Nahuel Moreno

 

Perú:

Dos Estrategias




Fuente del texto: Nahuel Moreno, Perú: Dos Estrategias, UIT-CI, 2016.
Esta edicion:  Marxists Internet Archive, enero de 2016; con permiso de la  Unidad Internacional de los Trabajadores– Cuarta Internacional (UIT–CI).
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Derechos: © UIT-CI, 2016.


 

Capítulo I

La movilización campesina es el motor de la revolución peruana

 

Al momento de escribirse esta carta, el hoy reconocido líder de las masas peruanas, Hugo Blanco, estaba ya en plena tarea de sindicalización campesina en el valle de La Convención y las tomas de tierras empezaban a marcar el camino que conduciría a la movilización armadas de decenas de miles de trabajadores indígenas. En abril se realizó en Buenos Aires una reunión del SLATO, en la que se decidió el traslado de Daniel Pereyra y otros compañeros a Perú para fortalecer el trabajo. Los delegados peruanos que participaron se volvieron con esta carta para entregársela a Hugo Blanco.

Buenos Aires, 24 de abril de 1961

Mi querido amigo (a Hugo Blanco):

Me planteas angustiado que no ves con claridad cómo se combinan las consignas de transición en esta etapa de la revolución de tu país. Tu angustia es justificada, ya que no hay problema más difícil que precisar la etapa que vive un país y las tareas revolucionarias que le corresponden.

En general todos coincidimos que en nuestros países están a la orden del día dos grandes tareas históricas: la liberación nacional y la revolución agraria. El problema es ver cómo se combinan y concretan ambas tareas históricas.

Creo que tú tienes el mérito de haber visto antes que nadie que en vuestro país se había iniciado ya la revolución agraria. Esto significa que si nosotros planteamos en este momento la liberación nacional en un plano de igualdad con la revolución agraria, estamos disolviendo el proceso concreto de la revolución peruana, que ha comenzado como revolución agraria, en una forma abstracta correctísima: las dos grandes tareas históricas en nuestros países latinoamericanos son la revolución agraria y la liberación nacional. Si hiciéramos así, olvidaríamos también que cada país y cada revolución, tienen leyes específicas en su proceso revolucionario. Lo difícil no es conocer y dominar las leyes generales de las revoluciones en abstracto: poder dual, combinación de tareas, carácter permanente de la revolución, etcétera, sino descubrir la especificidad de cada proceso revolucionario, cómo se combinan esas leyes generales para dar lo específico y lo que es más dificultoso todavía, cuál es la ley nueva, única, concreta, específica de esa revolución y si ella es un nuevo rasgo general, una nueva ley general de los procesos revolucionarios, es decir, si eso nuevo solamente es para este caso revolucionario o se eleva a una nueva ley general.

Vuestra revolución tiene un rasgo específico: ha comenzado en esta etapa como revolución agraria y no como una revolución obrera o de todo el pueblo contra el imperialismo. Tiene como su vanguardia al campesinado de una zona, el Cuzco, que se plantea el problema de la tierra, mientras el proletariado de las ciudades y de las minas, se mantiene a la retaguardia, a la defensiva. La revolución boliviana fue lo opuesto: empezó como revolución obrera y antiimperialista por sus objetivos y por su combinación de clase, para transformarse después del triunfo, en agraria. La vanguardia de la revolución boliviana fue el proletariado de La Paz y las minas, junto con el pueblo paceño, que se plantearon como tareas inmediatas, la imposición de un gobierno nacionalista y la nacionalización sin pago de las minas.

Comprobamos así, que la revolución peruana tiene como vanguardia revolucionaria, en esta etapa, a la zona y al sector social más atrasado del país, en oposición a la revolución boliviana que tuvo como vanguardia a la clase más avanzada en las zonas de mayor desarrollo capitalista. Tanto las revoluciones peruana como boliviana, se diferencian a su vez, de la gran revolución cubana. Esta tuvo a su vanguardia, en un principio, a la juventud burguesa y pequeño-burguesa, inclusive sectores desclasados de ellas, para apoyarse en el movimiento campesino que nunca se elevó a una organización y movilización masiva y que más bien sirvió de apoyo a la pequeño burguesía revolucionaria. Lo curioso es que la revolución cubana también tuvo objetivos específicos, distintos a la peruana y boliviana, ya que fue esencialmente democrática en sus comienzos: liquidar a Batista para lograr libertades democráticas. Se trata de precisar cuáles son las tareas históricas más importantes y urgentes de la clase y región que ha comenzado el proceso de la revolución permanente en Perú, para extenderlas y combinarlas con las tareas más urgentes e importantes de las otras clases y de todo el país. Estas tareas y esa combinación de tareas y objetivos serían el programa específico de la revolución peruana.

Los grandes problemas del campesinado peruano en general y del cuzqueño y puneño en particular son dos: la tierra y el derecho democrático a votar. En Perú, el campesinado y los sectores más pobres de las ciudades, no votan por su carácter de analfabetos. En Bolivia las masas han dado el ejemplo imponiendo el voto para toda la población, sin distinción de ninguna naturaleza. Nosotros tenemos la obligación de reivindicar el mismo derecho para las masas más pobres de Perú, especialmente para el campesinado. El hecho de que los indios no voten es un reflejo de la explotación semifeudal que sufren y de la diferenciación racial. Nosotros somos campeones en la lucha por los derechos democráticos. Los dos más importantes son: el derecho a elegir sus representantes por parle del pueblo tal cual es, aclarando que es así como consecuencia de lo que han hecho de él las clases explotadoras que han dominado el país de los analfabetos y los alfabetizados, con dominio de la lengua española o quechua, bárbaro o civilizado, con tierra o sin tierras; el derecho a educarse y tener el idioma oficial que quieran, que elijan.

El gran problema que se presenta es cómo combinamos esta lucha por la tierra y el voto para el campesinado (que es una lucha que interesa específicamente a las masas rurales), con los problemas que afligen o preocupan a las masas urbanas y especialmente a la clase obrera de Lima, de la costa y de los grandes centros mineros. Concretamente, cómo combinamos las tareas actuales, presentes, de la clase más revolucionaria en esta etapa de la revolución peruana, el campesinado, con la clase obrera y las masas urbanas, potencialmente de mayores posibilidades revolucionarias.

Si nos planteamos este problema, debemos empezar por señalar que el gran problema que van a enfrentar las masas urbanas, serán las elecciones del próximo año. En líneas generales las masas urbanas votan por oposición a las campesinas. Con nuestra intervención en las elecciones se trata de llevar conciencia a la clase obrera y a las masas urbanas, acerca de la etapa actual de la revolución peruana. Concretamente, de la revolución agraria en curso. Se trata de revelarle a los trabajadores urbanos, que hay una revolución agraria en marcha, que ellos desconocen. Dado el carácter de los trabajadores urbanos, que vienen del campo y están ligados íntimamente al agro, por relaciones familiares y locales, este planteo no es nada dificultoso.

La cuestión es con qué herramientas intervenimos en las elecciones. Con el grupo de compañeros totalmente desorganizados, aunque con la mejor tradición, que conforman el POR (Partido Obrero Revolucionario), o con una herramienta viable, mucho más útil. El castrismo en Perú, como en el resto de Latinoamérica, ha provocado el surgimiento de tendencias revolucionarias en los distintos partidos y movimientos que se reclaman del pueblo y la clase obrera. Tenemos el APRA Rebelde, los social progresistas, los comunistas leninistas, la Juventud Comunista, los ex apristas revolucionarios que no forman parte del APRA Rebelde, y que están desperdigados por todo el territorio, etc. Todos ellos reflejan el sano propósito de hacer la revolución peruana con métodos revolucionarios. Todos ellos quieren inspirarse en la revolución cubana y hacer una revolución que nos lleve al socialismo. De la unión de esa vanguardia surgirá la gran herramienta de que carece el actual movimiento revolucionario peruano: el partido revolucionario. Justamente la inexistencia de ese partido revolucionario, es la más grande rémora que tenemos para unir la revolución agraria del Cuzco a las otras zonas del país y la revolución agraria a la revolución urbana y de la clase obrera.

Es así como se presentan tres tareas combinadas, impostergables, para desarrollar la revolución en Perú. Ellas son: primero, el desarrollo y organización del proceso de la revolución agraria con la consigna de tierra y voto para el campesino. Segundo, combinar la revolución agraria con la lucha obrera y de las masas urbanas, elevando a éstas a la condición de aliadas y, posteriormente dirigentes de las masas campesinas. Para ello nada mejor que intervenir en las elecciones denunciándolas como fraudulentas por no votar la mayor parte de la población. Tercera, unir a la vanguardia revolucionaria castrista, como la herramienta viable para cumplir las otras tareas. La urgencia de la revolución peruana obliga a plantear como consigna propagandística, para toda esta etapa, la del partido único de la revolución peruana, la de la unidad en la acción, democráticamente, a través de un solo partido revolucionario, de todos los grupos revolucionarios, alrededor de un claro programa revolucionario. La consigna de “partido único de la revolución peruana”, la consigna de unidad de los grupos revolucionarios, pasa a ser así, una consigna de importancia histórica y fundamental para el desarrollo de la propia revolución peruana.

Con saludos fraternales

 

 

Capítulo II

¿Putsch o desarrollo del poder dual?

 

La carta que sigue fue escrita luego del primer asalto de diciembre 1961. Es un esfuerzo para alertar a la vanguardia dirigente de la revolución peruana sobre la tremenda y nefasta presión de los teóricos y grupos inspiradores del putsch “revolucionario”, cuyos planteos pueden sintetizarse así, a los efectos de hacer más comprensible el intento de Nahuel Moreno:

1) Con dinero para comprar armas está garantizada la revolución peruana.

2) En Perú la revolución será como el golpe al cuartel Moncada en Cuba en 1953, sin ninguna intervención de las organizaciones de masas. Recién tomado el cuartel se comenzaría la etapa de fondo de la revolución agraria: la ocupación de tierras y la creación de un partido revolucionario a escala nacional.

3) Las ocupaciones de tierras y las milicias armadas campesinas para defender esas tierras son un crimen político porque alertan a la oligarquía y a sus fuerzas armadas e impiden la sorpresa, base del éxito del asalto al cuartel Moncada del Perú

4) No hay tiempo para hacer ni desarrollar ningún partido revolucionario en el Perú, Este se organizará como consecuencia de la acción armada y no antes, gracias al surgimiento de un “foco” insurreccional triunfante.

Buenos Aires, 5 de enero de 1962*

Querido amigo (a Daniel Pereyra):

Tú sabes que siempre que tengo que hacer una crítica importante a un excelente compañero, empiezo por destacar sus aspectos positivos. Esta es mi costumbre, y el hecho de que vos la conozcas me inhibe para estructurar esta carta, pues si empiezo por felicitarte, y luego te señalo las dos pequeñas críticas tácticas que tengo que hacer, puede dar la impresión de que estoy utilizando mi conocido método. En fin, he resuelto plantearte el problema de frente, asegurándote que en este caso, las ponderaciones son lo esencial y las críticas mucho menos que secundarias.

Me voy a citar. Cuando informé a unos amigos delante de José sobre tu actividad, expresé: la actuación fue tan brillante y correcta, que la historia del trotskismo peruano tiene una etapa claramente marcada a partir de su llegada, así como antes tenía otra a partir de la llegada de Carlos, que inicia la creación del verdadero trotskismo. Se dirá “antes y después de su llegada”, como se dice “antes y después de Carlos”. De hierro y de carbón hiciste acero. Concretamente, organizaste el partido. Ese es tu mérito histórico que tus connacionales son los primeros en señalar.

Creo que han existido dos errores tácticos. Uno respecto al partido único. Han transformado un objetivo estratégico, el partido único, en táctico, y lo han opuesto a la táctica del frente único, cuando la estrategia debe estar ligada a la táctica. El partido único y los frentes únicos, concretos, inmediatos, revolucionarios, no se contraponen, sino que se complementan. Por la vía de los frentes únicos, llegaremos al partido único, y te digo táctica del frente único para tareas inmediatas revolucionarias, rogándote que no te olvides que hay una estrategia y una teoría general del frente único revolucionario, mediante cuya aplicación correcta superaremos la crisis de dirección del movimiento revolucionario a escala continental y mundial, y la concreción de la cual es el partido único revolucionario peruano.

El otro error es en relación a la distribución de fuerzas: se tendía a abarcar todo el sur y todo el Cuzco. Creo que lo correcto es el método inverso, porque debemos concentrar los esfuerzos y conseguir cuadros de valor que hagan su experiencia en común. Si cuando aquí nos proletarizamos hubiéramos abarcado media república o todo San Miguel, muchos de nuestros mejores cuadros se hubieran perdido. Que allí la situación sea revolucionaria, no modifica esta experiencia sino que obliga a desarrollarla con mayor cuidado y rapidez. Cuando más rápidamente concentremos los esfuerzos y los futuros cuadros medios, más rápidamente podremos extendernos. O sea que entre la concentración y la extensión hay una relación dialéctica, y sin concentración previa, no hay posibilidades de extensión posterior. Concentrémonos en el baluarte (el Cuzco) y desde allí extendámonos.

Hagamos un esfuerzo para tener claridad y discutir

Esas dos pequeñas observaciones y las charlas con algunos amigos, me han convencido de que es necesario comenzar el estudio teórico-político de la revolución peruana, sus etapas, tareas y consignas. Tenemos que hacer tiempo en nuestra actividad diaria para pensar, discutir y llegar a acuerdos sobre estos problemas.

Tu opinión, como la de todos los demás dirigentes del movimiento peruano, tiene una gran importancia, aunque nosotros discrepamos completamente con ella. La mía posiblemente, por la distancia, esté completamente equivocada. De cualquier forma expresa la opinión general de todos nosotros, y de estar equivocados, queremos que hagan un esfuerzo por convencernos sin apelar a ningún tipo de terrorismo ideológico.

Comprendemos la situación y la urgencia revolucionaria por que atraviesan. Pero tan importante como ellas, es la necesidad de tener claridad política, ya que la situación revolucionaria puede arrastrarte a una actuación empírica. Hay infinidad de preguntas que pueden quedar sin responder, o libradas al azar o a la respuesta fácil de las “condiciones objetivas favorables”. Vos me deberás decir si habían sido planteadas y respondidas por ustedes, con la proverbial sinceridad que te caracteriza.

Supongamos hipotéticamente que se dé, como suponen ustedes, un putsch felizmente similar al que intentara Fidel en Moncada, y que la reacción en respuesta, llame a un gabinete de unidad nacional con Belaúnde, Odría y Haya, que resuelva iniciar la reforma agraria en el Cuzco, adoptando la resolución de que toda comunidad o sindicato que vaya contra el putsch revolucionario, puede ya repartir la tierra, y la que no acepte esa situación, será ametrallada, bombardeada, y sus campos quemados. ¿No existirá la posibilidad de que los campesinos, presionados por los gamonales y algunos de sus dirigentes belaundistas, odríistas y apristas, no adopten una actitud neutral y aún inamistosa hacia el golpe? La pregunta va porque los manuales de guerra contrarrevolucionaria son claros. La guerra contrarrevolucionaria para tener éxito, debe partir de una premisa y sólo una: solucionar los problemas más afligentes de la población, tenerla contenta, satisfecha.

Pero en la pregunta anterior he partido de la premisa que ese golpe fuera afortunado. ¿Qué pasaría en cambio si en ese mismo caso un entregador avisara de todo el plan militar en que se basará el putsch? La tendencia revolucionaria que lo intentara podrá perder absolutamente todo.

La falta de respuesta a preguntas de este tono nos preocupa, ya que hay mil de ellas y no pueden ignorarse.

Cómo tenemos que estudiar el problema

Todos estamos de acuerdo en que la consigna “tierra y voto para el campesino” tiene la misma importancia en la revolución peruana que la consigna “asamblea constituyente” y “paz” en la revolución rusa. Con esta consigna hemos dado un gran paso adelante, pero no hemos solucionado los problemas organizativos y políticos que su aplicación implica.

“Constituyente y paz” en la revolución rusa, estuvo ligada permanentemente a la consigna de “todo el poder a los soviets”, y la insurrección de octubre de 1917 a la organización militar de los soviets. En China la lucha contra los japoneses y contra Chiang Kai-shek, estuvo combinada con la organización del ejército revolucionario y las milicias campesinas. La revolución cubana estuvo ligada al desarrollo del Movimiento 26 de julio y el Ejército Rebelde.

Aquí es donde empiezan los grandes problemas de la revolución peruana. Cuando decimos en Perú, “tierra y voto para el campesinado”, surge la pregunta: ¿por qué medio y a través de qué organización las lograremos? ¿las guerrillas?, ¿el putsch insurreccional?, ¿los sindicatos campesinos y obreros?, ¿la asamblea constituyente? Si se opta por el putsch insurreccional ¿lo hacemos contra el ejército o volcándolo a favor de la insurrección?

Estos problemas no pueden ser resueltos en forma astrológica-táctica alrededor de una fecha, diciendo, por ejemplo: “Todo hay que hacerlo antes de las elecciones, no puede ser después”. No es necesario apelar a la astrología para esto, ya que bastaría una razón táctica, sencilla y correcta: el mejor momento es antes de las elecciones fraudulentas, denunciándolas como tal. Podría haber además otra: la demora podría significar que se les ganara de mano.

Pero estas razones sólo pueden ser aceptadas como razones tácticas, y como tales, subordinadas a la estrategia. De ninguna forma como una fecha de principio, porque esto sería transformarnos en astrólogos y no estrategas de la lucha de clases.

La situación revolucionaria puede llevar a muchos a decir: “tierra y voto para el campesino”, “antes de las elecciones debe ser la insurrección, (no las guerrillas) porque sí no, nos ganan de mano”. Nosotros, que creemos más en la estrategia revolucionaria que en la astrología, nos permitimos plantear a estos compañeros: por favor, dejemos de lado las fechas hasta que precisemos con toda claridad las etapas, la estrategia y las consignas organizativo-políticas que nos llevarán a la insurrección.

Los ejemplos históricos en relación al ascenso de los movimientos de masas y la lucha abierta

Todos estamos de acuerdo en que está planteada inmediatamente en Perú la lucha abierta. El problema es cómo empieza: ¿al estilo de la cubana o como la revolución china?, o ¿acaso mediante un golpe insurreccional al estilo bolchevique, como en la revolución rusa?

