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Escrito: En 1915. Este texto es la primera parte
de un libro más amplio, cuya segunda parte, acerca de Alemania, Lenin nunca
llego a escribir.
Primera publicación: A inicios de 1916,
estando en Berna, Lenin envió el manuscrito a Maxim Gorki para su publicación
por la editorial Parus, pero la edición no se concretó. Fue publicada por
vez primera en 1917 por Zhisn i Znaniye.
Fuente del texto: V. I. Lenin, Obras completas, Editorial
Progreso, Moscú, 1985, tomo 27, págs. 135-238.
Preparado para el MIA: Digitalización, Julio
Rodríguez, 2012;
HTML, Juan Fajardo, 2013.
Un país en la vanguardia del capitalismo moderno ofrece un interés particular para el estudio de la estructura económicosocial y la evolución de la agricultura actual. Estados Unidos no tiene competidores ni en lo que respecta a la rapidez de desarrollo del capitalismo entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, ni por el nivel máximo que ha alcanzado ese desarrollo, ni por las enormes dimensiones de la superficie en la que se aplica una técnica equipada conforme a la última palabra de la ciencia y adaptada a la extraordinaria diversidad de condiciones naturales e históricas, ni por la libertad política y el nivel cultural de las masas de la población. En muchos aspectos, este país constituye el arquetipo y el ideal de nuestra civilización burguesa.
El estudio de las formas y leyes de la evolución de la agricultura resulta más fácil en este caso porque cada diez años se realiza en Estados Unidos un censo de población, acompañado de una descripción sumamente detallada de todos los establecimientos industriales y agrícolas. Se ha logrado así obtener un material de una riqueza y exactitud sin equivalentes en ningún otro país del mundo, y que permite verificar infinidad de afirmaciones populares, las más de las veces formuladas de manera negligente desde el punto de vista teórico, repetidas sin sentido crítico y que por lo común sirven para difundir opiniones y prejuicios burgueses.
En la entrega de Zaveti correspondiente a junio de 1913, el señor Guímmer consigna algunos datos extraídos del último censo, el décimo tercero, realizado en 1910, y basándose en ellos vuelve a reiterar la afirmación más popularizada y de contenido totalmente burgués -tanto por su base teórica como por su significado político- de que “en Estados Unidos la enorme mayoría de las haciendas son explotaciones que emplean sólo el trabajo familiar”, que “en las regiones más desarrolladas la agricultura capitalista se desintegra”, que “en la gran mayoría de las localidades del país” “la agricultura en pequeña escala basada en el trabajo familiar predomina cada vez más”, que justamente “en las regiones cultivadas más antiguas y de desarrollo económico más elevado” “la agricultura capitalista se desintegra, la producción se divide y disminuye”, que “ya no hay regiones donde el proceso de colonización no tenga lugar, y donde la gran agricultura capitalista no esté decayendo y vaya siendo sustituida por la agricultura basada en el trabajo familiar”, etc., etc.
Todas estas afirmaciones son monstruosamente falsas. Están en absoluta contradicción con la realidad. Son por completo una burla de la verdad. Y vale la pena exnlicar en detalle en qué consiste su falsedad, porque el señor Guímmer no es un cualouiera, no es el autor fortuito de un artículo periodístico casual, sino uno de los economistas más destacados, que representa la tendencia burguesa más democrática, la de extrema izquierda, del pensamiento social ruso y europeo. Por esta razón las opiniones del señor Guímmer pueden tener -y entre las canas no proletarias de la población en parte ya tienen- una difusión y una influencia particularmente amplias. Porque no son sus opiniones personales ni sus errores individuales, sino más bien la expresión -expuesta en los términos más democráticos, adornada con una fraseología seudosocialista-de los puntos de vista de la burguesía en general, que en el ambiente “e la sociedad capitalista más fácilmente aceptan tanto el profesor burocrático que recorre el camino trillado, como el pequeño agricultor un poco más ilustrado que millones de sus semejantes.
La teoría de la evolución no capitalista de la agricultura en la sociedad capitalista, defendida por el señor Guímmer, es, en esencia. la teoría de la mayor rmrte de los profesores burgueses, de los demócratas burgueses y de los oportunistas del movimiento obrero en todo el mundo, o sea, la variante moderna de esos mismos demócratas burgueses. No es una exageración decir que esta teoría es una ilusión, un sueño, un autoengaño de toda la sociedad burguesa. Al dedicar la presente exposición a refutar esa teoría, procuraré dar un cuadro completo del capitalismo en la agricultura norteamericana, porque uno de los principales errores de los economistas burgueses consiste en tomar datos v cifras aislados, de mayor o menor imoortancia, separándolos del contexto general de las relaciones nolíticas y económicas. Todos los datos citados han sido extraídos de las estadísticas oficiales de Estados Unidos de América; se trata, en primer término, de los tomos cinco del duodécimo censo, correspondiente al año 1900, y decimotercero correspondiente a 1910[1], dedicados a la agricultura, y luego del Resumen Estadístico (Statistical Abstract of the United States) correspondiente a 1911. Indicadas las fuentes, en lo sucesivo no haré referencia a las páginas y números de cuadros a que corresponde cada cifra: sería abrumador para el lector y recargaría inútilmente el texto, pues las personas interesadas hallarán fácilmente esos datos en el índice de las publicaciones mencionadas.
La enorme superficie que ocupa Estados Unidos, apenas inferior a la de toda Europa, y la gran diversidad de las condiciones de explotación en las diferentes regiones del país, obligan a estudiar por separado cada una de las divisiones principales, cada una con su peculiar situación económica. En 1900, los estadísticos norteamericanos dividieron el país en cinco regiones; en 1910, en nueve: 1) Nueva Inglaterra, es decir, los seis Estados del noreste del país en la costa del océano Atlántico (Maine, New Hampshire, Vermont, Massachusetts, Rhode Island y Connecticut). 2) Atlántico medio (Nueva York, Nueva Jersey y Pennsylvania); en 1900 estas dos regiones juntas constituían el “Atlántico norte”. 3) Centro noreste (Ohio, Indiana, Illinois, Michigan y Wisconsin). 4) Centro noroeste (Minnesota, lowa, Misuri, Dakota del norte y Dakota del sur, Nebraska y Kansas); estas dos regiones juntas constituían en 1900 la región “Centro norte”. 5) Atlántico sur (Delaware, Maryland, Distrito de Columbia, Virginia y Virginia occidental, Carolina del norte y Carolina del sur, Georgia y Florida): igual que en 1900. 6) Centro suroeste (Kentucky, Tennessee, Alabama y Mississipi). 7) Centro suroeste (Arkansas, Oklahoma, Luisiana y Texas); estas dos regiones constituían en 1900 una sola región, el “Centro sur”. 8) Montañosa (Montana, Idaho, Wyoming, Colorado, Nueva México, Arizona, Utah y Nevada) y 9) océano Pacífico (Washington, Oregón y California); estas dos regiones constituían en 1900 una sola, llamada “Oeste”.
La complejidad excesiva de estas divisiones hizo que en 1910 los estadísticos norteamericanos las redujeran a tres grandes regiones: el Norte (1-4), el Sur (5-7) y el Oeste (8-9). Veremos en seguida que esta división en tres regiones principales es realmente muy importante y esencial aunque desde luego, en esto, como en todas las cosas, existen tipos intermedios, razón por la cual habrá aue considerar aparte a los Estados de Nueva Inglaterra y el Atlántico medio en relación con algunos problemas fundamentales.
Para establecer la diferencia esencial entre estas tres regiones principales, podemos denominarlas del siguiente modo: el Norte industrial; el Sur antes esclavista y el Oeste en proceso de colonización.
Estos son los datos sobre la superficie, el porcentaje de tierras cultivadas y la población:
El Norte y el Sur tienen aproximadamente la misma superficie, mientras que el Oeste es casi el 50% más extenso que los dos anteriores. Pero la población del Norte es 8 veces mayor que la del Oeste. Puede decirse que el Oeste está casi despoblado. La rapidez con que se va poblando es evidenciada por el hecho de que en 10 años, de 1900 a 1910, la población del Norte aumentó en un 18%, la del Sur en un 20% y la del Oeste ¡en un 67%! En el Norte, casi no se aumenta la cantidad de farms: 2.874.000 en 1900 y 2.891.000 en 1910 (-)- 0,6%); en el Sur aumentó en un 18%, de 2.600.000 a 3.100.000; mientras que en el Oeste aumentó en un 54%, o sea, en más de la mitad, de 243.000 a 373.000.
La forma en que se realiza la ocupación de las tierras en el Oeste queda indicada por los datos sobre los homesteads, que son parcelas de tierra, en su mayor parte de 160 acres, es decir, de más o menos 65 desiatinas, que el gobierno distribuye gratuitamente o a cambio de un pago nominal. En 10 años, de 1901 a 1910, la superficie de los homesteads ocupados en el Norte se elevaba a 55,3 millones de acres (incluidos 54,3 millones, es decir, más del 98%, correspondientes a una sola región: la del Centro noroeste); en el Sur, a 20,0 millones (de los cuales 17,3 millones corresponden a una sola región: la del Centro suroeste) y en el Oeste, a 55,3 millones de acres, correspondientes a las dos regiones que lo integran. Esto significa que el Oeste es, en lo fundamental, una región de homesteads, es decir, de distribución gratuita de tierras no ocupadas; algo similar a la ocupación de la tierra por intrusos, como ocurre en las regiones periféricas de Rusia, con la diferencia de que no es reglamentada por un Estado feudal, sino de manera democrática (¡casi digo populista; la república norteamericana realizó, al modo capitalista, la idea “ populista” de distribuir las tierras no ocupadas a quienes las deseen!). En cuanto al Norte y al Sur, existe en cada uno de ellos una sola región de homesteads, que constituye algo así como un tipo intermedio entre el Oeste despoblado y el Norte y el Sur poblados. Señalamos, de paso, que sólo en dos regiones del Norte no hubo en absoluto distribución de homesteads en la última década; Nueva Inglaterra y el Atlántico medio. Sobre estas dos regiones, las más industríales y donde ya ha cesado el proceso de colonización, nos detendremos más adelante.
Las cifras que hemos mencionado acerca de los homesteads corresponden a los primeros pedidos para obtenerlos y no a los lotes definitivamente ocupados; no tenemos datos sobre estos últimos para las diversas regiones. Pero aunque esas cifras sean exageradas como magnitudes absolutas, de todos modos reflejan con exactitud la importancia relativa de los homesteads en las distintas regiones. En el Norte había, en 1910, un total de 414 millones de acres ocupados por farms, de modo que los homesteads declarados en los últimos 10 años constituían alrededor de 1/8, en el Sur alrededor de 1/17 (20 sobre 354) y en el Oeste la mitad (¡55 sobre 111!). Se comprende que considerar conjuntamente los datos de las regiones donde prácticamente no existe aún la propiedad de la tierra y los de aquellas donde todas las tierras ya están ocupadas sería burlarse de los métodos científicos de investigación.
Norteamérica confirma con particular evidencia la verdad que Marx destacó en el tomo III de El capital, o sea, que el capitalismo en la agricultura no depende de las formas de propiedad y usufructo de la tierra. El capital encuentra las más diversas formas de propiedad medieval y patriarcal de la tierra: la propiedad feudal, la “campesina de nadíel” (es decir, propiedad de campesinos dependientes), la de clan, la comunal, la estatal, etc. El capital somete a su dominación todas estas formas de propiedad de la tierra, empleando una variedad de medios y métodos[2]. Si la estadística agrícola se hiciera de manera apropiada y racional deberían modificarse los métodos de investigación, de tabulación, etc., en consonancia con las formas de penetración del capitalismo en la agricultura, por ejemplo, ubicando en un grupo especial los homesteads y tratando de seguir su posterior suerte económica. Lamentablemente, en la estadística predomina con demasiada frecuencia la rutina, la repetición carente de sentido y mecánica de los mismos métodos.
Para juzgar en qué medida es extensiva la agricultura en el Oeste, en comparación con otras regiones, pueden tomarse, entre otros datos, las cifras correspondientes a las inversiones en abonos artificiales. En 1909, por acre de tierra cultivada, se invertía en el Norte 13 centavos (0,13 de dólar), en el Sur 50 centavos y en el Oeste sólo 6. La inversión mayor en el Sur se explica porque el cultivo del algodón exige gran cantidad de abono y porque dicho cultivo ocupa allí el lugar predominante: el algodón junto con el tabaco dan el 46,8% del valor de todos los productos agrícolas; los cereales, sólo el 29,3%; el heno y los pastos, el 5,1%. Por el contrario, en el Norte, los cereales ocupan el primer lugar con el 62,6%, y luego el heno y los pastos con el 18,8%, predominando las pasturas artificiales. En el Oeste los cereales constituyen el 33,1% del valor de todos los productos agrícolas; el heno y los pastos, el 31,7%, y los pastos predominan sobre las pasturas artificiales. Las frutas, que representan el 15,5%, constituyen una rama particular de la agricultura comercial, que se desarrolla con rapidez en el litoral del océano Pacífico.
En 1910, en el Norte el porcentaje de la población urbana alcanzaba el 58,6%, contra el 22,5% en el Sur y el 48,8% en el Oeste. El papel de la industria se aprecia en los siguientes datos:
El valor total de los productos de la agricultura aparece aquí exagerado, pues una parte de la producción, por ejemplo, el forraje, vuelve a incluirse en el valor de los productos de la ganadería. Pero de todos modos se llega a una conclusión indiscutible: en el Norte se concentra alrededor de 5/6 de toda la industria norteamericana y prevalece la industria sobre la agricultura. El Sur y el Oeste por el contrario, tienen carácter predominantemente agrícola.
Tal como surge del cuadro, el Norte se distingue del Sur y el Oeste por un desarrollo industrial comparativamente mucho más elevado, que crea un mercado para la agricultura y determina su intensificación. No obstante, el Norte -”industrial” en ese sentido- sigue siendo el principal productor de productos agrícolas. Más de la mitad de la producción agrícola, o sea, cerca de 3/5 de la misma, está concentrada en el Norte. Puede apreciarse en qué medida la agricultura es más intensiva en el Norte que en las demás regiones, por las siguientes cifras, que corresponden al valor del conjunto de bienes de una hacienda -tierras, edificios, aperos de labranza y máquinas, ganado- por acre: en 1910 este valor se elevaba en el Norte, a 66 dólares contra 25 en el Sur y 41 en el Oeste. En particular, el valor de los aperos de labranza y máquinas por acre era de 2,07 dólares en el Norte, 0,83 en el Sur y 1,04 en el Oeste.
En este aspecto se distinguen particularmente Nueva Inglaterra y el Atlántico medio, regiones en las que, como hemos señalado, no existe colonización. De 1900 a 1910 el número de farms existentes en ellas disminuyó en cifras absolutas, lo mismo que el área cultivada y la superficie total ocupada por farms. Según las estadísticas de empleo, allí sólo el 10% de la población se dedica a la agricultura, contra el 33% término medio para todo Estados Unidos, el 25 a 41% en las demás regiones del Norte y el 51 a 63% en el Sur. El cultivo de cereales ocupa allí sólo del 6 al 25% de las tierras labrantías (el término medio para todo Estados Unidos es de 40% y para el Norte de 46%); los pastos (en su mayor parte cultivados), del 52 al 29% (contra 15 y 18%); las legumbres, del 4,6 al 3,8% (contra el 1,5 y 1,5%). Esta es la región de agricultura más intensiva. El promedio de gastos en abonos, por acre cultivado, era en 1909 de 1,30 y 0,62 dólares; la primera cifra representa la máxima; la segunda sólo es sobrepasada por una de las regiones del Sur. El promedio del valor de los aperos de labranza y máquinas, por acre cultivado, es de 2,58 y 3,88 dólares, cifras máximas para EE. UU. En el curso de nuestra exposición veremos que en esas regiones, las más industrializadas del Norte industrial, la agricultura es la más intensiva y tiene el más acentuado carácter capitalista.
Estados Unidos de América, escribe el señor Guímmer, “es un país que jamás conoció el feudalismo, cuyas supervivencias económicas ignora” (pág. 41 del artículo citado). Tal afirmación contradice totalmente la verdad, pues las supervivencias económicas de la esclavitud no se diferencian en nada de las del feudalismo, y en el Sur antes esclavista de Estados Unidos estas supervivencias siguen siendo muy fuertes. No valdría la pena detenerse en el error del señor Guímmer si se lo pudiese considerar sólo como un error cometido en un artículo periodístico escrito con apresuramiento. Pero ocurre que en toda la literatura liberal y en toda la literatura populista rusas aparece sistemática y reiteradamente ese mismo “error” con respecto al sistema ruso de pago en trabajo, que es nuestra supervivencia del feudalismo.
El Sur de Estados Unidos fue esclavista hasta que la esclavitud fue barrida por la guerra civil de 1861-1865. Aun hoy, el número de negros, no mayor del 0,7-2,2% de la población en las regiones del Norte y el Oeste, representa en el Sur del 22,6 al 33,7% del total. El promedio para todo el país es del 10,7%. Demás está hablar del estado de degradación social de los negros: en este sentido la burguesía norteamericana no es mejor que la de otros países. Después de haber “liberado” a los negros, se esforzó, sobre la base del capitalismo “libre” y republicano-democrático, por restablecer todo lo que podía ser restablecido, por hacer cuanto era posible para oprimir en la forma más desvergonzada y vil a los negros. Basta un pequeño dato estadístico para caracterizar el nivel cultural de éstos. Mientras el número de analfabetos entre la población blanca de Estados Unidos (desde los 10 años de edad) se elevaba en 1900 al 6,2% del total de la población ¡¡entre los negros era del 44,5%!! ¡¡Superior en más de siete veces!! En 1900, en el Norte y el Oeste el número de analfabetos era del 4 al 6%, ¡¡y en el Sur del 22,9 al 23,9%!! Uno puede imaginar fácilmente el complejo de relaciones legales y sociales que corresponden a este vergonzoso hecho del ámbito de la alfabetización popular.
¿Sobre qué base económica creció y se mantiene esta simpática “superestructura”?
Sobre una base típicamente rusa, “auténticamente rusa”, la del sistema de pago en trabajo, o sea la aparcería.
El número de farms pertenecientes a los negros era en 1910 de 920.883, es decir, el 14,5% del total. Sobre el número total de farmers, el 37,0% eran arrendatarios y el 62,1% propietarios; el 0,9% restante de farms se hallaba en manos de administradores. ¡Pero entre los blancos el porcentaje de arrendatarios es del 39,2%, mientras que entre los negros es del 75,3%! En Norteamérica el farmer blanco típico es propietario de su tierra y el farmer negro típico es arrendatario. En el Oeste el porcentaje de arrendatarios llega sólo al 14,0%; es una región de colonización, de tierras nuevas, libres; es El Dorado (un El Dorado efímero y endeble) del pequeño “agricultor independiente”. ¡En el Norte el porcentaje de arrendatarios es del 49,6%! La mitad de los farmers del Sur son arrendatarios.
Pero esto no es todo. De ningún modo se trata de arrendatarios en el sentido europeo, civilizado, capitalista moderno de la palabra. Predominan los aparceros semifeudales o, lo que desde el punto de vista económico es lo mismo, semiesclavos. En el Oeste “libre” los arrendatarios aparceros son minoría (25.000 sobre un total de 53.000). En el viejo Norte poblado desde hace mucho tiempo, sobre 766.000 arrendatarios, 483.000 son aparceros, o sea, el 63%. En el Sur, sobre 1.537.000 arrendatarios, 1.021.000 son aparceros, es decir, el 66 %.
En la libre, republicana y democrática Norteamérica había, en 1910, un millón y medio de arrendatarios aparceros, de los cuales más de un millón eran negros. Y la cantidad de aparceros en relación con el total de farmers no disminuye, sino que aumenta sin cesar y con bastante rapidez. En 1880, el porcentaje de aparceros en relación con el total de farmers en EE. UU. era del 17,5%; en 1890, del 18,4; en 1900, del 22,2 y del 24,0% en 1910.
“En el Sur -leemos en las conclusiones de los estadísticos norteamericanos a propósito del censo de 1910- las condiciones fueron siempre algo diferentes de las del Norte, y muchas farms de los arrendatarios son partes .de plantaciones de dimensiones considerables que datan de antes de la guerra civil.” En el Sur “el sistema de explotación por medio de arrendatarios, principalmente negros ha remplazado al sistema de explotación mediante el trabajo de esclavos”. “El desarrollo del sistema de arriendo es muy evidente en el Sur, donde las grandes plantaciones, en otros tiempos cultivadas mediante el trabajo de esclavos, han sido en muchos casos divididas en pequeños lotes (parcelas) que fueron entregados a arrendatarios. … En la práctica, esas plantaciones suelen ser cultivadas hasta hoy como unidades agrícolas, ya que los arrendatarios están sometidos, en cierta medida, a una vigilancia similar a la que se ejerce sobre los trabajadores asalariados en las farms del Norte”. (Ob. cit., V, 102, 104).
