario verdadero, desde los cartistas ingleses, puso siempre como primera condición de su lucha la política de clase, la organización del proletariado en partido político independiente, y se asignó como objetivo inmediato de esta lucha la dictadura del proletariado. Al considerar esto como algo «risible», Mülberger se coloca fuera del movimiento obrero, en el campo del socialismo pequeñoburgués.

2) El problema de la vivienda tiene la ventaja de no ser un problema exclusivamente obrero; «interesa de modo primordial a la pequeña burguesía», porque «las verdaderas clases medias sufren tanto, quizá más todavía», que el proletariado este problema. Cuando alguien declara que la pequeña burguesía sufre, aunque sea en un solo aspecto, «quizá más todavía que el proletariado», no tiene derecho, por cierto, a quejarse de que lo clasifiquen entre los socialistas pequeñoburgueses. Puede estar descontento Mülberger cuando digo:

«Son éstos, precisamente, los males comunes a la clase obrera y a las otras clases, en particular a la pequeña burguesía, de los que prefiere ocuparse el socialismo pequeñoburgués, al que pertenece también Proudhon. Y no es por casualidad por lo que nuestro proudhoniano alemán toma de preferencia la cuestión de la vivienda, que, como hemos visto, no es en modo alguno una cuestión exclusivamente obrera»[******].

3) Entre los intereses de las «verdaderas clases medias de la sociedad» y los del proletariado, hay una «identidad intrínseca absoluta», y no es al proletariado, sino a estas verdaderas clases medias, a quienes corresponderán en primer lugar los «beneficios» del próximo proceso de transformación de la sociedad.

Así pues, los obreros harán la próxima revolución social «en primer lugar» en interés de los pequeños burgueses. Y además, hay una identidad intrínseca absoluta entre los intereses de la pequeña burguesía y los del proletariado. Si los intereses de la pequeña burguesía son intrínsecamente idénticos a los de los obreros, los intereses de los obreros son asimismo idénticos a los de los pequeños burgueses. El punto de vista pequeñoburgués tiene, por consiguiente, tanto derecho a la existencia en el movimiento, como el punto de vista proletario. Y la afirmación de esta igualdad de derechos es, precisamente, lo que se llama socialismo pequeñoburgués.

Así pues, Mülberger es consecuente consigo mismo cuando en la pág. 25 de su folleto[34] celebra el «pequeño artesanado» como el «verdadero pilar de la sociedad», «porque por su propia naturaleza reúne en sí los tres factores: trabajo-adquisición-posesión, y porque con la reunión de estos elementos no pone ningún límite a la capacidad de desarrollo del individuo»; y también cuando reprocha en particular a la industria moderna el destruir este vivero de hombres normales y el «haber hecho de una clase vigorosa y que se reproduce siempre de nuevo, una masa inconsciente de gente que no sabe adonde dirigir sus miradas ansiosas». Por lo tanto, el pequeño burgués es para Mülberger el hombre modelo, y la pequeña industria, el modo de producción ejemplar. ¿Puede decirse, pues, que le he calumniado al clasificarle entre los socialistas pequeñoburgueses?

Como Mülberger declina toda responsabilidad en cuanto se refiere a Proudhon, sería superfluo demostrar todavía más cómo los planes de reforma de éste tienden a transformar todos los miembros de la sociedad en pequeños burgueses y en pequeños campesinos. Sería también superfluo insistir sobre la pretendida identidad de intereses entre los pequeños burgueses y los obreros. Lo necesario se encuentra ya en el "Manifiesto Comunista" (edición de Leipzig, 1872, págs. 12 y 21) [*******].

El resultado, pues, de nuestro examen es que, al lado de la «leyenda del pequeño burgués Proudhon», aparece la realidad del pequeño burgués Mülberger.

 

 

NOTAS

[*] Véase el presente tomo, págs. 324-343. (N. de la Edit.)

[**] Organización de las fuerzas económicas. (N. de la Edit.)

[***] Liquidación social. (N. de la Edit.)

[***] Véase la presente edición, t. 1, págs. 119-122, 128-130. (N. de la Edit.)

[****] Véase el presente tomo, págs. 230-244. (N. de la Edit.)

[*****] Véase el presente tomo, pág. 326. (N. de la Edit.)

[******] Véase la presente edición, t. 1, págs. 120, 132-133. (N. de la Edit.)

 

 

[32] 248. La respuesta de Mülberger a los artículos de Engels fue publicada en el periódico "Volksstaat" el 26 de octubre de 1872 bajo el título "Zur Wohnungsfrage (Antwort an Friedrieh Engels von A. Mülberger)" («Contribución al problema de la vivienda (Respuesta de A. Mülberger a Federico Engels)»).- 315, 374.

[33] 265. Véase Hegel. "La ciencia de la lógica", parte I, sección 2.- 376.

[34] 246. Los seis artículos de Mülberger bajo el título "Die Wohnungsfrage" («El problema de la vivienda») fueron publicados sin firma en el periódico "Volksstaat" el 3, 7, 10, 14 y 21 de febrero y el 6 de marzo de 1872; posteriormente, estos artículos fueron publicados en folleto aparte titulado "Die Wohnungsfrage. Eine sociale Skizze. Separat-Abdruck aus dem «Volksstaat»" («El problema de la vivienda. Ensayo social. Publicación del Volksstaat») Leipzig, 1872.- 315, 324, 378, 388.