Estas preguntas no pueden ser contestadas si no tomamos en cuenta la relación que existe entre la lucha abierta y la lucha de clases y la movilización obrera y campesina. Porque Cuba, como antes China, ha demostrado que la lucha abierta (uno de los tantos métodos, aunque el más contundente e importante de la lucha de clases), no está sólo reservada a la etapa más elevada de la lucha de clases. Puede ser un buen método en etapas primarias y aún a la defensiva. Estudiemos primero en las tres revoluciones triunfantes la relación entre el movimiento de masas y la lucha abierta. En Rusia (la revolución más perfecta y menos costosa) se utilizó la lucha armada en forma incruenta en la última etapa revolucionaria, apoyándose en los soviets (Comité Militar), es decir, en la organización y movilización masiva proletaria y campesina. En China la lucha abierta se inicia con la táctica de guerrillas provocada por la completa derrota del proletariado a manos de Chiang Kai-shek. Esta táctica fue completamente derrotada en el sur, y el partido, como el ejército comunista, debe trasladarse al norte de China. La lucha abierta en esta revolución es doblemente defensiva, y no se apoya en una organización y movilización del campesinado, sino por el contrario, trata de ir creándola. La lucha abierta comienza en China con los trabajadores en total derrota y como una táctica defensiva.

Algo parecido ocurrió en Cuba. Las guerrillas comenzaron como un acto de desesperación en medio de la pasividad y sometimiento de los obreros y campesinos ante Batista. Igual que en China, las guerrillas cubanas, lograron el apoyo del movimiento de masas en los últimos meses, y por eso solamente apoyaron al ejército revolucionarlo, pero sin llegar a crear soviets y sindicatos campesinos y obreros. Las masas no pasaron del apoyo al ejército, y no llegaron a constituir organismos propios.

Si comparamos estas tres revoluciones, comprobamos que la rusa utilizó la lucha abierta como coronación de la movilización y organización de las masas; la china y la cubana la utilizaron para defenderse en forma activa, pero sin ninguna movilización previa del movimiento de masas. De ahí el movimiento defensivo, huidizo, siempre en retroceso de las guerrillas. Cuando surgen militarmente, reflejan el fenómeno de clase en que se apoya, es decir, el retroceso o situación defensiva de las masas.

En Perú creemos que se dan condiciones muy diferentes a las de Cuba. Cuando Fidel salió a las sierras no había sindicatos campesinos, ni ocupaciones de tierras, ni nada por el estilo. Esto nos hace creer que, en Perú, la lucha abierta se plantea en condiciones más parecidas a las de Rusia. En ambas revoluciones hay organización y movilización masiva de los trabajadores, especialmente agrarios; las masas están a la ofensiva.

La lucha abierta en Perú, como consecuencia de lo que decimos, no puede ser una abstracción o un calco de la cubana o la china, ya que esa lucha abierta debe aprovecharse muy especialmente de las diferencias, y utilizarlas en la propia lucha, porque un dirigente debe saber emplear todos los elementos a favor de que dispone. ¿Qué dirigente revolucionario puede ser aquél que pueda plantear la lucha abierta y no toma en cuenta al hecho de que en Perú hay ofensiva y organización de las masas?

Que las situaciones rusa y peruana se parezcan, no quiere decir que sean iguales. Hay tres diferencias de bulto. La primera es que en Rusia la vanguardia revolucionaria fue el proletariado, y en Perú es el campesinado. Debemos aprender del arte de Lenin y Trotsky, que tendieron a evitar la lucha insurreccional hasta que el campo no siguiera a la ciudad.

Todas las revoluciones europeas anteriores habían fracasado por el divorcio entre la ciudad y el campo. ¿No puede ser el gran peligro de la revolución peruana el inverso, es decir, que la ciudad se deje utilizar por el imperialismo y no siga al campo?

La otra diferencia es que la revolución democrática (revolución de febrero de 1917), no se quedó en medias tintas en Rusia, sino que se efectuó a través de una insurrección popular dirigida por la clase obrera, originando un régimen de poder dual. En Perú no se ha dado ni una revolución popular, ni un régimen abierto, franco, de poder dual.

La tercera diferencia fue que en Rusia existió un formidable partido revolucionario, mientras que en Perú no.

Independientemente de estas importantes diferencias, el diagnóstico para ambas revoluciones es el mismo: la lucha abierta se plantea cuando las masas están en pleno ascenso y con un gran desarrollo de sus organizaciones de base.

Los ejemplos históricos en relación a las etapas revolucionarias

Debemos ser conscientes de dos grandes problemas que tienen que ver con toda revolución realizada hasta el momento: no es posible el triunfo obrero campesino (socialista) - revolución rusa en octubre-, sin pasar por la revolución democrática (revolución rusa de febrero) y el poder dual.

Estas dos etapas de la revolución rusa pueden darse en forma distorsionada, combinadas o abreviadas, pero siempre se han dado en todo proceso revolucionario.

Las revoluciones cubana y china, tienen una forma combinada de cumplir estas etapas, pero las cumplieron. Vos conoces tan bien como nosotros las clásicas consecuencias de la revolución rusa. Una etapa ideológica de creación de líderes, de programas. Una etapa política: la insurrección de febrero, el poder dual y las jornadas de julio (derrota de la contrarrevolución burguesa), y la revolución de octubre (políticamente socialista).

A partir de entonces se da: una etapa de revolución socialista económica (nacionalización de la industria y del comercio exterior); una etapa militar (la guerra civil); una etapa de reconstrucción y construcción económica cultural después del año veintiuno.

Las revoluciones china y cubana empezaron por la guerra civil, invirtiendo el orden de la revolución rusa. La guerra civil es una expresión geográfica del poder dual, que en su desarrollo llevó al triunfo de la revolución democrática, transformando el poder dual geográfico y militar en poder dual político. La diferencia esencial está en que antes de la revolución democrática cubana (derrota de Batista) ya existió guerra civil y poder dual, lo cual facilitó tremendamente la revolución socialista-política que se abre con el desplazamiento político de Urrutia.

Los problemas teóricos esenciales que se plantean en Perú son dos. ¿Qué etapa estamos viviendo? ¿Cuál es la mejor forma de cumplirla? Para ser más precisos; ¿podemos estar o estamos en la etapa de la “revolución de febrero” y el poder dual? ¿Ya la hemos superado? ¿Está planteada “a la cubana” la guerra civil antes de la “revolución de febrero”? Esto me obliga ya a entrar en el tema fundamental: el carácter general de la etapa que vivimos en Perú y en Latinoamérica.

Carácter de la etapa actual de la revolución peruana

Respecto a la revolución democrática me inclino por una tesis atrevida. Ya estamos viviendo esta revolución, pero a través de etapas, y no de un solo golpe. La revolución democrática peruana se parece a la forma en que la revolución alemana de 1918-19 vivió sus “jornadas de julio”. La actual etapa de libertades democráticas es el comienzo de la “revolución de febrero”, con la particularidad de que es una “revolución de febrero” (democrática) realizada desde arriba a la manera bismarkiana. Creo que toda América Latina está viviendo esta etapa bismarkiana de la revolución democrática llevada de la mano por el imperialismo yanqui, que desde arriba empuja a hacer concesiones democráticas formales al movimiento de masas como mejor forma de canalizar y dominar su ascenso revolucionario. Esta revolución democrática es una media revolución democrática, porque no se apoya en una insurrección popular que haya cristalizado en órganos de poder.

Pero así como se vive una media revolución democrática, lo mismo ocurre con el poder dual. El fabuloso ascenso del movimiento de masas, esencialmente campesino, ha provocado solamente embriones moleculares de poder dual a través de las comunidades y sindicatos campesinos que se posesionan de la tierra. Debemos ser conscientes de este fenómeno: la etapa que estamos viviendo es la de un esbozo de poder dual, que debemos desarrollar al máximo hasta que adquiera un desarrollo fabuloso. Cuando mejor y más intensamente lo logremos, más fácilmente llegaremos a la insurrección y a nuestro “octubre”. Y no hay otra forma de llegar al desarrollo del poder dual que empujar con todas nuestras fuerzas su manifestación más importante y evidente: la toma de tierras y la transformación de las tierras tomadas en dominio estatal, gubernamental, de los órganos que ya se han dado las masas, los sindicatos campesinos. Esta es la tarea preparatoria de la insurrección que más importancia tiene para nosotros. Si la cumplimos, la insurrección será un juego de niños, y sin mayores complicaciones; será una variante táctica de enorme importancia, como lo fue en la revolución rusa, pero nada más.

Junto con esto no hay que descartar la posibilidad de un movimiento de conjunto de los partidos populares para completar la “revolución de febrero”. Es una ardua tarea que nos obligará a llamar al belaundismo, al odriísmo y aún al aprismo, a cumplir tareas democráticas generales y formales: voto al campesinado, convocatoria a asamblea constituyente, etcétera, lo que nos obligará a intervenir en elecciones (en forma positiva concurriendo, o boicoteándolas). Un movimiento de conjunto no quiere decir que necesariamente tengamos que unirnos a los partidos burgueses, sino que por el contrario las coincidencias concretas y delimitadas en la acción nos llevarán con toda seguridad a separarnos cada vez más de esos partidos. Pero el sólo hecho de presentarnos a elecciones, por ejemplo, significa una cierta unidad en la acción.

Es muy posible que si no triunfa Haya de la Torre en las elecciones presidenciales, se abra en el Perú una primera etapa frondicista, de ciertas concesiones al movimiento de masas y con constante presión del gamonalismo. Si no boicoteamos a las elecciones, esa variante ayudaría al movimiento de masas, principalmente en las ciudades, que podrá hacer su experiencia sobre el rol de las direcciones oportunistas llevadas de la mano por nosotros.

Concretamente, se trata de ver en la realidad peruana por qué medios hacemos que las masas, principalmente urbanas, superen la etapa del democratismo formal, y de los dirigentes, partidos y programas oportunistas. Creo que hay que utilizar las elecciones para superar esa etapa, y que tenemos una magnífica oportunidad. Así completamos la “revolución de febrero”, desenmascarando al mismo tiempo a las direcciones oportunistas. Pasaremos así, sin solución de continuidad, a la revolución obrero-campesina.

¿Seremos capaces de hacerlo? No sé, pero esas son nuestras tareas y ellas nos llevan de la mano a la verdadera insurrección. Si ésta es la etapa que estamos viviendo, se nos presentan dos tareas combinadas: desarrollar el poder dual y completar la revolución democrática para pasar a la revolución obrera-campesina. Tenemos que ver cómo combinamos estas dos tareas íntimamente unidas entre sí con la lucha abierta. Desde ya podemos partir de una premisa: de esas dos tareas la principal es desarrollar el poder dual.

Poder dual y lucha abierta

El compañero peruano que nos lea dirá: “Todo está muy bien, pero ya el ejército choca con los campesinos y nosotros nos cruzamos de brazos”. Lamentablemente no podemos decir: “Contestemos a las provocaciones y represiones con la insurrección”, sino algo mucho más modesto: “No dejemos de contestar a las provocaciones, pero seamos conscientes de que todavía no están maduras las condiciones para la insurrección; que ésta la estamos preparando”.

Esto no significa que tengamos que cruzarnos de brazos. Defendámonos de la represión, derrotémosla en todos lados, no temamos enfrentarla en forma abierta, pero no llamemos todavía a la insurrección, a la lucha por el poder, hasta que ésta no esté madura. ¿Que el ejército se moviliza para aplastar a los campesinos que tomaron legítimamente tierras? ¡Movilicemos nosotros a los campesinos para que resistan al ejército!

Es curioso, pero este planteo significa que nosotros estamos nada menos que por la inmediata realización de acciones militares. Pero estas acciones militares las consideramos necesarias como parte del desarrollo del poder dual molecular, atomizado, es decir, como parte de la toma de tierras por los campesinos.

Para decirlo en otras palabras: estamos en contra de acciones de conjunto, de golpes de estado o semiestado, pero creemos indispensable la lucha armada inmediata para desarrollar y consolidar los brotes de poder dual, e insistiremos hasta el cansancio en la toma de tierras. Por eso, todo lo que lleve a fortificar el poder dual (léase toma de tierras) nos parece formidable, y todo lo que lleve a abortar este proceso nos parece una aventura. No debemos hacer nada que no esté debidamente apoyado y defendido por la organización o iniciativa masiva del campesinado. Con una aclaración: debemos hacer todo lo que localmente los campesinos y sindicatos quieran, aunque en escala regional o nacional todavía no lo quieran. Es por eso que hablamos de proceso molecular.

Guerrillas o milicias campesinas

Existen compañeros que creen que el problema insurreccional es un mero problema técnico: preparar un grupo de cincuenta, cien o quinientos guerrilleros. Se trataría para ello de liberar una zona lo más rápidamente posible para desarrollar una fuerza revolucionaria. El movimiento de masas tiene menos importancia, en esa perspectiva, que el factor geográfico o técnico (hombres preparados y armamentos). Por eso las diferencias entre esos compañeros radican en la cantidad, tipo de instrucción o armamento requerido.

Discrepamos completamente con esa perspectiva. Estamos en contra de la organización de grupos guerrilleros en Perú. Creemos que hay que desarrollar, en oposición a los grupos guerrilleros, las milicias armadas campesinas y partidarias (o del frente único revolucionario). La diferencia entre éstos últimos y aquéllos es sencilla: el guerrillero se aísla, se prepara independientemente de la lucha de clases; las milicias en cambio son parte de la vida sindical y política, no la abandonan ni por un minuto. Un compañero que pertenece a la milicia sindical partidaria, sigue trabajando en las actividades sindicales o partidarias y su militancia en las milicias es parte de su trabajo sindical y político.

Creo que me tengo que detener un poco más en este problema de las diferencias, porque puede dar la impresión de que nos apartamos de la lucha armada. Desgraciadamente, las revoluciones china y cubana han llevado a transformar en sinónimos la lucha armada y las guerrillas. Nosotros estamos en contra de considerar la guerrilla y la lucha abierta en Perú como un objetivo estratégico, como los compañeros que dicen: “Si logramos un gran hecho de armas, las masas, que son revolucionarias, van a correr hacia nosotros”. Discrepamos con esta profecía. Por eso nosotros estamos a favor, por ejemplo, de que todo sindicato tome tierras y las defienda, o que en el Valle de la Convención ya impongan su autoridad los campesinos, con sus milicias, dirigidos por la federación; pero estamos en contra de que se llame “zona liberada” o se constituya allí un gobierno o ejército de liberación. Concretamente, desarrollaremos el poder dual y defenderemos a muerte su desarrollo, pero no lo agotaremos. La Federación Campesina de la Convención tendrá su radio, por las buenas o por las malas; pero esa radio no dirá que pertenece a un nuevo gobierno o a un nuevo ejército, sino que dejará las cosas a escala nacional como están, mientras llama a la ocupación de tierras y a una política de tierra y voto para el campesino. La lucha abierta es parte de la movilización de las masas indígenas y campesinas. Estas han votado tomar las tierras o la radio, porque no transmiten en quechua, por ejemplo. Posiblemente, ni siquiera tomen la radio, sino que exijan una cantidad mínima de programas o de la dirección de ellas. La lucha abierta se transforma así en un medio de la ocupación de tierras y del poder dual. ¡Lucha y organización armada para defender la toma de tierras por el campesino, sí! ¡Como objetivo en sí mismo, no! El partido tiene la necesidad de estar altamente adecuado a las necesidades de la lucha abierta. Es como si dijéramos que el partido tiene su tarea fundamental en sacar un diario porque la etapa es agitativa, Si así fuera, el partido debería montar un brutal aparato agitativo-técnico-humano.

Si hemos entrado en la etapa del desarrollo del poder dual (ocupaciones de tierras) con su consecuencia inmediata (lucha abierta), el partido debe hacer lo mismo que cuando encara una actividad agitativa o propagandística. Es decir, debe organizar y adecuar su aparato. Ahora bien, organizar un aparato no significa que ese aparato sea un fin estratégico en sí mismo.

En todos los otros casos, y principalmente en momentos de ascenso de masas, el partido en su conjunto y sus aparatos deben colocarse al servicio del desarrollo de ese ascenso.

Las milicias, la sindicalización y el congreso campesino

A la consigna de guerrillas hemos opuesto otra tan concreta como ella, cual es la de milicias campesinas y partidarias. Pero tampoco con la nueva consigna hemos solucionado todos los problemas. ¿El poder lo tomarán las milicias campesinas?

Creemos que no, que sigue planteado desarrollar la sindicalización campesina y la consigna general de congreso campesino departamental y nacional, para recién plantear la toma del poder o liberar una zona.

La consigna inmediata, agitativa, preparatoria de la insurrección es: ¡campesinos, tomad ya ahora mismo las tierras, sindicalizaos y formad milicias para defender vuestras tierras y vuestros sindicatos! Y la consigna propagandística es: ¡congresos agrarios!.

Esta consigna propagandística tiene una importancia fundamental, ya que significa transformar el poder dual atomizado, molecular, en general, regional o nacional. Es por eso mismo una consigna para la acción en etapas: toda federación campesina de un valle o de una región, debe llamar a congreso para imponer en su zona las milicias armadas centralizadas, la toma de las tierras y otras formas más generales o políticas de poder dual (control de la radio, las escuelas y otras manifestaciones gubernamentales). Por ese medio se seguirá enriqueciendo la consigna propagandística hasta transformarla en agitativa, es decir, hasta el llamado a la insurrección general.

Para terminar la revolución democrática intervengamos en las elecciones

El argumento de que los indígenas no le dan ninguna importancia a las elecciones es muy peligroso, ya que toma un hecho cierto para simplificar un proceso mucho más complejo: la revolución democrática y el agotamiento de la experiencia electoral democrático-formal.

El indio no vota y debe votar, ese es un planteo democrático-formal correctísimo. Pero está ligado a varios otros. Por un lado al problema de la vivienda, del poder dual; por el otro al desarrollo de la democracia formal, o sea, a la “revolución de febrero”. Digo “revolución de febrero” porque vos conocés la teoría y la historia del movimiento revolucionario. Por la “revolución de febrero” entiendo la revolución democrático-formal, llevada a su máxima expresión Esto nos plantea de nuevo el problema de la experiencia democrático-formal, que tiene para nosotros gran importancia en cuanto a la pequeña burguesía, el campesinado y la clase obrera, que no la han superado todavía. El pueblo en general cree en la fuerza del número contra los intereses de los explotadores. (Es democrático-formal porque en ella prima la formalidad del número). No creo que las masas urbanas del Perú hayan superado el fetichismo democrático, y lo que es más grave: creo que tampoco las masas campesinas han superado ese fetichismo. Ignorar no es superar; la ignorancia de los campesinos del problema democrático-formal es un arma de doble filo; porque el mismo (vía de los abogados, médicos, comerciantes, caudillos populares, y estudiantes de los pueblos) puede infiltrarse en el movimiento campesino. Concretamente, no creo que los campesinos hayan superado a esos personajes del voto y que hasta ahora se volcaban a la población urbana, pero que de ahora en adelante se volcarán al movimiento campesino. Esta batalla todavía no ha sido ganada por nosotros, porque el campesinado no ha superado todavía su etapa democrático-formal. Es muy posible que esta etapa no la viva o la viva con una rapidez inusitada, pero es necesario tener en cuenta que todavía no la ha vivido.