Para completar la caracterización del Sur es preciso agregar que la población huye de allí a otras regiones capitalistas y a las ciudades, como el campesinado huye en Rusia de las provincias agrícolas centrales, las más atrasadas, en donde más se conservan las supervivencias del régimen de servidumbre; huye de la dominación de los famosos Márkov a las regiones más capitalistas de Rusia, a las capitales, a las provincias industriales y al Sur (véase El desarrollo del capitalismo en Rusia[3]). Tanto en Norteamérica como en Rusia, la región donde predomina la aparcería es la de mayor estancamiento, degradación y opresión de las masas trabajadoras. En Norteamérica los inmigrantes, que tienen tan importante papel en la economía del país y en toda su vida social, evitan radicarse en el Sur. En 1910, el porcentaje de población de EE.UU. nacida fuera del país era del 14,5%. Pero en el Sur este porcentaje sólo alcanza del 1,0 al 4,0%, según la región, en tanto que en las otras regiones del país es no menor del 13,9% y hasta del 27,7% (Nueva Inglaterra). Para los negros “liberados” el Sur norteamericano es una especie de cárcel donde están encerrados, aislados y privados de aire fresco. El Sur se destaca por su población más sedentaria y por un mayor “apego a la tierra”: excluida la región donde la colonización tiene importancia (la región Centro sur.oeste), en las otras dos regiones del Sur, del 91 al 92% de los habitantes nació en la región en que vive, mientras que para el país en su conjunto dicho porcentaje es del 72,6%, es decir, que la movilidad de la población es mucho mayor. En el Oeste, donde toda la región es de colonización, sólo del 35 al 41% de la población nació en la región que habita.
Los negros huyen de las dos regiones del Sur donde no existe colonización; en los 10 años trascurridos entre los dos últimos censos, estas dos regiones suministraron a otras partes del país casi 600.000 personas “negras”. Los negros huyen principalmente a las ciudades: en el Sur, del 77 al 80% vive en las aldeas, y en las regiones restantes sólo del 8 al 32%. La similitud económica de la situación de los negros en Norteamérica y de los campesinos “ex siervos de terratenientes” en el corazón de la Rusia agrícola, es verdaderamente sorprendente.
Después de examinar los rasgos esenciales que distinguen a las tres principales regiones de Estados Unidos y el carácter general de sus condiciones económicas, pasamos a analizar los datos que se emplean habitualmente. En primer lugar, son los datos sobre la dimensión promedio de las farms. Basándose en estos datos, muchos economistas, entre ellos el señor Guímmer, extraen las más categóricas conclusiones.
En general, a primera vista observamos una disminución del promedio para la superficie total y una variación imprecisa -ya disminución, ya aumento- del promedio de superficie cultivada. Pero el período de 1860 a 1870 sirve de clara línea demarcatoria; por eso lo hemos separado con una raya en el cuadro. Precisamente durante ese período se observa una gran disminución -46 acres- del promedio de superficie total (199,2-153,3) y la mayor modificación (79,8-71,0), también en el sentido de una disminución, del promedio de superficie cultivada.
¿Cuál fue la causa? Evidentemente, la guerra civil de 1861- 1865 y la abolición de la esclavitud. Los latifundios esclavistas recibieron el golpe de gracia. Más adelante veremos confirmado varias veces este hecho, conocido por lo demás con tanto amplitud, que asombra que sea necesario confirmarlo. Damos por separado los datos sobre el Sur y el Norte respectivamente.
Vemos así que el promedio de superficie cultivada por farm, en el período de 1860 a 1870, disminuyó enormemente en el Sur: (101,3 a 69,2), mientras que en el Norte experimentó un ligero aumento (68,3 a 69,2). La causa radica, pues, en las condiciones de evolución del Sur. Allí, aun después de la abolición de la esclavitud observamos una disminución progresiva -lenta y discontinua, pero disminución al fin- de la extensión promedio de las farms.
“La agricultura basada en el trabajo familiar en pequeña escala se extiende aquí cada vez más -concluye el señor Guímmer-, en tanto que el capital abandona la agricultura por otras esferas de inversión.” “… El capitalismo agrario se desintegra rápidamente en los Estados suratlánticos...”
He aquí una afirmación extraña que quizá sólo pueda ser equiparada a los argumentos de nuestros populistas sobre la “ descomposición del capitalismo” en Rusia después de 1861, como consecuencia de que los terratenientes pasaron del sistema de prestación personal al de pago en trabajo (es decir, ¡a la semiprestación personal!). A la división de los latifundios esclavistas se la llama “desintegración del capitalismo”. A la trasformación de la tierra no cultivada de los ex dueños de esclavos en pequeñas farms explotadas por los negros, de los que la mitad son aparceros (¡recordemos que el porcentaje de aparceros aumenta incesantemente de un censo a otro!), se la llama “desintegración del capitalismo”. ¡No es posible ir más lejos en la desnaturalización de los conceptos fundamentales de la ciencia económica!
En el capítulo 12 de la información correspondiente al censo de 1910, los estadísticos norteamericanos dan datos referentes a las “plantaciones” típicas del Sur, que reflejan su estado actual, no el de la época de la esclavitud. En las 39.073 plantaciones hay 39.073 “farms de grandes propietarios” (landlords farms) y 398.905 farms de arrendatarios. Esto da un promedio de 10 arrendatarios por cada “amo” y “terrateniente” o “landlord”. La extensión promedio de cada plantación es 724 acres, de los cuales sólo 405 se cultivan: más de 300 acres por plantación son tierras no cultivadas; no es poca reserva para que los dueños de esclavos de ayer puedan ampliar sus planes de explotación...
La distribución de la tierra de una plantación promedio es la siguiente: la “farm del gran propietario” ocupa 331 acres, de los que se cultivan 87. Las farms de los “arrendatarios”, es decir, los lotes de tierra explotados por los aparceros negros, que trabajan como antes para el “amo” y bajo su vigilancia, tienen, término medio, 38 acres, de los cuales se cultivan 31.
A medida que la población aumenta y crece la demanda de algodón, los antiguos dueños de esclavos sureños, que son propietarios de inmensos latifundios donde hasta hoy más de las 9/10 partes de la tierra está sin cultivar, comienzan paulatinamente a vender esas tierras a los negros o, lo que es más frecuente, a distribuir entre ellos pequeñas parcelas, a cambio de la mitad de la cosecha. (De 1900 a 1910, en el Sur, el número de farmers propietarios absolutos de toda su tierra pasó de 1.237.000 a 1.329.000, o sea, aumentó en un 7,5%, en tanto que el número de farmers aparceros pasó de 772.000 a 1.021.000, es decir, aumentó en un 32,2%.) ¡Y nos encontramos con un economista que califica esos fenómenos de “desintegración del capitalismo”...!
Entre los latifundios incluimos las farms con 1.000 ó más acres. En 1910, el total de las mismas alcanzaba en EE. UU. a sólo el 0,8% (50.135 farms), con una superficie de 167.1 millones de acres, es decir, el 19,0% de la superficie total. Esto representa un término medio de 3.332 acres por latifundio. El porcentaje de tierra cultivada en los latifundios alcanza sólo al 18,7%, y es para el total de farms del país del 54,4%. Ahora bien, en el Norte capitalista es donde el número de latifundios es menor: 0,5% del total de farms, con el 6,9% del total de la superficie: la parte de tierra cultivada llega en ellas al 41,1%. El mayor número de latifundios está en el Oeste: 3,9% del total de farms, con un 48,3% de la superficie total; el 32,3% de la superficie de los latifundios está cultivado. El porcentaje más elevado de tierras no cultivadas corresponde a los latifundios del Sur antes esclavista. Allí el 0,7% de las farms son latifundios; les corresponde el 23,9% de la superficie total; ¡¡y en los latifundios se cultiva sólo el 8,5% de las tierras!! Dicho sea de paso, estos datos detallados evidencian cómo muchas veces carece de fundamento la difundida tendencia a considerar los latifundios -sin un análisis especial de los datos concretos de cada país y región por separado- como economía capitalista.
En 10 años, de 1900 a 1910, la superficie total de los latifundios, pero sólo de los latifundios, disminuyó. Esta disminución fue muy importante: de 197,8 a 167,1 millones de acres; es decir, 30,7 millones de acres. En el Sur esta disminución llega a 31,8 millones de acres (en el Norte se registra un aumento de 2,3 millones, en el Oeste una disminución de 1,2 millones). Por consiguiente, sólo el Sur esclavista precisamente se caracteriza por un proceso de división en gran escala de los latifundios, en los que es ínfimo (8,5%) el porcentaje de tierra cultivada.
En consecuencia, es indudable que la única definición exacta del proceso económico que se opera debe ser la siguiente: paso de los latifundios esclavistas, en los que las nueve décimas partes de las tierras no están cultivadas en absoluto, a la pequeña agricultura comercial. No a la agricultura “basada en el trabajo familiar”, como gustan decir el señor Guímmer, los populistas y todos los economistas burgueses que cantan himnos baratos al “trabajo”, sino a la agricultura mercantil. La expresión “basada en el trabajo familiar” no tiene ningún sentido político-económico, e indirectamente induce a error. Carece por completo de sentido, pues cualquiera sea el sistema social de economía, el pequeño agricultor “trabaja”, tanto si vive en la época de la esclavitud, como en la del feudalismo o el capitalismo. “Basada en el trabajo familiar” es una expresión vacua, pura oratoria, que sirve para encubrir la confusión de formas sociales de organización de la economía totalmente diferentes; una confusión que solo beneficia a la burguesía. La expresión “basada en el trabajo familiar” induce a error, engaña a la gente, pues hace pensar que no existe el trabajo asalariado.
El señor Guímmer, igual que todos los economistas burgueses, omite justamente los datos relativos al trabajo asalariado, pese a que son los más importantes cuando se trata del capitalismo en la agricultura y a que están consignados, no sólo en el censo del año 1900, sino también en el “boletín” del censo de 1910 (Abstract Farm Crops, by state[4]), citado por el propio señor Guímmer (pág. 49 de su artículo, en nota).
Que el incremento de la pequeña agricultura en el Sur es precisamente el crecimiento de la agricultura mercantil, lo muestra el carácter del producto agrícola principal de esa región. Este producto es el algodón. En el Sur, los cereales en conjunto representan el 29,3% del valor del total de las cosechas; el heno y las plantas forrajeras, el 5,1%; mientras que el algodón da el 42,7%. De 1870 a 1910, la producción de lana en Estados Unidos pasó de 162 millones de libras a 321 millones, vale decir, se duplicó; el trigo, de 236 millones de bushels a 635 millones, o sea, casi se triplicó; el maíz, de 1.094 millones de bushels a 2.886 millones, también llegó casi al triple, mientras que el algodón pasó de 4 millones de fardos (500 libras por fardo) a 12 millones, es decir, se triplicó. El incremento del producto agrícola mercantil por excelencia sobrepasó el de otros productos menos aptos para el mercado. Además, en la región principal del Sur, la “suratlántica”, se desarrolló una producción bastante importante de tabaco (12,1% del valor de las cosechas en el Estado de Virginia); de legumbres (20,1% del valor global de las cosechas en el Estado de Delaware, 23,2% en el de Florida); de frutas (21,3% del valor global de las cosechas en el Estado de Florida), etc. Todos estos cultivos implican una intensificación de la agricultura, una explotación en mayor escala sobre áreas menores y una creciente utilización del trabajo asalariado.
Pasemos ahora a analizar detalladamente los datos sobre el trabajo asalariado; por de pronto, nos limitamos a señalar que, aunque en este sentido el Sur ha quedado rezagado con respecto a otras regiones -el empleo de mano de obra asalariada es menos pronunciado debido a que es más intenso el sistema de aparcería semiesclavista-, también aumenta el empleo de trabajo asalariado.
De la penetración del capitalismo en la agricultura se juzga habitualmente por los datos sobre la extensión de las farms o el número e importancia de las grandes farms (grandes por los acres que ocupan). Ya hemos examinado una parte de los datos de este tipo; otra parte la examinaremos más adelante, pero debemos advertir que todos ellos son datos indirectos, ya que el área ocupada está lejos de indicar siempre y directamente si una hacienda es realmente grande como empresa económica o si es de carácter capitalista.
Los datos sobre el trabajo asalariado son, en este sentido, incomparablemente más demostrativos y convincentes. Los censos agrícolas de los últimos años, por ejemplo el austríaco de 1902 y el alemán de 1907, que analizaremos en otro lugar, muestran que en la agricultura moderna -y en particular en la pequeña explotación agrícola- se emplea mucho más trabajo asalariado que lo que se cree habitualmente. Nada puede refutar tan evidente y categóricamente la fábula pequeñoburguesa de la pequeña agricultura “basada en el trabajo familiar” como estos datos.
La estadística norteamericana ha recogido un amplísimo material en relación con este problema, porque en el cuestionario individual remitido a cada farmer se pregunta si destina alguna suma a la contratación de obreros y, en caso afirmativo, a cuánto asciende dicha suma. A diferencia de la estadística europea, por ejemplo la de los dos países que acabamos de mencionar, la estadística norteamericana no registra el número de trabajadores asalariados por patrono en el momento del censo, aunque hubiera sido muy fácil establecerlo y muy grande la importancia científica de esos datos para complementar los relativos al total de gastos en trabajo asalariado. Pero lo más deplorable es la malísima elaboración de dichos datos en el censo de 1910, desde este punto de vista muy inferior al censo del año 1900. En el censo de 1910 todas las farms están agrupadas según su extensión, lo mismo que en el de 1900, pero a diferencia de éste, no se dan los datos sobre el empleo de trabajo asalariado por estos grupos. Nos vemos, pues, ante la imposibilidad de comparar las explotaciones grande con las pequeñas (por su superficie), en lo referente al empleo de trabajo asalariado. Sólo disponemos de las cifras promedio por Estado y por distrito, es decir, cifras que toman en conjunto las explotaciones capitalistas y las no capitalistas.
Más adelante examinaremos por separado los datos del año 1900, mejor elaborados; por ahora damos los de 1910. En rigor, estos datos corresponden al período de 1899 a 1909.
Estas cifras muestran elocuentemente que la agricultura es más capitalista en el Norte (el 55,1% de las farms emplean mano de obra asalariada); le sigue el Oeste (52,5%) y en último término el Sur (36,6%). Esta debe ser, por otra parte, la relación entre una región poblada e industrial, una en proceso de colonización y una de aparcería. Desde luego, los datos sobre el porcentaje de farms que emplean trabajo asalariado, permiten establecer más fácilmente una comparación exacta entre las regiones, que los datos sobre el monto de gastos en mano de obra asalariada por acre de tierra cultivada. Para hacer una comparación con los datos de este último tipo, tendría que ser idéntico el nivel de los salarios en las diferentes regiones. No poseemos datos acerca de los salarios que rigen en la agricultura de Estados Unidos pero de lo que sabemos sobre las diferencias existentes entre las distintas regiones surge que tal identidad de salarios es improbable.
Así, pues, en el Norte y el Oeste, regiones que concentran las 2/3 partes de la tierra cultivada y las 2/3 partes del total de / ganado, más de la mitad de los farmers no pueden prescindir del trabajo asalariado. En el Sur esa proporción es menor sólo porqué el sistema de explotación semifeudal (o en otras palabras semiesclavista), en forma de aparcería, es todavía fuerte. Indudablemente, en Norteamérica, como en los demás países capitalistas del mundo, una parte de los farmers cuya situación es peor se ven obligados a recurrir a la venta de su fuerza de trabajo. Por desgracia, la estadística norteamericana no nos da ninguna información sobre esto, a diferencia, por ejemplo, de la estadística alemana de 1907, en la que tales datos fueron recogidos y minuciosamente elaborados. Según los datos de la estadística alemana, de los 5.736.082 propietarios de haciendas (total que incluye hasta a los más pequeños “agricultores”), 1.940.867, o sea, más del 30%, son, por su ocupación principal, trabajadores asalariados. Es claro que el grueso de estos peones rurales y jornaleros que poseen un trocito de tierra figura en los grupos inferiores de agricultura.
Admitamos que en Estados Unidos, donde las farms más pequeñas (hasta tres acres) comúnmente no son registradas, sólo el 10% de los farmers se ven obligados a recurrir a la venta de su fuerza de trabajo. Inclusive en tal caso, resulta que el número de farmers directamente explotados por los terratenientes y capitalistas constituye más de una tercera parte del total (24,0% son aparceros, es decir, explotados al modo feudal o semifeudal por los antiguos dueños de esclavos, y 10% son explotados por los capitalistas; totalizan un 34%). Quiere decir que, del total de farmers, sólo una minoría que difícilmente llega a algo más de una quinta o una cuarta parte, no contrata obreros, no se contratan ellos mismos, ni sufren ningún otro tipo de sujeción.
Tal es la situación real en el país de capitalismo “modelo y avanzado”, en el país de la distribución gratuita de millones de desiatinas de tierra. También allí la decantada pequeña explotación agrícola no capitalista, “basada en el trabajo familiar”, sólo es un mito.
¿Cuántos son los trabajadores asalariados en la agricultura norteamericana? ¿Aumenta o disminuye su número en relación con el de farmers y con el del total de la población rural?
Lamentablemente, la estadística norteamericana no da una respuesta directa a estos importantísimos interrogantes. Tratemos de hallarles una respuesta aproximada.
En primer lugar, podemos encontrar una respuesta en las cifras de las estadísticas por ocupaciones (tomo IV de los informes del censo). Los norteamericanos “malograron” esta estadística. Fue elaborada tan burocrática, “rutinaria” y absurdamente que no contiene datos sobre la situación del individuo en la producción, es decir, no establece distinción entre el patrono, el trabajador miembro de la familia y el asalariado. En lugar de una clasificación económica precisa, se conformaron con emplear una terminología “popular”, e incluyeron en forma absurda en el rubro “ trabajadores rurales”, tanto a los miembros de la familia del farmer como a los trabajadores asalariados. Como se sabe, no sólo en la estadística norteamericana reina el más completo caos en lo referente a esta cuestión.
El censo de 1910 intenta poner algo de orden en este caos, corregir los errores evidentes y separar, así sea parcialmente, a los trabajadores asalariados (working out) de los trabajadores familiares (working on the home farm). Después de una serie de cálculos, los estadísticos introducen una corrección en el número total de personas ocupadas en la agricultura, reduciendo esta cifra en 468.100 personas (tomo IV, pág. 27). Luego, el número de mujeres trabajadoras asalariadas es estimado en 220,048 en 1900. y 337.522 en 1910 (aumento de un 53%). El número de trabajadores asalariados en 1910 era de 2.299.444. Si admitimos que en 1900 el porcentaje de asalariados agrícolas, en relación con el total de trabajadores de las farms, era igual al de 1910, podremos estimar el número de trabajadores asalariados en 1900 en 1.798.165 personas. En tal caso obtendremos el cuadro siguiente:
Vemos, pues, que el porcentaje de aumento del número de los obreros asalariados es más de cinco veces mayor que el de farmers (27% contra 5%). La proporción de farmers en el conjunto de la población rural disminuyó, mientras que la de trabajadores asalariados aumentó. Disminuyó el número de agricultores independientes en proporción a la población rural en su conjunto; aumentó el número de los agricultores dependientes, de los explotados.
En Alemania, en 1907, se calculaba en 4.500.000 el número de trabajadores asalariados en la agricultura, sobre un total de 15 millones de personas que trabajaban en su hacienda y como asalariados. O sea: un 30% de trabajadores asalariados. En Norteamérica, según el cálculo aproximado en que nos basamos, suman 2.500.000 sobre 12 millones, es decir, el 21%. Es posible que la existencia de tierras libres gratuitamente distribuidas, así como el gran porcentaje de farmers aparceros, haga disminuir el de trabajadores asalariados en Norteamérica.
En segundo lugar, podemos hallar una respuesta aproximada en las cifras sobre el monto de gastos en mano de obra asalariada entre 1899 y 1909. Durante ese período, el número de trabajadores asalariados en la industria pasó de 4,7 millones a 6,6 millones, es decir, aumentó en un 40% y sus salarios de 2.008 millones a 3.427 millones de dólares, es decir, un 70%. (No debe olvidarse que el aumento de precio de los productos alimenticios, etc., redujo a cero ese aumento nominal de salarios).
A juzgar por estos datos, cabe suponer que a un aumento del 82% en gastos para trabajo asalariado en la agricultura, corresponde un aumento del 48 % aproximadamente del número de asalariados. Haciendo una suposición análoga para las tres regiones principales obtenemos el siguiente cuadro:
También estos datos nos muestran que el aumento del número de farmers en todo el país no marcha parejo con el aumento de la población rural, mientras que el aumento del número de trabajadores asalariados supera al de la población rural. En otras palabras: la proporción de agricultores independientes disminuye y la de obreros rurales dependientes aumenta.
