Volver al Indice


Federico Engels
REVOLUCIÓN Y CONTRAREVOLUCIÓN EN ALEMANIA



III

LOS OTROS ESTADOS ALEMANES


En nuestro artículo anterior nos limitamos casi exclusivamente al Estado que, entre 1840 y 1848, fue casi el más importante del movimiento en Alemania: el de Prusia. Lancemos, no obstante, una rápida ojeada a otros Estados de Alemania en este mismo período.

Por lo que se refiere a los Estados pequeños, han pasado, desde el movimiento revolucionario de 1830, por la dictadura completa de la Dieta Unida, es decir, de Austria y Prusia. Por ilusorias que fuesen las diversas constituciones adoptadas como medio de defensa contra la arbitrariedad de Estados más grandes, para asegurar popularidad a sus autores coronados y la unidad a las asambleas heterogéneas de las provincias, formadas sin ningún principio rector por el Congreso de Viena, resultaron sin embargo, peligrosas en el tumultuoso período de 1830-1831 para el poder de los pequeños monarcas. Fueron derogadas casi totalmente. Lo que quedó de ellas era menos que una sombra y se requería la locuaz complacencia de un Welcker, un Rotteck o un Dahlmann para imaginar que se podía obtener algún resultado de esa sumisa oposición, mezclada con el vil reptilismo que se les permitía mostrar en las impotentes cámaras de esos pequeños Estados.

La parte más enérgica de la clase media de esos pequeños Estados abandonó, poco después de 1840, todas las esperanzas que ellas cifraran en el desarrollo del gobierno parlamentario de esas dependencias de Austria y Prusia. Y tan pronto como la burguesía prusiana y las clases aliadas a ella mostraron su seria resolución de luchar por el gobierno parlamentario de Prusia, se les permitió asumir la dirección del movimiento constitucional sobre toda la Alemania no austríaca. Es un hecho incontestable ahora que el núcleo de los constitucionalistas de Alemania Central que luego se salió de la Asamblea Nacional de Francfort y que, por el lugar de sus reuniones separadas, recibió el nombre de Partido de Gotha [23], discutió mucho antes de 1848 un plan que, con pequeñas modificaciones, propuso en 1849 a los representantes de toda Alemania. Aspiraba a la exclusión completa de Austria de la Confederación Alemana y al establecimiento de una nueva Confederación con una nueva ley fundamental y un Parlamento federal bajo la protección de Prusia y la incorporación de los Estados más pequeños a otros mayores. Todo eso debía llevarse a cabo en el momento en que Prusia ingresara en las filas de la monarquía constitucional, diese la libertad de prensa y aplicase una política independiente de Rusia y Austria, concediendo así a los constitucionalistas de los Estados pequeños la posibilidad de obtener un control real sobre sus gobiernos respectivos. El inventor de este esquema fue el catedrático Gervinus, de Heidelberg (Baden). Así, la emancipación de la burguesía prusiana debía ser la señal para la emancipación de las clases medias de Alemania en general y para la conclusión de una alianza, ofensiva y defensiva, tanto contra Rusia como contra Austria; pues Austria, como veremos ahora mismo, era tenida por un país enteramente bárbaro del que se sabía muy poco, y lo poco que se sabía no hacía honor a su población; Austria, pues, no era considerada parte esencial de Alemania.

Por cuanto a las otras clases de la sociedad de los Estados pequeños, seguían, con más o menos rapidez, los pasos de sus cofrades de Prusia. Los pequeños comerciantes estaban más descontentos cada día de sus respectivos gobiernos por el aumento de los impuestos, las restricciones de sus exiguos derechos políticos, de los que estaban tan ufanos de compararse con los «esclavos del despotismo» de Austria y Prusia. Pero, en su oposición, aún no se descubría nada lo suficiente determinado que pudiera destacarlos como partido independiente distinto del partido constitucionalista de la gran burguesía. El descontento entre los campesinos también aumentaba, pero era bien sabido que en tiempos tranquilos y pacíficos jamás propugnarían sus intereses ni adoptarían su posición como clase independiente, excepto los países donde estaba establecido el sufragio universal. La clase obrera, en los oficios y las industrias de las ciudades, comenzaba a contaminarse con la «ponzoña» del socialismo y el comunismo, pero eran pocas, fuera de Prusia, las ciudades de alguna importancia y aún menos los distritos industriales, por lo que el movimiento de los obreros, debido a la falta de centros de actividad y propaganda, se desarrollaba con mucha lentitud en los Estados pequeños.