Por la vía indirecta de la ligazón con el pueblo o la capital de provincia, se restablecerá la relación del campesino con la revolución democrática-formal. El movimiento pequeño burgués-democrático, con todos los personajes que creen en la democracia formal o se aprovechan de ella, se proyectará hacia el movimiento campesino. Nosotros debemos preverlo.

Cuando el campesino se sindicaliza y toma tierras, entra en la vía de la democracia revolucionaria, que se le contrapone, es decir que entra en contradicción con la democracia formal. Pero esa contradicción hay que superarla y no ignorarla, haciendo que el pueblo urbano y agrario realice su experiencia definitiva sobre la democracia formal.

La propuesta sectaria es confrontar y no desarrollar la contradicción. Tal es el caso, por ejemplo, de aquellos que dicen que los sindicatos campesinos que desprecian a las elecciones y la pequeña burguesía de las ciudades son formidables, y los otros una porquería.

Nuestro planteo bolchevique no puede ser otro que desarrollar hasta agotar la experiencia de las masas urbanas y rurales, la revolución democrática formal, al mismo tiempo que desarrollamos (profundamente ligada a esta experiencia) la democracia revolucionaria, es decir los brotes del poder dual.

Hoy día, lo que antecede quiere decir que la vanguardia urbana, embarcada en la democracia formal, la supere a ésta y se supere a sí misma. Esta tarea tiene una importancia fundamental, porque es la forma indirecta de superar la etapa democrática burguesa (“revolución de febrero” del calendario ruso) entre los mismos campesinos.

Como ves, no me atrevo a decir “impedir”. Efectivamente: si aceleramos la superación urbana de la democracia formal, y al mismo tiempo desarrollamos los embriones de poder dual, es muy probable que el campesino salte la etapa democrático-formal burguesa, ya que impediremos la presión del pequeño burgués de la ciudad sobre él.

Si esto es correcto, se impone combinar con mucho cuidado el trabajo urbano con el campesino, el electoral con el insurreccional (sindicalización campesina, toma de tierras y milicias campesinas).

El planteo sectario es enfrentar y no desarrollar la contradicción. Tal el caso, por ejemplo, de los que dicen que los sindicatos campesinos que desprecian a las elecciones y a los pequeños burgueses de las ciudades son formidables, y los otros, una porquería. Por charlas con los compañeros peruanos, pareciera que ya se han pronunciado sin duda por la variante “óptima”: boicotear las elecciones. Ninguno de los compañeros me ha dicho: “estamos por el boicot”. Sin embargo, la posición inflexible de “insurrección para antes de las elecciones” tiene una secuela electoral inevitable y lógica: el boicot. No se puede preparar y llamar a la insurrección contra las elecciones, y al mismo tiempo hacer especulaciones con ellas. Hasta la fecha no se ha inventado la forma de estar sentado sobre dos sillas, ni de comer con dos cucharas.

Esta política, si existe, va contra el criterio nuestro de que consideramos necesario intervenir en las elecciones, para “denunciarlas como fraudulentas porque el campesino no vota”. El cambio de esta estrategia hay que hacerlo con mucho más cuidado, previo un análisis exhaustivo de la relación de fuerzas entre las masas urbanas y rurales y de nosotros con ellas.

Ustedes, que yo sepa, no han analizado a fondo los motivos del viraje del APRA (Rebelde) de la insurrección a la presentación electoral contra el frente único revolucionario. Tampoco han analizado a fondo la campaña contra Hugo Blanco. La explicación de que los dos fenómenos se deben a nuestra fuerza, es correcta, pero nos deja a mitad de camino. Es muy posible que ambos hechos estén relacionados íntimamente con fenómenos de clase: la democracia pequeño burguesa formal, quiere hacer su experiencia electoral y trata de barrernos a nosotros, que le ponemos piedras en el camino, es decir que el APRA Rebelde (MIR) y el stalinismo, al tirarse contra nosotros, tal vez estén reflejando a la vanguardia de la pequeña burguesía democrática formal.

Los dos hechos pueden demostrar que el proceso electoral, como mínimo en las ciudades, está fortificando a la democracia pequeño-burguesa. Pensemos con frialdad en la relación de fuerzas dentro de la ciudad del Cuzco, entre el stalinismo, el APRA Rebelde y el Frente de Izquierda Revolucionaria (FIR). El APRA Rebelde tiene aproximadamente la misma fuerza, y el stalinismo es todavía mucho más fuerte que el FIR. ¿En una ciudad así podría hacerse la insurrección o aplicar, por ejemplo, la teoría de la toma del cuartel? ¿Estaría seguro un triunfo transitorio? ¿No puede ser una táctica que ayude mucho más a la insurrección el llamar a la constitución de un frente electoral entre la federación campesina, obrera, el Partido Comunista y el APRA Rebelde en base a nuestro programa? ¿No tendríamos que estudiar lo que hacemos con el odrismo, aprismo y belaundismo para provocar una crisis en sus bases populares? ¿No fortalecerá mucho más esta táctica las posibilidades insurreccionales, que los estratosféricos comunicados sobre si Hugo Blanco es o no un provocador polemizando con el stalinismo? ¿No creen que esta táctica es digna de ser pensada, partiendo de la respuesta metodológica a las siguientes preguntas?:

• ¿Ignoramos o no a las masas pequeño burguesas urbanas y a sus partidos?

• ¿Ignoramos o no el enorme peso que tienen éstas sobre el campesinado?

• ¿Ignoramos o no el hecho de que operaciones como las que plantean los partidarios de repetir el Moncada no pueden hacerse en ciudades con población en contra o neutral?

• ¿Ignoramos todos estos factores, o por el contrario les damos una gran importancia en la preparación de la insurrección?

Educar pacientemente a la vanguardia y fortificar al partido

Tomar la tierra, sindicalizar a los campesinos, organizar sus milicias, y completar la revolución democrática, son las dificilísimas tareas que tienen ustedes a la orden del día. ¿Quién llamará a cumplirlas y las cumplirá? ¿Por qué no puede ser otra fuerza que un partido revolucionario? ¿Cómo lo logramos en el corto plazo que nos queda? ¿Antes o después de la insurrección? ¿Será nuestro partido?

Creemos con ustedes que la línea estratégica del partido único y la táctica del frente único revolucionario, han dado respuesta programática a estos problemas. Concretamente, no creemos que nuestro actual partido, por sí sólo, sea capaz de dirigir la insurrección. Pero si creemos en el frente único revolucionario como primera etapa del partido único y del desarrollo de nuestro propio partido. Lo importante es precisar el carácter del frente único claramente delimitado en sus objetivos (que tienen que ser los nuestros) y en su organización. Cuidado con la ambigüedad, ya que el frente único revolucionario es la herramienta para la insurrección. Hay que pensar muy bien la forma y el programa que le damos al frente único revolucionario para que sirva como partido. Esto significa que antes de llamar a la insurrección, demos una batalla frontal, en los organismos de masas contra las corrientes centristas y oportunistas. Hay que barrer a los oportunistas de los partidos de masas antes de llamar a la insurrección.

No hay que creer que esto ya está logrado por la simpatía que los nuevos dirigentes tienen hacia nuestras posiciones y líderes. Las masas campesinas deben aprender a distinguir el frente único revolucionario, por su programa y líderes, de las corrientes centristas. Organizativamente este trabajo estará seguro cuando las fracciones revolucionarias, perfectamente organizadas y disciplinadas, hayan penetrado y triunfado en los organismos de base, en los sindicatos campesinos; y la misma situación revolucionaria nos permite lograr esto a corto plazo. Para eso hay que mandar agitadores, propagandistas y organizadores a los sindicatos campesinos, para que desarrollen nuestras consignas, nuestro partido y el frente único revolucionario, barriendo toda influencia oportunista. Nuestros puestos de dirección son de gran utilidad sólo en la medida que ayuden a este proceso en la base. Por eso, tan importante como las otras consignas para preparar la insurrección, es ésta: organicemos el partido y el frente único revolucionario en la base.

Pero esto no es todo. Así como existe el peligro de ignorar el trabajo urbano por el campesino, o el electoral democrático por la insurrección, hay otro tan grave como el anterior: permitir que la vanguardia revolucionaria se aísle de la base popular, obrera y campesina.

El huracán cubano ha planteado ante los mejores elementos de vanguardia, una posibilidad: la guerra de guerrillas. Esos compañeros están encandilados por esa perspectiva. Si no respondemos con claridad a sus planteos, corremos el riesgo de que se aparten de nosotros, y hagan un rancho aparte, vale decir una guerrilla propia.

La época revolucionaria plantea a las masas el afán por la casa propia, y el ascenso cubano ha provocado un afán parecido en la vanguardia: el de la guerrilla propia. Esto es correcto, pero la cuestión es que tratando de captar esa vanguardia no nos olvidemos del movimiento de masas, pues no se trata de ir con la vanguardia adonde quiera ir, sino de llevarla a donde nosotros queremos y tenemos que ir. Y este punto de llegada, no es otro que el movimiento y las organizaciones de masas.

Todo compañero que quiere lucha abierta, que se incorpore a las milicias campesinas y partidarias. Pero no hagamos un cuerpo especial, no hagamos un ejército separado de la lucha de clases.

Si los compañeros de vanguardia no lo entienden así, eduquémoslos. Establezcamos la alianza existente entre ellos y el movimiento de masas, y sus organizaciones, pacientemente. Sólo ese camino fortalecerá a ambos, y en cambio el otro separa a la vanguardia de la experiencia masiva de los trabajadores, y confunde el aprendizaje de la vanguardia con el aprendizaje de las masas. Por eso la consigna no puede ser más sencilla: captemos a la vanguardia para que ayude, fortifique y dirija el desarrollo del poder dual, e impidamos que actúe en forma independiente y aventurera.

Por otra parte, el tiempo trabaja a nuestro favor, lo que nos permite reactualizar la famosa consigna de Lenin educar pacientemente a la masa y a la vanguardia. Por ese camino fortificaremos al partido, a la vanguardia y a las colosales masas peruanas.

Mi querido amigo:

El tono de mi carta (que no tengo tiempo de corregir) puede parecer polémico. Si así fuera, es erróneo. No tengo intención ni motivos para polemizar con nadie, y menos con vos.

Muchas de las posiciones que combato, las doy como hipótesis de trabajo y no como posiciones definitivas. Se trata solamente, de alertar contra el empirismo y el putschismo planteando una serie de problemas y la metodología para abordarlos. Esos problemas son los siguientes, partiendo de la premisa de que hay ya condiciones objetivas para comenzar la lucha abierta:

• Necesidad de precisar la etapa actual de la revolución peruana.

• Necesidad de una consigna general que desarrolle los embriones de poder dual.

• Necesidad de unir el movimiento pequeño burgués urbano a la lucha campesina.

• Necesidad de unir la campaña electoral y democrática a la lucha insurreccional como medio de desenmascarar a las direcciones oportunistas ante las masas urbanas, y por ese medio, ante las masas campesinas.

• Necesidad de unir la vanguardia revolucionaria a las luchas reales de las masas.

Te vuelvo a insistir en que posiblemente estemos confundidos, pero queremos discutir lo más pronto posible. Reconocemos que la magnitud de los problemas planteados, es de extrema gravedad. Si la carta sirve para que nos pongamos de acuerdo sólo en eso, me daría por muy satisfecho, y, last but not least, si también te recuerda con qué respeto y admiración seguimos tu trabajo.

Un abrazo fraternal

 

 

Capítulo III

Desarrollar y centralizar la revolución agraria

 

Ángel Bengochea, de la dirección de Palabra Obrera, viajó a Lima luego del primer asalto, y volvió pesimista respecto de la situación del partido peruano. Se preparó otra reunión con Moreno en Lima, para la cual éste escribió nuevamente a Pereyra.

28 de Febrero de 1962*

Querido amigo (a Daniel Pereyra):

Como siempre sigo con suma atención los acontecimientos en tu país. Creo que ustedes tienen el honor de encabezar el movimiento de masas en nuestro continente, si exceptuamos la dirección indiscutida de Fidel y el Che. Cuando digo nuestro continente me refiero a Sudamérica y no a Latinoamérica.

Se me ocurre que con el comienzo de las ocupaciones en el centro, así como con la continuación de las ya efectuadas en el Cuzco, se confirma plenamente mi línea de las ocupaciones de tierras. Por eso me alegra que reconozcas el error de tu carta anterior. Lo interesante es que te des cuenta de las razones metodológicas que han provocado tu error, porque creo que nuestras discusiones seguirán, ya que nuestras diferencias en lo que respecta a métodos no cambian por el hecho que vos hayas modificado tu posición acerca de las ocupaciones de tierras. Que vos sigas considerando de secundaria importancia el volcarte a la zona campesina, que no hayas aprendido quechua; el hecho de que no te des cuenta de que el problema del armamento y el dinero para las milicias se resuelven con que te vuelques a organizar el partido, los sindicatos, las milicias y las ocupaciones de tierras; el hecho que no comprendas que la iniciativa de las masas, centralizada y utilizada por un partido revolucionario, es mucho más rica en posibilidades que un grupo de genios reunidos, me llevan a la conclusión de que no has comprendido todavía las profundas diferencias entre nosotros. Por otra parte, eso se refleja en la concepción general de la revolución peruana. Vos seguís considerando que ella seguirá las pautas generales de la revolución cubana, en la variante Moncada, o a la sumo, en la variante Sierra Maestra, y en esto, seguimos teniendo profundas diferencias.

Tu aceptación de las ocupaciones de tierras, obedece a un retroceso táctico provocado por la realidad, pero el hecho de que en tus anteriores cartas no hayas mencionado ni de pasada las organizaciones de masas campesinas y obreras peruanas, que éstas y sus acciones no entraran, ni formalmente, en tus esquemas revolucionarios, lo dice todo, por lo menos para mí. De cualquier forma, creo necesario continuar este diálogo, que nos será útil.

La situación objetiva en tu país, demuestra síntomas de un cambio. La revolución agraria se intensifica y se extiende. El hecho de que Hugo Blanco –el más grande revolucionario de las masas campesinas, dejando de lado que sea nuestro compañero y amigo– se haya transformado en el gran dirigente del campesinado de todo el Cuzco y no sólo de los valles de La Convención y Lares, así como de la Federación Campesina de Cuzco, es el síntoma de la maduración de las condiciones y de la extensión de la revolución agraria.

Comprobamos también, que se extiende a todo el país. En Puno, al surgir una intensa sindicalización campesina con una central, y al producirse algunas ocupaciones de tierras. En el centro, nos encontramos también con ocupaciones de tierras por parte de las comunidades, y este desarrollo cuantitativo, posibilita un salto cualitativo, ya que al llegar el movimiento a las comunidades del centro entronca con el proletariado minero del centro, que es parte indisoluble de las mismas. Es así como el movimiento campesino puede alentar la entrada en acción de la clase obrera más centralizada y combativa del país, la que toca los intereses imperialistas y capitalistas más importantes: la Cerro Pasco Corporation y los mineros nacionales.

Es así como el proceso revolucionario puede alcanzar una nueva etapa, saltar y combinar la revolución agraria y democrática con la obrera, antiimperialista y anticapitalista. Todo pareciera indicarlo. Ojalá sea así. Ojalá que la vanguardia revolucionaria se una alrededor de un programa correcto y claro para dotar de conciencia a ese proceso y para alentarlo. Si no, existe el peligro de demorarlo y frustrarlo.

Esos son los hechos fundamentales de la actual correlación de fuerzas en el campo revolucionario, en el de las masas trabajadoras peruanas. Pero hay otros hechos importantes a tener en cuenta, que tienen que ver con el proceso electoral y con las masas urbanas, que no hacen a la esencia de la situación, pero son dignos de consideración. Detengámonos primero en el factor esencial.

Desarrollar y centralizar el poder dual en el campo

Si tuviera que definir en una sola frase cuál es la característica fundamental, esencial, de esta etapa de la revolución peruana, no dudaría un instante: el desarrollo del poder dual en el campo. Efectivamente, las ocupaciones de tierras se caracterizan fundamentalmente por provocar ese desarrollo.

Vos sabes tan bien como yo lo que significa el poder dual. En Perú nos encontramos con el fenómeno altamente revolucionario de un poder dual molecular, atomizado, que avanza a pasos agigantados, el de los sindicatos y comunidades campesinas que ocupan tierras y de hecho gobiernan en sus comunidades y haciendas. El poder central y el de los terratenientes se vé, de facto, soliviantado y suplantado.

Las tareas revolucionarias no pueden ser otras, visto este panorama y este diagnóstico, que dos: desarrollar el poder dual en el campo, tratar que penetre en las ciudades, y tratar de centralizarlo. Extensión y centralización del poder dual. Dicho en un lenguaje agitativo se trata de desarrollar la sindicalización campesina, las milicias armadas campesinas y las ocupaciones de tierras por los sindicatos y las comunidades agrarias.

La centralización de ese poder dual por zonas, localidades, sindicatos, nos obliga a plantear la consigna de congresos urgentes campesinos de departamentos, principalmente donde haya un vigoroso proceso de revolución agraria. Estos congresos deben dotar de una dirección centralizada al poder dual y al proceso revolucionario. Esta tarea es para llevarse a cabo inmediatamente. Si planteo congresos departamentales, es por el carácter federativo de tu país, que se compone de una serie de regiones diametralmente opuestas, sin ninguna unidad racial, económica, idiomática, etc. y solo unidas administrativamente. (Esto se refleja en la falta de unidad revolucionaria). De cualquier forma ese carácter federativo no impide una unidad, una ligazón de región a región. Por ello en toda esta etapa debemos educar a las masas campesinas en una consigna: el poder campesino para centralizarlo a escala nacional, aunque en forma propagandística, por la imposibilidad de llevarla a la práctica inmediatamente. De cualquier forma es una consigna de fundamental importancia.