Destacamos que la gran diferencia entre el aumento del número de trabajadores asalariados que resulta del primer cálculo (+27%) y del segundo (+48%), es perfecta mente posible, pues en el primer caso sólo se tiene en cuenta a los obreros asalariados profesionales, mientras que en el segundo se consideran todos los casos de empleo de mano de obra asalariada. En la agricultura el empleo temporario de mano de obra asalariada tiene gran significación y por ello se debería adoptar la norma general de no contentarse con determinar el número de trabajadores asalariados, permanentes y temporarios, sino determinar también, en lo posible, el monto total de gastos en trabajo asalariado.
Sea como fuere, ambos cálculos revelan indudablemente el crecimiento del capitalismo en la agricultura de Estados Unidos y el incremento del empleo de trabajo asalariado, que supera el aumento de la población rural y del número de farmers.
Examinados los datos generales sobre el trabajo asalariado, el índice más directo del capitalismo en la agricultura, podemos pasar a analizar más detalladamente las formas particulares en las que se manifiesta el capitalismo en esta rama de la economía nacional.
Conocemos ya una de las regiones -el Sur- donde el promedio de superficie de las farms disminuye y donde este proceso significa el paso del latifundio esclavista a la agricultura mercantil en pequeña escala. Existe otra región donde disminuye la superficie promedio de las farms, a saber, una zona del Norte: Nueva Inglaterra y los Estados del Atlántico medio. He aquí los datos sobre esas regiones:
El término medio de la extensión de una farm en Nueva Inglaterra es más pequeño que en cualquier otra región de Estados Unidos. En dos de las regiones del Sur esa superficie es de 42 a 43 acres, mientras que en la tercera, donde la colonización aún se está realizando, la del Centro sur-este, es de 61,8 acres, vale decir, casi tanto como en los Estados del Atlántico medio. Esta reducción de la dimensión promedio de las farms en Nueva Inglaterra y en los Estados del Atlántico medio, “regiones cultivadas más antiguas y de desarrollo económico más elevado” (ver pág. 60 del trabajo del señor Guímmer), regiones donde no existe colonización, es lo que llevó a nuestro autor, lo mismo que a muchos economistas burgueses, a deducir que “la agricultura capitalista se desintegra”, que la “producción se divide y disminuye”, que ya “no hay regiones donde el proceso de colonización no tenga lugar,, y donde la gran agricultura capitalista no esté decayendo y vaya siendo sustituida por la agricultura basada en el trabajo familiar”.
El señor Guímmer llegó a estas conclusiones directamente opuestas a la verdad, porque olvidó... una “minucia”: ¡la intensificación de la agricultura! Resulta increíble, pero es así. Y como muchos economistas burgueses, casi todos, se las ingenian también para olvidar esa “minucia” cuando se trata de la pequeña y la gran producción agrícola, aunque “en teoría” todos ellos “ conocen” muy bien y admiten la intensificación de la agricultura, resulta necesario que nos detengamos en esta cuestión de un modoparticularmente minucioso. Precisamente esta es una de las fuentes principales de todas las desventuras de la economía burguesa (incluidas la populista y la oportunista), en el problema de la pequeña agricultura “basada en el trabajo familiar”. Olvidan la “minucia” de que, debido a las peculiaridades técnicas de la agricultura, el proceso de su intensificación conduce a menudo a una disminución del área cultivada en la hacienda y al mismo tiempo a agrandarla como unidad económica, aumentando su producción y convirtiéndola cada vez más en una empresa capitalista.
Antes que nada, veamos si existen diferencias radicales en la técnica de cultivo en general y en el carácter intensivo de la agricultura, entre Nueva Inglaterra y los Estados del Atlántico medio por un lado y el resto del Norte y las demás regiones del país, por el otro.
Esas diferencias son caracterizadas por los siguientes datos:
La diferencia en las condiciones de cultivo es radical. Las dos primeras regiones muestran una agricultura altamente intensiva; las otras dos son de agricultura extensiva. En estas últimas, la parte correspondiente a los cereales constituye el grueso del valor total de la cosecha; en las primeras, esa parte, no sólo es menor, sino que a veces llega a proporciones ínfimas (7,6%), y son los cultivos especialmente “comerciales” (hortalizas, frutas, etc), los que dan una parte mayor del valor de la cosecha que los cereales. La agricultura extensiva cedió su puesto a la intensiva. Se difundió más el cultivo de plantas forrajeras. En Nueva Inglaterra, de 3,8 millones de acres que producen heno y plantas forrajeras, 3,3 millones de acres corresponden a pastos sembrados. En los Estados del Atlántico medio las,cifras correspondientes son: 8,5 y 7,9 millones. Por el contrario, en los Estados del Centro noroeste (zona de colonización y de agricultura extensiva), sobre 27,4 millones de acres dedicados al heno y plantas forrajeras, 14,5 millones, es decir, más de la mitad, están ocupados por praderas “silvestres”, etc.
En los Estados de cultivo “intensivo” las cosechas son considerablemente más elevadas:
El mismo fenómeno se observa en lo que respecta a la ganadería mercantil y la explotación lechera, particularmente desarrolladas en estas regiones:
Vemos que en los Estados “intensivos” la explotación lechera es mucho más importante que en todos los restantes. Las regiones de farms más pequeñas -por la superficie de tierras labrantías- son a su vez las que tienen explotaciones lecheras grandes. Este hecho tiene una gran significación, pues, como se sabe, la explotación lechera se desarrolla con mucho más rapidez en las localidades suburbanas y en los países (o regiones) de industria altamente desarrollada. Las estadísticas de Dinamarca, Alemania, Suiza, que hemos analizado en otro lugar[5], nos muestran igualmente una concentración creciente de ganado lechero.
En los Estados “intensivos”, tal como hemos visto, el heno y las plantas forrajeras constituyen una proporción bastante mayor que los cereales en el valor global de las cosechas. La ganadería se desarrolla aquí en buena medida a expensas de forrajes adquiridos. Estos son los datos al respecto correspondientes a 1909:
Los Estados extensivos del Norte venden forrajes. Los Estados intensivos lo compran. Es claro que mediante la compra de forrajes se puede desarrollar una explotación económicamente importante y de carácter altamente capitalista en una superficie reducida.
Comparemos las dos regiones intensivas del Norte, Nueva Inglaterra y los Estados del Atlántico medio, con la región más extensiva del Norte, la centro noroeste:
Vemos, pues, que en los Estados intensivos hay mayor cantidad de ganado por acre cultivado (447 : 36 = 12 dólares por acre), que en los de cultivos extensivos (1.552 : 164 = 9 dólares). Hay una mayor inversión de capital, en forma de ganado, por unidad de superficie. Y el giro total del comercio de forrajes (compra + venta) por unidad de superficie es mucho más alto en los Estados intensivos (26 + 89 = 115 millones de dólares para 36 millones de acres) que en los extensivos (174 + 76 = 250 millones de dólares para 164 millones de acres). Resulta evidente que la agricultura tiene un carácter más comercial en los Estados intensivos que en los extensivos.
Los datos sobre gastos en abonos y el valor de los aperos de labranza y máquinas constituyen la expresión estadística más píecisa del grado de intensificación de la agricultura. Helos aquí:
Este cuadro muestra con toda claridad la diferencia entre las regiones extensivas del Norte, donde es ínfimo el porcentaje de farms que utilizan abonos comprados (2 a 19%) y mínimos los gastos en abonos por acre cultivado (0,01 a 0,09 dólar), y los Estados intensivos, donde la mayoría de las farms (57 a 60%) utilizan abonos comprados y donde los gastos en abonos son sustanciales. En Nueva Inglaterra, por ejemplo, alcanzan a 1,30 dólares por acre, cifra máxima para todas las regiones (¡nuevamente nos hallamos ante el caso de que las farms más pequeñas por su superficie son las que gastan más en la compra de abonos!), y que inclusive sobrepasa la cifra correspondiente a una de las regiones del Sur (los Estados suratlánticos). Cabe señalar que en el Sur, el cultivo del algodón, para el cual, como hemos visto, es utilizado ampliamente el trabajo de los aparceros negros, exige una cantidad particularmente grande de abonos artificiales.
En los Estados del Pacífico observamos un porcentaje poco elevado de farms que emplean abonos (6,4%) y el promedio máximo de gastos por farm (189 dólares), considerando, claro está, sólo las que utilizan abonos. Aquí se da un caso distinto: se desarrolla la agricultura en gran escala, de tipo capitalista, a la vez que se reduce la superficie en explotación. De los tres Estados del Pacífico, en dos de ellos -Washington y Oregón-, el empleo de abonos es en general insignificante: insume sólo 0,01 dólar por acre. Sólo en el tercer Estado, California, esa cifra es relativamente elevada: 0,08 en 1899 y 0,19 en 1909. En dicho Estado tiene un papel especial la producción de frutas, que crece con enorme rapidez en una forma puramente capitalista y que hacia 1909 rendía el 33,1% del valor total de la cosecha, contra el 18,3% para los cereales y el 27,6% para el heno y las plantas forrajeras. En la producción de frutas, la explotación tipo es la farm con una superficie inferior al promedio y donde el empleo de abonos y de trabajo asalariado sobrepasa en mucho el término medio. Más adelante nos detendremos en este tipo de relaciones, típicas para los países capitalistas con agricultura intensiva y las más olvidadas por estadísticos y economistas.
Pero volvamos a los Estados “intensivos” del Norte. En Nueva Inglaterra, no sólo el empleo de abonos es el más elevado -1,30 dólares por acre- y la superficie por farm la más pequeña (38,4 acres), sino también el aumento de gastos en abonos es particularmente rápido. En la década de 1899 a 1909, esos gastos se elevaron de 0,53 dólar por acre a 1,30, o sea, una vez y media. Por consiguiente, la intensificación de la agricultura, su progreso técnico, el mejoramiento de los métodos de cultivo, se desarrollan allí con extraordinaria rapidez. Para tener una idea más clara de lo que significa este hecho, comparemos la región más intensiva del Norte, Nueva Inglaterra, con la más extensiva, la del Centro noroeste. En esta última casi no se conoce el empleo de abono artificial (2,1% de las farms y 0,01 dólar por acre); la dimensión de las farms es mayor que en cualquier otra región de Norteamérica (148,0 acres) y es también donde aumenta con más rapidez. Por lo común, se toma precisamente esta región -también el señor Guímmer lo hace- como modelo del capitalismo en la agricultura de Estados Unidos. Como lo demostraré en detalle más adelante, esto es incorrecto. Se debe a que la forma más tosca y primitiva de agricultura extensiva es confundida con la agricultura intensiva, basada en el progreso técnico. En la región del Centro noroeste la dimensión de las farms es casi cuatro veces mayor que en Nueva Inglaterra (148,0 acres contra 38,4), mientras que el gasto en abonos por farm es, término medio, la mitad: 41 dólares contra 82.
Por consiguiente, en la práctica se dan casos en que una disminución enorme de la superficie por farm está ligada a un gran aumento de los gastos en abonos artificiales, de modo que una “pequeña” producción -si por rutina seguimos considerándola pequeña por la superficie que ocupa- resulta ser “grande” por el monto del capital invertido en la tierra. Tales casos no son excepcionales, sino típicos para los países donde la agricultura extensiva va siendo remplazada por la intensiva. Esto incluye a todos los países capitalistas; y la ignorancia de este rasgo típico, esencial y fundamental de la agricultura es la que origina los habituales errores de los admiradores de la agricultura en pequeña escala, que basan su opinión sólo en el área de la hacienda.
Tomemos otro tipo de inversión de capital en la tierra, técnicamente distinto del anterior, a saber: el empleo de aperos de labranza y máquinas. Todas las estadísticas agrícolas europeas prueban irrefutablemente que cuanto más grandes son las explotaciones por la cantidad de tierra de que disponen, tanto mayor es el porcentaje que utiliza máquinas de todo tipo, y tanto más grande el número de máquinas empleadas. La superioridad de las grandes explotaciones en este aspecto tan importante ha sido plena e incuestionablemente establecida. También en cuanto a este punto, la estadística norteamericana tiene su originalidad: los aperos de labranza y las máquinas agrícolas no son registrados en rubros separados; les basta con determinar su valor global. Tales datos pueden, claro está, ser menos precisos en cada caso particular, pero tomados en conjunto permiten realizar determinadas comparaciones entre regiones y grupos de haciendas, imposibles con datos de otro tipo.
He aquí los datos de los aperos de labranza y máquinas agrícolas por regiones:
El Sur antes esclavista, región de aparcería, ocupa, pues, el último lugar en el empleo de maquinaria. Allí el valor de los aperos de labranza y máquinas por acre -para sus tres divisiones- es un tercio, un cuarto y un quinto de las cifras para los Estados de cultivos intensivos del Norte. Estos Estados ocupan el primer lugar entre todos los demás y sobre todo dejan muy atrás a la región más agrícola, al granero de Nortamérica: los Estados Centrales del noroeste, que aun hoy suelen ser considerados por observadores superficiales como una región modelo de empleó de máquinas y de capitalismo.
Señalemos que el procedimiento que emplean los estadísticos norteamericanos -determinar el valor de las maquinarias, lo mismo que de la tierra, el ganado, los edificios, etc. por acre de toda la tierra de las farms, y no sólo de la tierra cultivada- disminuye la superioridad de los Estados “intensivos” del Norte, y en general no puede ser considerado correcto. La diferencia entre las regiones en cuanto al porcentaje de tierra cultivada es muy grande: en el Oeste, para los Estados montañosos, dicho porcentaje desciende hasta el 26,7%, mientras que en el Norte, para los Estados de la región del Centro noroeste llega al 75,4%. Es indudable que para la estadística económica tiene más importancia la tierra cultivada que la superficie total. En Nueva Inglaterra la cantidad y el porcentaje de tierras bajo cultivo en las farms disminuyen en forma muy notoria, en particular a partir de 1880, quizá debido a la competencia de las tierras libres del Oeste (libres de renta del suelo, del tributo a los señores terratenientes). Pero al mismo tiempo, en esta región es donde más se ha difundido el empleo de máquinas, donde el valor de éstas por acre de tierra cultivada es el más elevado. En 1910 era de 7 dólares por acre, mientras que en los Estados del Atlántico medio era de alrededor de 5,50 dólares, y de no más de 2 a 3 dólares en las otras regiones.
La región con las farms más pequeñas, en cuanto a superficie, es nuevamente aquella donde es más grande la inversión de capital en la tierra, en forma de máquinas.
Si tomamos los Estados del Atlántico medio que son la región más “intensiva” del Norte y la comparamos con la región más extensiva del Norte, la del Centro noroeste, veremos que, en lo concerniente a la cantidad de tierra cultivada por farm, la primera región se distingue por un producción “pequeña” que representa menos de la mitad de la que tiene la segunda: 62,6 acres contra 148,0, mientras que en el valor de las maquinarias empleadas sobrepasa a la segunda: 358 dólares por farm contra 332. Las pequeñas farms resultan ser así importantes empresas por la maquinaria que utilizan.
Nos resta comparar los datos sobre el carácter intensivo de la agricultura con los del empleo de trabajo asalariado. Estos últimos ya fueron citados abreviadamente en el capítulo 5. Pasamos a examinarlos más en detalle, por región.
Este cuadro muestra, en primer lugar, que el capitalismo está indudablemente mucho más desarrollado en la agricultura de los Estados intensivos del Norte que en la de los Estados extensivos; en segundo lugar, que en los primeros el capitalismo se desarrolla más rápidamente que en los últimos; en tercer lugar, que la región con las farms más pequeñas, Nueva Inglaterra, sobrepasa a todas las demás regiones del país, tanto por el nivel más elevado de desarrollo del capitalismo en la agricultura, como por la mayor rapidez de su desarrollo. El incremento de los gastos en mano de obra asalariada por acre cultivado alcanza aquí al 86%; los Estados del Pacífico ocupan en este aspecto el segundo lugar. Entre éstos también en este aspecto se destaca California donde, como ya lo señalamos, se desarrolla rápidamente la “pequeña” producción frutícola capitalista.
Suele considerarse que la región capitalista “modelo” en la agricultura norteamericana es la del Centro noroeste: allí se encuentran las farms de mayores dimensiones (148,0 acres término medio en 1910, considerando sólo la tierra cultivada) y dichas dimensiones han ido aumentando con mayor rapidez y regularidad a partir de 1850. Ahora vemos que tal opinión es profundamente errónea. La gran proporción de mano de obra asalariada utilizada es desde luego el índice más indiscutible y directo del desarrollo del capitalismo. Y este índice nos muestra que el “granero” de Norteamérica, la región de las famosas “fábricas de trigo”, que tanta impresión causan, es menos capitalista que la región industrial y de agricultura intensiva, donde el progreso agrícola se expresa, no en el aumento de la superficie cultivada, sino en el aumento de las inversiones de capital en la tierra, que marcha parejo con la reducción de esa superficie.
Es del todo posible concebir que, con el empleo de máquinas, el cultivo de las “tierras negras”, o de tierras vírgenes en general, puede avanzar mucho más rápidamente, pese al escaso incrementó del empleo de mano de obra asalariada. En los Estados Centrales del noroeste los gastos en mano de obra asalariada por acre cultivado llegaban a 0,56 dólar en 1899 y a 0,83 dólar en 1909. El aumento sólo era de un 48%. En Nueva Inglaterra -donde el área cultivada no aumenta, sino que disminuye, y donde la dimensión media de las farms no aumenta, sino que disminuye-, los gastos en mano de obra asalariada no sólo eran mucho más elevados, tanto en 1899 (2,55 dólares por acre) como en 1909 (4,76 dólares), sino que, además, durante ese período han aumentado enormemente (+86%).
En Nueva Inglaterra, las farms tienen un cuarto de la superficie, por término medio, de las farms de los Estados Centrales del noroeste (38,4 acres contra 148,0), mientras que el promedio de los gastos en mano de obra asalariada son más elevados: 277 dólares contra 240. Por consiguiente, la reducción de dimensiones de la farm significa en tales casos un aumento del monto del capital invertido en la agricultura, un reforzamiento del carácter capitalista de ésta, el desarrollo del capitalismo y de la producción capitalista.
Mientras que los Estados Centrales del noroeste, que abarcan el 34,3% del total de superficie cultivada en Estados Unidos, son particularmente característicos como prototipo de región de agricultura capitalista “extensiva”, los Estados montañosos ofrecen un ejemplo de explotación extensiva análoga en condiciones de la más rápida colonización. Aquí se emplea menos mano de obra asalariada en cuanto al porcentaje de farms que contratan obreros, pero el promedio de gastos en mano de obra es mucho mayor que en la región Centro noroeste. Pero el incremento del trabajo asalariado es el más lento (sólo +22%) de todas las regiones de Estados Unidos. Quizás este tipo de evolución se ha debido a las siguientes circunstancias. En esta región la colonización y la distribución de homesteads se realizan aceleradamente. La cantidad de tierra cultivada aumentó más que en cualquier otra región: un 89% de 1900 a 1910. Los colonos poseedores de homesteads, naturalmente, recurren poco -al menos en un comienzo- al empleo de mano de obra asalariada. Por otra parte, los que emplean aquí trabajo asalariado en gran escala son, en primer lugar, algunos latifundios, muy abundantes en esta región, como en todo el Oeste; en segundo lugar, las explotaciones agrícolas con cultivos especiales y altamente capitalistas. Por ejemplo, en ciertos Estados de esta región, un porcentaje muy elevado del valor global de la cosecha lo constituyen las frutas (6% en Arizona, 10% en Colorado), las legumbres (11,9% en Colorado, 11,2% en Nevada), etc.
En conclusión, debemos decir lo siguiente: la afirmación del señor Guímmer, según la cual “ya no hay regiones donde el proceso de colonización no tenga lugar, y donde la gran agricultura capitalista no esté decayendo y no vaya siendo sustituida por la agricultura basada en el trabajo familiar”, es una burla de la verdad y absolutamente contraria a los hechos reales. La región de Nueva Inglaterra, donde no hay ningún tipo de colonización, donde las farms son más pequeñas y la agricultura más intensiva que en cualquier otra parte, nos muestra el más alto grado de capitalismo en la agricultura y la mayor rapidez en el desarrollo del capitalismo. Esta conclusión es la más esencial y fundamental para comprender el proceso de desarrollo del capitalismo en la agricultura en general, pues la intensificación de la agricultura y, paralelamente, la disminución del promedio de superficie por farm, no es un hecho accidental, local o episódico, sino un fenómeno común a todos los países civilizados. La infinidad de errores que cometen todos los economistas burgueses sin excepción con respecto a los datos sobre la evolución de la agricultura, por «jemplo, en Gran Bretaña, Dinamarca, Alemania, se explica porque este fenómeno general no es suficientemente conocido, comprendido, asimilado y meditado.