Tanto en Prusia como en los Estados pequeños, la dificultad que existía para que se manifestase la oposición política promovió una original oposición religiosa que se expresaba en movimientos paralelos del catolicismo alemán y del Congregacionalismo Libre [24]. La historia nos brinda numerosos ejemplos de cómo en los países que gozan los bienes de una Iglesia Estatal y en que la discusión política está muy obstaculizada, la oposición profana y peligrosa contra el poder seglar se oculta tras una lucha más santificada y aparentemente más desinteresada contra el despotismo espiritual. Muchos gobiernos que no toleran la discusión de ninguno de sus actos lo pensarán bien antes de crear mártires y excitar el fanatismo religioso de las masas. Así pues, en 1845, se conceptuaba la religión parte inseparable del régimen de cada Estado de Alemania, ya se profesase la católica romana como la protestante o ambas a la vez. Y en cada uno de estos Estados, el clero de una de estas religiones o de las dos constituía una parte esencial del sistema burocrático del gobierno. Atacar la ortodoxia protestante o católica o al clero era tanto como atacar al propio gobierno. En cuanto a los católicos alemanes, su misma existencia era un ataque a los gobiernos católicos de Alemania, sobre todo de Austria y Baviera; y así lo entendían estos gobiernos. Los Congregacionalistas Libres, los disidentes protestantes, que tenían cierto parecido con los unitarios ingleses y norteamericanos [25], declaraban explícitamente su oposición a la tendencia ortodoxa clerical y rígida del rey de Prusia y de su ministro favorito del Departamento de Educación y Culto, señor Eichhorn. Las dos nuevas sectas, que se extendieron rápidamente durante cierto tiempo, la primera en las tierras católicas y la segunda en las protestantes, se distinguían únicamente por su diferencia de origen; en cuanto a sus doctrinas, coincidían exactamente en el importante punto de que todos los dogmas definidos carecían de consistencia. Esa falta de toda definición era su esencia genuina; decían que estaban erigiendo el gran templo bajo cuyas bóvedas se unirían todos los alemanes. Por tanto, en el aspecto religioso expresaban la segunda idea política del día, la idea de la unidad de Alemania; sin embargo, no podían ponerse de acuerdo entre ellos mismos.

La idea de la unidad de Alemania que las antemencionadas sectas procuraban llevar a cabo al menas en el terreno de la religión, inventando una religión común para todos los alemanes, amoldada especialmente a sus demandas, costumbres y gustos, esta idea se extendió efectivamente mucho, sobre todo en los Estados pequeños. Después de la disolución del Imperio alemán por Napoleón [26] el llamamiento a la unión de todos los disjecta membra [*] del cuerpo alemán fue la expresión general del descontento por el orden establecido de las cosas, máxime en los Estados pequeños, donde los  gastos de la corte, de la administración y del ejército, en suma, el peso muerto de los impuestos, crecían en razón directa a la pequeñez y debilidad del Estado. Mas en el punto de lo que debía ser esa unidad de Alemania, cuando se llevase a efecto, eran dispares las opiniones de los partidos. La burguesía, que no quería grandes convulsiones revolucionarias, se satisfacía can lo que ya hemos visto que consideraba «viable», a saber, la unión de toda Alemania, excluida Austria, bajo la supremacía del gobierno constitucional de Prusia: y es seguro que por entonces no se podía hacer nada más sin provocar peligrosas tempestades. Los pequeños comerciantes, los artesanos y los campesinos, en la medida que el problema preocupaba a estos últimos, jamás llegaron a definirse con respecto a la unidad de Alemania, que reclamaron luego con tal griterío; unos cuantos soñadores, en su mayoría reaccionarios feudales, cifraban sus esperanzas en el restablecimiento del Imperio alemán; algunos ignorantes, los soi-disant [**] radicales, admiradores de las instituciones suizas, que aún no habían conocido en la práctica y que, les decepcionó de manera tan ridícula, se pronunciaban por una república federal; había un solo partido extremo que, por entonces, se atrevía a propugnar la República Alemana [27], una e indivisible. Así pues, la unidad de Alemania era en sí un gran problema de desunión, de discordia y, en caso de ciertas eventualidades, incluso de guerra civil.