Estas consignas tienen que ver directamente con la necesidad más urgente de los campesinos: la tierra. Pero de todas formas, los campesinos viven en Perú, y la solución de sus problemas vendrá no sólo de su propia acción y de la centralización de esta acción, sino de la marcha de la lucha de clases y política en todo el país. En síntesis, el movimiento agrario peruano no puede ser y no es ajeno a la política peruana.

El gran problema político que enfrentamos en este momento son las elecciones. El campesinado, o su vanguardia esclarecida, nosotros como partido revolucionario, no podemos dejar de tener una respuesta política a ese problema, respuesta que ayude al problema de la revolución agraria y al proceso de la revolución peruana. Nuestra consigna y tarea principal frente a las elecciones, es denunciarlas como un fraude, en la medida que el campesinado no vote. Es una vergüenza nacional que la mayor parte del pueblo trabajador, el campesino, no vote. Mientras no lo haga, toda elección, para nosotros, es fraudulenta. De ahí que nuestra consigna para las elecciones es: tierra y voto para el campesino, abajo el fraude.

Este problema electoral, nos plantea la necesidad de una táctica muy cuidadosa, ya que a través de él, se nos plantea el gravísimo problema de la ligazón de la revolución en el campo con las masas urbanas. Porque justamente son éstas, en un porcentaje importante, las que votan. Cómo combinamos nuestra actividad en las elecciones para ligarnos a las experiencias y al desarrollo de la conciencia revolucionaria por parte de las masas, es el gran problema que se nos presenta.

Luchemos contra los dos fraudes: el chico y el grande

Sabemos que debemos luchar por la tierra para el campesino y por el voto; también sabemos que las elecciones son fraudulentas por no votar el indio y el campesino, y las denunciamos como tales. Pero esta posición es abstracta, principista. Se trata de saber cómo intervenimos en las elecciones para combatir el fraude y cómo logramos la unidad con las masas urbanas. Es aquí cuando surge claro que va a haber dos tipos de fraude, el grande, institucional, contra el campesino al no dejarlo votar, y el chico, que cometerá el gobierno, junto con su aliado, el APRA, contra los que pueden votar.

Esto, lo palpan, lo sienten, lo saben las masas urbanas de vuestro país. No es un secreto que el APRA y el gobierno son una ínfima minoría, como lo demostrará el hecho de que la Convivencia (la alianza del APRA con Prado) perderá por muerte en las grandes ciudades; y si gana, será gracias al escandaloso fraude en las poblaciones rurales. Junto con ello el APRA utilizará métodos de terror semifascistas, por intermedio de sus famosos patoteros, los “búfalos”, que se han transformado, de lo mejor del pueblo peruano, en una manga de burócratas y “lúmpenes” de la peor especie. Debemos entonces comprender este fraude pequeño y ser los campeones de la libre expresión del pueblo urbano peruano. Nuestra consigna no puede ser otra que unámonos para evitar el fraude de la Convivencia. Este frente contra el fraude pequeño, debe ser una táctica electoral, ya que nuestra línea estratégica sigue siendo atacar las elecciones en su conjunto como un gigantesco fraude contra la mayor parte de la población.

¿Cómo unimos esas dos luchas contra esos dos fraudes? Aquí está el quid de la cuestión. Se me ocurre que tenemos dos líneas claramente precisadas. Por un lado, como línea histórica para esta etapa, ocupaciones de tierras, sindicalización y milicias campesinas, junto con congresos agrarios departamentales donde resolveremos plantear la consigna de tierra y voto para el campesino y el carácter fraudulento de las actuales elecciones. Por otro lado denunciamos más aun estas elecciones por su carácter fraudulento en favor de la Convivencia y proponemos un frente único de todo el mundo, belaundistas, odriístas, del Frente de Liberación Nacional, para defendernos de los ataques de los “búfalos” y del fraude gubernamental aprista.

Nuestra línea tiene que ser que se invite a estos frentes únicos contra el fraude chico y a las organizaciones obreras a los congresos departamentales del movimiento campesino, en donde se resolverá la táctica electoral definitiva del movimiento de masas peruano, principalmente de sus grandes masas y de su vanguardia. Concretamente, nosotros debemos luchar por la celebración de congresos campesinos departamentales y que de allí surja una política frente a las elecciones que tenga el mayor eco posible entre la población urbana. Nuestros objetivos inmediatos: ser los campeones para el logro de esos congresos campesinos, y lograr que todos los que están contra el fraude chico, aún en las zonas urbanas que votan, concurran a esos congresos para someterse a su disciplina, principalmente el movimiento obrero con sus organizaciones.

Nuestro planteo en esos congresos campesinos debe ser: exigir al gobierno una asamblea constituyente con voto para toda la población mayor de 18 años, que resuelva definitivamente el problema de la tierra y el voto para el campesino, así como también el de la nacionalización de las principales explotaciones mineras, y de servicios públicos, incluidos los bancos.

Es así como podremos combinar las tareas democráticas más urgentes– tierra y voto para el campesino– a las tareas históricas democráticas más importantes para el país: asamblea constituyente, nacionalización de los bancos, servicios públicos y las más importantes explotaciones mineras.

No puede haber insurrección sin partido revolucionario

Los amigos más impacientes, al ver el proceso revolucionario en vuestro país, su carácter masivo y extraordinario, se apresuran a sacar una conclusión: hagamos ya la revolución, apurémonos, no hay tiempo que perder. Estos compañeros confunden su impaciencia– provocada como veremos, por profundas causas sociales–, con la realidad. Han elaborado a esos efectos una teoría: la de que la acción militar, armada, crea todo, el partido, los cuadros, los dirigentes, la revolución en sí. Craso error. Todo esto lo crea la acción de las masas.

El ejemplo histórico son las revoluciones cubana y china. Allí, según ellos, la acción de un pequeño grupo revolucionario creó todo. Jamás he visto una afirmación más peligrosamente falsa y aventurada (aunque desgraciadamente alentada por la propia dirección de la revolución cubana). Las revoluciones cubana y china fueron iniciadas en su forma guerrillera por formidables organizaciones, por su tradición y fuerza. El Partido Comunista Chino, aunque derrotado por Chang Kai-shek gracias a sus errores, era un formidable aparato y partido íntimamente ligado a las masas cuando inició su gran marcha hacia el norte, aparte de que contaba con el apoyo de la URSS. El Movimiento 26 de Julio, también era un colosal movimiento de los sectores desplazados de la gran burguesía terrateniente y de toda la pequeña burguesía urbana que heredaba políticamente al movimiento de Eduardo Chibás. Castro era un gran líder de las masas urbanas antes de lanzarse al ataque al cuartel Moncada en 1953. Ni que decir después. Sin ese prestigio y ese apoyo previo no hubiera podido hacer nada.

Aquí, como siempre tenemos que observar nuestros viejos errores, y sus matices. Nuestra vieja afirmación que sin un partido marxista revolucionario no se puede hacer la revolución, se ha mostrado como falsa, absolutamente falsa. Pero la conclusión de que no es necesario un partido de masas, para hacerla o comenzarla, ni es correcta, ni surge como conclusión necesaria de nuestra autocrítica. Son dos problemas completamente distintos. Que no es indispensable partido revolucionario para comenzar la insurrección es una afirmación correcta: que no hace falta ningún partido y basta sólo un grupo decidido, es totalmente incorrecto. Por lo menos la experiencia histórica así lo demuestra: no ha existido hasta la fecha ninguna lucha insurreccional que no se haya dado sobre la base de un gran partido de masas y de un apoyo de grandes sectores sociales desde el principio, principalmente desde el principio, que es el momento más duro.

En Perú falta justamente ese partido revolucionario fuerte, de masas, con líderes conocidos. Pero lo curioso es que existen condiciones excepcionales para lograrlos, que ustedes se empeñan en no ver. Es lastimoso. Tampoco ven que el tiempo trabaja en favor nuestro, y no en nuestra contra. Estructurar ese partido es una posibilidad que debemos explotar y lograr al máximo antes de emprender cualquier acción insurreccional. Por otra parte, dada nuestra influencia y claridad se dan las condiciones para lograr que ese partido tenga características marxistas revolucionarias, es decir, de conciencia revolucionaria altamente desarrollada, lo que permitirá un proceso insurreccional menos costoso, no empírico.

El frente único revolucionario, el partido único revolucionario, y las dos vanguardias

Para lograr ese partido que prepare y desate la revolución, se impone unir a todas las tendencias revolucionarias. Debemos ser los campeones de esa unidad. El FIR es un magnífico ejemplo. Tenemos que ser conscientes que debe transformarse en ese partido único, y que sin éste, disciplinado, revolucionario, y con prestigio en el movimiento de masas, no podemos desatar ningún proceso insurreccional. Podemos lograrlo a corto plazo si no somos sectarios y desarrollamos el frente único revolucionario con todas las corrientes que afloran en este momento.

Aquí surge un problema muy peligroso. Esas corrientes revolucionarias se dan principalmente en los viejos militantes apristas de 30 a 40 años de edad, frustrados por el APRA, pero sin perder su entusiasmo y perspectivas revolucionarias y ligados al movimiento político superestructural, al movimiento estudiantil y pequeños sectores de la vanguardia obrera. Por su ubicación social, urbana y semidesclasada, son los que más presionan por la teoría “del grupo decidido”, capaz de hacer sólo la insurrección, y no le dan ninguna importancia a construir la indispensable herramienta del partido. Pero lo más importante es que en estos momentos, como consecuencia de la situación explosiva revolucionaria, está surgiendo toda una nueva vanguardia, que no entronca con la tradición revolucionaria de vuestro país. Esa nueva vanguardia son los activistas revolucionarios indigenas y campesinos u obreros del nuevo proceso que se inicia con las ocupaciones de tierras, la sindicalizacion campesina y la sindicalizacion obrera. Esa nueva vanguardia está políticamente virgen, ya que la vieja vanguardia, si exceptuamos a dos o tres pioneros como Hugo Blanco, la ha dejado librada a su propia experiencia, muy ocupada discutiendo y dividiéndose alrededor de cómo y dónde encarar la insurrección.

Categóricamente te afirmo que el futuro partido revolucionario sacará sus mejores cuadros de esa nueva vanguardia, y que la vieja vanguardia venida del APRA y del movimiento estudiantil solo cumplirá un rol– enormemente positivo– si se liga a la nueva vanguardia, para capacitarla, entroncar con ella y, al mismo tiempo, aprender de ella.

Esa es nuestra gran tarea histórica: construir el partido ligándonos políticamente a esa nueva vanguardia y dándole la espalda, si es necesario, a la vieja vanguardia, si no nos sirve para esa tarea. Pero para ello debemos comprender la revolución agraria, y ser los campeones de la misma.

Con cordiales saludos

 

 

Capítulo IV

El ascenso revolucionario pondrá a cada uno en su lugar

 

El 12 de abril de 1962 se realizó el segundo asalto, y el 28 fueron detenidos Pereyra, Martorell y otros participantes. Moreno había viajado a La Paz y el 5 de mayo fue detenido. Luego volvió a Argentina y en julio cayó nuevamente preso hasta diciembre. A fines de junio la dirección de Palabra Obrera envió a Bengochea y otros compañeros a Cuba para pedir ayuda para Hugo Blanco. No se ha encontrado el destinatario particular de esta carta.

La Paz, 15 de junio de 1962*

Mi querido amigo:

Aquí nos encontramos confundidos por la locura y la irresponsabilidad que cometieron algunos de los mejores dirigentes del FIR. Es increíble comprobar las irresponsabilidades a que se ven llevados fabulosos dirigentes marxistas revolucionarios, como Daniel Pereyra, cuando abandonan por desesperación revolucionaria, los más elementales principios de nuestra metodología. A simple vista la caída y persecución de los mejores dirigentes del FIR, nos ha provocado una derrota aplastante. Creo que por el contrario, esa derrota es la del ala putschista, ligada a los elementos lúmpenes y que como tal, con muchos sinsabores y desgracias personales, con mucho dolor, alumbra, forzada por las circunstancias, una metodología correcta, lo mismo que un programa y acción revolucionaria adecuada.

Concretamente, la considero una desgracia espantosa, pero con suerte. Hugo Blanco, obligado por la circunstancia, y sin la presión de los desclasados revolucionarios de conventillos del Cuzco (que jamás vieron un campesino de la Convención o aprendieron quechua) se verá obligado a dar rienda suelta a sus métodos intuitivos o empíricos, y ello le dará y nos dará el triunfo. Dicho en otras palabras, Hugo Blanco, para esconderse de la policía y para evitar que le hagan una provocación policial, deberá apelar al movimiento campesino, deberá empezar y desarrollar las ocupaciones de tierras, deberá defenderse, aún en forma armada, de los ataques policiales, y deberá buscar apoyo entre los sindicatos y campesinos de la zona. En condiciones deplorables, sin preparación, sin nada, pero obligado a enfrentar a la reacción con los métodos de la lucha de clases, desarrollando a fondo el poder dual. Sólo podrá sobrevivir si emplea estos métodos.

Creo tanto en la lucha de clases que estoy seguro que evitará caer en manos de la policía, justamente porque es el único que no ha andado con especulaciones putschistas e insurreccionales, y anduvo siempre haciendo la revolución agraria. Esa política revolucionaria ahora le rendirá sus frutos y lo obligará a apelar cada vez más a esos métodos, principalmente en este momento en que se ve perseguido.

Lo lastimoso, es que las aventuras de nuestros amigos putschistas, aventureros, han impedido una preparación cuidadosa de la ayuda política, organizativa, al proceso de la revolución agraria encabezada por Hugo Blanco, y es así como este colosal líder de nuestro movimiento y de la revolución agraria, se va a encontrar huérfano de toda ayuda cuando más la necesita. Y esto a pesar de toda la ayuda que mandamos para su movimiento y para él. Pero desgraciadamente, con el pretexto que esa ayuda era poca para hacer la insurrección de acuerdo al plan “X” o “Z”, elaborado en algún café del Cuzco, o en alguna confitería o lujoso departamento de Lima, nunca le llegó, a pesar que era muy importante.

De cualquier forma creo que fue beneficioso para Hugo Blanco quedar librado a su propia suerte. En este caso “librado” tiene dos sentidos: librado a las fuerzas impulsoras de la revolución agraria, al único apoyo de las insospechadas fuerzas de la movilización e iniciativa de las masas agrarias del valle de La Convención, Lares y el Cuzco, como después a las de todo el Perú; “librado” también de los lúmpenes, intelectuales, revolucionarios de gabinetes internacionales o latinoamericanos, revolucionarios estratosféricos atados a la caracterización de la revolución latinoamericana, o a la de que en Perú hay una situación revolucionaria, sin nunca ligarse de verdad a las organizaciones o a la comprensión del idioma o los problemas de esas masas. Haberse librado de esos “honestos y fabulosos revolucionarios” que mandaban a decirle a sus compañeros que se prepararan para estar en el gobierno a corto plazo de unos meses, fue una suerte para Hugo Blanco. Se produjo el reencuentro; se terminó el divorcio. La revolución peruana encontró su cauce natural, que es el ascenso revolucionario de las masas con sus organizaciones de base, y su líder indiscutido al frente: Hugo Blanco.

Debemos ayudar a Hugo Blanco y su movimiento de vanguardia con plena conciencia de que se transformará en un líder de masas indiscutido de todo el continente sudamericano y que superará en ese carácter al propio Juliao, el dirigente de las ligas campesinas del nordeste del Brasil. Tenemos que tener en cuenta que Hugo Blanco es un revolucionario completo y consciente, muy superior a lo que fue en su momento Fidel Castro y el Che, a lo que se le agrega que es nuestro. Ustedes, todavía impresionados por el desastre de la aventura hecha, no se dan cuenta de cómo se va a dar el proceso. Les insisto: Hugo Blanco, a tres o cuatro meses se transforma en un líder de masas indiscutido, conocido por todo el Perú y por todo el continente, separado de sus amigos putschistas, ya que se verá obligado a emplear los métodos que veníamos preconizando sin éxito desde hace meses: desarrollar la revolución agraria, responder a las acciones armadas con otras acciones armadas; defenderse pero en forma armada. Esta política será explosiva y en pocos meses capitalizará en el prestigio de Hugo Blanco, que se transformará en nuestro primer líder de masas latinoamericanas. Esto es un hecho histórico y debemos prepararnos para ayudar a este proceso todo lo posible, principalmente antes que sea demasiado tarde. Hay que mandarle toda la ayuda posible antes que se nos haga casi imposible por el desarrollo de la lucha. Antes de dos meses, a más tardar tres meses, debe llegarle esa ayuda, si no queremos que le llegue tarde.

Nuestro objetivo inmediato debe ser ayudar enseguida a Hugo Blanco y su movimiento. Por ese medio demostraremos en los hechos que nuestra concepción revolucionaria es coherente y posible y no la irresponsable de “la acción por la acción”, separada del movimiento de las masas. Le demostraremos así a nuestros amigos, los castristas, que el heroico movimiento de ellos, solo sirve para hundirnos, desprestigiarnos, y quemar a los mejores cuadros latinoamericanos en aventuras separadas del movimiento de masas. La ayuda inmediata a Hugo Blanco, la considero un problema primordial, decisivo, tan importante como en un momento determinado votar a favor o en contra de una insurrección. Así deben comprenderlo ustedes.

Este problema de la ayuda inmediata, antes que sea tarde, a Hugo Blanco, nos plantea otro problema, la ubicación de Bolivia. Al decir ubicación, me refiero no a su ubicación geográfica, sino a nuestra caracterización del país. No sé si porque estoy ligado a Bolivia por indestructibles lazos sentimentales (hace veinte años que tengo amigos y estoy íntimamente ligado a lo boliviano), lo cierto es que considero que Bolivia tiene una revolución socialista inconclusa, y que para mí, es el país más progresivo de Sudamérica. Esto nos da enormes posibilidades para lograr desde ese país, apoyo propagandístico a la revolución peruana, y llegado el caso, también para la Argentina. Por otra parte, la revolución boliviana, se pondrá en marcha alentando esas revoluciones, dado su carácter de país mediterráneo. Esta concepción de conjunto que le da gran valor estratégico a Bolivia por su caracterización de país más progresivo de Sudamérica, tiene gran importancia para cualquier plan coherente. Se enfrenta, como estrategia, contra todo “plan” de gabinete basado en consideraciones geográficos-técnicas, como por ejemplo, considerar a Brasil (por sus medios de producción adelantados) el vehículo ideal para una intensa propaganda en favor de la revolución peruana y de Hugo Blanco, o el día de mañana de la propia revolución argentina. Debemos dejar de lado, de una vez por todas, las especulaciones revolucionarias de gabinete o “técnicas”, el estudio ridículo de mapas y de producciones para volver la mirada al movimiento de masas y ubicar en base a esa mirada, los países y la importancia que tienen para nosotros.