Hemos examinado las principales formas del proceso de desarrollo del capitalismo en la agricultura y comprobado la extraordinaria diversidad de las mismas. Sus formas más importantes son: la división de los latifundios esclavistas en el Sur, el crecimiento de la explotación extensiva en gran escala en la zona extensiva del Norte; enorme rapidez de desarrollo del capitalismo en la zona intensiva del Norte, donde el término medio de las farms son las más pequeñas. Los hechos muestran de modo irrefutable que el desarrollo del capitalismo se traduce algunas veces en el aumento de las dimensiones de las farms, y otras en el aumento del número de éstas. En tales condiciones, los datos generales, sobre las dimensiones promedio de las farms en todo el país no significan nada.
¿Cuál es, pues, el resultado general de las diversas peculiaridades locales y agrícolas? Los datos sobre mano de obra asalariada nos lo han mostrado. El creciente empleo de trabajo asalariado es un proceso general que supera todas estas peculiaridades. Pero en la gran mayoría de los países civilizados, la estadística agrícola se subordina, intencionadamente o no, a las concepciones y prejuicios burgueses dominantes, y no proporciona ninguna información sistemática acerca del trabajo asalariado, o lo hace sólo en los últimos tiempos (censo agrícola alemán de 1907), de modo que resulta imposible hacer una comparación con el pasado. La estadística norteamericana, como lo mostraremos oportunamente en forma más detallada, ha empeorado mucho entre 1900 y 1910 en lo que se refiere a compilación y elaboración de datos sobre el trabajo asalariado.
El procedimiento más habitual y más difundido en Norteamérica y en la mayoría de los países para resumir los datos sigue siendo comparar las pequeñas explotaciones con las grandes explotaciones, basándose en la superficie de que disponen. Nos dedicaremos, pues, a analizar esos datos.
Al hacer la división de las farms por grupos, basándose en la cantidad de tierra, la estadística norteamericana considera la superficie total y no sólo la cantidad de tierra cultivada, lo que sería naturalmente, más correcto, y que es como procede la estadística alemana. No se han indicado las razones por las cuales en Estados Unidos se dividieron en siete grupos (hasta 20 acres, 20 a 49, 50 a 99, 100 a 174, 175 a 499, 500 a 999, y 1.000 acres y más) las cifras del censo de 1910. Es de suponer que se debe principalmente a la rutina estadística. Denominaré mediano al grupo de 100 a 174 acres, dado que se trata, en esencia, de homesteads (la norma oficial es = 160 acres) y que en la mayoría de los casos son precisamente las propiedades de esas dimensiones las que aseguran una mayor “independencia” al agricultor y requieren una utilización mínima de mano de obra asalariada. A los grupos que exceden esa extensión los denominaré grandes o capitalistas, dado que por regla general no pueden prescindir de trabajo asalariado. A las farms que poseen superficies de 1.000 acres y más (de las que 3/5 en el Norte, 9/10 en el Sur y 2/3 en el Oeste es tierra no cultivada), las consideraré latifundios. Y llamaré pequeñas a las farms con menos de 100 acres; hasta qué punto tienen independencia económica lo muestra el hecho de que en tres grupos, de abajo a arriba, 51%, 43% y 23% de las farms, respectivamente, están registradas como carentes de caballos. Se entiende que tal característica no debe ser interpretada en un sentido absoluto ni extendida, sin previo análisis, a todas las regiones en general o en particular a aquellas que se distinguen por peculiaridades locales.
Nos resulta imposible dar aquí los datos para los siete grupos en las regiones principales de Estados Unidos, porque eso recargaría nuestra exposición con enorme cantidad de cifras. Así, pues, nos limitaremos a algunas breves indicaciones sobre las diferencias esenciales entre el Norte, el Sur y el Oeste, y daremos la cifras completas sólo en lo referente a Estados Unidos en su conjunto. Recordamos que en el Norte se hallan las 3/5 partes del total de tierras cultivadas (60,6%), en el Sur menos de una tercera parte (31,5%) y en el Oeste menos de 1/12 parte (7,9%).
La diferencia más notable entre las tres regiones principales es que en el Norte capitalista es donde existen menos latifundios, pero también. donde va aumentando el número de los mismos, la cantidad de tierra que ocupan y la de superficie cultivada. En 1910 había en el Norte un 0,5% de farms con mil acres y más; poseían el 6,9% del total de tierras y el 4,1% de las tierras cultivadas. En el Sur había un 0,7% de esas farms, y tenían el 23,9% del total de tierras y 4,8% de las tierras cultivadas. En el Oeste, tales farms constituían el 3,9%, y poseían el 48,3% del total de tierra y el 32,3% de tierra cultivada. Se trata de un cuadro ya familiar: latifundios esclavistas en el Sur y aun más vastos latifundios en el Oeste, que en parte son la base para la ganadería más extensiva, y en parte zonas de reserva de las tierras ocupadas por los “colonos” y revendidas o (más raramente) entregadas en arriendo a auténticos agricultores, cultivadores del “Lejano Oeste”.
El ejemplo de Norteamérica nos muestra cuan imprudente sería confundir los latifundios con la agricultura capitalista en gran escala, y con cuánta frecuencia el latifundio es una supervivencia de las relaciones precapitalistas: esclavistas, feudales o patriarcales. Tanto en el Sur como en el Oeste se produce el parcelamiento, la disgregación del latifundio. En el Norte, la cantidad total de tierra de las farms aumentó en 30,7 millones de acres, de los cuales sólo 2,3 millones de acres corresponden a los latifundios, mientras que las grandes farms capitalistas (de 175 a 999 acres) tienen 32,2 millones de acres. En el Sur la superficie total de tierra de las farms disminuyó en 7,5 millones de acres. En los latifundios disminuyó en 31,8 millones; en las pequeñas farms el aumento es de 13 millones; en las medianas, de 5 millones de acres. En el Oeste la cantidad total de tierra en las farms aumentó en 17 millones; los latifundios registran una disminución de 1,2 millones de acres; las pequeñas farms, un aumento de 2 millones; las medianas, de 5 millones y las grandes, de 11 millones de acres.
La cantidad de tierra cultivada en los latifundios aumentó en las tres regiones: considerablemente en el Norte (+3,7 millones de acres = +47,0%), bastante menos en el Sur (+0,3 millones = + 5,5%), en forma algo más acentuada en el Oeste (+2,8 millones = 29,6%). Pero en el Norte el aumento máximo en la cantidad de tierra cultivada corresponde a las grandes farms (de 175 a 999 acres); en el Sur a las pequeñas y medianas; en el Oeste a las grandes y medianas. Y así tenemos que, en el Norte, las grandes farms son las que aumentan su porcentaje de tierra cultivada; en el Sur y el Oeste las pequeñas y en parte las medianas. Este cuadro coincide totalmente con nuestro conocimiento de las diferencias entre las condiciones propias de esas regiones. En el Sur la pequeña agricultura mercantil se desarrolla a expensas de los latifundios esclavistas en vías de desintegración; en el Oeste el proceso es similar pero con una división menos pronunciada de los latifundios más grandes, no explotados con el sistema esclavista, sino dedicados a la ganadería extensiva y explotados en tierras “ocupadas”. Además, en lo que respecta a los Estados occidentales del Pacífico, las estadísticas norteamericanas señalan lo siguiente:
“El pujante desarrollo de las pequeñas farms frutícolas y otras, en el litoral del océano Pacífico, es resultado, al menos en parte, de las obras de irrigación realizadas en los últimos años. Esto determinó un aumento de las pequeñas farms con menos de 50 acres en los Estados del océano Pacífico” (pág. 264, t. V).
En el Norte no existen latifundios esclavistas ni “primitivos”, no hay desintegración de los mismos, ni fortalecimiento de las pequeñas farms a expensas de las grandes.
Para Estados Unidos en su conjunto el proceso adquiere el aspecto siguiente:
Así, pues, la cantidad de latifundios, en proporción al total de farms, permaneció constante. Los cambios en la correlación entre los grupos restantes se caracterizan por la reducción del número de farms medianas y el fortalecimiento de las farms de los extremos. El grupo mediano (de 100 a 174 acres) y el grupo inferior contiguo son desplazados a segundo plano. Las de farms más pequeñas y las farms pequeñas muestran el mayor crecimiento y las siguen las farms capitalistas en gran escala (de 175 a 999 acres).
Veamos ahora la superficie total de tierra:
Este cuadro nos muestra, ante todo, una considerable disminución de la parte de superficie correspondiente a los latifundios. Recordemos que, en cuanto a la disminución absoluta, ésta se limita al Sur y al Oeste, donde el porcentaje de tierra no cultivada en los latifundios alcanzaba en 1910 al 91,5 y al 77,1% respectivamente. Luego se observa una disminución insignificante de la superficie total de tierra en uno de los primeros grupos de los pequeños (-0,1% en el de 50 a 99 acres). El aumento mayor corresponde a los grandes grupos capitalistas, que poseen de 175 a 499 y de 500 a 999 acres. El aumento del total de tierra en los grupos más pequeños es relativamente escaso. En el grupo mediano (de 100 a 174 acres) llega casi al estancamiento (+0,4%).
Veamos ahora los datos sobre la cantidad de tierra cultivada:
No es la superficie total, sino sólo la cantidad de tierra cultivada lo que indica, con cierta aproximación y con algunas excepciones a las que ya nos hemos referido y volveremos a referirnos más adelante, la magnitud de la hacienda. Aquí también vemos que mientras la parte del área total correspondiente a los latifundios disminuyó sensiblemente, su parte de tierra cultivada aumentó. En general, crecieron todos los grupos capitalistas, y sobre todo el grupo de 500 a 999 acres. El que más disminuyó fue el grupo mediano (-1,7%), seguido por todos los grupos pequeños, excepto el más pequeño, de hasta 20 acres, que experimentó un aumento ínfimo (+0,1%).
Digamos, adelantándonos en nuestra exposición, que la categoría de las farms más pequeñas (de hasta 20 acres) comprende también las de hasta 3 acres; pero las estadísticas norteamericanas únicamente registran aquellas cuya producción no es inferior a los 250 dólares anuales. Por eso, estas pequeñísimas farms (de hasta 3 acres) se distinguen por un volumen de producción más elevado y un carácter capitalista más neto que el grupo vecino, que tiene una superficie de tierra mayor. He aquí, a modo de ilustración, los datos para el año 1900; lamentablemente, no se poseen los datos para 1910:
Término medio por farm:
Hasta las farms de 3 a 10 acres, para no hablar de las farms con menos de 3 acres, resultan en cierto sentido más “grandes” (gastos en mano de obra asalariada, valor de los aperos de labranza y máquinas) que las de 10 a 20 acres[6]. Es por eso que tenemos sobrados motivos para atribuir el aumento en la proporción del total de tierras cultivadas correspondiente a farms de hasta 20 acres, a un incremento de tierra cultivada de las farms de marcado tipo capitalista pertenecientes al grupo de dimensiones más pequeñas.
En general, los datos de Estados Unidos en conjunto sobre la distribución de la tierra cultivada entre las pequeñas y grandes farms en 1900 y 1910, permiten llegar a una conclusión muy clara y categórica: el fortalecimiento de las grandes farms y el debilitamiento de las medianas y pequeñas. Por consiguiente, en la medida en que es posible juzgar sobre el carácter capitalista o no capitalista de la agricultura a partir de datos relativos a grupos de haciendas clasificadas según la superficie de que disponen, Estados Unidos nos ofrece en la última década un cuadro general de crecimiento de las grandes explotaciones capitalistas y de desplazamiento de las explotaciones pequeñas.
Los datos sobre el aumento del número de farms y de la cantidad de tierra cultivada en cada grupo, harán aun más terminante dicha conclusión.
El porcentaje máximo de aumento de la tierra cultivada corresponde a los dos primeros grupos de los superiores. El porcentaje mínimo corresponde al grupo mediano y al pequeño más próximo a éste (de 50 a 99 acres). En los dos grupos más pequeños el porcentaje de aumento de tierra cultivada es menor al del número de farms.
A diferencia de la estadística europea, la estadística norteamericana determina el valor de los diversos elementos de la explotación: la tierra, los edificios, los aperos de labranza, el ganado y la empresa en su conjunto por farm y por grupo de farms. Probablemente estos datos son menos precisos que los relativos a la cantidad de tierra, pero en su conjunto no son menos fidedignos y además dan cierta idea de la situación general del capitalismo en la agricultura.
Para completar la exposición precedente tomamos los datos sobre el valor global de las farms, incluidos todos los bienes agrícolas, como también los datos sobre el valor de los aperos de labranza y máquinas. Entre los diversos elementos que integran una explotación, elegimos los aperos de labranza y máquinas, porque son un índice directo para determinar si la explotación agrícola está en funcionamiento y si se realiza de manera más o menos intensiva, y en qué medida se emplean los mejoramientos técnicos. He aquí los datos correspondientes a todo Estados Unidos:
Las cifras absolutas nos muestran que el valor del total de bienes de las farms aumentó a más del doble de 1900 a 1910, pasando de 20.440 millones de dólares a 40.991 millones, es decir, hubo un aumento del 100,5%. El aumento de precio de los productos del agro y la elevación de la renta permitieron a los propietarios de tierras embolsar millones y miles de millones de dólares a expensas de la clase obrera. ¿En qué proporción han salido ganando en esta situación las explotaciones grandes y las pequeñas? Las cifras mencionadas dan la respuesta. Muestran la declinación de los latifundios (recordemos que la cantidad total de tierras en éstos descendió del 23,6 al 19,0%, o sea, en un 4,6%); luego, el desplazamiento de las explotaciones pequeñas y medianas por las grandes, por las de tipo capitalista (175 a 999 acres). Si agrupamos todas las explotaciones pequeñas y medianas, tendremos que su proporción en la suma total de bienes disminuyó del 56,4 al 52,7%. Y si tomamos juntos las explotaciones grandes y los latifundios, veremos que su proporción aumentó de 43,7 a 47,3%. Completamente análogas son las modificaciones en la relación entre las explotaciones pequeñas y las grandes en cuanto a la distribución del valor global de los aperos de labranza y máquinas.
Por lo que respecta a los latifundios, estos datos confirman igualmente el fenómeno que hemos señalado ya más arriba. Su declinación se limita a dos regiones: Sur y Oeste. Se trata de la declinación, por un lado, de los latifundios esclavistas y, por otro, de los constituidos por tierras primitivamente “ocupadas” y de los primitivamente extensivos. En el Norte, con una densa población y una industria desarrollada, observamos un crecimiento de los latifundios: tanto del número de farms de ese tipo como de la cantidad total de tierra que poseen, de la superficie cultivada, de la proporción correspondiente en el valor total de los bienes (el 2,5% en 1900; el 2,8% en 1910) y de su proporción en el valor global de los aperos de labranza y máquinas.
Al mismo tiempo, observamos que el papel de los latifundios crece, no sólo en el Norte en general, sino también, en particular, en Zas dos regiones del Norte con cultivo intensivo, donde no existe en absoluto colonización, o sea, Nueva Inglaterra y los Estados del Atlántico medio. Tenemos que detenernos más minuciosamente en el análisis de estas regiones, porque, por un lado, inducen en error al señor Guímmer y a muchos otros estadísticos, dadas las dimensiones particularmente pequeñas de la superficie de sus farms y la disminución de esas dimensiones y, por otro, porque son precisamente estas regiones de cultivo más intensivo las más típicas para los viejos países civilizados de Europa que desde hace mucho tiempo están densamente poblados.
En esas dos regiones se observa, entre 1900 y 1910, una disminución, tanto del número total de farms como de la superficie total y la cantidad de tierra cultivada en ellas. En Nueva Inglaterra aumentó sólo el número de las farms muy pequeñas, las de hasta 20 acres, en un 22,4% (tienen un 15,5% de tierra cultivada) y el número de los latifundios aumentó en 16,3, elevándose a 26,8% el aumento de sus tierras cultivadas. En los Estados del Atlántico medio han aumentado las farms más pequeñas (+ 7,7% en el número de farms y + 2,5% en la cantidad de tierra cultivada), luego las farms de 175 a 499 acres en el número de farms (+1,0 %) y las de 500 a 999 acres en la cantidad de tierra cultivada (+3,8%). En las dos regiones ha aumentado tanto la proporción de las farms más pequeñas como la de los latifundios en el valor global de los bienes de las farms y también la proporción de los aperos de labranza y máquinas. He aquí datos más ilustrativos y más completos sobre esas dos regiones:
Resulta claro que en ambas regiones los que más se han fortalecido, los que han obtenido más ventajas en el plano económico y más han avanzado desde el punto de vista técnico, son precisamente los latifundios. Las explotaciones capitalistas más grandes desplazan aquí a las restantes, más pequeñas. Se observa un incremento mínimo del valor global de los bienes, como también de los aperos de labranza y máquinas en el grupo mediano o bien en los pequeños, pero no en el más pequeño. Quiere decir, entonces, que son las explotaciones medianas y pequeñas las que quedan más rezagadas.
En cuanto a las farms más pequeñas (las de hasta 20 acres), en las dos regiones su progreso ha sobrepasado el término medio, y ocupan el primer lugar después de los latifundios. Ya conocemos la causa de este fenómeno: en ambas regiones intensivas, del 31 al 33% del valor de la cosecha proviene de los cultivos altamente capitalistas (las legumbres, luego las frutas, flores, etc.), que se caracterizan por un volumen extraordinariamente elevado de producción en una superficie muy reducida por explotación. En estas regiones los cereales sólo representan del 8 al 30% del valor de la cosecha, en tanto que el heno y las plantas forrajeras representan del 31 al 42%; se desarrolla la explotación lechera, que también se caracteriza porque la dimensión de las farms es inferior al término medio y porque el valor de sus productos y la inversión de capital en mano de obra asalariada son superiores al promedio.
En las regiones más intensivas, la disminución de la cantidad promedio de tierra cultivada en las farms es el resultado de la suma de los latifundios y las farms muy pequeñas, cuyo número aumenta con más rapidez que el de las medianas y que el de los propios latifundios. Pero hay un doble crecimiento del capitalismo: aumenta las dimensiones de las haciendas explotadas con métodos técnicos antiguos y crea nuevas empresas dedicadas a cultivos comerciales especiales, en áreas muy pequeñas y minúsculas, con un volumen muy grande de producción y empleo de trabajo asalariado.
El resultado es un fortalecimiento de los latifundios y las explotaciones mas grandes, un desplazamiento de las medianas y pequeñas y un desarrollo de las muy pequeñas explotaciones altamente capitalistas.
Veamos ahora cómo puede expresarse en términos estadísticos el resultado general de ese fenómeno contradictorio, en apariencia, del capitalismo en la agricultura.
El agrupamiento de las explotaciones agrícolas según el área que ocupan o cultivan es el único empleado por la estadística norteamericana de 1910, y también por la de la gran mayoría de los países europeos. En general es indiscutible que además de las consideraciones de orden fiscal y burocrático-administrativo, existen ciertas consideraciones científicas que abonan la necesidad y el acierto de tal agrupamiento. Pero resulta evidente que esto solo no basta, pues no tiene en cuenta para nada la intensificación de la agricultura, la creciente inversión de capital por unidad de superficie en forma de ganado, máquinas, semillas seleccionadas, métodos más avanzados de cultivo, etc. Ahora bien, en todas partes, con excepción de muy pocas regiones y países donde la agricultura es primitiva y puramente extensiva, este proceso es el más característico para los países capitalistas. Por eso, en la gran mayoría de los casos, el agrupamiento de las explotaciones según su extensión da una noción demasiado simplista y aproximativa del desarrollo de la agricultura en general y del capitalismo en la agricultura en particular.
Cuando en los trabajos de los economistas y estadísticos que expresan las concepciones burguesas más difundidas leemos largas disquisiciones sobre la diferencia entre las condiciones existentes en la agricultura y en la industria, sobre las peculiaridades de la primera, etc., etc., siempre se sienten deseos de advertirles: ¡señores!, ¡pero si ustedes son los primeros en apoyar y difundir las concepciones simplistas y aproximativas en lo que respecta a la evolución en la agricultura! Recuerden El capital de Marx. En él encontrarán referencias a la extraordinaria variedad de formas de propiedad de la tierra -la propiedad feudal, la de clan, la comunal (agregaremos: la constituida por tierras primitivamente ocupadas), la fiscal, etc.-, que el capital encuentra cuando hace su aparición en el escenario histórico. El capital subordina y trasforma a su manera esas diversas formas de propiedad de la tierra; pero justamente para comprender, valorar y expresar mediante una estadística este proceso, es preciso saber modificar el planteo de la cuestión y los métodos de análisis en función de las distintas formas de dicho proceso[7]. El capitalismo subordina a su dominación tanto la propiedad del nadiel en Rusia como la adquirida a título de ocupación o la regulada por una distribución libre y gratuita de la tierra por un Estado democrático o un Estado donde rige el derecho de servidumbre, ya sea en Siberia o en el “Lejano Oeste” norteamericano, tanto la propiedad esclavista en el Sur de Estados Unidos como la propiedad semifeudal en las provincias “auténticamente rusas”. El proceso de desarrollo y triunfo del capitalismo es, en todos los casos, de la misma naturaleza, pero no adopta las mismas formas. Para comprender y analizar este proceso no es posible limitarse a la repetición mecánica de frases pequeñoburguesas acerca de la agricultura “basada en el trabajo familiar” o a los procedimientos rutinarios de confrontar únicamente las extensiones de tierra.
