Mohandas Gandhi

Un error como el Himalaya

 

 


Escrito: Entre 1920 y 1925, como parte de la autobiografía de Gandhi, con el titulo "A Himalyan Miscalculation".
Primera Vez Publicado: La autobiografía de Gandhi apareció en India en la revista Navajivan, entre 1925 y 1928, y como libro, en dos tomos, entre 1927 y 1929, con el título Satyanā Prayogo athvā Ātmakathā. En traducción al inglés de Mahdev Desai apareció primero en la revista Young India, y luego, en 1940, en forma de libro con el título The Story of My Experiments with Truth.
Traducción al Castellano: Observatorio de Conflictos.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 9 de julio de 2007.
Derechos sobre la traducción: Copyleft (Licencia Creative Commons: Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.5 Argentina) por Observatorio de Conflictos.


 

Casi inmediatamente de realizado el mitin de Ahmedabad, me dirigí a Nadiad. Fue aquí donde usé por primera vez la expresión “error como el Himalaya”, que luego recibió tanta popularidad. Ya en Ahmedabad comencé a percibir las características de mi equivocación. Pero cuando llegué a Nadiad, y comprobé el estado de las cosas y escuché los informes sobre la cantidad de gente que había sido arrestada en Kheda, comprendí de pronto el grave error que había cometido al llamar a la población del distrito de Kheda y de los otros distritos a participar en la desobediencia civil en forma que, ahora, me parecía prematura. Me estaba dirigiendo a la población en un mitin público, y mi confesión no dejó de implicar que el ridículo cayera sobre mí. Pero yo siempre creí que cuando uno mira sus propios errores con un lente convexo, y hace exactamente lo opuesto en el caso de los otros, está entonces en condición de comprender con justicia a ambos. Consideraba, asimismo, que una escrupulosa y consciente aplicación de esta regla, era imprescindible para quien quería ser un satyagrahi.

Veamos ahora en qué consistió ese error como el Himalaya. Antes que alguien pueda dedicarse a la desobediencia civil, debe haber sido respetuoso hacia las leyes del Estado. En nuestra mayoría obedecemos aquellas leyes cuyo castigo por incumplimiento no solo tememos, sino que al mismo tiempo implican un principio moral que nos resulta natural. Un hombre honesto y respetable, por ejemplo, no comenzará de pronto a robar, lo permita o lo prohíba la ley, pero este mismo hombre no siente ningún remordimiento por no observar la reglamentación que impone el uso de una luz trasera en las bicicletas después de oscurecer. Incluso es dudoso que acepte un amable llamado de atención a este respecto. Pero respetará toda reglamentación obligatoria en este sentido para evitarse los inconvenientes que significaría su incumplimiento. Esta actitud, sin embargo, no llega a ser la espontánea obediencia que se requiere para ser un satyagrahi. Un satyagrahi obedece las leyes de la sociedad con inteligencia y por sus propios deseos de hacerlo, porque considera que constituye su deber sagrado el hacerlo. Únicamente cuando una persona ha obedecido escrupulosamente las leyes de la sociedad, está en condiciones de juzgar si alguna ley en particular es buena o justa, o es injusta y perniciosa. Sólo entonces tiene derecho a la desobediencia civil con respecto a ciertas leyes, en circunstancias bien definidas. Mi equivocación residió en no haber comprendido a tiempo esta limitación. Llamé a la población a unirse a la desobediencia civil antes que estuviera calificada personalmente para hacerlo, y este error me pareció de la misma magnitud que las montañas del Himalaya. Apenas llegué al distrito de Kheda, recordé los pormenores de la lucha satyagraha en Kheda, y me resultaba difícil comprender cómo pude dejar de percibir lo que era tan obvio. Comprobé que antes que un pueblo se encuentre en condiciones de participar en la desobediencia civil, debía comprender las más profundas implicaciones de esta actitud. Siendo esto así, antes de pensar siquiera en desencadenar un movimiento masivo de desobediencia civil, resultaba necesario crear un grupo de voluntarios bien educados, de corazones puros, que comprendieran las condiciones estrictas del satyagraha. Ellos podrían explicar eso mismo a la población, y mediante una cuidadosa vigilancia, mantener al pueblo en los límites de lo justo.

Con la mente ocupada por estos pensamientos, llegué a Bombay, organicé allí un cuerpo de satyagrahi voluntarios, a través de la Sabha Satyagraha, y con su ayuda comencé a educar al pueblo en la comprensión del objetivo exterior y significado interior del satyagraha. Esto, se hizo, principalmente, editando folletos de carácter educativo que trataban el tema.

Pero mientras este trabajo se desarrollaba, comprobé que resultaba difícil interesar a la población en el aspecto pacífico del satyagraha. Los voluntarios tampoco se alistaban en gran número. En cuanto a los que se alistaban, no concurrían sistemáticamente a todas las etapas de preparación, y a medida que pasaban los días, el número de nuevos voluntarios comenzaba gradualmente a decrecer en vez de aumentar. Comprendí que el progreso de la educación para la desobediencia civil no sería tan rápido como había supuesto en primera instancia.