Con saludos fraternales.

 

 

Capítulo V

Lamentable y heroica: una aventura putschista

 

Aun esté fechada desde La Paz, Moreno por entonces llevaba varios meses detenido en el Departamento Central de la Policía Federal en Buenos Aires. Hugo Blanco ya estaba aislado en el Cuzco. El “grupo Tupac Amaru” denominaba al “aparato expropiador”, que había adoptado ese nombre con el objetivo de no comprometer al POR/FIR. No se pudo ubicar el nombre del periodista.

La Paz, 15 de noviembre de 1962*

Estimado señor:

Acuso recibo de su extensa, analítica e informativa carta, así como de los valiosos artículos y recortes periodísticos sobre los sucesos recientes que conmueven vuestro país protagonizados por la llamada “banda roja”. Del estudio minucioso de esos materiales me he formado una opinión sobre los hechos, pese a la distancia y al desconocimiento del escenario y de sus principales actores. Le ruego tener en cuenta esto último para disculpar cualquier apreciación o referencia que roce o lastime sin quererlo la personalidad o la conducta política de militantes o dirigentes revolucionarios peruanos a quiénes respeto sin conocer.

Pero la crítica teórica y política debe ser implacable, y los revolucionarios no tenemos mejor manera de aprender que de nuestros propios errores, si no capitulamos ante la a veces dolorosa tarea de descubrirlos. La aventura putschista, personalmente heroica y políticamente lamentable, que arrastró a un sector de los mejores cuadros dirigentes de la revolución peruana a una acción insurreccional tendiente a impedir las elecciones fraudulentas convocadas por la Convivencia, sólo puede entenderse si se la ubica en el cuadro general de Latinoamérica a partir del triunfo de la revolución cubana y el ascenso de masas por ella provocado en todo el continente, y consiguientemente, al diverso grado de asimilación por parte de la vanguardia revolucionaria de nuestros países, de sus aportes teóricos y metodológicos.

Este es un tema que tengo desarrollado ya en otros trabajos, y lo que usted me pide tiene que ver justamente con este último aspecto, referido en forma particular y concreta a la vanguardia revolucionaria peruana. Vamos pues al grano:

Indudablemente el grupo de extraordinarios militantes que integran el cuerpo dirigente del FIR ha cumplido una labor histórica al dotar a la vanguardia peruana de un programa revolucionario correcto y de una herramienta política para llevarlo a cabo. Ese programa, sintetizado en la consigna de tierra y voto para el campesino, se asienta en dos pilares fundamentales: la revolución agraria mediante la sindicalización campesina, la ocupación de tierras y las milicias campesinas para defenderlas de un lado, y por el otro la exigencia de asamblea constituyente que legalice el voto campesino e incorpore a las luchas políticas del país a 7 millones de trabajadores hoy proscriptos, uniendo su lucha a la de las masas urbanas enfrentadas al hambre y a la falta de viviendas.

La herramienta política, el FIR, ha venido a ser, correctamente, el paso político inmediato que, uniendo programáticamente a las corrientes revolucionarias, liquidará la atomización y dispersión de la vanguardia y posibilitará una conducción nacional única para los más amplios sectores de las masas campesinas y urbanas. Esta gigantesca tarea, la más revolucionaria por ser la más correcta, reconoce sus campeones en los dirigentes del POR, incluidos los futuros putschistas. A ellos les cabe, por encima de todo, ese mérito realmente histórico, independientemente de que, de su seno, haya surgido una corriente aventurera, el grupo Tupac Amaru que con su desastrosa concepción de la acción revolucionaria ha asestado un duro golpe organizativo y político a la estrategia del POR y del FIR.

No hay en este momento discusión más importante entre los revolucionarios peruanos, que la que debe hacerse profundamente en torno a las causas sociales y políticas que hicieron posible el surgimiento en las filas del FIR, de esa corriente putschista y aventurera, el grupo Tupac Amaru, individualmente heroica, pero políticamente lamentable. Vayamos por partes.

Construir un partido obrero revolucionario es una tarea relativamente fácil en Perú, si se tiene en cuenta el alto grado de politización y radicalización de las masas y de sus cuadros de vanguardia. Reclamarse de la “extrema izquierda” en Perú, es casi lo mismo que decirse peronista en la Argentina o emenerista en Bolivia. Pero al mismo tiempo es tarea extraordinariamente difícil, si se tiene en cuenta que la propia economía peruana condiciona un proletariado industrial de no muy alto desarrollo y muy diverso grado de concentración. Esta es la “base social de la educación del obrero moderno”, y no factores o características raciales. Pero esa consideración, lejos de ser el argumento para negar la posibilidad y necesidad del partido y la dirección obrera, obliga, por el contrario a un más gigantesco esfuerzo organizativo, propagandístico y de educación política sobre los cuadros en estrecha fusión con el curso real y concreto de la lucha de clases.

Esta fue la etapa extraordinariamente positiva encarada por la dirección del POR peruano, pero lamentablemente interrumpida por la tremenda presión de factores externos e internos. Los primeros ya los hemos señalado (Cuba, el ascenso en Latinoamérica, etcétera), y entre los segundos destaquemos ahora uno de gran importancia teórica: el punto crítico de la transformación de una tendencia en partido.

¿Es este punto crítico un problema cuantitativo o cualitativo? ¿Cuándo una tendencia se transforma en partido? ¿Puede una tendencia asumir tareas de partido y cumplirlas con éxito? ¿Era el POR peruano una tendencia o era un partido?

Nosotros creemos que el ascenso de masas y el proceso revolucionario peruano, no dio tiempo a la tendencia configurada por el POR para dar el salto cualitativo, es decir, para consolidarse política y organizativamente como partido.

Es en el cuadro de esta dramática transición de tendencia a partido, en que tiene lugar el surgimiento de dos concepciones diametralmente opuestas: una débil, en formación, ligada a la clase y a su metodología, que llamaremos obrera, y otra aventurera y putschista. En Hugo Blanco, y en el Che Pereyra, han tomado cuerpo ambas concepciones. Hugo Blanco, líder de la sindicalización y la ocupación de tierras, se demuestra inexpugnable después de tres cercos militares de aniquilamiento, protegido en su “zona favorable” por 70.000 campesinos que “escuchan y miran” por él.

El Che Pereyra, vilmente torturado y actualmente preso en El Frontón, parece ser el mejor expositor y dirigente de la segunda. Su formación teórica, su experiencia de dirigente sindical, su alto nivel político, que hicieron de él, según todos coinciden, el campeón de la organización del POR en su primera etapa, no le impidieron caer víctima de una presión que fue incapaz de comprender y dominar: la presión arrasante, mal digerida, no asimilada, del castrismo sobre vastos sectores de la vanguardia peruana y del continente. No otra explicación tiene el hecho de que el Che Pereyra pudiese, en determinado momento, arrastrar tras de sí una corriente, el grupo Tupac Amaru, que subestimando la lucha de clases, la necesidad y posibilidad del partido, y la experiencia y educación de las masas, reivindicara por encima de todo, el rol “creador de la acción”, suplantando la verdadera metodología revolucionaria por el empirismo y el impresionismo típico del pequeño burgués.

Cuando el Che Pereyra emprende la tarea de impedir las elecciones fraudulentas de la Convivencia por la acción insurreccional, entra en una dinámica que le hace perder todo contacto con la realidad. Ignora el rol de Hugo Blanco como líder de la revolución campesina asentado en la sindicalización, la ocupación de tierras y las milicias (no las guerrillas), en suma, asentado sobre el eje y el motor de la lucha de clases en el país; confunde el desprecio de la vanguardia por las elecciones, con la superación de las mismas por las masas urbanas y campesinas y soslaya la importancia de la herramienta política que aglutinara a la vanguardia y le diese una dirección única al movimiento de las masas.

La experiencia mundial del putschismo, desde el blanquismo hasta las más recientes versiones del “castrismo” latinoamericano (Venezuela, Paraguay, Colombia) ya nos ha enseñado a qué conduce esa dinámica. Es fácil desentrañar, pues, aún a la distancia, la vorágine interna que envuelve generalmente a una corriente aventurera y putschista.

Lleva hasta el ridículo el culto a la “acción” y a los “medios técnicos”. Cree que el asalto al cuartel Moncada es el detonante revolucionario en cualquier momento, y que las masas insurreccionadas forman fila detrás del “foco” insurgente que sea capaz de suplantar las “palabras vanas” de los teóricos por las contundentes razones de un grupo armado, y analiza las perspectivas de triunfo, no por las relaciones del partido con la vanguardia y de ésta con la clase, sino por la cantidad de dinero y escopetas de que disponen. Insensiblemente suplanta la disciplina política de los cuadros, por una suerte de terrorismo ideológico en un frenético esfuerzo por soldar con saliva las resquebrajaduras de la falta de unidad política y de la heterogeneidad de sus elementos. Las caracterizaciones políticas basadas en los hechos objetivos de la militancia y la tradición partidaria, ceden lugar a las calificaciones subjetivas, sobre todo en materia de valentía, audacia, etcétera: el empirismo más primitivo da pie a una falsa voz de orden: “hacerla a la cubana”; y a lomo de tal cabalgadura, se desemboca en el fraccionalismo rupturista asentado en las relaciones personales y amistosas.

¿Cuál puede ser el basamento social de esta corriente, y dónde puede ella encontrar su caldo de cultivo? Hay una sola capa social o sub-clase tanto más influyente o numerosa cuanto mayor es el grado de crisis económica crónica del régimen: los elementos desclasados que la clase obrera o la pequeña burguesía víctima de la desocupación y de la falta de horizontes, arroja al campo de la revolución. Marx los designaba con el nombre de “lumpen proletariat”.

En Perú hay un alto grado de desocupación urbana y una pequeña burguesía pobre fuertemente radicalizada. Es el campo fértil para encontrar al revolucionario desesperado que sólo aporta su cuota de valentía. Lamentablemente el Che Pereyra y su grupo, presionados por los éxitos de la revolución cubana y la miseria explosiva de las masas peruanas, buscó apoyo y se nutrió insensiblemente de las capas “lúmpenes” en su discrepancia táctica y estratégica con la débil dirección obrera del POR, esforzada en dar el salto cualitativo de tendencia a partido. De ahí el desastre total, organizativo y político, que la crónica periodística se ha encargado de informarnos. Esa es la explicación política y no tal o cual “error” técnico o conspirativo, aunque éstos existieran y fueran factor agravante del caso.

Por eso justamente, la aventura putschista es heroica y lamentable. Heroica por el sacrificio de sus jefes y de magníficos cuadros, y lamentable, políticamente hablando, por haber asestado un golpe, casi mortal, a la verdadera dirección obrera revolucionaria, que estaba estructurando el partido y aplicando una estrategia a escala nacional, de la que Hugo Blanco es la expresión más concluyente y la promesa más efectiva.

Ahora, esa nueva y magnifica dirección revolucionaria del POR presidida por Hugo Blanco, ligada a la lucha de clases de la ciudad y fundamentalmente del campo peruano, deberá asimilar ese golpe y superar el desastre organizativo y político provocado por los aventureros y putchistas, restaurando la correa de transmisión que a través del POR y del FIR, extenderá a todo el país el liderazgo efectivo del inexpugnable dirigente campesino.

Y el propio Che Pereyra, héroe y mártir de la aventura putschista, podrá aportar también a esa correa de transmisión, el eslabón decisivo de su autocrítica, que ayudará a centenares de revolucionarios de Perú y Latinoamérica, no asimilados aún a auténticos partidos obreros y revolucionarios, a desprenderse de las insignes barbas de Fidel, y fundirse a la lucha de las clases explotadas, reales y concretas, tal cual se dan en nuestros países, con sus virtudes y defectos.

Con cordiales saludos.

Capítulo VI

Una vez más: ayudemos urgentemente a Hugo Blanco

 

Aunque haya sido fechada en La Paz, Moreno, que había sido liberado de prisión el 31 de diciembre, escribía desde Buenos Aires. Pereyra estaba preso en El Frontón y por eso Moreno lo menciona en tercera persona. El 11 de noviembre del año anterior se había producido el primer enfrentamiento entre la guardia civil y el grupo armado de Hugo Blanco en Pucyura, y había muerto un policía.

La Paz, febrero 23 de 1963

Mi querido amigo (a Daniel Pereyra):

Ayer tuve oportunidad de leer dos cartas tuyas a un pariente. En una de ellas, de hace varios meses, planteas que la revolución peruana es igual, idéntica, a la revolución cubana. En la otra, reciente, señalas que la mejor forma de ayudar a Hugo Blanco y su movimiento es abrir un segundo frente. Respecto a tu primera afirmación, me conformo con todo lo que ya te he dicho por carta y personalmente, ya que no pienso discutir más esa afirmación disparatada. La segunda es una novedad y me deja atónito, aunque responde a una estricta lógica consecuente con tu caracterización teórica del carácter de la revolución peruana. Sigues planteando lo mismo que hace un año; los hechos no te han dejado, desgraciadamente, ninguna experiencia.

No es casual que el tono y los informes de tus cartas sean el opuesto por el vértice al de los compañeros que cerca tuyo coinciden con mi caracterización. Mientras tú no ves nada más que éxitos y que Hugo Blanco se consolida, se fortifica, y que está cada vez mejor, los compañeros que están de acuerdo con mi análisis, señalan que Hugo Blanco está enfermo, algunos de sus más íntimos compañeros lo abandonan, su movimiento se debilita y él también, la situación es crítica y tanto su persona como su movimiento requieren una urgentísima ayuda; en suma, la situación es peligrosísima.

A simple vista ellos o tu están locos, ya que informes más dispares, aún con la misma fecha, es imposible encontrar. La explicación es sencilla, sin embargo. Los dos tienen razón, pero cada concepción política le da importancia a los informes de acuerdo a su concepción. No es casual que vos en ninguna oportunidad, en ninguna de tus cartas, jamás ni por casualidad, hayas pedido ayuda para Hugo Blanco y su movimiento. Es triste, pero es así. En cambio, mis amigos de tendencia, los que opinan igual que yo, no hacen otra cosa que pedir ayuda, solidaridad para Hugo Blanco y su movimiento. Son dos concepciones distintas. Para vos, Hugo Blanco y su movimiento se consolidan cuando hay asaltos a bancos (“hora cero de la revolución peruana”), a cuarteles, ocupaciones de tierra, sindicalización campesina, es decir cuando hay acciones de cualquier clase que fuera. Para nosotros sólo dos tipos de acciones consolidan a Hugo Blanco y a su movimiento. Te insisto, dos tipos única y exclusivamente: las acciones de las masas (ocupaciones de tierra y sindicalización campesina), y la dura, lenta tarea de fortificar al FIR y de estructurar un solo partido revolucionario. Todo lo otro debilita brutalmente a Hugo Blanco porque le resta magníficos elementos de vanguardia a esas dos tareas.

Como vos ves que hay cada vez más acciones individuales y colectivas en el Perú, sacas la conclusión que Hugo Blanco y su movimiento están cada vez mejor. Esas acciones son un reflejo del proceso revolucionario en ascenso, distorsionado en las acciones individuales, expresión directa en las movilizaciones de las masas. Vos no te preocupas de comprobar cómo va el otro polo para que Hugo Blanco se consolide: la estructuración de un partido revolucionario que rodee, apoye y dirija el curso ascendente de la revolución peruana, con Hugo Blanco y su movimiento a la cabeza. Es así como no te has dado por enterado de lo mal que Hugo Blanco está en todo sentido, ni te preocupas de ayudarlo directamente.

Sin embargo la debilidad de Hugo Blanco, es un alarido, no ya un grito, es el dedo en la llaga que nos dice: el ascenso de las masas sin un partido revolucionario es vapor lanzado al aire, que se pierde, ya que hasta su más grande líder se queda sin ayuda, sin apoyo directo.

De estas dos concepciones, dos sistemas de informes, surgen dos políticas diametralmente opuestas. Tú planteas abrir un segundo frente, al igual que algunos de tus amigos ligados a nuestro conocido Che Pereyra. Discrepamos con la estrategia, la táctica, y hasta con el nombre del segundo frente. Este término significa que lo de Hugo es un primer frente. No sé qué justificativos tienen ustedes para denominar primer frente a lo de Hugo. Para nosotros, lo de Hugo es un fabuloso movimiento revolucionario de las masas campesinas, sin ninguna característica de un primer, segundo, o tercer frente. Si se trata de seguir las huellas de Hugo, estamos de acuerdo en abrir centenares de frentes.

No queremos hacer una disputa por etiquetas y nombres. Concretamente, si cuando ustedes llaman a construir un segundo frente quieren decir hacer lo mismo que hizo Hugo Blanco, estamos completamente de acuerdo, creemos que eso es lo que hay que hacer. Hay que sindicalizar, ocupar tierras, captar dirigentes campesinos para el FIR, editar un periódico o lograr una radio para todo Perú, hay que organizar las milicias campesinas del FIR, hay que tender a organizar un solo partido único de la revolución peruana. Si es así se trata de abrir tantos frentes como valles y zonas campesinas hay en el Perú. ¿Ese es el segundo frente? Sabemos que no, que para ustedes ese no es el segundo frente. Lo que ustedes quieren es un frente militar, o sea un grupo de magníficos pequeños burgueses o lúmpenes revolucionarios, que estudiaron teórica y prácticamente a Mao y al Che Guevara, que nunca sindicalizaron a un campesino, ni jamás estuvieron al lado de un campesino que tomaba su tierra o combatía a su gamonal, que siempre estuvieron estudiando la apertura de frentes. Con esos elementos se trata de comenzar una batalla militar, tipo guerrillas, contra las fuerzas reaccionarias, apoyándose en el campesinado. Este es el segundo frente que ustedes preparan, que como todos los otros, como la “hora cero” de la revolución peruana, la recontra cero, la subcero y la poscero, han fracasado y seguirán fracasando.