Ustedes encontrarán también que Marx analiza el origen de la renta del suelo de tipo capitalista y sus relaciones con las formas de renta que la precedieron en la historia, como por ejemplo la renta en especie, la renta de pago en trabajo (prestación personal y sus supervivencias), la renta en dinero (tributos, etc.). Ahora bien, ¿cuál de los economistas o estadísticos burgueses, pequeño-burgueses o populistas ha pensado con alguna seriedad en utilizar como guía esos principios teóricos de Marx para estudiar el nacimiento del capitalismo a partir de la economía esclavista en el Sur de Norteamérica o a partir de la economía basada en la prestación personal en el centro de Rusia?
Finalmente, encontrarán en Marx, a lo largo de todo el análisis de la renta del suelo, referencias sistemáticas a las variadas condiciones de la agricultura engendradas no sólo por las diferencias en la calidad y ubicación de los terrenos, sino también por las diferencias en el monto de capital invertido en la tierra. ¿Y qué significa esta inversión? Significa modificaciones técnicas en la agricultura, su intensificación, paso a sistemas superiores de cultivo, uso creciente de abonos artificiales, difusión y mejoramiento de los aperos de labranza y máquinas, aumento del empleo de mano de obra asalariada, etc. Si sólo se tiene en cuenta la cantidad de tierra no es posible expresar todos estos complejos y diversos procesos; y sin embargo, es la suma de éstos lo que forma el proceso general de desarrollo del capitalismo en la agricultura.
Los estadísticos rusos de los zemstvos, particularmente aquellos de los “buenos viejos” tiempos prerrevolucionarios, se ganaron un merecido respeto por no haberse limitado a abordar el objeto de su estudio en forma rutinaria, sólo desde un punto de vista meramente fiscal o burocrático-administrativo, sino con cierto interés científico. Quizás hayan sido los primeros estadísticos que advirtieron la insuficiencia del método de agrupar las explotaciones sólo por cantidad de tierra y la necesidad de introducir otros métodos de agrupamiento: por superficie sembrada, por cantidad de animales de labor, por empleo de mano de obra asalariada, etc. Lamentablemente, la dispersión y la falta de sistematización de los trabajos estadísticos de nuestros zemstvos -que siempre fueron, por así decirlo, un oasis en el desierto del oscurantismo feudal, la rutina burocrática y las estupideces oficinescas de toda clase-, no permitieron que se lograran resultados sólidos, ni para la ciencia económica rusa, ni para la europea.
Debemos señalar que el agrupamiento de los materiales recogidos por los actuales censos agrícolas dista mucho de ser una cuestión tan estrechamente técnica y especializada como podría parecer a primera vista. Esos materiales contienen una información extraordinariamente rica y completa sobre cada explotación por separado. Pero la manera inhábil, irreflexiva y rutinaria de resumirlos y agruparlos hace que este riquísimo caudal de materiales se disipe, se desperdicie, pierda valor y llegue muchas veces á ser totalmente inservible para estudiar las leyes de la evolución de la agricultura. Sobre la base del material recogido, se puede decir en cada caso, y sin temor a equivocarse, si una explotación agrícola es capitalista y hasta qué punto; si es intensiva y en qué medida, etc. Pero con el resumen de los datos sobre millones de explotaciones, desaparecen las diferencias, características o indicios más importantes, los que habría que saber destacar, determinar y considerar, y el economista se encuentra con que sólo dispone de columnas de cifras rutinarias, carentes de sentido, que, en lugar de una interpretación estadística racional del material, no es más que un “juego de guarismos” estadístico.
El censo estadounidense de 1910 que ahora nos ocupa es el ejemplo más elocuente de cómo un material magnífico, por lo rico y completo, pierde valor y es estropeado por la rutina y la ignorancia científica de quienes lo elaboraron. En comparación con el censo del año 1900, está infinitamente peor elaborado, y aun el tradicional agrupamiento de las explotaciones por superficie no fue totalmente aplicado, de modo que nos vemos sin la posibilidad de comparar las explotaciones de diferentes grupos, por ejemplo, en lo que respecta al empleo de mano de obra asalariada, diferencia de sistemas de cultivo, utilización de abonos, etc.
Ello nos obliga a recurrir al censo del año 1900. Este constituye -por lo que sabemos- un ejemplo único en el mundo, de aplicación, no de uno, sino de tres procedimientos distintos de agrupamiento o “clasificación” (como dicen los norteamericanos) del riquísimo material recogido en un país, en una época dada, según un programa único y que abarca más de cinco millones y medio de explotaciones.
Cierto es que tampoco aquí ninguna clasificación da todas las características esenciales del tipo y dimensiones de la explotación. No obstante, el cuadro de la agricultura capitalista y de la evolución capitalista de la agricultura resulta, como esperamos poder demostrarlo, infinitamente más completo y refleja con más exactitud la realidad, que cuando se aplica el procedimiento habitual de agrupamientos, que es unilateral e insuficiente. Los errores y prejuicios más profundos de la economía política burguesa, pequeñoburguesa y populista se revelan y desenmascaran en cuanto surge la posibilidad de estudiar más a fondo los hechos y tendencias que pueden ser plenamente calificados de comunes a todos los países capitalistas del mundo.
Dado que los datos a que nos referimos son de tanta importancia, tendremos que analizarlos de modo particularmente minucioso y recurrir con más frecuencia que antes a los cuadros. Porque comprendemos hasta qué punto los cuadros recargan el texto y dificultan su lectura, nos hemos esforzado en nuestra exposición por reducirlos al mínimo indispensable. Confiamos en que el lector sabrá perdonar si ahora nos vemos obligados a elevar un poco ese mínimo, ya que del análisis de estos problemas depende no sólo la conclusión general sobre la cuestión principal -orientación, tipo, carácter, ley de evolución de la agricultura moderna-, sino también la apreciación general de los datos de la estadística agrícola moderna, tan a menudo citados y tan a menudo deformados.
El primer agrupamiento -”según la cantidad de tierra”- da el siguiente cuadro de la agricultura norteamericana para el año 1900:
Puede asegurarse que las estadísticas de cualquier país capitalista ofrecerán un cuadro muy similar. La diferencia podrá consistir sólo en detalles sin importancia. Los últimos censos realizados en Alemania, Austria, Hungría, Suiza y Dinamarca confirman lo antedicho. A medida que aumenta la superficie total de las farms, hay de un grupo a otro un aumento del promedio de tierra cultivada, del valor medio de lo producido, del valor de los aperos de labranza y máquinas, del valor del ganado (hemos omitido estas cifras) y del monto de los gastos en mano de obra asalariada. (Ya nos hemos referido al significado de la pequeña excepción que constituyen las farms de hasta 3 acres, y en parte las de 3 a 10 acres.)
Pareciera que no puede ser de otro modo. El aumento de los gastos en .mano de obra asalariada parece confirmar más allá de toda duda que la división de las explotaciones en pequeñas y grandes, por cantidad de tierra, corresponde plenamente a su división en empresas no capitalistas y capitalistas. El noventa por ciento de los argumentos habituales sobre la “pequeña” agricultura se basan en esa identificación y en datos de ese tipo.
Salvo ínfimas excepciones, observamos una disminución regular, de los grupos inferiores a los superiores, en los índices que caracterizan las explotaciones intensivas.
Aparentemente se llega a la conclusión irrefutable de que la “pequeña” producción en la agricultura es más intensiva que la grande, que con la disminución del “volumen” de la producción se acrecientan la intensidad y productividad de la agricultura y que, “por consiguiente”, la producción capitalista en la agricultura sólo se mantiene por el carácter extensivo, primitivo de la economía, etc., etc.
Dado que, si se procede al agrupamiento de las explotaciones en función de su superficie (y esta no es sólo una manera habitual de agruparlas, sino casi la única en uso), cualquier país capitalista puede ofrecer un cuadro análogo y presentar la misma disminución de los índices de intensidad de la agricultura, al pasar de los grupos inferiores a los superiores, encontramos constantemente y a cada paso estas conclusiones en toda la literatura burguesa y pequeñoburguesa (oportunista- “marxista” y populista). Recuérdese, por ejemplo, el famoso trabajo del famoso Eduard David, ese compendio de prejuicios y falsedades burguesas encubiertas con frases “seudosocialistas” que se titula El socialismo y la agricultura. En él se demuestra, precisamente con datos semejantes, la “superioridad”, la “viabilidad”, etc., de la “pequeña” producción.
Hay un factor que induce particularmente a extraer esas conclusiones: por lo general existen datos análogos a los mencionados en relación con la cantidad de ganado, pero en cuanto al trabajo asalariado -sobre todo en una forma tan sintetizada como es la suma de gastos en mano de obra asalariada- no son recogidos casi en ninguna parte. Sin embargo, los datos sobre el trabajo asalariado son los que revelan la falsedad de todas esas conclusiones. En efecto; si, por ejemplo, el aumento del valor del ganado (o, lo que es igual, el de la cantidad total de ganado) por unidad de superficie a medida que disminuyen las dimensiones de la explotación, atestigua la “superioridad” de la “pequeña” agricultura, ¡¡esa “superioridad” aparece ligada al aumento de gastos en mano de obra asalariada a medida que disminuyen las dimensiones de la explotación!! Ahora bien, ¡el aumento de gastos en mano de obra asalariada -nótese que se trata siempre de valores por unidad de superficie; por acre, por hectárea, por desiatiná- es el índice del incremento del carácter capitalista de la explotación! Y el carácter capitalista de la explotación está en contradicción con la noción habitual y más difundida de “pequeña” producción, dado que se entiende por pequeña producción, dado que se entiende por pequeña producción la que no se basa en el trabajo asalariado.
Nos hallamos, al parecer, ante una maraña de contradicciones. Los datos generales sobre las explotaciones agrupadas según la cantidad de tierra muestran que las “pequeñas” explotaciones no son capitalistas, pero sí lo son las grandes. ¡Y esos mismos datos muestran que cuanto más “pequeña” es la empresa, más intensiva es la explotación y mayor el monto de gastos en mano de obra asalariada por unidad de superficie!
Para aclarar las cosas, veamos otro tipo de agrupamiento.
Como lo hemos señalado, las estadísticas norteamericanas toman, en este caso, el valor global de los productos de una explotación, después de deducir los que sirven de alimento para el ganado. Tomados por separado, estos datos, que tal vez sólo existen en las estadísticas norteamericanas, son, desde luego, menos precisos que los relativos a la cantidad de tierra o de ganado, etc. Pero considerados en su conjunto, para varios millones de explotaciones, aplicados en particular para definir las relaciones existentes entre los distintos grupos de explotaciones en todo el país, estos datos, fuera de toda duda, no pueden ser considerados menos útiles que los demás. En todo caso, nos muestran mucho más directamente que otros el volumen de la producción y en especial de la producción mercantil, es decir, el monto total de los productos destinados a la venta. Y todas las discusiones sobre la evolución de la agricultura y sus leyes se centran, precisamente, en la pequeña y la gran producción.
Es más. Se trata siempre, en tales casos, de la evolución de de la agricultura en el régimen capitalista, o vinculada con el capitalismo, o que se encuentra bajo su influencia, etc. Para apreciar esta influencia es preciso esforzarse ante todo por trazar una línea divisoria entre la economía natural y la economía mercantil en la agricultura. Todos saben que la economía natural, es decir, la producción destinada, no al mercado, sino al consumo de la propia familia de la farm, desempeña un papel relativamente importante en la agricultura y es desplazada con suma lentitud por la agricultura mercantil. Y si las tesis teóricas ya establecidas por la economía política se aplican con buen criterio, en lugar de hacerlo rígida y mecánicamente, entonces, por ejemplo, la ley del desplazamiento de la pequeña producción por la grande no puede ser aplicada más que a la agricultura mercantil. Difícilmente habrá alguien que pretenda discutir esta tesis desde el punto de vista teórico. Sin embargo, es raro que un economista o estadístico haga un esfuerzo especial para destacar, investigar y, en lo posible, tener en cuenta los índices que atestiguan la trasformación de la agricultura natural en agricultura mercantil. El agrupamiento de las explotaciones según el valor en dinero de los productos no destinados a alimentar al ganado contribuye a dar un gran paso hacia el cumplimiento de esta exigencia teórica fundamental.
Debemos señalar que cuando se habla del indiscutible desplazamiento de la pequeña producción por la grande en la industria, se toma siempre el agrupamiento de las empresas industriales según el valor de la producción o el número de trabajadores asalariados. En la industria, debido a sus peculiaridades técnicas, la cosa es mucho más simple. En la agricultura, donde las relaciones son incomparablemente más complejas y entrelazadas, resulta mucho más difícil determinar el volumen de la producción y el valor en dinero de los productos, como también las proporciones en que se emplea mano de obra asalariada. En este último caso debe considerarse la suma anual de trabajo asalariado y no el número de obreros en el momento de la realización del censo, pues la agricultura se distingue por el carácter particularmente “temporario” de su producción; luego, debe tenerse en cuenta no sólo a los trabajadores asalariados permanentes, sino también a los jornaleros, que desempeñan un papel muy importante en la agricultura. Pero difícil no es imposible. El empleo de métodos de investigación racionales, adaptados a las particularidades técnicas de la agricultura, entre ellos el agrupamiento por volumen de producción, por monto del valor en dinero de los productos, por frecuencia y proporción en la utilización del trabajo asalariado, deberá abrirse camino a través de una maraña de prejuicios burgueses y pequeñoburgueses y de las tendencias a embellecer la realidad burguesa. Y se puede afirmar con absoluta certeza que todo paso hacia el empleo de procedimientos racionales de investigación será un paso hacia la confirmación de la siguiente verdad: en la sociedad capitalista la pequeña producción es desplazada por la grande, no sólo en la industria, sino también en la agricultura.
Tomemos los datos de 1900 sobre los grupos de explotaciones en Norteamérica clasificados según el valor de su producto:
Entre las farms no rentables, cuyo índice de valor del producto es O (cero), figuran seguramente, en primer término, los homesteads recién ocupados, en los cuales sus propietarios aún no han tenido tiempo de edificar, adquirir ganado, sembrar o levantar una cosecha. En un país como Estados Unidos, donde la colonización está tan desarrollada, tiene mucha importancia saber desde cuándo un propietario está en posesión de su farm.
Si dejamos de lado las farms sin ingresos, obtendremos un cuadro análogo al que presentaba el agrupamiento, señalado más arriba, de esos mismos datos por superficie total de las farms. A medida que aumenta el valor de los productos de la farm, aumenta el promedio de tierra cultivada, el promedio de los gastos en mano de obra asalariada y el promedio del valor de los aperos de labranza y máquinas. En términos generales, las farms más rentables, teniendo en cuenta el ingreso bruto, es decir, el valor de todos los productos, son también las que poseen la mayor cantidad de tierra. En apariencia, este modo distinto de agrupar no nos revela nada nuevo.
Pero tomemos ahora los promedios (del valor del ganado y los aperos de labranza, de los y abonos), no por farm, sino por acre:
Constituyen una excepción, en ciertos aspectos, las farms no rentables, que en general ocupan una situación muy particular, y las altamente rentables, las cuales, por tres de los cuatro índices, que hemos tomado, son menos intensivas que el grupo vecino. En general comprobamos una elevación regular de la intensidad de la agricultura a medida que se acrecienta el valor de los productos de la farm.
Este cuadro es directamente opuesto al que vimos en el agrupamiento de las explotaciones por superficie.
A pesar de ser el mismo material, según el modo en que se lo agrupe lleva a conclusiones diametralmente opuestas.
Con el aumento de la magnitud de la explotación, la intensidad de la agricultura desminuye, si se juzga por la superficie, y aumenta si se juzga por el valor de la producción.
¿Cuál de estas dos conclusiones es, pues, la correcta?
Resulta claro que si la tierra no es cultivada, la superficie no da ninguna idea de la escala de la explotación agrícola (no olvidemos que en Norteamérica se toma como base del agrupamiento no sólo la tierra cultivada, sino toda la superficie, y que allí el porcentaje de tierra cultivada oscila entre el 19 y el 91% según los grupos de explotaciones, y entre el 27 y el 75% según la región); no da ninguna idea justa si entre las distintas explotaciones existen, en un número considerable de casos, diferencias esenciales en los métodos de laboreo, intensidad de la agricultura, sistemas de cultivo, cantidad de abonos, empleo de maquinaria, carácter de la ganadería, etc.
Evidentemente esto es lo que ocurre en todos los países capitalistas y aun en todos aquellos países cuya agricultura ha sido afectada por el capitalismo.
Vemos así una de las causas más profundas y generales de por qué las opiniones erróneas acerca de la “superioridad” de la pequeña agricultura están tan arraigadas, por qué los prejuicios burgueses y pequeñoburgueses de este típo demuestran ser compatibles con el gran progreso alcanzado en las últimas décadas por las estadísticas sociales en general y, en particular, por la estadística agrícola. Es claro que estos errores y prejuicios son apuntalados, además, por los intereses de la burguesía, que se esfuerza por atenuar la profundidad de las contradicciones de clase de la sociedad burguesa actual; y cuando están en juego los intereses, hasta las verdades más indudables son puestas en tela de juicio.
Pero aquí nos limitamos a examinar las fuentes teóricas de la errónea concepción sobre la “superioridad” de la pequeña agricultura. Y no cabe duda de que, entre esas fuentes, la más importante es la actitud no crítica y rutinaria ante los trillados métodos de comparar las explotaciones sólo sobre la base de la superficie total o de la cantidad de tierra cultivada.
Estados Unidos de Norteamérica constituye una excepción entre los demás países capitalistas, en el sentido de que cuenta con una enorme extensión de tierras no ocupadas, vacantes, que son distribuidas gratuitamente. Allí la agricultura puede aun desarrollarse, y en efecto se desarrolla, mediante la ocupación de las tierras libres, mediante la puesta en cultivo de nuevas tierras vírgenes; se desarrolla en la forma más primitiva y extensiva de los cultivos y la ganadería. Nada semejante existe en los viejos países civilizados de la Europa capitalista. En éstos, la agricultura se desarrolla principalmente con métodos intensivos, no aumentando la cantidad de tierra cultivada, sino mejorando la calidad del laboreo del suelo, aumentando el monto de capital invertido en la misma superficie. Y esta línea, la línea principal de desarrollo de la agricultura capitalista (que se convierte paulatinamente en principal también para Norteamérica), es la que pierden de vista quienes se limitan a comparar las explotaciones sólo sobre la base de su superficie.
La principal tendencia en la agricultura capitalista consiste, precisamente, en que la pequeña explotación, sin dejar de ser pequeña por la superficie, se trasforma en grande por la producción, el desarrollo de la ganadería, la cantidad de abono empleado, la escala en que se utiliza la maquinaria, etc.
Por eso, es absolutamente errónea la conclusión que resulta de comparar explotaciones diferentes agrupadas según la superficie, y que establece que, al aumentar la dimensión de una explotación, disminuye la intensidad de la agricultura. Al contrario, la única conclusión correcta es la que se obtiene al comparar diferentes explotaciones según el valor de sus productos: cuanto más grande es la empresa, mayor es la intensidad de la agricultura.
La cantidad de tierra es sólo un testimonio indirecto de la dimensión de la explotación y ese “testimonio” es tanto menos fidedigno cuanto más amplia y rápidamente se produce la intensificación de la agricultura. En cambio, el valor de los productos de una explotación testimonia acerca de su dimensión, no en forma indirecta, sino directa y, además, -en todos los casos. Cuando se habla de la pequeña agricultura siempre se piensa en la que no se basa en el trabajo asalariado. Pero el paso a la explotación de trabajadores asalariados está condicionado, no sólo por la ampliación de la superficie de la unidad y la conservación de su antigua base técnica (lo que sólo ocurre en una economía extensiva, primitiva), sino también por el mejoramiento y modernización de la técnica, por la inversión, en esa misma superficie, de capital adicional en forma, por ejemplo, de nuevas máquinas o abonos artificiales, o aumento y mejoramiento del ganado, etc.