Resumiendo, la situación en Prusia y en los Estados pequeños de Alemania a fines de 1847 era la siguiente. La burguesía sentía su fuerza y se resolvió a no tolerar más tiempo las trabas con que el despotismo feudal y burocrático encadenaba sus transacciones comerciales, su productividad industrial y sus acciones comunes como clase; una parte de la nobleza rural se había convertido hasta tal punto en productora de artículos destinados exclusivamente al mercado que tenía los mismos intereses de la burguesía e hizo causa común con ella; la clase de los pequeños artesanos y comerciantes estaba descontenta por los impuestos y las barreras interpuestas en su negocio, pero aún no tenía ningún plan definido para esas reformas que pudieran asegurar su posición en la sociedad y en el Estado; los campesinos, oprimidos en algunos sitios por las exacciones feudales, y en otros por los prestamistas, los usureros y los leguleyos; los obreros de las ciudades habían sufrido el impacto del descontento general y odiaban tanto al gobierno como a los grandes capitalistas industriales y se dejaban contagiar por las ideas socialistas y comunistas. En suma, existía una masa heterogénea de elementos oposicionistas movidos por diversos intereses, pero más o menos dirigidos por la burguesía, a cuyas primeras  filas marchaba de nuevo la burguesía de Prusia y, particularmente, de la provincia del Rin. Por otro lado, los gobiernos, que discrepaban en muchas cuestiones y desconfiaban los unos de los otros, particularmente del de Prusia, con cuya protección debían contar; en Prusia, rechazado el gobierno por la opinión pública y aun por parte de la nobleza, apoyado por el ejército y la burocracia, que cada día se contagiaba más de las ideas de la burguesía oposicionista y caía bajo el influjo de ésta, el gobierno que, encima de lo dicho, no tenía un céntimo en el más estricto sentido de la palabra y que no podía conseguir ni un céntimo para cubrir su creciente déficit sin entregarse a la discreción de la burguesía, a la cual tenía en contra. ¿Habrá tenido alguna vez la burguesía de cualquier otro país mejor situación en su lucha contra el gobierno establecido?

Londres, septiembre de 1851


[*] Disjecta membra: miembros dispersos. (N. de la Edit.)

[**] Soi-disant: así llamados. (N. de la Edit.)

[23]  Partido de Gotha: se fundó en junio de 1849 por representantes de la gran burguesía contrarrevolucionaria y de los liberales de derecha; se proponía agrupar a toda Alemania, excepción hecha de Austria, bajo los auspicios de la Prusia de los Hohenzollern.

[24]  «Catolicismo alemán»: movimiento religioso que surgió en 1844 y abarcó a grandes sectores de la burguesía media y pequeña; estaba encauzado contra las manifestaciones extremas de misticismo y gazmoñería en la Iglesia católica. Al rechazar la primacía del papa de Roma y de numerosos dogmas y ritos de la Iglesia católica, los «católicos alemanes» pretendían adaptar el catolicismo a los menesteres de la burguesía alemana.

«Congregacionalismo Libre»: se separó de la Iglesia protestante oficial en 1846. Esta oposición religiosa fue una de las formas de manifestación del descontento de la burguesía alemana en los años 40 del siglo XIX por el régimen reaccionario de Alemania. En 1859, el «Congregacionalismo Libre» se fundió con el de «católicos alemanes».

[25] . Unitarios o antitrinitarios: representantes de la corriente religiosa que surgió en el siglo XVI en Alemania y reflejaba la lucha de las masas populares y de la parte radical de la burguesía contra el régimen y la Iglesia feudales. En Inglaterra y América, el unitarismo penetró a raíz del siglo XVII. La doctrina del unitarismo colocaba en el siglo XIX en primer plano los momentos ético-morales de la religión, pronunciándose contra su aspecto exterior, ritual.

[26]  Hasta agosto de 1806 Alemania entraba en el denominado Sacro Imperio Romano de la nación alemana, fundado en el siglo X; era una unión de principados feudales y ciudades libres que reconocían el poder supremo del emperador.

[27]  La consigna de una República Alemana única e indivisible fue lanzada ya en vísperas de la revolución por Marx y Engels.