Mientras tanto, el único “no frente”, el único lugar donde no especularon con la revolución, donde se mezclaron los activistas revolucionarios con los campesinos, sindicalizando, tomando tierras, organizando precariamente milicias, es el Cuzco, la Convención. Y su dirigente, Hugo Blanco, sigue dando el ejemplo, y seguirán sin vuestra ayuda directa, ya que ustedes están muy ocupados para poder ayudarlo, abriendo el “segundo frente”, como ayer estaban entrenándose, antes de ayer por conseguir millones de soles, y antes de antes de ayer por conseguir las armas necesarias. Mientras tanto Hugo Blanco se debilita como persona y como organización, porque ustedes siguen discutiendo cómo abrir el segundo frente.

Nosotros desde aquí y desde allá les decimos: basta de seguir jugando a la revolución, basta de ser en los hechos criminales políticos; no hay tarea más urgente, inmediata, fundamental que ayudar a Hugo Blanco en todos los terrenos. ¡Basta de especulaciones de café, de lúmpenes y pequeños burgueses sobre segundos frentes, basta por favor! Los hechos hablan por sí solos, comencemos ayudando a Hugo Blanco a consolidar lo ya comenzado y ayudémoslo definitivamente estructurando el partido único de la revolución peruana, el FIR o una nueva organización unitaria.

Los segundos, los terceros, los cuartos, los quintos, y los mil frentes que abrirán las masas peruanas, no los pedantes, engreídos de héroes, los grandes organizadores de pequeños desastres, que no sabemos por qué razón miran por sobre el hombro a los héroes de todos los días que tienen el mérito de no haber dirigido ningún desastre hasta la fecha, sólo podrán consolidarse al igual que Hugo Blanco si consolidamos el partido revolucionario, si no quedarán debilitados aunque todo el movimiento de masas los apoye.

Dicho con otras palabras, la debilidad actual de Hugo Blanco, en medio de su aparente fortaleza obedece a una contradicción: ascenso del movimiento de las masas campesinas, inexistencia de un partido revolucionario peruano. Esa contradicción hay que superarla lo más urgentemente posible para salvar a Hugo Blanco y a su movimiento, como para salvar a todos los Hugo Blanco del futuro. No podemos decirle a Hugo Blanco, líder de las masas agrarias, de la revolución peruana, que espere que consolidemos el FIR para salvarlo. Debemos de ser conscientes de esa necesidad histórica: sólo consolidando el FIR y construyendo un partido revolucionario evitaremos futuras situaciones angustiosas, como la que actualmente atraviesa Hugo Blanco, pero ya, inmediatamente, debemos darle toda la ayuda necesaria a Hugo Blanco, porque su salud, su libertad de acción, su actividad, pertenecen ya a las masas peruanas y una derrota, una caída, en cualquiera de esas condiciones es un colosal triunfo de la reacción y una fabulosa derrota de las masas peruanas.

Por eso se impone como consigna para la acción inmediata en el actual proceso de la revolución peruana la siguiente: ayuda inmediata, urgente, a Hugo Blanco. Consolidemos y estructuremos un solo partido de la revolución peruana, incorporémonos al FIR y sometámonos a la disciplina de hierro de la organización de Hugo Blanco. Todo el que abra un segundo frente o cualquier otra variante táctica por el estilo fuera de la disciplina del FIR es un traidor a Hugo Blanco y al movimiento, porque arriesga y pone en juego su porvenir.

Como ves, querido amigo, seguimos discrepando radicalmente.

Con cordiales saludos.

 

 

 

Capítulo VII

Sin partido (centralizado, disciplinado y con influencia de masas) no hay revolución

 

La carta está dirigida a alguno de los integrantes del sector putschista, muy probablemente al propio Daniel Pereyra, que seguía preso en El Frontón, aunque se lo nombre en tercera persona. Es probable que el “29 de Mayo” haya sido algún grupo que reivindicaba la acción guerrillera en la ciudad de Jauja que encabezó el teniente Francisco Vallejos, y fue rápidamente aniquilada.

Buenos Aires, 25 de marzo de 1963

Mi entrañable amigo:

He recibido con mucho retraso el periódico del FIR de diciembre del año pasado. Quedé formidablemente impresionado de los progresos que ha hecho la única dirección revolucionaria consciente que hay en tu país. Al mismo tiempo me fue muy útil leer el Manifiesto del Movimiento Unificado de Tupac Amaru y 29 de Mayo. Esa lectura me produjo una impresión deplorable, lastimosa. Es un manifiesto verdaderamente lamentable que no aclara nada en ningún sentido y que lo confunde todo. Pobre del militante de vanguardia que se guíe por ese manifiesto. No hará más que desastres o a lo sumo aciertos casuales llevado por su propia inspiración. Comprendo que un manifiesto no tiene por qué ser la expresión acabada de un análisis exhaustivo de la situación objetiva. Estoy de acuerdo que un manifiesto de dos o más organizaciones tiene que expresar los puntos en común y no el brillante análisis de los compañeros más esclarecidos. Pero para que un manifiesto sea útil, aun bajándolo al nivel de los compañeros u organizaciones menos esclarecidas o capaces, debe llenar un requisito fundamental: debe plantear sin equívocos la tarea o las tareas esenciales frente a una situación dada. Si vuestro manifiesto nos diera las tareas esenciales que impone la actual etapa de la revolución peruana, lo aprobaría, aunque su análisis o redacción no fuera muy profundo. Lo penoso es eso, que el manifiesto, para mí, lo único que plantea son generalidades, trivialidades y posiciones falsas o confusas en el mejor de los casos. Lamentable desde todo punto de vista. Tú me dirás que adjetivo mucho y demuestro poco. Trataré de mostrarte la justeza de mis calificativos.

Un manifiesto que da tareas sin caracterización previa y que no saca tareas de su caracterización

Luego de una serie de generalidades sobre el mundo, Latinoamérica, y el Perú, que no tienen nada que ver con el actual proceso de la lucha de clases de vuestro país, ustedes dicen categóricamente que vuestro movimiento “cuyo prestigio ha sido conquistado en acciones de combate, hace un llamado a todos aquellos que se identifiquen con nuestra trayectoria y nuestra programática y en especial a los jóvenes campesinos, obreros y estudiantes, invitándolos a ponerse en contacto con nosotros y engrosar nuestras filas, o formar equipos de combate en cada hacienda, en cada fábrica, en cada universidad, en cada ciudad, pueblo o barriada, adiestrándose y preparándose para la acción revolucionaria, atentos a las circunstancias y exigencias de esta hora decisiva, aptos para pasar a la acción en cualquier momento, y dispuestos a luchar hasta el triunfo final de nuestro pueblo”.

Poco antes han dicho: “Sin embargo no es prematuro plantear desde ahora la necesidad de la unidad de la izquierda revolucionaria que tanto anhela nuestro pueblo, proclamando nuestra voluntad de no omitir esfuerzo alguno que tienda a dicho fin.” Por más que busquemos en vuestro manifiesto no hay otras consignas que las ya citadas. Concretamente ustedes proponen: engrosar vuestras filas, formar equipos de combate, y la unidad de la izquierda revolucionaria. No hay una sola consigna más en todo el manifiesto. Eso es todo vuestro problema para la vanguardia y las masas peruanas. Mejor dicho, para la vanguardia revolucionaria la mejor salida que ustedes ofrecen es ingresar a vuestras filas y formar equipos de combate, y para satisfacción del pueblo, unificar las izquierdas revolucionarias.

Antes de finalizar y como autocriticándose de un manifiesto que no dice una sola palabra sobre las luchas colosales de las masas peruanas en el actual momento, se les escapa lo siguiente: “La sindicalización campesina y la toma de tierras son actualmente la principal acción revolucionaria de masas. La tierra, problema central de la revolución peruana, es también el eslabón más débil de la cadena que amenaza a nuestro pueblo. El movimiento campesino cuya vanguardia se encuentra en el Cuzco Centro y en el Cuzco, se dispone a romperla”. Ni una palabra más, ni menos, sobre la fabulosa revolución agraria y su líder Hugo Blanco, que para los autores del manifiesto no existe, ya que ni menciona por casualidad su nombre. Esto es todo. De este análisis no surge una sola consigna, una sola tarea, ni que decir, un programa. Concretamente, nos encontramos con un manifiesto que saca su “programa” de la nada, de las aspiraciones y programática de sus autores y no de un análisis de esta etapa de la lucha de clases en el Perú, y que de la raquítica caracterización final de la lucha de clases no saca una conclusión verdaderamente programática. ¿Qué tiene esto que ver con el marxismo? Absolutamente nada.

Justamente el marxismo hace lo opuesto: caracteriza lo fundamental y decisivo, es decir, precisa la etapa de la lucha de clases por la que se atraviesa en un momento dado, y recién sobre esa base se da las tareas esenciales. Los autores del manifiesto han procedido al revés: primero plantea las tareas sin ninguna relación con el análisis de la etapa de la lucha de clases que se está viviendo, después, mucho después, al final del manifiesto y como modesta limosna, ofrece una caracterización en una sola frase, de la actual etapa de la lucha de clases que vive el país. Pero, eso sí, ¡Dios nos libre! ¡Sin sacar una sola tarea de esa caracterización!

¿Un programa para el Perú o para el Congo Belga?

No podía ser de otro modo. Un programa que no parte de la situación de la lucha de clases de vuestro país en este momento, que sólo toma en cuenta vuestras aspiraciones, vuestros deseos, vuestra trayectoria, vuestra programática, puede aplicarse a cualquier país del mundo más o menos parecido.

He hecho la prueba y me encuentro con lo siguiente: “Nuestro Movimiento Unificado Lumumba y 29 de Julio, cuyo prestigio ha sido conquistado en acciones de combate, hace un llamado a todos aquéllos que se identifiquen con nuestra trayectoria y nuestra programática y en especial a los jóvenes campesinos, obreros y estudiantes, invitándolos a ponerse en contacto con nosotros y a engrosar nuestras filas; o formar equipos de combate en cada hacienda, en cada fábrica, en cada niversidad, en cada ciudad, pueblo o barriada, adiestrándose y preparándose para la acción revolucionaria, atentos a las circunstancias y exigencias de esta hora decisiva, aptos para pasar a la acción en cualquier momento y dispuestos a luchar hasta el triunfo final de nuestro pueblo congolés”. Y si la vanguardia congolesa no estuviera conforme con un programa tan formidablemente vacío y lleno de lugares comunes, ustedes pueden proveerle la receta final: “Sin embargo no es prematuro plantear desde ahora la necesidad de la unidad de la izquierda revolucionaria, que tanto anhela nuestro pueblo congolés, proclamando nuestra voluntad de no omitir esfuerzo alguno que tienda a dicho fin”.

Han logrado, en esta época de standarización, lo máximo: el manifiesto revolucionario único, perfecto, útil para cualquier país de la tierra. Sólo le faltan las indicaciones para ser usado igual que los alimentos envasados: “Consérvese en lugar fresco”. Ya me imagino las indicaciones en la tapa: Primero: se modifica el encabezamiento y se le agrega al pueblo el adjetivo que lo identifique: congolés, andorrano, salvadoreño, y está listo para ser usado. Segundo: no cometa el error de nombrar a ninguna organización o líder de masas del país en cuestión porque el manifiesto deja de ser útil, puede provocar polémicas, originar problemas e impedir la acción revolucionaria. Tercero: cuando menos referencias concretas a la situación de las masas del país, mucho mejor para la utilidad del manifiesto. Cuarto: en caso de duda se debe apelar como consejero a algún español refugiado en alguno de los países limítrofes, pero eso sí, que jamás haya estado en el país en cuestión, ya que así tiene una ventaja apreciable para llevar a la práctica el manifiesto– no conoce concretamente ningún país del mundo, incluida España, y el que menos conoce es el país en donde se va a aplicar la fórmula, lo que le permitirá soportar las presiones molestas de la clase del país–. Con ese manifiesto y un español que jamás haya estado en el país en que se lo va a aplicar, está garantizado el éxito.

Como vemos, la fórmula revolucionaria perfecta. Lástima que tiene un inconveniente: no sirve más que para llevar a heroicos compañeros a terribles derrotas.

¿Es necesario un partido y un programa?

Leyendo vuestro manifiesto nos asalta una duda: ¿para ustedes tiene alguna importancia el partido y el programa? Porque son categóricos cuando afirman: “Nuestra fuerza reside en nuestra inquebrantable voluntad de luchar hasta el fin, y en el creciente e incontenible proceso revolucionario que ha comenzado”. Esta formulación va dentro del contexto de todo un manifiesto que no da ningún programa concreto, y el que da es lastimoso y ni siquiera menciona la necesidad del partido revolucionario. Es decir, no es un error de redacción, sino una expresión que desnuda el verdadero pensamiento de los autores del manifiesto. Para ellos el tener o no un programa, que éste sea correcto o no, como tener un partido revolucionario, es un problema de quinta importancia, ya que la fuerza de ellos reside en la voluntad de ellos mismos y en el curso de la situación objetiva.

Desgraciadamente, no es, ni puede ser así. Entre la voluntad, factor subjetivo, y la situación objetiva, hay un puente, una unidad, que es justamente el programa con sus huesos y su carne: el partido. Si el programa es incorrecto o el partido no existe, no se logra una unidad dinámica entre la voluntad revolucionaria y la situación objetiva, sino choques, roces y contradicciones violentas; concretamente se establece una lucha a muerte entre la voluntad y la situación objetiva. Si el programa es correcto y el partido existe, por el contrario, se produce entre la voluntad revolucionaria y la situación objetiva una relación dialéctica, pero armónica, ya que los dos polos, el objetivo y el subjetivo están unidos justamente por el programa y por el partido, ya que ambos pertenecen como polos a una unidad superior. El hecho de que ustedes se hayan olvidado del intermediario entre vuestra voluntad y la situación objetiva, que crean que sólo la voluntad revolucionaria, sin programa y partido revolucionario, es suficiente para unir, para llegar a la situación objetiva, tiene un nombre en cuanto a su metodología: voluntarismo o subjetivismo; y otro en política: sectarismo revolucionario. De ahí que nosotros digamos lo opuesto de ustedes: vuestra debilidad colosal se refleja en vuestra falta de programa y de partido revolucionario, dentro de una fabulosa situación revolucionaria.

Cómo unimos a la vanguardia revolucionaria

Vayamos ahora a las dos partes esenciales de vuestro “programa”, que de alguna manera hay que llamarlo. Por un lado “no es prematuro plantear desde ahora la necesidad de la unidad de la izquierda revolucionaria que tanto anhela nuestro pueblo, proclamando nuestra voluntad de no omitir esfuerzo alguno que tienda a ese fin”, pero por otro lado “invitan a todos aquellos que se identifiquen con nuestra trayectoria y nuestra programática”, a “engrosar nuestras filas, o formar equipos de combate”.

A mí no me asusta que ustedes se den dos perspectivas inmediatas: el fortalecimiento de vuestra organización por un lado, y la unidad de las izquierdas revolucionarias por otro. Lo que me preocupa es: ¿a través de qué medio ustedes lograrán esa unidad de la izquierda? Ustedes dicen que todo lo resolverá el curso de las acciones revolucionarias. Como toda verdad general sirve de muy poco. El problema sigue planteado: ¿Cómo y para qué planteamos la unidad de las izquierdas revolucionarias? Vuestro manifiesto– no es una de sus menores fallas– ni da respuesta a esa pregunta. Aquí se nos vuelve a colar el problema de los problemas: el del programa y el del partido revolucionario. Sólo podremos plantear la unidad de las izquierdas revolucionarias sobre una base seria, responsable y útil a la revolución si nos planteamos un programa revolucionario mínimo, si señalamos con claridad cuáles son las tareas esenciales revolucionarias de esta etapa de la revolución peruana. Toda otra unidad que no parta de ese programa mínimo por y para la acción revolucionaria está condenada al fracaso, será una unidad espuria, sin posibilidades de éxito, que provocará nuevas divisiones y aventuras. Por el contrario, una unidad programática que abarque los aspectos esenciales del quehacer revolucionario en este momento de la revolución peruana, será un gran paso hacia adelante. Pero para tener un programa de ese tipo se impone hacer un análisis general de la actual etapa de la lucha de clases en vuestro país. Justamente lo que no hace vuestro manifiesto.

¿Y la autocrítica?

Es muy posible que ustedes nos digan: “nosotros planteamos la unidad sobre la misma base que la de la incorporación a nuestro movimiento” a aquellos que “se identifiquen con nuestra trayectoria y nuestra programática”. Ustedes señalan muy orgullosos que vuestro “prestigio ha sido conquistado en acciones de combate”. 

Esta afirmación es una media verdad, es decir, una mentira doblemente peligrosa y por lo tanto, metodológicamente criminal. Porque es verdad que todos los compañeros que firman el manifiesto son héroes y que como tales ganaron prestigio, pero ésta es una media verdad. La verdad completa, es decir la verdad auténtica, que el manifiesto no dice, ni toca, ni completa, es la siguiente, por más que nos duela: vuestro prestigio ha sido conquistado en acciones de combate fracasadas, derrotadas por la reacción en forma aplastante, en acciones de combate que llevaron a trágicas derrotas. Si no decimos eso, estamos mintiéndole a las masas y a la vanguardia. Esa es la verdad y hay que decirla, porque de esa verdad y sólo de ella se podrán sacar algunas conclusiones correctas. Porque vuestro método es un poco gracioso, si no fuera inconscientemente hipócrita.

La verdad, queridos y heroicos compañeros, es que las dos agrupaciones firmantes del manifiesto vienen de sufrir dos colosales derrotas a manos de la reacción. ¿Lo debemos decir o no? Sin duda debemos decirlo, porque si no practicamos el peor sistema de mentir que existe, el de las semi verdades.

En este caso concreto detrás de toda la simpatía que despiertan por vuestro colosal heroísmo, se oculta la resultante cierta de ese heroísmo: el fracaso más total de vuestras acciones y el éxito absoluto en ellas de la reacción.

Se impone por consiguiente, si ustedes reivindican vuestra “trayectoria y programática”, un análisis autocrítico exhaustivo, sin miedo. Tienen que dar respuesta a un interrogante: ¿Por qué si vuestra trayectoria y programática es correcta, ha triunfado la reacción? ¿Cuál es la razón de tan contundentes fracasos? Les aclaro que no soy un exitista. No creo por principio que, porque la reacción los derrotó, ustedes no tienen razón y todo aquél que tiene éxito si la tiene. No es nuestro método de pensamiento hacer girar todo análisis alrededor de los éxitos. Pero tampoco el método opuesto es el nuestro: no tomar para nada en cuenta los resultados de las acciones y de una política. Por el contrario, nuestro análisis empieza por los resultados de las acciones para de ahí elevarse a una comprensión total de esos resultados. Por eso discrepamos completamente con vuestro método de medias verdades, de no precisar el resultado de vuestras acciones y de tener como único programa de vuestro manifiesto el aceptar vuestra “trayectoria y programática” sin análisis autocrítico previo de esa “trayectoria y programática”.

