Escrito: No consta..
Publicada por vez primera:
Daniel Bensaïd y Alain Naïr, "Apropos de la question de l'organisation:
Lénine et Rosa Luxemburg", Partisans, no. 45 (diciembre 1968-enero
1969).
Fuente del presente texto: Daniel Guérin,
Rosa Luxemburg y la espontaneidad revolucionaria, Editorial Anarres,
Buenos Aires, s/f.
Esta edición: Marxists Internet Archive, enero de
2010.
La posición de Rosa Luxemburg no es clara, su vocabulario y su sintaxis trasuntan frecuentemente un hegelianismo.
[...] En la historia, el concepto de proletariado, en un principio alienado, se realiza progresivamente. La revolución, por tanto, está propuesta como un sujeto oculto, del que las peripecias de la lucha de clases son sólo sus manifestaciones. Cada derrota, cada error, cada revés, son pensados como momentos necesarios en el progreso de la realización del concepto. De ello resulta con toda evidencia un papel particularmente borroso para la organización de vanguardia.
[...] De hecho, ésta es la dimensión política que le falta a Rosa Luxemburg. Ella cree en “el reforzamiento creciente de la conciencia de clase del proletariado”. Habría una marcha evolutiva de la conciencia de clase en el curso de la cual la autonomía organizacional del partido no es necesaria sino como momento (el tiempo para que el proletariado comprenda su rol histórico inminente) dentro del proceso de desalienación del proletariado.
Debido a esta confusión de niveles, Rosa Luxemburg subestima los factores políticos e ideológicos y sus funciones. No basta con que las clases estén polarizadas al extremo para que se manifiesten espontáneamente sus intereses revolucionarios. Las clases populares pueden permanecer todavía por mucho tiempo bajo el influjo de la ideología burguesa, cuya función es precisamente la de enmascarar las relaciones de producción. Solamente la crisis revolucionaria disuelve esa ideología y pone a la vista sus mecanismos. En la crisis, la ideología burguesa revela su desnudez, las escuelas autojustificativas de la burguesía, las tentativas de hipostasiar la historia, quedan en bancarrota. En mayo, la burguesía francesa no tenía como taparrabo nada más que las mediocridades de las aronerías académicas y la prosa grisácea, estúpidamente reaccionaria, de un Papillón. Pero más allá de la crisis, si la burguesía continúa dueña del poder, ésta se rehace una fachada, relanza sus mecanismos de seducción ideológica, los que actúan como un disolvente de la cohesión de clases.
Aquellos que hacen ahora de Mayo un acto de nacimiento (el de la espontaneidad revolucionaria del proletariado sucediendo a su espontaneidad avasallada) no hacen más que extrapolar un momento político preciso: el de la crisis revolucionaria. Teorizan su propia sorpresa y su propio deslumbramiento, tanto mayores cuanto no preveían la posibilidad de tal crisis. De esta manera abandonan el terreno de la política para entrar en el de la metapolítica. En esto, también, no dejan de emparentarse con Rosa Luxemburg.
Los relentes de hegelianismo, la confusión de lo teórico con lo político, tienen como consecuencia la teoría luxemburgista de la organización-proceso. Rosa se obstina con toda lógica en pensar la organización como un producto histórico.
[...] Al contar con la agravación de las contradicciones del capitalismo, y confiar en el proletariado y en su espontaneidad revolucionaria, ella piensa la organización como la sanción del estado de desarrollo de la clase y como el foco capaz de precipitar (en el sentido químico) su condensación. Dentro de esta perspectiva la dimensión organizativa carece de peso específico. Definir la socialdemocracia como el movimiento propio de la clase revela, más que una concepción política, una concepción mecanicista. Si los bolcheviques se hubiesen atenido a semej ante concepción, habrían esperado la luz verde del congreso de los soviets para desencadenar la insurrección. Sin embargo, sólo la vanguardia organizada podía comprender que la fecha de la insurrección debía preceder a la del congreso, y provocarla efectivamente.