La clasificación de las farms por el valor de sus productos reúne las explotaciones que realmente tienen un volumen idéntico de producción, con prescindencia de su superficie. Una explotación altamente intensiva en una pequeña parcela integra, en este caso, el mismo grupo que una explotación relativamente extensiva en una superficie grande; y ambas serán efectivamente grandes, tanto por el volumen de su producción como por el nivel de empleo del trabajo asalariado.
Al contrario, el agrupamiento por superficie clasifica en la misma categoría a las grandes y pequeñas explotaciones por el solo hecho de que tienen superficies similares; reúne explotaciones con un volumen de producción totalmente diferente, explotaciones en las que predomina el trabajo familiar con otras en las que predomina el trabajo asalariado. De donde resulta un cuadro radicalmente falso, que deforma por completo la situación real, pero que es muy grato a la burguesía, un cuadro que atenúa las contradicciones de clase en el capitalismo. De donde resulta un embellecimiento no menos falso, y no menos grato a la burguesía, de la situación de los pequeños agricultores, y una apología del capitalismo.
En efecto. La tendencia básica y principal del capitalismo consiste en el desplazamiento tanto en la industria como en la agricultura, de la pequeña producción por la grande. Pero este desplazamiento no debe ser entendido únicamente en el sentido de una expropiación inmediata. Puede adoptar también la forma de un largo proceso, que dura años y décadas, de ruina y deterioro de la situación económica de los pequeños agricultores. Ese deterioro se expresa también en trabajo excesivo o en una peor alimentación del pequeño agricultor, en su endeudamiento, en el empeoramiento de la alimentación del ganado y, en general de su cuidado, en el desmejoramiento de las condiciones de laboreo, fertilización y cultivo de la tierra.., etc., y en el estancamiento de la técnica, etc. Si el investigador científico no desea verse acusado de complacer voluntaria o involuntariamente a la burguesía tratando de embellecer la situación de los pequeños agricultores arruinados y sojuzgados, su tarea es, ante todo, definir con precisión los síntomas de esa ruina, que no son en absoluto simples o uniformes; su tarea siguiente es descubrir estos síntomas, analizarlos y, en lo posible, establecer hasta dónde se han difundido y cómo cambian con el tiempo. Este aspecto particularmente importante de la cuestión es al que menos atención dedican los economistas y estadísticos modernos.
Imagínese el lector que a 90 pequeños agricultores que carecen de capital para mejorar su explotación, que han quedado rezagados respecto de la época y en paulatina ruina, el estadístico agrega 10 agricultores que poseen suficiente capital y que, en parcelas tan pequeñas como aquéllas, organizan una empresa grande por el volumen de su producción y basada en trabajo asalariado. Esto dará, como promedio, un cuadro embellecido de la situación de ese centenar de pequeños agricultores.
Este cuadro embellecido, y que por lo demás, objetivamente favorece a la burguesía, es el que ofrece el censo norteamericano de 1910, sobre todo por haber dejado de lado el método, empleado en 1900, de comparar el agrupamiento por superficie con el agrupamiento por valor del producto. Así sólo nos enteramos por ejemplo, de que los gastos en fertilizantes aumentaron extraordinariamente, es decir, un 115%, o sea, más del doble, mientras que los gastos en trabajo asalariado aumentaron sólo un 82% y el valor total de la cosecha un 83%. El progreso es enorme. Es un progreso de la agricultura nacional. Y no faltará el economista que diga, si ya no lo ha dicho, que es un progreso de la pequeña agricultura “basada en el trabajo familiar”, puesto que, en general, los datos sobre las explotaciones agrupadas por cantidad de tierra muestran que la “pequeña” agricultura se halla muy por encima en cuanto al monto de gastos en abono por acre.
Pero ahora sabemos que tal conclusión sería falsa, pues el agrupamiento de las explotaciones por superficie reúne a lospequeños agricultores que se están arruinando o, cuando menos, a las pequeñas haciendas indigentes que no tienen medios para comprar abonos artificiales, y a las capitalistas (pequeñas, pero capitalistas) que han montado en una pequeña parcela una explotación en gran escala con utilización de métodos intensivos modernos y empleo de trabajo asalariado.
Si la pequeña agricultura es, por lo común, desplazada por la grande, como lo muestran los datos sobre el valor total de los bienes de las farms en 1900 y 1910; si durante ese período, como lo veremos en seguida, se han desarrollado con particular rapidez los cultivos altamente capitalistas en parcelas pequeñas; si, de acuerdo con los datos generales sobre las pequeñas y las grandes explotaciones -clasificadas según el valor de sus productos-, los gastos en fertilizantes se elevan proporcionalmente a la magnitud de la empresa, entonces resulta ineludible la conclusión de que el “progreso” en el empleo de fertilizantes entre 1900 y 1910 acentuó aun más la preponderancia de la agricultura capitalista sobre la agricultura en pequeña escala que fue aun más desplazada y asfixiada.
Lo que acabamos de afirmar acerca de las explotaciones capitalistas, importantes e intensivas, desarrolladas en pequeñas parcelas, sugiere la siguiente pregunta: ¿existen fundamentos para suponer que la intensificación de la agricultura conduce a una disminución de la superficie de la explotación? En otras palabras: ¿existen determinadas condiciones, inherentes a la técnica de la agricultura moderna, que exijan una disminución de la superficie de la explotación para que aumente la intensidad de la agricultura?
Ni las consideraciones teóricas generales, ni los ejemplos pueden dar una respuesta. Se trata del nivel concreto de la técnica de la agricultura en condiciones dadas y del monto real de capital necesario para un sistema dado de explotación. En teoría cualquier monto de capital puede ser invertido en cualquier cantidad de tierra, pero es obvio que “esto depende” de las condiciones económicas, técnicas, culturales existentes, etc. y el problema radica en saber cuáles son las condiciones en un país dado en un momento dado. Los ejemplos no sirven porque en una esfera de tendencias tan complejas, variadas, entrelazadas y contradictorias, como la economía de la agricultura moderna, siempre se podrá hallar ejemplos para confirmar opiniones opuestas. Aquí hace falta en primer término -y más que en ninguna otra esfera- un panorama del proceso en su conjunto, teniendo en cuenta todas las
tendencias y resumirlas en forma de una resultante.
El tercer sistema de agrupamiento utilizado en 1900 por los estadísticos norteamericanos ayuda a resolver esta cuestión. Es la clasificación según la principal fuente de ingresos. Conforme a este índice, todas las farms se dividen en los siguientes grupos: 1) heno y cereales, como principales fuentes de ingreso; 2) mixtos; 3) ganadería; 4) algodón; 5) hortalizas; 6) frutas; 7) productos lácteos; 8) tabaco; 9) arroz; 10) azúcar; 11) flores; 12) productos de invernadero; 13) colocasia[8]; 14) café. Los siete últimos grupos (8 a 14) dan sólo el 2,2% del número total de farms, es decir, una proporción tan insignificante que no la consideraremos por separado. Por sus características y significación económica, estos grupos (8-14) son similares a los tres precedentes (5-7), y constituyen un tipo único.
Damos a continuación los datos que caracterizan a los diferentes tipos de farms:
Vemos, pues, que los dos primeros grupos (heno y cereales; y mixtos) pueden ser calificados de promedio, tanto por el grado de su desarrollo capitalista (sus inversiones en mano de obra asalariada son los más próximos al término medio: 0,35 a 0,47 contra un promedio general de 0,43 para todo Estados Unidos) como por la intensidad de la agricultura. Todas las características de explotación intensiva -gastos en fertilizantes, valor de las máquinas y ganado por acre-están más próximas al promedio general para todo Estados Unidos.
No hay duda de que ambos grupos son particularmente típicos para la mayoría de las explotaciones agrícolas en general. Heno y cereales, seguidos por una combinación de diversos productos agrícolas (fuentes de ingresos “mixtas”): tales son los principales tipos de explotaciones agrícolas en todos los países. Sería muy interesante tener datos más detallados acerca de estos grupos; por ejemplo, una división de los mismos en más o menos comercializados, etc. Pero según hemos visto, después de haber dado un paso en esa dirección la estadística norteamericana no avanzó, sino que retrocedió.
Los dos grupos siguientes, ganadería y algodón, son un ejemplo de farm de menor desarrollo capitalista (gastos en mano de obra asalariada: 0,29 a 0,30, contra un promedio de 0,43) y los métodos menos intensivos de agricultura. El valor global de los aperos de labranza y máquinas es aquí el menor y considerablemente inferior al promedio (0,66 y 0,53 contra 0,90). Las farms cuya principal fuente de ingresos es la ganadería, naturalmente tienen más ganado por acre que el promedio para Estados Unidos (4,45 contra 3,66), pero se trata, evidentemente, de ganadería extensiva: los gastos en fertilizantes son mínimos, la superficie media por farm la más grande (226,9 acres), la parte de tierra cultivada (86,1 del total de 226,9), la más pequeña. En las farms algodoneras el consumo de abonos es superior al promedio, pero los demás índices que caracterizan la agricultura intensiva (valor del ganado y las máquinas por acre) son muy bajos.
Finalmente, en los tres últimos grupos, -hortalizas, frutas y productos lácteos- están en primer término las farms más pequeñas (33 a 63 acres cultivados contra 42 a 86 y 46 a 111 en los otros grupos); en segundo lugar, las más capitalistas: los gastos en mano de obra asalariada son los más elevados, siendo de 2 a 6 veces superiores al promedio; en tercer lugar, las más intensivas. Casi todos los índices de agricultura intensiva son aquí superiores al promedio: los gastos en fertilizantes, el valor de las máquinas y el del ganado (una pequeña excepción son las farms frutícolas, que están por debajo del promedio, pero que aventajan a las farms cuyos ingresos provienen principalmente del heno y los cereales).
Pasemos a estudiar ahora el lugar exacto que ocupan en la economía del país estas farms altamente capitalistas. Pero antes debemos examinar un poco más en detalle su carácter intensivo.
Tomemos las farms cuyos principales ingresos provienen del cultivo de hortalizas. Es sabido que en todos los países capitalistas el desarrollo de las ciudades, fábricas, poblados industriales, estaciones ferroviarias, puertos, etc., origina una creciente demanda de este tipo de productos, provoca el alza de sus precios, aumenta el número de empresas agrícolas que los cultivan para el mercado. La farm “hortícola” media tiene menos de un tercio de superficie cultivada que la correspondiente a una farm “común” cuyos ingresos provienen principalmente del heno y los cereales: la primera dispone de 33,8 acres; la segunda de 111,1. Quiere decir que determinado nivel técnico con determinada acumulación de capital en la agricultura requiere farms “hortícolas” de menor superficie; en otras palabras, para invertir capital en la agricultura y obtener un beneficio no inferior al promedio, se necesita, en el estado actual de la técnica, una explotación hortícola que tenga una superficie más pequeña que una explotación que produzca heno y cereales.
Más aún. El desarrollo del capitalismo en la agricultura consiste, ante todo, en una transición de la agricultura natural a la agricultura mercantil. Esto es constantemente olvidado, y por eso hay que insistir en ello una y otra vez. En lo que respectaba la agricultura mercantil, ésta no se desarrolla siguiendo la línea “ simple” que los economistas burgueses imaginan o suponen, es decir, mediante el incremento de la producción de los mismos productos. No. La agricultura mercantil se desarrolla frecuentemente sustituyendo un tipo de producto por otro, y la sustitución de la producción de heno y cereales por la de hortalizas es muy común. jPero qué significa esto en relación con el problema que nos interesa, a saber, el de la superficie de una explotación y el crecimiento del capitalismo en la agricultura?
Significa la fragmentación de una farm “grande” de 111,1 acres en más de tres farms “pequeñas” de 33,8 acres. La producción de la antigua farm era de 760 dólares: valor promedio de sus productos, restando los destinados a la alimentación del ganado, para una farm cuya fuente principal de ingresos son el heno y los cereales. Cada una de las nuevas farms produce por valor de 665 dólares. Esto hace un total de 665 x 3 = 1.995 dólares, es decir, más del doble de la cifra anterior.
El desplazamiento de la pequeña producción por la grande va acompañada de una disminución de la superficie de la explotación.
El promedio de los gastos en contratación de obreros era en la antigua farm de 76 dólares, mientras que en la nueva es de 106 dólares, o sea un aumento de casi la mitad, en tanto que la superficie es de un tercio o algo menos. Los gastos en fertilizantes pasaron de 0,04 dólares por acre a 0,59 dólares, o sea, aumentaron casi 15 veces; el valor de los aperos de labranza y máquinas se duplicó de 1,04 a 2,12 dólares, etc.
Se nos hará, por supuesto, la objeción usual de que el número de estas farms altamente capitalistas con cultivos “ mercantiles” especiales, es insignificante en comparación con el total de farms. Pero responderemos, en primer lugar, que el número y papel de tales farms, su papel económico, es mucho mayor de lo que generalmente se piensa; en segundo lugar, y esto es lo principal, son precisamente estos cultivos los que progresan con más rapidez que los otros en los países capitalistas. Es por eso que la disminución de la superficie de una explotación, acompañada de una intensificación de la agricultura, implica tan a menudo un aumento y no una reducción de la escala económica de la producción, un aumento y no una disminución en la explotación de trabajo asalariado.
Veamos los datos exactos que a este respecto nos suministra la estadística norteamericana y que abarcan todo el país. Tomemos todos los productos especiales o “comerciales” enumerados más arriba bajo los rubros 5-14: hortalizas, frutas, productos lácteos, tabaco, arroz, azúcar, flores, productos de invernadero, colocasia y café. En 1900, el número de farms en Estados Unidos cuya fuente principal de ingresos eran esos productos se elevaba al 12,5% del total. Se trata, pues, de una pequeña minoría, de una octava parte. La superficie de que disponían en conjunto representaba el 8,6%, o sea, 1/12 del total. Pero sigamos. Tomemos el valor total de los productos de la agricultura de Estados Unidos (menos el forraje). De este valor, la parte correspondiente a las farms antes mencionadas se eleva ya al 16,0%, es decir, su proporción del valor es casi el doble de su proporción de la superficie.
Significa que en estas farms la productividad del trabajo y de la tierra es casi el doble del promedio.
Tomemos la suma total de los gastos en trabajo asalariado en la agricultura norteamericana. La parte correspondiente a las farms antes mencionadas es de 26,6%, o sea, más de un cuarto; esta parte es más del triple de su parte de la superficie y más del triple del promedio. Lo que significa que el carácter capitalista de estas farms está muy por encima del término medio.
Su parte del valor total de los aperos de labranza y máquinas es del 20,1%, y de los gastos en fertilizantes, el 31,7%, es decir, algo menos de un tercio del total, y cerca de cuatro veces el promedio.
Por consiguiente, ha quedado establecido el hecho incontestable, válido para el país en su conjunto, de que las farms particularmente intensivas tienen una superficie particularmente pequeña, un empleo particularmente grande de trabajo asalariado y una productividad del trabajo particularmente elevada; que el papel económico de estas farms en el conjunto de la agricultura de un país dado es dos, tres y más veces mayor que su proporción del número total de farms, para no hablar de su parte del total de superficie.
Con el correr del tiempo el papel de estos cultivos y farms altamente capitalistas y altamente intensivos, ¿aumenta o disminuye en comparación con otros cultivos y farms?
La comparación de los dos últimos censos da una respuesta: su papel está aumentando incuestionablemente. Tomemos la superficie ocupada por diversos cultivos. De 1900 a 1910, la superficie dedicada a todo tipo de cereales aumentó en Estados Unidos, sólo en un 3,5%; la dedicada a habas, guisantes, etc., en un 26,6; a heno y forraje, en el 17,2; a algodón, en un 32,0; a hortalizas, en un 25,5; a remolacha azucarera, caña de azúcar, etc., en un 62,6%.
Tomemos los datos relativos a la producción agrícola. La cosecha de cereales aumentó, de 1900 a 1910,” sólo en un 1,7%; la de habas, en un 122,2; la de heno y forraje, en un 23,0; la de remolacha azucarera, en un 395,7; la de caña de azúcar, en un 48,5; la de papas, en un 42,4; la de uva, en un 97,6%. Hubo una mala cosecha de bayas, manzanas, etc. en 1910, pero la cosecha de naranjas, limones, etc., fue el triple de la de 1900.
Vemos así demostrado, en lo que respecta al conjunto de la agricultura norteamericana, el hecho aparentemente paradójico y sin embargo indudable de que, hablando en general, no sólo se produce un desplazamiento de la pequeña producción por la grande, sino también que este desplazamiento se realiza en la siguiente forma:
El desplazamiento de la pequeña producción por la grande se produce mediante el desplazamiento de farms más “grandes” en superficie, pero menos productivas, menos intensivas y menos capitalistas, por farms más “pequeñas” en superficie, pero más productivas, más intensivas y más capitalistas.
Se nos podrá objetar: si la eliminación de la pequeña producción se efectúa “también” en forma de intensificación (y “ capitalización”) de la economía en las farms más pequeñas, ¿puede considerarse en general de alguna utilidad el agrupamiento por superficie?; ¿no estaríamos ante el caso de dos tendencias opuestas que hacen imposible cualquier conclusión general?
Para responder a esta objeción es necesario tener presente un cuadro completo de la agricultura norteamericana y su evolución. Para ello hay que tratar de comparar los tres agrupamientos que representan, por así decirlo, el máximo de lo que la estadística social ha proporcionado en la esfera de la agricultura en los últimos años.
Tal comparación es posible. Sólo requiere la confección de un cuadro que a primera vista parece ser tan abstracto y complejo que puede “asustar” al lector. Sin embargo, sólo con un pequeño esfuerzo de concentración se puede “leer”, entender y analizar este cuadro sin ninguna dificultad.
Para comparar estos tres diferentes agruparnientos es necesario tomar exclusivamente la relación porcentual entre los distintos grupos. Los cálculos correspondientes están dados en el censo norteamericano del año 1900. Reduciremos cada agrupamiento a tres rubros principales. Por superficie tenemos: 1) las farms pequeñas (hasta 100 acres); 2) las medianas (de 100 a 175 acres) y 3) las grandes (de 175 acres y más). Por el valor del producto tenemos: 1) las farms no capitalistas (hasta 500 dólares); 2) las medianas (de 500 a 1.000 dólares) y 3) las capitalistas (de 1.000 dólares y más). Por fuente principal de ingresos tenemos: 1) las farms débilmente capitalistas (ganado, algodón); 2) las medianas (heno y cereales; y mixtas) y 3) las altamente capitalistas (productos “comerciales” especiales, enumerados en el apartado 12 bajo los rubros 5-14).
Para cada grupo tomamos, en primer término, el porcentaje de farms, es decir, la relación porcentual entre el número de farms de un grupo y el total de farms en Estados Unidos. Luego, el porcentaje del total de tierra, es decir, la superficie total en un grupo dado con relación a la cantidad total del conjunto de farms en Estados Unidos. La superficie puede servir como un índice del carácter extensivo de la hacienda agrícola (lamentablemente, sólo poseemos sólo los datos relativos a la superficie total; no así los de la cultivada, que serían más exactos). Si el porcentaje de la superficie total es superior al del número de farms (por ejemplo, si el 17,2% de farms tiene el 43,1% de la tierra), es evidente que estamos ante farms grandes, mayores que el término medio, y cuya dimensión es más del doble de la farm promedio. Si el porcentaje de tierra es inferior al porcentaje de farms, llegamos a la conclusión inversa.
Luego tomamos los índices de intensidad de la agricultura: el valor de los aperos de labranza y máquinas y el total de los gastos en fertilizantes. También aquí se toma el valor y los gastos en el grupo dado, expresado como porcentaje de los totales para el país en su conjunto. También aquí, si dicho porcentaje es superior al de la tierra, se llegará a la conclusión de que la intensidad es superior al promedio, etc.
Finalmente, para determinar con precisión el carácter capitalista de las explotaciones agrícolas se aplicó el mismo método al total de gastos en trabajo asalariado; y, para determinar la escala de la producción, se procedió de la misma manera respecto del valor total de los productos de la agricultura para el país entero.
Se preparó así el cuadro siguiente, que pasamos a explicar y analizar. (V. pág. 159.)
Tomemos el primer agrupamiento: según la fuente principal de ingresos. Aquí las farms están agrupadas, por así decirlo, según la especialidad de la agricultura; en cierto modo, de manera análoga a como se agrupan las empresas industriales por rama de industria. Sólo que en la agricultura el cuadro es infinitamente más complicado.
La primera columna nos muestra el grupo de las farms débilmente capitalistas. Comprende casi la mitad del número total de farms: 46,0%. Estas farms tienen 52,9% del total de superficie, es decir, se trata de explotaciones de extensión superior al término medio (este grupo incluye las explotaciones ganaderas extensivas muy grandes y las farms algodoneras más pequeñas que el término medio). Sus porcentajes del valor de las maquinarias (37,2%) y de los gastos en fertilizantes (36,5%) son inferiores a sus porcentajes de la superficie, lo que significa que su carácter intensivo es inferior al promedio. Lo mismo ocurre con el carácter capitalista de la hacienda (35,2%) y el valor del producto (45,0%). La productividad del trabajo es inferior al término medio.