La originalidad de la revolución cubana

Ustedes señalan que en Perú hay una “manifiesta dificultad de construir una auténtica dirección revolucionaria, como condición previa y necesaria a la conquista del poder político.

“Esto explica, sin idealizarla y a la vez otorgándole su verdadera significación histórica, la originalidad de la revolución cubana, cuyo ejemplo nos proponemos seguir sin servilismo, adaptándolo a la realidad del Perú.”

Esta cita tiene una ventaja apreciable, sirve para un barrido o un fregado, es decir para cualquier interpretación. En el mejor de los casos ella significa que en Cuba la revolución se hizo sin un partido marxista revolucionario, bolchevique en el sentido más estricto del término. Creemos que si es así ustedes tienen completa razón, siempre que seamos conscientes de que la originalidad de la revolución cubana es una originalidad repetida, ya que todas las revoluciones de esta posguerra se han dado sobre esa base, es decir sin partidos marxistas revolucionarios a su cabeza: China, Corea del Norte, Indochina, antes Yugoslavia, ahora Argelia y en una cierta medida Bolivia o el movimiento árabe. Cuba muestra el mismo fenómeno: revoluciones triunfantes sin la dirección de un partido marxista revolucionario. Hay dentro de estos fenómenos una cierta originalidad, ya que todos estos movimientos revolucionarios sólo han sido dirigidos por partidos comunistas, si han estado próximos geográficamente a Rusia o a China: Yugoeslavia, China misma, Corea del Norte, Indochina. En todos los otros casos, Cuba es el ejemplo más relevante, los movimientos revolucionarios han sido dirigidos por movimientos pequeñoburgueses nacionalistas o democráticos, sin ninguna ligazón orgánica con los partidos comunistas y a veces en lucha con partidos comunistas de sus respectivos países.

Tenemos nuestras dudas que eso sea lo que ustedes quieran decir. Hay una teoría en boga en el movimiento revolucionario, que hace la misma formulación que ustedes. Esa teoría, alentada y promulgada por la colosal dirección de Fidel y el Che, es la siguiente: basta un grupo revolucionario armado, que pase a la acción, y se apoye en la población trabajadora. Por ese hecho se transforma en el curso de las acciones, en el partido revolucionario armado que llevará al triunfo a la revolución. De vuestra cita no se puede inferir que esa es vuestra posición, pero tampoco la contraria. Vuestros actos, así como el resto del manifiesto, confirmarían que esa es vuestra posición. Por si acaso abrimos el paraguas y pasamos a precisar, según nuestro criterio, cuál es la originalidad de la revolución cubana, que ustedes no precisan.

Todas las revoluciones triunfantes en esta postguerra han demostrado que no son necesarios partidos revolucionarios marxistas para llevar al triunfo a esas revoluciones, pero han demostrado también lo siguiente en forma inequívoca: Primero, que sólo pueden iniciar las acciones armadas partidos y líderes de gran fuerza reconocidos por el movimiento de masas de sus países y totalmente disciplinados y centralizados. Segundo, que sólo se pueden iniciar acciones armadas con un fuerte apoyo en determinadas clases sociales o expresión distorsionada de esas clases sociales: estados amigos.

Porque si decimos que la originalidad de la revolución cubana, china o argelina, reside en el hecho de que se pudieron hacer sin direcciones revolucionarias marxistas, también debemos decir que sólo se pudieron hacer gracias a esas dos condiciones mínimas. Todos los ejemplos demuestran que esas dos condiciones mínimas: partido centralizado y disciplinado con líderes de gran influencia, apoyo directo o indirecto de importantes sectores sociales y estados amigos limítrofes, se dieron en todos los casos.

Si empezamos por Europa vemos que la norma se cumple. En Francia e Italia, las guerrillas tuvieron el apoyo indiscutible de los aliados en guerra, y fueron iniciadas por todos los partidos y todas las clases sociales de esos países. Yugoslavia, que puede parecer una excepción porque no recibió casi ninguna ayuda directa de los aliados en armas y alimentos, como los italianos y los franceses, es una confirmación a la regla: la guerra imperialista y el estar apoyada por los aliados, (uno de los sectores en guerra) significó una colosal ayuda indirecta, independientemente de que el partido comunista era un fortísimo partido en Yugoslavia apoyado en la clase obrera, clase media y el campesinado para su guerra de guerrillas. España es buen ejemplo por demostración del absurdo de esta norma. Aquí todos los intentos guerrilleros fueron hechos por grupos de audaces, sin el apoyo de ninguna organización reconocida por el movimiento de masas, ni ningún estado limítrofe o próximo, amigo. El resultado está a la vista: Franco sigue gobernando y las guerrillas no le hicieron ni cosquillas, y eso que existieron.

China es el mejor ejemplo de lo que venimos diciendo. El Partido Comunista Chino, que no era un grupo armado, sino un poderoso y colosal partido de masas, aunque venía de sufrir una espantosa derrota, debió sobrevivir en su guerra de guerrillas, ya que en el sur estaba siendo totalmente aniquilado. Es decir, el intentar desarrollar su ejército revolucionario aislado de la frontera rusa lo condenaba al fracaso y a su extinción. Gracias a ese contacto directo con Rusia pudo sobrevivir y después triunfar. Lo mismo podemos decir de Corea del Norte e Indochina. Argelia en África confirma nuevamente la regla; antes de comenzar la lucha armada el MLN (Movimiento de Liberación Nacional) es ya una poderosa organización armada de un colosal partido: el MNA (Movimiento Nacional de Argelia) de Messali Hadj y en nombre de ese movimiento y ese líder se comienza la insurrección y lucha armada con el total apoyo de Egipto y posteriormente de Túnez y Marruecos. Sin esos apoyos previos y posteriores no se hubiera podido hacer nada.

La revolución cubana no desmiente esta regla. Su originalidad no hace más que confirmarla:

Primero: El Movimiento 26 de Julio y su líder Fidel Castro, tienen una fuerza y un prestigio antes y no después de Moncada, antes y no después de Sierra Maestra. Ese prestigio lo han ganado interviniendo de lleno en las luchas políticas cubanas, inclusive en las elecciones. Fidel Castro había sido candidato.

Segundo: El Movimiento 26 de Julio es un colosal partido centralizado y férreamente disciplinado antes y no después de Sierra Maestra.

Tercero: El Movimiento 26 de Julio y Fidel Castro, fueron indiscutidos líderes de las grandes masas pequeñoburguesas de las ciudades, y aliados o líderes de importantes sectores de la oligarquía y la burguesía cubana, antes y no después de Moncada y Sierra Maestra.

Cuarto: El Movimiento 26 de Julio y su líder Fidel Castro tienen el apoyo directo de Venezuela, Costa Rica e importantes sectores del propio imperialismo yanqui, la burguesía y pequeño burguesía latinoamericana. Esta es la causa de una política neutral, dubitativa, por parte del imperialismo yanqui frente al Movimiento 26 de Julio y las guerrillas.

Quinto: El Movimiento 26 de Julio y Fidel Castro plantean la gran tarea histórica del pueblo cubano en ese momento: derrocamiento de Batista y logro de una república democrática, y tienden a apoyarse para lograr estos objetivos en la región y los sectores de la población más explotados, es decir, el oriente de Cuba y los guajiros.

Ni qué decir que nosotros estamos a muerte por estas normas y que creemos que donde se las pueda aplicar debemos hacerlo con toda prontitud. No vemos francamente dónde y menos que menos en Perú se dan ellas. Porque ¿dónde hay un partido y líder reconocido de masas en Perú, que llame a la lucha armada? ¿Dónde hay un partido férreamente disciplinado y centralizado? ¿Dónde están las poderosas clases sociales nacionales que apoyen a ese partido y líder de masas? ¿Dónde están los estados limítrofes que apoyen con todo a ese movimiento y que logren neutralizar al imperialismo yanqui? ¿Dónde están los líderes y partidos de masas apoyados en colosales fuerzas sociales que llamen a solucionar las grandes y fundamentales tareas históricas que se le plantean a las masas de vuestro país? Francamente, no las vemos por ningún lado. Vemos sí un líder regional y unas masas, las campesinas de Cuzco, pero no vemos ni partido, ni líder nacional, y lo que es fundamental: no vemos un partido centralizado con su líder, su clase nacional, su programa y su apoyo en estados limítrofes.

Es decir, no vemos por ningún lado cómo se puede aplicar sin “servilismo” la originalidad de la revolución cubana a la realidad del Perú. Vemos lo contrario, innumerables grupos que se reclaman de la revolución, sin ningún peso o líder de masas a escala nacional, sin ninguna característica de gran partido y sin ninguna disciplina férrea. Concretamente, no vemos ninguna de las condiciones que posibilitaron al 26 de Julio iniciar la lucha guerrillera. En lugar de alertar sobre esas profundas diferencias entre la originalidad de la revolución cubana y la de vuestro país que las hacen totalmente diferentes, sin casi ningún rasgo parecido, ustedes dicen lo contrario: que piensan seguir sus pautas, eso sí, ¡¡sin servilismo!! Es que para ustedes la originalidad de la revolución cubana es sólo una: no tener partido y dotar de dirección a la revolución a través de la lucha armada. Además de unilateral esa “originalidad” es falsa, porque la revolución cubana, como todas las otras han demostrado fehacientemente que sin un partido y líder reconocido por las masas, fuerte, férreamente centralizado, no se puede iniciar acciones armadas guerrilleras con posibilidades de éxito.

Pero si ésta no fuera vuestra opinión y coinciden con mi caracterización sobre la “originalidad” de la revolución cubana, les propongo un acuerdo: no llamar a ninguna acción, ni preparar para una acción a la vanguardia revolucionaria hasta no tener un partido y líder reconocido por el movimiento de masas del Perú (atención que digo acciones de la vanguardia y no de las masas).

La originalidad de la revolución peruana

De tanto seguirlos a ustedes por la estratósfera revolucionaria, nos hemos olvidado de la gran revolución peruana de carne y hueso, que es la que están llevando a cabo las grandes masas de vuestro país. Es hora ya que aterricemos y estudiemos concretamente las características específicas de vuestra revolución; que estudiemos justamente la revolución peruana. Tengo dos disculpas por llegar tan tarde en esta carta a la revolución real: la primera, que he tenido que seguirlos a ustedes en vuestro vuelo estratosférico; la segunda que ya en todas mis anteriores cartas me he ocupado exhaustivamente de la revolución real, auténtica, que las masas peruanas están llevando a cabo.

Ustedes dicen que sin servilismo piensan aplicar la originalidad de la revolución cubana. Nosotros creemos que las dos revoluciones son tan poco parecidas que no sabemos bien qué aspecto de la revolución cubana piensan aplicar o desarrollar. Los rasgos específicos más importantes de la revolución peruana son opuestos por el vértice a la cubana. Veamos si no es así. Esos rasgos podemos precisarlos en cuatro en este momento:

Primero: La revolución en Perú ha comenzado como una gigantesca movilización y organización del campesinado, en oposición a la revolución cubana, que no presenció en su iniciación, ni en su desarrollo una gigantesca movilización y organización de las masas trabajadoras, incluidas las masas campesinas. Concretamente, en Perú, antes de empezarse posibles acciones armadas, tenemos todo un proceso de revolución agraria y de organización de las masas campesinas. En Cuba tenemos un proceso de revolución democrática, encabezado principalmente por la pequeña burguesía urbana.

Segundo: La revolución peruana ya iniciada, no tiene ningún partido organizado y centralizado a escala nacional, reconocido por el movimiento de masas, ni tampoco un líder nacional en esas condiciones. La revolución cubana tuvo desde un principio un partido altamente centralizado y un líder indiscutido y reconocido por el movimiento de masas, el 26 de Julio y Fidel Castro.

Tercero: Como consecuencia de lo anterior en Perú el ascenso revolucionario adquiere características de desarrollo de poder dual atomizado, molecular, sin ninguna centralización, ya que no hay ni organizaciones de masas a escala nacional, ni partido de vanguardia que centralice el movimiento de masas. En Cuba el proceso revolucionario no tuvo un carácter molecular, esporádico, sino que fue completamente controlado y centralizado desde el principio por el partido de masas: el 26 de Julio

Cuarto: En Perú hay un divorcio revolucionario entre las masas urbanas y agrarias, marchan a destiempo, estando mucho más retrasadas las masas urbanas. Esto provoca una desarmonía completa entre las dos vanguardias espontáneas que se da el movimiento de masas. La vanguardia campesina acompaña y dirige el proceso de la revolución agraria, la vanguardia urbana, pequeño burguesa, estudiantil y semidesclasada, desesperada por el retraso revolucionario de la urbe, quiere reemplazar esa situación objetiva con heroicas acciones revolucionarias de la vanguardia, separada de las masas trabajadoras del campo y la ciudad.

Por más que nos esforcemos no podemos encontrar otras características esenciales, específicas de la revolución peruana en esta etapa. Esto no quiere decir que ignoremos los otros problemas específicos de la revolución peruana: el problema indígena, las relaciones semifeudales, etcétera, pero todos ellos tienen que ver con la especificidad de la estructura peruana y no con el carácter de esta etapa de la revolución. Les ruego que me disculpen si no me detengo en esas y otras peculiaridades del Perú, para abreviar esta carta. Eso sí, querría detenerme, porque es de fundamental importancia para comprender vuestro manifiesto y vuestra verdadera posición, en la cuarta característica específica de mi resumen.

Construyamos el partido revolucionario acompañando las acciones de las masas

Una triste realidad que es el talón de Aquiles en la actual etapa de la revolución peruana, ustedes la quieren transformar en una virtud revolucionaria. Cuando dicen que “las acciones de masas por revolucionarias que sean, no sustituyen sino que reclaman la acción concreta y decidida de la vanguardia, cuyo concurso es indispensable para asegurar la unidad y finalidad del proceso revolucionario y sin cuya dirección corre el peligro de desgastar sus energías en una acción caótica, y, finalmente ser derrotada”, están confundiendo todos los problemas, o algo más grave todavía: están santificando la actual situación de vuestro país.

No necesitamos mucho esfuerzo para comprobar que actualmente en vuestro país hay acciones de masas y acciones de la vanguardia por su cuenta, separadas, sin ningún contacto entre ambas. Justamente ustedes, los firmantes del manifiesto, son un ejemplo de este último tipo de acción. Vuestras acciones no tienen ninguna ligazón con la movilización y organización de las masas trabajadoras peruanas. Son acciones puras y simples de la vanguardia. Cuando ustedes dicen entonces que “reclaman la acción concreta y decidida de la vanguardia”, sin autocrítica previa, sino por el contrario, reivindicando vuestra trayectoria y programática, lógicamente quieren decir, (no se puede entender otra cosa), que ustedes aconsejan a la vanguardia que siga haciendo ese tipo de acciones. Algo más grave todavía, sólo esas acciones de la vanguardia asegurarán “la unidad y finalidad del proceso revolucionario” y le darán una “dirección” cierta al movimiento de masas.

Aquí hemos llegado a la clave específica más grave del momento actual del proceso revolucionario peruano. Ustedes quieren reemplazar el partido con un sucedáneo: las acciones independientes de la vanguardia revolucionaria. Un imposible. Porque ustedes tienen razón: las acciones de las masas sin una dirección desgastan las energías de éstas y las transforman tarde o temprano en una acción de masas “caótica”. Pero la dirección y centralización del movimiento de masas no se logra con acciones independientes de la vanguardia revolucionaria, sino justamente a través del partido.

La función del partido revolucionario es justamente esa: centralizar, impedir la acción caótica del movimiento de masas. Por eso todas las revoluciones triunfantes tuvieron desde la iniciación de la lucha armada, partidos de masas altamente organizados y centralizados. No podía ser de otro modo, ya que el triunfo y el desarrollo revolucionario exigen un esfuerzo bien organizado y centralizado, nada caótico, desde su comienzo. Por otra parte, el partido para centralizar y organizar el caos del movimiento de masas necesita volcarse de lleno a penetrar en el movimiento de masas, a dirigir sus acciones. Esto le impide y transforma en un crimen que el partido, cuando hay planteadas acciones del movimiento de masas se fije otro tipo de acciones. Bastante trabajo tiene en organizar y centralizar ese caos como para perder tiempo en otro tipo de acciones puras.

Decimos esto porque vuestro error es doble: primero ignorar que la vanguardia, librada a sus propias fuerzas, no centraliza, ni organiza al movimiento de masas, ya que sólo la vanguardia organizada en un partido puede cumplir con esa tarea fundamental; segundo: que esa vanguardia organizada en partido, para poder centralizar y organizar las acciones del movimiento de masas, debe intervenir en un sólo tipo de acción y sólo en uno, sin diversificarse en otras acciones o tareas que no sean las acciones del propio movimiento de masas. Si organiza la vanguardia sus propias acciones, si se independiza del movimiento de masas, de sus organizaciones y acciones, lo lógico es que el movimiento de masas siga descentralizado y el caos se agudice cada vez más. Justamente ese es el caso desgraciado de vuestro país: la vanguardia revolucionaria de las ciudades, se ha lanzado y piensa seguir lanzándose a acciones aisladas, heroicas, para darle centralización y organización al movimiento revolucionario de las masas, sin comprender que esas acciones aisladas por más heroicas que sean la alejan de la centralización y organización auténtica del movimiento de masas.

Para decirlo sin eufemismos, todos los firmantes del manifiesto serian infinitamente más útiles a la centralización y organización del movimiento de masas si desde hace uno o dos años hubieran seguido el ejemplo de Hugo Blanco, que con las heroicas acciones que llevaron a cabo. Si Tamayo, Pereyra o Martorell desde hace un año y medio hubieran estado al lado de Hugo Blanco, la revolución peruana estaría muchísimo más fuerte, ya que las masas agrarias peruanas, actual vanguardia de la revolución, hubieran contado con compañeros altamente capacitados que centralizaran y organizaran sus luchas. En lugar de ello tenemos magníficos héroes que en estos momentos de revolución agraria en el Perú se dedican a escribir sus memorias o a consolarse con que con sus acciones sonó la “hora cero” de la revolución peruana, obligados por la reacción a contemplar el curso de una fabulosa revolución a la cual la han contemplado y la siguen contemplando, ahora sin remedio, por no haber comprendido que para centralizarla y organizarla, esa revolución necesitaba un partido y una vanguardia que la comprendiera, y que comprendiéndola se integrara en el mismo curso de la revolución.