La segunda columna abarca las farms medianas. Precisamente porque las explotaciones que son “medianas” en todos los aspectos quedan en el grupo medio en los tres métodos de agrupamiento, observamos que en ellas todos los porcentajes se hallan más próximos entre sí. Las variaciones son relativamente pequeñas.
La tercera columna comprende las farms altamente capitalistas. Ya hemos analizado en detalle qué significan las cifras de esta columna. Debemos señalar que sólo sobre este tipo de farms tenemos datos adecuados y comparables para 1900 y 1910, datos que atestiguan que estos cultivos altamente capitalistas tienen un ritmo de desarrollo más rápido que el término medio.
¿De qué manera se hace evidente este desarrollo m4s rápido en la clasificación habitual en la mayoría de los países? Esto lo muestra la columna siguiente: las farms pequeñas agrupadas por superficie.
Este grupo abarca un gran número de farms (el 57,5% del total). Su superficie alcanza sólo al 17,5% del total, es decir, menos de un tercio del promedio. Por consiguiente, se trata del grupo con “menos tierra”, del grupo “más pobre”. Pero más adelante comprobamos que tanto el carácter intensivo de la agricultura (valor de las máquinas y gastos en abonos) como el carácter capitalista de la misma (gastos en la contratación de obreros) y la productividad del trabajo (valor del producto) son aquí superiores al término medio: 22,3 a 41,9% con un 17,5% de superficie.
¿Cuál es la explicación? Evidentemente este grupo, “pequeño” por la superficie, comprende un número particularmente grande de farms altamente capitalistas (véase la columna vertical precedente). A una mayoría de agricultores realmente pequeños que tienen poca cantidad de tierra y poco capital, se suma aquí una minoría de agricultores ricos, poseedores de capital, que en una pequeña parcela han organizado una explotación capitalista en gran escala. Tales agricultores no llegan más que al 12,5% (= porcentaje de farms altamente capitalistas) del total en Norteamérica; quiere decir, que aun en el caso de que todos ellos entraran en este mismo grupo de farms pequeñas por su superficie, el 45% de los agricultores en este grupo (57,5 -12,5) quedarían sin suficiente tierra ni capital. En efecto, resulta claro que una parte, aunque pequeña, de las farms altamente capitalistas son explotaciones medianas y grandes por su superficie, de modo que la cifra 45% minimiza todavía más el número real de farmers que tienen poca tierra y ningún capital.
No es difícil ver en qué medida resulta embellecida la situación de este 45% -45% como mínimo- de farmers más pobres en tierra y capital, al incluir en el mismo grupo el 12, 10, etc., por ciento de agricultores mejor provistos de capital que el término medio, mejor equipados con aperos de labranza, máquinas, dinero para comprar abonos, para la contratación de trabajadores asalariados, etc.
No nos detendremos a examinar por separado las farms grandes y medianas de este agrupamiento. Sería repetir, en términos apenas diferentes, lo que se ha dicho acerca de las farms pequeñas. Por ejemplo, si los datos sobre las farms pequeñas por su superficie contribuyen a embellecer la situación asfixiante de la pequeña producción, los datos sobre las farms grandes por su superficie tienden manifiestamente a minimizar la concentración real operada en la agricultura por la gran producción. En seguida veremos una expresión estadística exacta de esta concentración minimizada.
Se llega así a la siguiente tesis general, que puede ser formulada como una ley aplicable al agrupamiento de las explotaciones por superficie en cualquier país capitalista:
cuanto más amplia y rápidamente se realiza la intensificación de la agricultura, más contribuye la clasificación por superficie a embellecer la situación de asfixia de la pequeña producción en la agricultura, la situación del pequeño agricultor que no tiene tierra ni capital; más contribuye a velar la agudización real de la contradicción de clase entre el gran productor floreciente y el pequeño productor amenazado por la ruina; más contribuye a minimizar la concentración de capital en manos de los grandes productores y el desplazamiento de los pequeños.
Esto es confirmado gráficamente por la tercera y última clasificación que se hace de acuerdo con el valor de los productos. El porcentaje de las explotaciones no capitalistas (o poco rentables, si se tiene en cuenta el ingreso global) es 58,8%, es decir, que sobrepasa ligeramente al de las explotaciones “ pequeñas” (57,5%). La cantidad de tierra que poseen es mucho mayor: 33,3% (contra 17,5% en el grupo de los farmers “pequeños”). Pero su parte del valor total de los productos es dos tercios: ¡22,1% contra 33,5%!
¿Por qué ocurre así? Porque en este grupo no se han incluido las explotaciones altamente capitalistas en pequeñas parcelas que han inflado artificial y falsamente la parte del capital perteneciente a los agricultores pequeños en forma de máquinas, abonos, etc.
El empobrecimiento y la asfixia -y en consecuencia la ruina- de la pequeña producción en la agricultura pasan a ser mucho más pronunciados de lo que se podría pensar según los datos sobre las farms pequeñas.
Los datos sobre las farms pequeñas y grandes agrupadas según la superficie no tienen en cuenta el papel del capital; y resulta comprensible que, al hacer caso omiso de esta “minucia” en la economía capitalista se desfigure la situación del pequeño productor, se la embellezca falsamente, pues esa situación “podría” ser tolerable “si” no existiese el capital, es decir, el .poder del dinero y las relaciones entre el trabajador asalariado y el capitalista, entre el farmer y el comerciante y acreedor, etc.
En virtud de ello, la concentración de la agricultura por las grandes farms es muy inferior a su concentración por la gran producción, es decir, por la producción capitalista: el 17,7% de las “grandes” farms concentran el 39,2% del valor del producto (algo más del doble del promedio). En tanto que el 17,2% de farms capitalistas concentran el 52,3% del valor total del producto, es decir, más del triple del promedio.
Más de la mitad de toda la producción agrícola del país en que se distribuyen gratuitamente enormes cantidades de tierras desocupadas, y al que los Manílov llaman país de explotaciones “basadas en el trabajo familiar”, se halla concentrada en manos de cerca de 1/6 de explotaciones capitalistas, que gastan en la contratación de obreros cuatro veces más que el promedio por farm (69,1% para un 17,2% del total de farms) y más de la mitad del término medio por acre de superficie total (69,1% en trabajo asalariado para farms que poseen 43,1% de toda la superficie).
En el otro polo, más de la mitad, casi 3/5 del total de farms (58,8%) son no capitalistas. Poseen un tercio del total de tierra (33,3%), pero en esta tierra tienen menos máquinas que la cantidad promedio (25,3 % del valor de las máquinas); usan menos fertilizantes que el término medio (29,1% de los gastos en abonos) y por ello su productividad es sólo dos tercios del promedio. Con un tercio de la superficie total, esta enorme cantidad de farms, la más oprimida por el yugo del capital, produce menos de un cuarto (22,1%) del producto total y de su valor total.
Por consiguiente, en lo que concierne a la importancia de la clasificación por superficie, llegamos a la conclusión general de que no debe ser considerada completamente inservible. Pero no hay que olvidar jamás que tiende a minimizar el desplazamiento de la pequeña producción por la grande, y lo hace tanto más notoriamente cuanto más amplia y rápida es la intensificación de la agricultura, cuanto más considerable es la diferencia entre los montos de capital invertido por unidad de superficie. Con los métodos modernos de investigación que proporcionan un material informativo excelente y extraordinariamente rico sobre cada explotación, sería suficiente, por ejemplo, combinar dos métodos de clasificación, digamos; cada uno de los cinco agrüpamientos por superficie podría ser dividido en dos o tres subgrupos de acuerdo con el empleo de trabajo asalariado. Si esto no se hace, es en buena parte por el temor de dar una imagen demasiado cruda de la realidad, un cuadro demasiado elocuente de la opresión, el empobrecimiento, la ruina, la expropiación de la masa de pequeños agricultores, cuya situación es embellecida de un modo tan “ conveniente” y “discreto” por las explotaciones capitalistas “modelo”, que también son “pequeñas” en superficie y que constituyen una pequeña minoría entre la masa de desposeídos. Desde el punto de vista científico nadie se atreverá a objetar que, no sólo la tierra, sino también el capital desempeñan un papel en la agricultura moderna. Desde el punto de vista de la técnica estadística o de la cantidad de trabajo estadístico, un total de, 10 a 15 grupos no es en modo alguno excesivo en comparación, por ejemplo, con el de 18 + 7 grupos basados en la superficie que da la información estadística alemana de 1907. Esta información, que clasifica un abundante material sobre 5.736.082 explotaciones dentro de ese número de grupos en base a la superficie, es un ejemplo de rutina burocrática, de desecho científico, un absurdo juego de cifras, pues no hay ni sombra de algún fundamento sensato, racional, teórico o práctico para aceptar como típico semejante número de grupos.
La cuestión de la expropiación de los pequeños agricultores es enormemente importante para comprender y valorar el papel del capitalismo en la agricultura en general, y es muy característico de la economía política y la estadística modernas, que están saturadas hasta la médula de conceptos y prejuicios burgueses, que esta cuestión casi no se estudie o se le dedique muy poca atención.
Los datos generales en todos los países capitalistas muestran que la población urbana está creciendo a expensas de la población rural, un éxodo de la población del campo. En Estados Unidos este proceso avanza en forma incesante. El porcentaje de población urbana se elevó del 29,5% en 1880, al 36,1 en 1890, al 40,5 en 1900 y al 46,3 en 1910. En todo el país la población urbana aumenta más rápidamente que la rural; de 1900 a 1910, la población rural en el Norte industrial aumentó en un 3,9% y la urbana en un 29,8%; en el Sur antes esclavista la primera aumentó en un 14,8% y la segunda en un 41,4%; en el Oeste en proceso de colonización, las cifras eran 49,7 y 89,6%, respectivamente.
Podría pensarse que un proceso tan general debería ser obligatoriamente estudiado al efectuarse los censos agrícolas. Surge naturalmente una cuestión de la mayor importancia desde el punto de vista científico como es saber de qué sectores, capas o grupos de la población rural provienen los elementos que huyen del campo y en qué circunstancias. Como cada diez años se recoge la información más detallada sobre cada empresa agrícola, sobre cada animal, no sería difícil incluir preguntas sobre cuantas farms y qué tipo de farms fueron vendidas o entregadas en arriendo con vistas a trasladarse a la ciudad, y cuántos miembros de la familia y en qué circunstancias abandonaron la agricultura temporaria o definitivamente. Pero tales preguntas no se hacen; la investigación no va más allá del planteo oficial estereotipado: “La población rural disminuyó del 59,5% en 1900 al 53,7% en 1910.” Los investigadores parecen no sospechar siquiera cuanta miseria, opresión y ruina se ocultan tras estas cifras rutinarias. Y por lo común, los economistas burgueses y pequeñoburgueses hacen la vista gorda al nexo evidente que existe entre la huida de la población del campo y la ruina de los pequeños productores.
No nos queda otra alternativa que intentar reunir los datos relativamente escasos y muy mal compilados sobre la expropiación de los pequeños agricultores que figuran en el censo de 1910.
Hay datos referentes a las formas de posesión de las farms: el número de propietarios, subdividido en propietarios totales y parciales; y el número de arrendatarios que pagan con parte de la producción y el de arrendatarios que pagan en dinero. Estas cifras están distribuidas por regiones, pero no por grupos de haciendas.
Este es el primer cuadro que obtenemos tomando los totales correspondientes a 1900 y 1910:
El total de población rural aumentó en el 11,2%
El total de farms aumentó en el 10,9%
El total de propietarios aumentó en el 8,1%
El total de propietarios de toda su farm aumentó en el 4,8%
Este cuadro es una clara indicación del crecimiento de la expropiación de la pequeña agricultura. La población rural aumenta más lentamente que la urbana. El número de farmers aumenta más lentamente que la población rural; el número de propietarios, más lentamente que el número de farmers; el número de propietarios de toda su farm, más lentamente que el número de propietarios en general.
El porcentaje de propietarios con relación al número total de farmers decrece incesantemente desde hace varias décadas del modo siguiente:
1880 74,4%
1890 71,6%
1900 64,7%
1910 63,0%
Paralelamente, crece el porcentaje de arrendatarios y el número de aparceros aumenta con más rapidez que el de los arrendatarios que pagan en dinero. El porcentaje de aparceros era en 1880 del 17,5%, luego se elevó a 18,4 y 22,2; y finalmente a 24,0% en 1910.
Que la disminución del porcentaje de propietarios y el aumento del porcentaje de arrendatarios señalan, en término generales, la ruina y el desplazamiento de los pequeños agricultores, puede verse en los siguientes datos:
Según todos los datos relativos a ambos años los propietarios son económicamente más fuertes. La situación de los arrendatarios empeora más rápidamente que la de los propietarios.
Veamos ahora los datos sobre las diferentes regiones.
Como ya señalamos antes, el mayor número de arrendatarios está en el Sur, y es allí donde aumenta con mayor rapidez: de 47,0% en 1900 pasó a 49,6% en 1910. Medio siglo atrás el capital destruyó la esclavitud para restablecerla ahora en una nueva forma: la aparcería.
En el Norte el número de arrendatarios es considerablemente menor y crece a un ritmo mucho más lento: de 26,2% en 1900 pasó sólo a 26,5% en 1910. Pero el índice más bajo corresponde al Oeste, y solamente allí es donde el número de arrendatarios no aumenta, sino que disminuye: de 16,6 en 1900 descendió a 14,0% en 1910. “Un porcentaje muy bajo de farms de arrendatarios -leemos en las conclusiones del censo para 1910- se observa en la región montañosa y en la del Pacífico (estas dos regiones juntas son las que forman el “Oeste”); no cabe duda de que ello se debe, ante todo, a que ambas regiones han sido pobladas recientemente y que muchos de los farmers son homesteaders (es decir, que han recibido lotes de tierra vacante, no ocupada, gratuitamente o a un precio muy bajo) que han obtenido su tierra del gobierno” (t. V, pág. 104).
Este es un ejemplo elocuente de la característica peculiar de Estados Unidos, señalada por nosotros en más de una oportunidad, es decir, la existencia de tierras no ocupadas, vacantes. Esto explica, por un lado, la extraordinaria amplitud y rapidez del desarrollo del capitalismo en Norteamérica. La ausencia de propiedad privada de la tierra en algunas partes de un inmenso país no excluye el capitalismo (¡nuestros populistas deberían tomar nota de esto!), sino que, por el contrario, amplía su base y acelera su desarrollo. Por otro lado, esta peculiaridad, totalmente desconocida en los viejos países capitalistas de Europa, poblados desde hace mucho, sirve en Norteamérica para ocultar la expropiación de los pequeños agricultores, proceso que se opera en las partes ya pobladas y más industrializadas del país.
Tomemos el Norte. Obtenemos el siguiente cuadro:
Observamos aquí no sólo una disminución relativa del nú mero de propietarios, no sólo un descenso en su proporción respecto del número total de farmers, etc., ¡sino directamente una disminución absoluta en el número de propietarios, junto al crecimiento de la producción en la parte principal de Estados Unidos, que abarca el 60% de la superficie cultivada del país!
Además, no debe olvidarse que en una de las cuatro regiones que integran el “Norte”, justamente en la del Centro noroeste, continúa aún hoy la distribución de homesteads y que 54 millones de acres fueron distribuidos en la década de 1901 a 1910.
La tendencia del capitalismo a expropiar la pequeña agricultura se manifiesta tan vigorosamente, que en el “Norte” de Estados Unidos se observa una disminución absoluta del número de propietarios, pese a la distribución de decenas de millones de acres de tierras libres, desocupadas.
Sólo dos factores frenan aún esta tendencia en Estados Unidos: 1) la existencia de plantaciones esclavistas todavía no parceladas en el Sur, con una población negra oprimida y pisoteada, y 2) el hecho de que el Oeste está aun parcialmente despoblado. Ambos factores tienden a ampliar la futura base del capitalismo y así preparan las condiciones para un desarrollo aun más rápido y más amplio del mismo. La agudización de las contradicciones y el desplazamiento de la pequeña producción no desaparecen, pero se trasladan a un campo más vasto. El incendio capitalista parece “apagarse”, pero al precio de una acumulación aun mayor de material más inflamable.
Prosigamos. En cuanto a la expropiación de la pequeña agricultura disponemos de datos sobre el número de farms que poseen ganado. Las cifras para todo Estados Unidos son las siguientes:
Estos datos muestran, en términos generales, una disminución del número de propietarios en relación con el número total de farmers. El aumento del porcentaje de los que poseen vacas lecheras fue menor que la disminución del porcentaje de los que poseen caballos.
Examinemos los datos por grupos de explotaciones, en relación con los dos tipos principales de ganado:
Vemos así que el mayor aumento se produjo en el número de farms pequeñas con vacas lecheras, siguen los latifundios y después las farms medianas. Disminuyó el porcentaje de las farms con vacas lecheras entre los grandes propietarios con extensiones de 500 a 999 acres.
En suma, esto parece indicar una ventaja para la pequeña agricultura. Recordemos, sin embargo, que en agricultura la posesión de ganado lechero tiene una doble significación: por un lado, generalmente puede indicar un nivel de vida más elevado y mejores condiciones de alimentación. Por el otro, y esto es lo más frecuente, significa el desarrollo de una de las ramas agropecuarias comerciales: la producción de leche para la venta en las ciudades y centros industriales. Hemos visto más arriba que las farms de este tipo, farms “lecheras”, son clasificadas en la estadística norteamericana en un grupo aparte según la fuente principal de ingresos. Dicho grupo se caracteriza por tener una cantidad de tierra cultivada y una superficie total inferiores al término medio, para un valor de producción superior al término medio y un empleo de trabajo asalariado por acre que es el doble del promedio. La creciente importancia de las pequeñas farms en la producción lechera puede significar sencillamente -y es muy probable que signifique- un desarrollo de las farms lecheras capitalistas del tipo descrito, en pequeñas parcelas. Con el fin de establecer una comparación, veamos los datos sobre la concentración del ganado lechero en Norteamérica:
Vemos que el Norte, la región más rica en ganado lechero, es la que más ha aumentado su riqueza. Damos la distribución de ese aumento entre los grupos:
El incremento más rápido del número de las farms pequeñas con ganado lechero no impidió una más rápida concentración de dicho ganado en las grandes explotaciones.
Veamos ahora las cifras sobre el número de farms que poseen caballos. Esta información acerca de los animales de labor habla de la estructura general de la economía y no de una rama especial de la agricultura comercial.
Este cuadro nos muestra que a medida que disminuye la superficie de la explotación hay mayor número de haciendas que no tienen caballos. A excepción de las explotaciones más pequeñas (de hasta 20 acres), que incluyen, como sabemos, un número comparativamente mayor de farms capitalistas que los grupos contiguos, observamos una rápida disminución en el número de farms que no tienen caballos y un aumento mucho más lento de su número. Es posible que en las farms ricas la utilización de arados de vapor y otros mecanismos compense en parte la disminución de animales de labor, pero tal conjetura queda excluida en cuanto al grueso de las explotaciones más pobres.
Finalmente, el crecimiento de la expropiación se hace también evidente en las informaciones sobre el número de farms hipotecadas:
El porcentaje de farms hipotecadas crece en forma constante en todas las regiones y es mayor en el Norte, la región más densamente poblada, industrializada y capitalista. La estadística norteamericana señala (t. V, pág. 159) que el aumento del número de farms hipotecadas en el Sur se debe probablemente a la “ división” de las plantaciones, que son vendidas en lotes a farmers negros y blancos, quienes pagan sólo una parte del precio de compra, mientras que el resto es cubierto por una hipoteca sobre la propiedad. Por consiguiente, en el Sur esclavista está en marcha una original operación de compra. Es de señalar que en 1910, en todo Estados Unidos, los negros poseían sólo 920.883 farms, o sea, el 14,5% del total; entre 1900 y 1910 el número de farms pertenecientes a los blancos aumentó 9,5% y el número de las pertenecientes a los negros aumentó con doble rapidez: 19,6%. El anhelo de los negros de liberarse de los “plantadores”, medio siglo después de la “victoria” sobre los dueños de esclavos, se manifiesta aún con excepcional intensidad.
Los estadísticos norteamericanos señalan también que la hipoteca de una farm no siempre indica falta de prosperidad; a veces es un modo de obtener capital para mejorar la tierra, etc. Esto es indiscutible. Pero esta indiscutible observación no debe servir para ocultar -como sucede demasiado a menudo con los economistas burgueses- el hecho cierto de que sólo una minoría de farmers acomodados está en condiciones de obtener de ese modo capital para mejoras, etc., y para emplearlo productivamente; la mayoría se arruina aun más y cae en las garras del capital financiero que adopta esta forma particular.