La gran desgracia específica de la revolución peruana es esa justamente. La magnífica vanguardia revolucionaria urbana está muy ocupada discutiendo cómo se organiza en grupos de combate, a qué grupo revolucionario se pliega, o cómo se voltea al régimen y se construye el partido a través de la acción revolucionaria, sin comprender que las masas agrarias ya han comenzado esa acción revolucionaria y que sin ellos, haciendo de puente a través del partido, quedará divorciada de la magnífica vanguardia revolucionaria de las ciudades, y será imposible también unir los dos procesos: el de la revolución agraria con la movilización posterior de las masas urbanas. Seamos conscientes: la movilización campesina puede terminar en el caos y toda acción de la vanguardia urbana por sí sola, independiente, no ligada a las organizaciones o movilizaciones de las masas trabajadoras, especialmente campesinas, significa un retroceso del movimiento revolucionario peruano, significa un retraso en la creación del partido revolucionario que unirá, organizará y centralizará con su intervención la acción revolucionaria de las masas campesinas y posteriormente urbanas peruanas. Toda acción independiente de la vanguardia, todo elemento de vanguardia que no lucha por organizar un partido único revolucionario, y trabaja para ligarse a las organizaciones y acciones de las propias masas, es un aventurero o un sectario, es un peligro mortal para la revolución peruana.

No hablamos de otras revoluciones que pueden haber comenzado sin que haya acciones del movimiento de masas, y entonces la vanguardia y su partido se lanza a la lucha defensiva desesperada para hacer reaccionar a las masas trabajadoras. Ahí también tenemos un sólo tipo de acción, el de la vanguardia y su partido, pero ello es debido a que las masas todavía no han entrado en acción. Cuando éstas entran en acción y en organización, la única tarea real, positiva de la vanguardia revolucionaria y de su partido, si éste existe, (y si no hay que crearlo urgentemente), es ligarse, acompañar, organizar, centralizar las acciones y las organizaciones del propio movimiento de masas. Toda otra acción, todo otro lugar de trabajo, es un crimen involuntario contra el proceso revolucionario, ya que le quita oficiales al único frente verdadero de lucha e impide concentrar las fuerzas en el verdadero terreno de batalla, para emplear las metáforas en boga.

Conclusión: sólo el partido revolucionario solucionará los problemas angustiosos de la revolución peruana

Hemos arribado al final de esta carta. Me llegó el momento de definir, de precisar, el carácter de vuestro manifiesto y al mismo tiempo señalar cuales son las tareas más importantes para los elementos de vanguardia revolucionaria de vuestro país.

Creo que vuestro manifiesto es el mejor exponente de esa vanguardia pequeño burguesa, semilumpen de las ciudades del Perú, que en su desesperación revolucionaria al palpar el retraso de las masas trabajadoras urbanas, se ha lanzado a hacer la revolución por su cuenta, en tantos grupos de combate como ciudades, barrios y universidades hay en Perú. Ignora esa vanguardia la importancia colosal que ella misma puede tener organizándose en un partido revolucionario y ligándose al movimiento campesino y a su vanguardia. Ignora esa vanguardia que en cada uno de ellos hay un Hugo Blanco en potencia. No se percata esa vanguardia de lo que significaría para el imperialismo y la reacción, cien, mil, diez mil Hugo Blanco. Todavía no se ha dado cuenta esa vanguardia que Hugo Blanco es parte de ella, pero que él rompió con la ridícula estrategia de “crear el partido revolucionario a través de las acciones” aisladas de las masas, para dedicarse a acompañar y a organizar a esas masas revolucionarias, lo que le ha redituado muchos y mejores beneficios al propio Hugo Blanco y a las masas. Esa vanguardia desesperada, que se niega a ver el camino de Hugo Blanco, es la que inspira vuestro manifiesto, carente como esa vanguardia de coherencia y metodología revolucionaria, y ofreciendo como única vestidura para tanta orfandad teórica, programática, su valor y heroísmo sin límites, como así también su ignorancia enciclopédica de las acciones reales de las masas peruanas.

Es hora de reaccionar. El triunfo está al alcance de la mano: se trata de fundirse con las masas revolucionarias peruanas, se trata de organizar y centralizar las organizaciones y las acciones del movimiento de masas, se trata de organizar y centralizar a la vanguardia revolucionaria alrededor de las tareas que nos planteamos en nuestro rol de vanguardia de las acciones del movimiento de masas, se trata de seguir el ejemplo de Hugo Blanco pero a través de un partido revolucionario y no a través de acciones individuales, aunque en la duda preferimos que todo el mundo se mezcle al movimiento de masas. Y a todo aquel que se niegue a seguir este curso debemos denunciarlo como un aventurero que inconscientemente sirve a los intereses de la reacción, porque frena, impide, la unión del clorato con el ácido sulfúrico de la revolución peruana, de las masas agrarias en proceso revolucionario con esa extraordinaria vanguardia revolucionaria de las ciudades.

Ustedes, en cuyas filas militan grandes héroes revolucionarios, entre ellos la más grande figura del movimiento obrero latinoamericano que yo he conocido, deben utilizar esa heroicidad para autocriticarse de vuestras acciones y de vuestro manifiesto. Sólo así cumplirán el verdadero rol de agentes conscientes de la revolución peruana y latinoamericana, verdaderos constructores del poder de las masas y de la vanguardia, dicho en otras palabras, constructores de sindicatos, milicias y ocupaciones de tierra, constructores del partido revolucionario. Si así ocurriera, sería el día más feliz de mi vida. Habré ganado mi más viejo amigo para nuestro viejo programa y método, enriquecido, no negado, por las nuevas experiencias.

Mi más fraternal abrazo.

 

 

Capítulo VIII

El FIR ya es el partido revolucionario

 

Esta carta fue escrita entre abril y mayo de 1963. El 15 de mayo se produjo finalmente la detención de Hugo Blanco. Por razones de seguridad Moreno dice “nosotros los chilenos”.

[Sin fecha]

Queridos amigos:

No saben con cuanta alegría he recibido el tercer número de Revolución Peruana, y algunas noticias de ustedes junto con vuestro fraternal saludo. Todo me confirma que el FIR es, sin lugar a dudas, el embrión de la única herramienta que les falta a las masas peruanas para lograr su triunfo: el partido revolucionario. Todo denota que la dirección de ustedes madura a ojos vistas. Desde la forma y el contenido del periódico, pasando por la declaración política y el nombramiento de Hugo Blanco como presidente, como así también, vuestra correspondencia solicitando ayuda para el líder indiscutido de las masas peruanas, junto con la colosal consigna del periódico: “Campesino del Perú, seguid el ejemplo de Chaupimayo”, demuestra que vuestra dirección y organización maduran en todo sentido: teórica, propagandísticamente, en organización y sentido táctico. ¡Qué alegría! Es la mejor noticia que podíamos tener.

Una declaración política formidable

Ustedes demuestran, principalmente en la declaración política, que comprenden cuál es la tarea más importante para la vanguardia de la revolución peruana. Es justamente lo opuesto del otro documento que publican en el mismo periódico: el manifiesto mancomunado de Tupac Amaru y el 29 de Mayo.

Pocas veces he visto sintetizada tan bien una situación concreta como en el punto 5 de vuestra declaración: “El FIR reconoce que actualmente el movimiento campesino está a la vanguardia de las masas. De allí que concentrará sus mayores energías en soldarse con el movimiento agrario. Contribuirá con sus cuadros a acelerar el proceso de sindicalización campesina en escala nacional con el propósito de dotarle de una dirección revolucionaria y cerrarle las puertas al reformismo.” Perfecto en todo sentido, inclusive el señalar el gran peligro del reformismo, ya que éste todavía no está derrotado y justamente será esa la lucha más ardua y sutil, derrotar a los stalinistas y a los demócratas cristianos en la conciencia de las masas. Esta tesis número 5, como todo el periódico, nos da la pauta fundamental de nuestra actividad principal, esencial, en este momento en Perú: desarrollar la sindicalización y el movimiento campesino, soldarnos a él, centralizarlo a escala nacional, yo diría también regional, y combatir en el seno del movimiento de las masas, a las corrientes reformistas. En esas pocas líneas está toda la esencia del programa revolucionario en este momento en el Perú.

Cuidado con la tesis cuarta

En mi opinión la tesis cuarta contrasta con la anterior, ya que dice: “Las expropiaciones bancarias, el intento de Vallejos de abrir un foco en Jauja, el primer movimiento revolucionario en Chaupimayo, ligado a la ocupación masiva de tierras de los campesinos en la Convención, que dirige el camarada Hugo Blanco, son las expresiones inequívocas de que la revolución peruana está pasando a una fase más alta de su desarrollo, fase en la que va apareciendo la lucha armada del pueblo como una de las formas supremas de la lucha de clases”. Para mí eso es lo mismo que decir que un aborto y un parto feliz, es lo mismo porque ambos demuestran que la mujer quedó encinta. Sin embargo son totalmente distintos: el primero es una desgracia, el segundo una felicidad, aunque es verdad que la mujer estaba grávida. Vuestra tesis no hace distingos entre el aborto y el parto feliz.

No es casual esta confusión de la declaración política, ya que todo el documento ignora uno de los aspectos esenciales del actual proceso revolucionario peruano: el alejamiento de la vanguardia revolucionaria pequeñoburguesa semidesclasada de las ciudades, del proceso revolucionario de las masas urbanas, y principalmente de las masas agrarias, avanzada de la revolución. Esa vanguardia está desesperada por hacer “su revolución inmediatamente”, se sale de la vaina por empezar la “lucha armada” y en su desesperación se olvida de las luchas reales, diarias, revolucionarias, y llegado el caso, armadas de las masas rurales. Este es un fenómeno que demuestra indiscutiblemente, en un sentido, el proceso revolucionario peruano, pero puede tener consecuencias fatales: abortar todo el proceso revolucionario, ya que la vanguardia hará sus acciones, y las masas, las suyas propias, ignorándose olímpicamente entre sí. Es nuestra obligación combatir ese grave peligro de acciones de la vanguardia independientes, separadas del movimiento de masas. No lo olvidemos por un solo minuto; denunciémoslos como actos heroicos que frustran el proceso revolucionario, que frenan el “soldarse con el movimiento agrario”.

Es imprescindible no andar con falsos sentimentalismos. En esa distinción entre las acciones puras de la vanguardia y las de las masas, en nuestra denuncia de las primeras como acciones aventureras, irresponsables, que rompen el posible puente entre la vanguardia revolucionaria y el movimiento de las masas agrarias y urbanas, está la clave para construir un verdadero partido revolucionario en el Perú. Y no se olviden que sin partido revolucionario, sin un partido revolucionario que sepa penetrar en el movimiento de masas y dirigirlo, no hay posibilidad de triunfo. En Perú ese partido se hará convenciendo a la vanguardia revolucionaria de que debe abandonar toda acción separada, para volcarse al movimiento de masas. Por eso es fundamental caracterizar fraternalmente pero con toda dureza las expropiaciones bancarias y el foco en Jauja, como aventuras peligrosísimas. Toda otra perspectiva es criminal, va contra el desarrollo del partido revolucionario y contra el “soldamiento” de la vanguardia “con el movimiento agrario”, y todo lo que vaya contra esa tarea que ustedes precisan tan bien, va en este momento en contra de la revolución peruana, aunque sus autores sean héroes, grandes hombres.

El gran problema de la revolución peruana es el del partido revolucionario

Después de ustedes señalar con toda exactitud en el punto 7 que toda la vanguardia revolucionaria peruana está dividida, atomizada, sin explicar la razón social de ese fenómeno, señalan: “Pero, la experiencia cubana nos enseña que la revolución, como todo hecho histórico, no espera que los dirigentes y partidos se pongan a la altura de las exigencias de la lucha de clases, sino que sigue inexorablemente su curso”. Permítanme que les diga que entre esta afirmación y la declaración del grupo Tupac Amaru que dice justamente lo contrario, me inclino por esta última: “Pero las acciones de masas, por revolucionarias que sean, no sustituyen sino que reclaman la acción concreta y decidida de la vanguardia, cuyo concurso es indispensable para asegurar la unidad y la finalidad del proceso revolucionario, y sin cuya dirección corre el peligro de desgastar sus energías en una acción caótica, y finalmente, de ser derrotada”. Me inclino categóricamente por esta declaración, en el sentido de que el movimiento de masas, librado a su suerte, finalmente será derrotado. Concretamente una revolución no sigue, como dicen ustedes, un curso inexorable. Si así fuera, vayámonos a dormir, estudiar, trabajar o divertirnos a casa. Justamente si así no lo hacemos es porque los partidos con sus líderes, juegan un factor fundamental en el proceso revolucionario. Y es precisamente en un momento de alza revolucionaria cuando se transforman en esencial para el triunfo de la revolución.

La definición del grupo Tupac Amaru del futuro del movimiento de masas librado a su propia suerte es correcta, pero la solución que da es pésima si es que pretende decir que las acciones de la vanguardia centralizarán el proceso revolucionario. Idealizan las acciones de la vanguardia en oposición a ustedes que idealizan, fetichizan, las acciones de las masas, Tanto una idealización como la otra, no sirven, ya que ignoran el rol del partido. Aunque yo lógicamente, me inclino por la idealización del movimiento de masas. Es decir, si me dieran a elegir entre ambos errores, me quedaría con el de ustedes. Pero la verdad es que ambos llevan a la misma trágica conclusión: no es necesario el partido para el triunfo revolucionario. El grupo Tupac Amaru, lo dice casi directamente; ustedes por el contrario señalan en otras partes de vuestro documento justamente lo contrario, la urgencia de crear el partido revolucionario (lo llaman según creo, “construcción de la auténtica vanguardia marxista leninista de masas que sabemos tomará formas definitivas en el curso de la acción revolucionaria”).

Ahí está la clave de todo el problema. Ustedes están equivocados cuando dicen que la revolución cubana ha demostrado que el proceso revolucionario no espera a los partidos y sus dirigentes. Por el contrario la revolución cubana es un ejemplo de lo que puede un partido de masas férreamente centralizado y organizado. El Movimiento 26 de Julio sin el gran apoyo del movimiento de masas que tuvo, sin su colosal centralización caudillesca, y sin su líder reconocido y atacado, Fidel Castro, no hubiera podido hacer nada, ni siquiera comenzar las guerrillas. Lo que no ha habido en Cuba y en todas las otras revoluciones triunfantes son partidos marxistas revolucionarios, pero en todas ellas, y en todo comienzo de lucha armada— guerrilla, guerra del pueblo— que llegó al triunfo, siempre hubieron grandes partidos de masas férreamente centralizados y disciplinados. Eso existió siempre porque sin eso, sin partido así, con esas características, no es posible el comienzo de ninguna acción revolucionaria triunfante. Lo único que se puede hacer sin eso, son aventuras heroicas.

Nos quedaría el problema teórico, que no quiero discutir aquí, si un partido de masas con esas características, que se lanza a un lucha armada contra un régimen, no es de hecho, por su praxis, un partido revolucionario. Me conformo con asentar que siempre, hasta ahora, todo proceso revolucionario triunfante, tuvo desde su comienzo, un partido disciplinado, centralizado, con gran influencia en el movimiento de masas.

Cuando más pronto corrijan su error será mejor para todos, inclusive para la coherencia de vuestra posición. A la revolución peruana, para llegar al triunfo, le falta un elemento fundamental, esencial: el partido centralizado con apoyo y enraizado en las acciones y organizaciones del movimiento de masas. Se abre la perspectiva que ese partido sea, por primera vez en la historia, desde la revolución bolchevique, conscientemente marxista-revolucionario. Hagámoslo así y llevemos al triunfo a la gran revolución peruana.

Felicitaciones por el nombramiento de Hugo Blanco como presidente de vuestra organización

Creo que el nombramiento de Hugo Blanco como presidente de vuestra organización es un acierto extraordinario. Ello significa que vuestras posiciones no son declamatorias. Están por fundirse con las masas agrarias y porque éstas sigan el ejemplo de Chaupimayo, y lo demuestran nombrando al más grande líder de las masas agrarias y de la revolución en curso como vuestro presidente.

Hay un peligro en este nombramiento, que tenga carácter nada más que simbólico. Nosotros los chilenos tenemos un dicho para este fenómeno: que sea un saludo a la bandera. Si ello fuera así significaría que ni ustedes ni Hugo Blanco como militante disciplinado del FIR, han comprendido la más urgente necesidad de la revolución peruana en este momento histórico: la creación y desarrollo de un partido revolucionario nacional con base de masas; si así fuera, Hugo Blanco sería un objeto del FIR y del partido, una bandera o un símbolo que se agita y no un sujeto en la creación del partido. Concretamente, Hugo Blanco debe comenzar, si no lo ha hecho ya, a desarrollar, centralizar y dirigir el partido. Y el partido, el FIR, debe hacer lo necesario para que Hugo Blanco, junto con la, dirección del FIR, tome una parte activa en la centralización, dirección y desarrollo del partido unificado de la revolución peruana o del FIR. Sólo así Hugo Blanco cumplirá el rol que por condiciones y méritos propios le corresponde, y lo mismo ustedes al promoverlo, con sano criterio, al máximo puesto dirigente del FIR. Dicho en otras palabras, Hugo Blanco no debe ser el presidente nominal del FIR, sino real. Ello significará gigantescos esfuerzos por parte de él y vuestros, pero ello garantizará, si se logra, la estructuración de una verdadera dirección del partido revolucionario. Es obligación de ustedes adoptar las medidas técnicas necesarias para que Hugo Blanco se transforme en el dirigente real, auténtico del FIR, como ya lo es de la revolución agraria.

Nuestro método es práctico-crítico y crítico-práctico. A la distancia no me queda otra cosa que hacer que emplear una parte de nuestro método, la crítica, imposibilitado de emplear el otro, el más importante, la práctica. Por eso creo que ustedes me disculparán si por esas razones, mi incondicional apoyo y admiración se ha expresado a través de ciertas críticas fraternales. Vaya como demostración de mi apoyo, mi rotunda afirmación que entre mis críticas y vuestra maravillosa práctica en el seno de las masas peruanas, me quedo con esta última, sin renegar o abjurar de mis críticas.

Con saludos fraternales