La dependencia de los farmers respecto del capital financiero podría -y debería- ser objeto de una atención mucho mayor de los investigadores. Pero, aunque este aspecto del asunto es enormemente importante, ha quedado en la sombra.
Ahora bien, el aumento del número de farms hipotecadas, cualquiera sea el caso, significa que el control real de las mismas es trasferida a los capitalistas. Desde luego que, además de las farms hipotecadas en forma oficial y ante notario, existe un número considerable de farms enredadas en deudas privadas no suficientemente formalizadas y no tenidas en cuenta por el censo.
Pese a todos sus defectos, las estadísticas del censo norteamericano aventajan a las de otros países por ser completas y realizadas con métodos uniformes. Gracias a ello es posible comparar los datos para la industria y “la agricultura correspondientes a 1900 y 1910, y confrontar el cuadro general de la estructura de ambos sectores de la economía nacional y la evolución de esa estructura. Una de las ideas más difundidas en la economía burguesa -idea que, dicho sea de paso, también repite el señor Guímmer- es la oposición entre la industria y la agricultura. Veamos, a la luz de una masa de datos precisos, qué hay de verdad en dicha oposición.
Comencemos por el número de empresas en la industria y la agricultura.
En la agricultura, las empresas son muchas más, y más pequeñas. Esto es una expresión de su atraso, su parcelación y dispersión.
El total de empresas crece mucho más lentamente en la agricultura que en la industria. En Estados Unidos hay dos factores que no existen en otros países avanzados y que intensifican y aceleran extraordinariamente el crecimiento del número de empresas en la agricultura. Son, primero, la continua parcelación de los latifundios esclavistas en el Sur y la “compra” por farmers negros y también por blancos, de pequeñas parcelas a los “plantadores”; segundo, la existencia de enormes extensiones de tierras desocupadas, libres, que son distribuidas por el gobierno a todos los solicitantes. Sin embargo, el número de empresas en la agricultura crece mucho más lentamente que en la industria.
Así ocurre por dos razones. Por un lado, la agricultura conserva aún, en gran medida, el carácter de economía natural, y diferentes operaciones que antes eran parte del trabajo de una familia campesina -por ejemplo la fabricación y reparación de diversos implementos, utensilios, etc.- se separan gradualmente de la agricultura para constituir ramas especiales de la industria. Por otro lado, hay un monopolio que es propio de la agricultura y desconocido en la industria, y que no puede ser eliminado en el régimen capitalista: el monopolio de la propiedad de la tierra. Aun cuando no hay propiedad privada de la tierra -en Estados Unidos realmente no existe hasta el presente en zonas muy extensas del país-, la posesión de la tierra y su ocupación por productores individuales privados crea un monopolio. En las regiones principales del país toda la tierra está ocupada, y el aumento del número de empresas agrícolas sólo es posible mediante la división de las empresas ya existentes; es imposible crear libremente nuevas empresas a la par de las antiguas. El monopolio de la propiedad de la tierra frena el desarrollo de la agricultura, y este monopolio retarda el desarrollo del capitalismo en la agricultura, la que, por consiguiente, es diferente de la industria en este aspecto.
No podemos comparar con precisión los montos del capital invertido en las empresas industriales y en las agrícolas porque la renta del suelo constituye una parte del valor de la tierra. Sólo nos queda el recurso de comparar el capital invertido en la industria y el precio de los productos industriales con el valor total de los bienes de las farms y el precio del principal producto agrícola. Sólo son estrictamente comparables los porcentajes que indican aumentos de los valores totales de ambos lados.
Vemos así que en 10 años, de 1900 a 1910, el valor del capital invertido en la industria y el valor de todos los bienes de las farms se ha duplicado. La enorme y radical diferencia entre las dos es que en la agricultura el producto principal, los cereales, aumentó en un insignificante 1,7%, mientras que el total de la población aumentó 21,0%.
La agricultura va a la zaga de la industria en cuanto a desarrollo; es este un fenómeno propio de todos los países capitalistas y constituye una de las causas más profundas de la desproporción entre las diversas ramas de la economía nacional, de las crisis y del alza de los precios.
El capital liberó a la agricultura del feudalismo y la incorporó a la circulación mercantil, y con ello al desarrollo económico mundial, arrancándola del atraso medieval y el estancamiento patriarcal. Pero el capital en vez de eliminar la opresión, la explotación y la miseria de las masas, provoca esas mismas calamidades con una nueva apariencia y restaura sus antiguas formas sobre una base “moderna”. El capitalismo no sólo no elimina la contradicción entre la industria y la agricultura, sino que, por el contrario, la amplía y agudiza cada vez más. La opresión del capital, visible primariamente en la esfera del comercio y la industria, pesa cada vez más sobre la agricultura.
El insignificante aumento en la cantidad de producción agrícola (+1,7 %) y el enorme aumento de su precio (+79,8%) muestran claramente, por un lado, el papel de la renta del suelo, el tributo que los terratenientes arrancan a la sociedad. Debido a su posición monopolista pueden sacar ventaja del atraso de la agricultura, que no logra ponerse a la par de la industria, y llenarse los bolsillos con millones y millones de dólares. En los 10 años, el valor total de los bienes de las farms se incrementó en 20.500 millones de dólares, de los cuales el aumento del valor de los edificios, el ganado y los aperos de labranza y máquinas es sólo de 5.000 millones. En los 10 años, el precio de la tierra - renta del suelo capitalizada- aumentó, pues, en 15.000 millones (+118,1%).
Por otro lado, vemos aquí con particular relieve la diferencia entre la situación de clase de los pequeños agricultores y la de los trabajadores asalariados. Desde luego, unos y otros “trabajan”; desde luego, unos y otros están sometidos a la explotación del capital, aunque en formas totalmente diferentes. Pero sólo los demócratas burgueses vulgares pueden, por esta razón, juntar esas dos clases diferentes y hablar de una pequeña agricultura “basada en el trabajo familiar”. Hacer eso es encubrir y disimular el sistema social de la economía, su carácter burgués, y colocar en primer plano un rasgo común a todas las formaciones precedentes: la necesidad del pequeño agricultor de trabajar, de entregarse al trabajo físico personal, si quiere sobrevivir.
En el régimen capitalista el pequeño agricultor -quiéralo o no, tenga o no conciencia de ello- se trasforma en productor de mercancías. Y es este el cambio fundamental. Este cambio, aun cuando el pequeño agricultor todavía no explota trabajo asalariado, es suficiente para hacer de él un pequeño burgués y convertirlo en antagonista del proletariado. Él vende su producto, en tanto que el proletario vende su fuerza de trabajo. Los pequeños agricultores, como clase, no pueden dejar de aspirar a la elevación de precio de los productos agrícolas, y ello equivale a su unión con los grandes terratenientes en el reparto de la renta del suelo, y a su adhesión a los terratenientes contra el resto de la sociedad. Por su situación de clase, el pequeño agricultor se trasforma inevitablemente, a medida que se desarrolla la producción mercantil, en pequeño terrateniente.
También entre los trabajadores asalariados se dan casos en que una pequeña parte de ellos se alia a sus patronos contra toda la clase de asalariados. Pero se trata de un pequeño sector de una clase, unido con su antagonista, contra toda, la clase. Es imposible imaginar un mejoramiento de la situación de los asalariados como clase sin la elevación del nivel de vida de las masas, o sin una agudización del antagonismo entre ella y el capital, que impera en la sociedad contemporánea, el antagonismo entre ella y la clase de los capitalistas en su conjunto. Pero es perfectamente posible, por el contrario, imaginar un estado de cosas -y este es incluso un fenómeno típico del capitalismo- en el que un mejoramiento en la situación de los pequeños agricultores como clase resulte de su alianza con los grandes terratenientes, de su participación en la percepción de una más elevada renta del suelo de toda la sociedad, de sus contradicciones con la masa de proletarios y semiproletarios, que dependen por entero o principalmente de la venta de su fuerza de trabajo.
Comparemos los datos de la estadística norteamericana sobre la situación y el número de trabajadores asalariados y de pequeños agricultores:
Los obreros de la industria han salido perdiendo, pues su salario aumentó sólo en un 70,6% (“sólo”, porque casi la misma cantidad de cereales, el 101,7% de la cantidad anterior, ¡¡cuesta ahora el 179,8% del precio anterior!!), mientras que el número de obreros aumentó nada menos que en un 40%.
Los pequeños agricultores ganaron, como pequeños propietarios de tierras, a expensas del proletariado. El número de pequeños agricultores aumentó nada más que en un 10,9% (aun si se tomaran en cuenta únicamente los pequeños farmers, el aumento sería sólo del 11,9%); en tanto que la cantidad de su producto casi no aumentó (+1,7%), su precio subió un 79,8%.
Claro está que el capital comercial y el financiero se llevaron la parte del león de esta renta del suelo, pero de todos modos la situación de clase de los pequeños agricultores y los trabajadores asalariados, mutuamente enfrentados, es enteramente afín a la situación del pequeño burgués y proletario.
El crecimiento del número de asalariados se adelanta al de la población (+40% para los primeros contra +21% para la segunda). Aumenta la expropiación de los pequeños productores y pequeños agricultores. Se acentúa la proletarización de la población[9].
El aumento del número de farmers -o más aún, según sabemos, del número de propietarios entre ellos- está rezagado con respecto al aumento de la población (10,9 contra 21%). Los pequeños agricultores se trasforman cada vez más en monopolistas, en pequeños propietarios de tierra.
Ahora echemos una mirada a la relación entre la pequeña y la gran producción en la industria y en la agricultura. En lo que respecta a la industria los datos no corresponden a 1900 y 1910, sino a 1904 y 1910.
Dividiremos las empresas industriales en tres grupos principales según el valor de su producción; son pequeñas aquellas cuya producción es de menos de 20.000 dólares; medianas, las de 20.000 a 100.000 dólares y grandes las de 100.000 dólares y más. En cuanto a las empresas agrícolas, no tenemos forma de agruparlas, más que por superficie. Entre las farms pequeñas incluimos las que tienen hasta 100 acres; entre las medianas, a las de 100 a 175 acres y entre las grandes a las de 175 y más acres.
Observamos una notable uniformidad en la evolución.
Tanto en la industria como en la agricultura la proporción de establecimientos medianos se reduce; su número aumenta con más lentitud que el de las pequeñas y grandes empresas.
Tanto en la industria como en la agricultura las pequeñas empresas crecen en número con mayor lentitud que las grandes.
¿Cuáles son las modificaciones en la potencia económica o papel económico de los diversos tipos de empresa? Para las empresas industriales tenemos los datos sobre el precio de sus productos, y para las agrícolas sobre el valor total de todos los bienes de la farms:
Otra vez la uniformidad de la evolución es notable.
Tanto en la industria como en la agricultura la proporción de empresas pequeñas y medianas disminuye y aumenta únicamente la proporción de grandes empresas.
En otras palabras, tanto en la industria como en la agricultura la pequeña producción es desplazada por la grande.
La diferencia entre la industria y la agricultura consiste, esta vez, en que la proporción de pequeñas empresas en la industria aumentó algo más que la proporción de empresas medianas (+21,5% contra +19,5%), mientras que en la agricultura ocurrió a la inversa. Desde luego, esta diferencia es pequeña y no puede extraerse de ella ninguna conclusión general. Pero de todos modos es un hecho que en el país capitalista más avanzado del mundo, la pequeña producción en la industria ganó más terreno en la última década que la mediana, en tanto que en la agricultura ocurrió lo contrarío. Este hecho muestra qué poca importancia puede atribuirse a las afirmaciones corrientes de los economistas burgueses, según las cuales la ley del desplazamiento de la pequeña producción por la grande es confirmada incondicionalmente y sin excepciones por la industria y refutada por la agricultura.
En la agricultura de Estados Unidos el desplazamiento de la pequeña producción por la grande, no sólo está en marcha, sino que se opera con mayor uniformidad que en la industria.
Al respecto, no debe olvidarse la circunstancia, demostrada por nosotros más arriba, de que el agrupamiento de las explotaciones agrícolas por superficie minimiza el proceso de desplazamiento de la pequeña producción por la gran producción.
En cuanto al grado de concentración ya alcanzado, la agricultura ha quedado decididamente muy atrás. En la industria ocho décimos de la producción global están en manos de las grandes empresas, que constituyen sólo el 11% del total. El papel que desempeñan las pequeñas empresas es insignificante: ¡5,5% de la producción en 2/3 del número total de empresas! Comparado con esto, la agricultura está todavía en un estado de dispersión: a pequeñas empresas, que constituyen el 58% del total, les corresponde un cuarto del valor total de los bienes de las farms: mientras que el 18% de grandes empresas da menos de la mitad (47%). El número total de empresas agrícolas es más de veinte veces superior al de empresas en la industria.
Esto confirma la vieja conclusión: si la evolución de la agricultura es comparada con la de la industria, el capitalismo en la agricultura está en una etapa más próxima a la manufactura que a la gran industria maquinizada. En la agricultura predomina todavía el trabajo manual, y el empleo de máquinas es relativamente muy limitado. Pero los datos que hemos dado no demuestran en modo alguno que sea imposible socializar la producción agrícola, aun en la etapa actual de su desarrollo. Quien controla los bancos controla directamente la tercera parte de las farms de Norteamérica, e indirectamente domina al conjunto. La organización de la producción sobre la base de un plan general único, en un millón de explotaciones que dan más de la mitad del valor total de la producción, es una cosa perfectamente realizable, dado el desarrollo actual de las asociaciones de todo tipo y de las comunicaciones y el trasporte.
Los censos agrícolas realizados en Estados Unidos en 1900 y 1910 son la última palabra en estadística social en esta esfera de la economía. Es el mejor material de todos los que existen en los países avanzados, abarca millones de explotaciones y permite extraer conclusiones precisas y fundamentales sobre la evolución de la agricultura bajo el capitalismo. Otra razón por la cual este material puede ser utilizado para estudiar las leyes de la evolución es que Estados Unidos es el país donde la agricultura capitalista ocupa mayores extensiones, presenta la mayor diversidad de relaciones y la mayor riqueza de matices y formas.
Encontramos aquí, por un lado, una transición de la estructura esclavista -o, lo que en este caso es lo mismo, feudal- de la agricultura a la agricultura mercantil y capitalista; por otro lado, una extraordinaria amplitud y rapidez de desarrollo del capitalismo en el país burgués más libre y más avanzado. Observamos a la par de esto una colonización notablemente extensiva, ajustada a las normas de democracia capitalista.
Encontramos aquí regiones pobladas desde hace mucho tiempo, altamente industrializadas, altamente intensivas, y análogas a la mayoría de las zonas de Europa occidental, civilizada y con un capitalismo de larga data; y también regiones de cultivos y ganadería primitivos, extensivos, similares a algunas regiones periféricas de Rusia o partes de Siberia. Encontramos grandes y pequeñas farms de los más diversos tipos: grandes latifundios, plantaciones en el Sur antes esclavista, el Oeste en proceso de colonización y el Norte altamente capitalista en el litoral del Atlántico; las pequeñas farms de los aparceros negros y las pequeñas farms capitalistas que producen leche u hortalizas para el mercado en el Norte industrial, o frutas en las costas del Pacífico; las “fábricas de trigo” que emplean trabajadores asalariados, y los homesteads de pequeños agricultores “independientes”, llenos aún de ingenuas ilusiones sobre la posibilidad de vivir “del trabajo de sus propias manos”.
Es una notable diversidad de relaciones que abarca tanto el pasado como el futuro, Europa y Rusia. La comparación con Rusia es particularmente instructiva, entre otras cosas, en lo que concierne a las consecuencias de un posible paso de toda la tierra a manos de los campesinos sin rescate, una medida que es progresista, indiscutiblemente capitalista.
Estados Unidos ofrece el ejemplo más adecuado para estudiar las leyes generales del desarrollo capitalista en la agricultura y la variedad de formas que adquieren estas leyes. Y ese estudio conduce a conclusiones que pueden ser resumidas en los breves enunciados que damos a continuación.
El trabajo manual predomina sobre la máquina incalculablemente más en la agricultura que en la industria. Pero la máquina avanza sin cesar mejorando la técnica de cultivo, ampliando la magnitud de las explotaciones y haciéndolas más capitalistas. En la agricultura moderna las máquinas son utilizadas a la manera capitalista.
El rasgo principal y el índice del capitalismo en la agricultura es el trabajo asalariado. El desarrollo del trabajo asalariado, lo mismo que el creciente empleo de maquinaria, es evidente en todas partes del país, y en todas las ramas de la agricultura. El aumento del número de trabajadores asalariados supera al de la población rural y al de la población total. El aumento del número de farmers está en retraso con respecto al de la población rural. Las contradicciones de clase se intensifican y agravan.
Avanza el desplazamiento de la pequeña producción por la gran producción en la agricultura. Así lo prueba plenamente la comparación de los datos de 1900 con los de 1910, sobre el total de bienes de las farms.
Pero dicho desplazamiento es minimizado y la situación de los pequeños agricultores aparece embellecida, debido a que en 1910 los estadísticos se han limitado en Norteamérica -como lo hacen casi en todas partes de Europ- a agrupar las explotaciones por superficie. Cuanto más amplia y rápida es la intensificación de la agricultura, más pronunciados son esa minimizaoión y ese embellecimiento.
El capitalismo crece no sólo mediante la aceleración del desarrollo de explotaciones grandes por su superficie en las zonas extensivas, sino también mediante la creación en las zonas intensivas de empresas en parcelas más pequeñas, cuya producción se realiza en escala mucho mayor y son mucho más capitalistas.
En resumen, la concentración de la producción en las grandes empresas es en realidad mucho mayor -y el desplazamiento de la pequeña producción en realidad va más lejos y es más profundo- de lo que indican los datos habituales sobre las farms agrupadas por superficie. Los datos del censo de 1900, compilado con mayor cuidado y más detalladamente, son más científicos y no dejan duda alguna al respecto.
La expropiación de la pequeña agricultura está avanzando. En las últimas décadas va disminuyendo constantemente el porcentaje de propietarios en el número total de farmers, en tanto que el aumento del número de farmers está en retraso con respecto al crecimiento de la población. El número de propietarios de toda su farm va disminuyendo en cifras absolutas en el Norte, la región principal, la que da el mayor volumen de productos agrícolas, y que no tiene ni vestigios de esclavitud ni colonización en gran escala. En la última década disminuyó el porcentaje de farmers dueños de ganado en general; paralelamente al aumento del porcentaje de farmers con ganado lechero hubo un aumento aun mayor de la proporción de agricultores sin caballos, sobre todo entre los pequeños farmers.
En general, la comparación de datos similares sobre la industria y la agricultura para un mismo período, muestra que, aun cuando la segunda está incomparablemente más atrasada hay una notable semejanza en las leyes de evolución y que la pequeña producción está siendo desalojada en ambas.
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[1] Census Reports. Twelfth Census 1900. Vol. V. Agriculture. Wash. 1902. Thirteenth Census of the United States. Taken in the Year 1910. Vol. V. Agriculture. Wash. 1913.
[2] Véase C. Marx, El capital, Buenos Aires, Ed. Cartago, 1956, t. III, p. 533.
[3] Véase V. I. Lenin, Obras Completas, tomo 3, pp. 641-646.
[4] Algunos dados sobre las cosechas de las farms por Estados o Resumen de las cosechas, por Estados.
[5] Véase V. I. Lenin, Obras Complestas, tomo 5, pp. 214-283.
[6] Para el año 1900, poseemos los datos -relativos al número de farms altamente rentables, es decir, aquellas cuya producción sobrepasa en valor los 2.500 dólares, entre los diversos grupos de explotaciones clasificadas por cantidad de tierra. He aquí esos datos: el porcentaje de farms altamente rentables alcanza el 5,2% entre las de hasta 3 acres; el 0,6% entre las de 3 a 10 acres; el 0,4 entre las de 10 a 20; el 0,3 entre las de 20 a 50; el 0,6 entre las de 50 a 100; el 1,4 entre las de 100 a 175; el 5,2 entre las de 175 a 260; el 12,7 entre las de 260 a 500; el 24,3 entre las de 500 a 1.000 y el 39,5 entre las de 1.000 acres y más. Vemos que en todos los grupos de hasta 20 acres, el porcentaje de farms altamente rentables es superior al de los grupos de 20 a 50 acres.
[7] Véase C. Marx, El capital, ed. cit., tomo III, págs. 533-559.
[8] Planta tropical cuyas raíces y hojas cocidas se utilizan como alimento.
[9] El número de asalariados en la agricultura, o más exactamente, su aumento, se obtiene de la proporción: 82,3 : 70,6 = x : 40,4 , de donde x = 47,1.